jueves, 28 de marzo de 2013

13. MANCHESTER

“¿Carreras masivas? una excrecencia superflua […] Velocistas solitarios rindiendo magníficamente, sin obstrucciones, sin multitudes que les obstruyan o les procuren ofensa alguna. No me puedo creer que nuestros rodadores quieran alterar todo esto para hacer una fiesta al estilo de la Isla de Man”

Frederick Thomas Bidlake 1867-1933(Road Racing Council)

Lo que las distinguía de las carreras (¿sin ritmo?) anteriores era que los corredores salían a intervalos de dos o tres minutos en orden opuesto a su hándicap, el más rápido primero. Rodar en compañía no estaba prohibido, pero era muy raro que ocurriese. Aquello pudo entonces resultar muy similar a las carreras contra-reloj tal y como las conocemos ahora”.

Les Bowerman

“Las carreras agrupadas son una utilización absolutamente egoísta e irresponsable de las carreteras; la política del Consejo es que todo ese tipo de carreras deberían ser detenidas; los cabecillas y sus asociados de la British League of Racing Cyclists tienen únicamente intereses financieros como motivación; intereses comerciales insospechados y periódicos han estado dando una imagen distorsionada de las carreras de ruta; las carreras de ruta de la BLRC violan todos y cada uno de los principios del amateurismo limpio, la autenticidad y la consideración hacia la seguridad pública”
Road Time Trials Council, comunicado de 3500 palabras: “Declaración del Consejo sobre la Amenaza de las Carreras de Salida Masiva en la carretera”. 1951
 
Bernat López es un “micro-editor” al que tenemos que agradecer el haberse aventurado, en estos tiempos difíciles para ese gremio, a poner en marcha y acumular títulos en una línea editorial dedicada completamente a los relatos ciclistas, entre los cuales abundan los de épocas clásicas o pioneras. Comienzo hablando hoy de él, porque en la introducción del libro “Inventando el ciclismo. Charles Terront y la primera París-Brest-París”, este editor explica muy bien la razón de porqué en la Europa Continental (en especial Francia, Italia, España, Bélgica, Holanda, Suiza, Alemania…) el ciclismo de competición ha venido marcado, a lo largo de la mayor parte de su historia, por las grandes vueltas como referencia hegemónica y si acaso por las clásicas legendarias en un segundo plano;  mientras que en Gran Bretaña, la mayor parte del desarrollo ciclista de competición estuvo siempre vinculado a la pista.
La razón no es otra que cierta regulación de tráfico británica, aparecida en 1890 que prohibió las carreras en línea por carreteras y no fue derogada hasta después de la 2ª Guerra Mundial. Esto explica en gran medida su manera de entender el ciclismo, su tradición y cultura competitivas, y probablemente, la escasez de representantes británicos entre los puestos más destacados (hasta épocas muy recientes) del panorama internacional del ciclismo de ruta. Todo ello precisamente, cuando nos estamos refiriendo al país más representativo de la revolución industrial, y uno de los dos (el otro fue Francia) en los que el desarrollo inicial de la fabricación de bicicletas fue mayor.
Esto viene a cuento, porque estoy apunto de trasladarme a Inglaterra para participar en el primer evento de la Challenge Retro 2013: la Pendle Witches Vintage Velo (versión Trial). Evento y viaje de los que daré cumplida cuenta en este blog a mi regreso, probablemente con un retraso de una semana, precisamente porque el viaje en cuestión me ocupará un fin de semana más largo de lo habitual. Por el momento, y quizá haga de esto una costumbre a lo largo de la temporada, la entrada de hoy va dedicada a hablar de Inglaterra y su ciclismo, a modo de anticipo y siempre bajo el sesgado punto de vista de mi personal opinión.
A la hora de decidir qué bicicleta me voy a llevar para allá, eché un vistazo al recorrido de la ruta, que ellos califican de montañoso o “colinoso”. En especial porque durante dicho recorrido, sobre el resto de variadas ascensiones y descensos, destaca sobre manera la ascensión al “Nick of Pendle”, que es una subida conocida y “reconocida” por toda la afición ciclista británica y o en vano se han celebrado allí más de un campeonato británico de montaña. Lo que no me cuadraba es que por más que yo miraba el mapa, sus cotas y distancias, no me salían las cuentas de estar ante un gran puerto de montaña, así que busqué posibles altimetrías. Y ¡sí! efectivamente aparece en la mayor parte de las publicadas al otro lado del Canal de la Mancha, las cuales corroboran mi apreciación inicial, y el hecho de que según parece, lo que aquí entendemos por puertos de montaña y a lo que ellos se refieren por allí, son terrenos muy diferentes. Según parece el tal “Nick of Pendle” es una tachuela de menos de 3 kilómetros de largo por la vertiente norte (nuestro descenso) y menos de una milla por el lado que la subiremos. Eso sí, hay discrepancia de referencias en cuanto a su porcentaje que varía entre el 6 y 16% (hay quien menciona incluso de algún pequeño sector del 25%; espero que eso sea un error… más me vale con los desarrollos clásicos que voy a llevar). Esta aclaración ni mucho menos trata de menospreciar su orografía o su criterio de dificultad. Lo que busca es demostrar, una vez más, que las interpretaciones británica y europea del ciclismo agonístico son muy diferentes. Según parce fue Chris Boardman en 1988 quien batió el record de la ascensión fijándolo en ¡3 min y 29 segundos! con una bicicleta de piñón fijo. Lo dicho, un auténtico desparrame de explosividad anaeróbica láctica, frente a los alardes de largo trabajo a intensidad de umbral anaeróbico necesarios en nuestros puertos de 7, 10… 20 kilómetros de distancia, que recorremos por aquí. Pues eso, dos ciclismos muy diferentes. Ya os contaré si se me atraganta el “cuestón” y tengo que echar pié a tierra a causa del 42x23. Al menos me consuela saber que tendría que ir andando pocos metros.
Sin embargo el ciclismo británico siempre me ha fascinado por su manera de entender el cicloturismo de alforjas. En eso me considero más “British” que “Spanish”. Desde hace muchos años me han encandilado sus Raleigh, Dawes, Pashley, etc. bicicletas robustas y equipadas con todo lo necesario para rodar por carreteras (buenas, malas o sin asfaltar) y cargar con el equipaje necesario para viajar varios días de forma autónoma, práctica, elegante y eficiente. Siempre me he quejado de que fuera raro poder adquirir ese tipo de bicicletas en España, aunque yo me moría de envidia al verlas descender del Ferry que une Plymouth con Santander, conducidas por los turistas más aventureros y alternativos de las islas. Pero de su cicloturismo me gustan no sólo sus bicicletas, también la filosofía en sí. Lo que significaba clásicamente salir a rodar por el campo, ha supuesto para mí durante muchos años, el icono de mi manera de entender el ciclismo más placentero de todos, y para evitar aburriros con mis palabras, os remito a un documental que en dos partes recrea una actividad del CTC (Cyclist Touring Club) allá por los años 50. Después de las "pelís" continuo con el relato.


 
 

 
 
Esto me recuerda la que ha sido hasta ahora mi única experiencia ciclista en Gran Bretaña. Pero todo hay que decirlo… ¡una maravillosa experiencia! El 17 de julio de de 1990, tras empaquetar todo el equipaje sobre mi Razesa de corredor del 84, pedaleé por Santander hasta embarcarme en el ferry “Bretagne” rumbo a Plymouth. Este viaje en solitario me llevó por el suroeste de Inglaterra, todo el país de Gales y un amplio sector del noreste inglés, hasta finalizar en otro ferry rumbo a Rotterdam el 8 de agosto (pero esa es ya otra aventura…). El caso es que alternando algunos enlaces en tren y 1150 km a pedales, me llevé una variada y muy satisfactoria imagen de aquel territorio, en especial de su entorno rural, costero y algunas de sus ciudades menos industrializadas (Bath, Chester, Exeter…). La experiencia fue algo que no dudaría en repetir. Por entonces mi juventud me permitía ascender colina tras colina con aquel desarrollo excesivamente duro, y unas cubiertas de ciclo-cross me ayudaron a solventar sin problemas algún que otro paso o enlace delicado, hasta dar con recónditos y paradisíacos “Youth Hostels”. La gente de los pueblos y los pubs me recibió y atendió maravillosamente, y mi conocimiento práctico y real de la lengua inglesa subió muchos (y necesarios) enteros. Esta vez el motivo y duración del viaje son completamente diferentes, pero no así las expectativas con respecto a los lugares y personas que espero encontrarme.
 
 
 
De la zona a visitar no puedo decir gran cosa, será una breve estancia en Manchester (lo justo para conocer un poco la ciudad) y un recorrido de tren y bicicleta por el Condado de Lancaster (Lancashire) y sus montes Peninos (supongo que cerca del famoso sendero de largo recorrido Pennine Way). Ambos entornos geográficos serán, por fortuna, nuevos para mí. Ya os contaré al respecto en la siguiente entrega.
De Manchester tengo las referencias futbolísticas vulgares: que si el City y el United, y el mítico entrenador Sir Alex Ferguson, de cuyo aspecto me desagrada sobremanera que siempre aparezca mascando chicle. A pesar de ello no voy a desmerecer su espectacular palmarés como entrenador, aunque me resulte algo monótono comparado con el Vicente del Bosque, quién pese a tener menos ligas nacionales y de campeones, las ha conseguido entrenando durante pocos años en algún equipo europeo potente y después “se ha salido de la tabla” con la selección nacional. Quizá es que mi simpatía futbolística por Manchester se vea mermada porque siempre, dentro de lo británico, me consideré hincha del Liverpool (meras coincidencias cronológicas imagino: cuando he seguido un poco el fútbol de allí habrá coincidido que le iban mejor las cosas a los de Keegan o Daglish). Ahora bien, si me permito hablar de fútbol tan alegremente, es que algo sé del tema. Aunque lo siga mucho menos que la mayoría de los aficionados, mi visión es profesional. Además, algunos de los futbolistas a los que tuve la suerte de entrenar, como preparador físico, llegaron a  conseguir títulos con selecciones españolas “sub”, y un par de ellos, jugaron en el Real Madrid y la Selección Española. De todas formas, quizá este viaje relámpago sirva para encontrarme con el fútbol local, algo que espero hacer en cierta medida ya que mi actual desempeño laboral incluye, entre otras funciones, la de docente y tutor de grupos de alumnos que estudian para titularse como entrenadores de este deporte. Además, tengo que reconocer que siempre he sido un gran admirador de muchos de los atributos que caracterizan a la Premier League (exceptuando el fenómeno sociológico de los hooligans evidentemente), y como buen cantábrico que soy, no puedo negar el verdadero origen de nuestro fútbol… “Sporting” de Gijón, “Racing” de Santander y  “Athletic” de Bilbao no pueden camuflar sus orígenes. Tan sólo se echa de menos que no hubiera aparecido algún “Celtics” gallego.
Por lo demás espero reconocer lo que fue la cuna de la industrialización mundial, visitar alguno de los puntos de interés de la ciudad y tratar de recordar la música de Simply Red o los Smiths (sé que hay un mucho más amplio abanico de grupos y músicos modernos de prestigio surgidos de la escena musical de Manchester, pero casualmente no están entre mis mayores devociones) y pensar en qué le pudo haber sugerido esta ciudad a Anthony Burgess para ocurrírsele la idea de “La Naranja  Mecánica”, aquella historia tan impactante que llevó al cine Stanley Kubrick. Como ha quedado comprobado poco sé de esta ciudad, pero espero que su ladrillo rojo, los vestigios de su pasado, su canal, su biblioteca, algún museo, la atmósfera de sus gentes y sus pintas de cerveza me hagan profundizar más en su conocimiento, de forma que llegue a convertirme (a minúscula escala) en un embajador informal más de la misma. Respecto al Condado de Lancaster, no tengo dudas: la campiña inglesa, sus colinas y sus pubs jamás me han defraudado. Todo ello si sobrevivo al frío, al adverso clima invernal y a la “tuerca” del pedaleo inglés.
En esta ocasión viajo sólo. Tanto en la participación ciclista como en el traslado propiamente dicho. Es algo que no me preocupa, ya que la experiencia me dice que el hecho de acudir sólo a eventos o lugares desconocidos, favorece mucho los procesos de integración personal en los mismos. Seguro que los autóctonos me facilitan las relaciones. Además confío en la ayuda y simpatía de Sean (organizador del evento), quien hasta el momento me ha atendido muy amable y eficazmente a través del correo electrónico, y a quien ya estoy deseando conocer personalmente y estrechar su mano.


viernes, 22 de marzo de 2013

12. DIARIO DE ENTRENAMIENTO I

“Hay bicicletas y bicicletas. Una silueta malva fluorescente lanzada cuesta abajo a setenta por hora: corre en bicicleta. Dos colegialas que cruzan juntas un puente de Brujas: van en bicicleta. La diferencia entre una y otra cosa puede reducirse. Michel Audiard con bombachos y calcetines largos se detiene a tomarse un blanco seco en la barra de un bar: corre en bicicleta. Un adolescente con tejanos se apea de su bici, con un libro en la mano, y se toma una menta con agua en una terraza: va en bicicleta. Se es de uno u otro bando. Pero media una frontera. […] Lo de ir o correr en bicicleta es de nacimiento, casi una cuestión política. Pero los que corren en bicicleta deberán renunciar a esta parte de sí mismos si quieren amar – pues sólo se enamoran los que van en bicicleta”.

Philippe Delerm
(“El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida”)
Como ya expliqué hace semanas, pese a que en mi planificación de participación en la Challenge Retro 2013 habrá al menos tres eventos francamente duros y exigentes, no estoy entrenado de forma científica ni planificada para ello. No me apetecía nada estresarme atándome a un plan de trabajo prefijado y obligado. Me dije a mi mismo: ¿no es esta una propuesta deportiva “retro”? pues trátala como tal en muchas de sus actividades complementarias: entrenamiento, avituallamiento, vestimenta, etc. Total, que mi entrenamiento se resume en dos principios tradicionales: primero: mantenerme deportivamente activo en invierno; y segundo, “salir en bicicleta” (sin series ni otras rarezas alienantes) acumulando kilómetros de forma progresiva. Aunque para lo segundo estoy siendo también especialmente antiguo, ya que ni apunto el tiempo ni llevo cuenta alguna de los kilómetros de cada salida.
Aclarado esto, he de decir que es absurdo entonces mantener diario de entrenamiento alguno. Y de hecho no lo hago. Pero algo bien distinto es, cualquier tarde, evocar momentos, sensaciones, anécdotas o rutinas que me hayan proporcionado alegría, placer o felicidad mientras “entrenaba” para la Challenge. Y eso es lo que voy a hacer hoy, y quizá en alguna que otra futura entrada del blog, antes de que lleguen los relatos del largo rosario de pruebas.
Todo empezó poco a poco. No me gusta demasiado montar en bicicleta en invierno. No por el invierno en sí, sino por el frío y sobre todo por la lluvia. El frío, si es seco y con garantías de que no vaya a haber precipitaciones, lo llevo mejor. Pero en el caso de la lluvia me niego directamente a salir. Tanto si llueve como si el riesgo de que lo haga es evidente. Por eso mis primeras sesiones desordenadas fueron alternando el rodillo con “largos paseos en bicicleta”. Los largos paseos en bicicleta son fáciles de explicar. Para ellos utilizaba una Trek que ha sido durante unos 15 años mi bicicleta de montaña, y que desde hace muy poco he reconvertido en bicicleta de viaje y/o ciudad. La decisión de empezar con ella es sencilla: tiene una posición bastante "de rodar" (con su geometría más bien larga y un manillar de “mariposa”), la puedo utilizar indistintamente con calas automáticas o calzado suelto, y lo más importante, va equipada con unos buenos guardabarros que me permiten salir con las carreteras encharcadas. Así pues, en ocasiones con aspecto de ciclista y en otras con ropa más bien genérica, el caso es que empecé poco a poco a salir a rodar por todas las preciosas carreteras secundarias y caminos rurales de los alrededores de mi casa costera. Paseos todos ellos de una o dos horas de duración, en los que la belleza de la ruta era más importante que buscar mejora de rendimiento. Recuerdo uno de los últimos un día soleado en que tuve que llevar a mi hija pequeña a jugar un partido de baloncesto a Santander. Aproveché para llevarme esa bicicleta y pedalear ascendiendo al Faro de Cabo Mayor y desde allí ir tomando callejas y carreteras costeras que me alejaban de la ciudad hacia el oeste, siempre cerca de la costa, tanto de ida como de vuelta.
Esos paseos los he ido alternando con algunas sesiones de rodillo. No me gusta nada el entrenamiento “indoor”. Ni las pesas, ni las máquinas o simuladores aeróbicos. El único que tolero un poco es el remoergómetro, pero desde luego que el “rodillo” para la bici tampoco me satisface. Pero como demasiadas veces a lo largo de febrero y marzo, aquí en el Cantábrico el tiempo es muy desapacible, no me ha quedado más remedio que desempolvar el viejo “simulador” Cateye que durante décadas he utilizado para hacer pruebas de esfuerzo a “mis” ciclistas y triatletas, e instalarlo en el ático con mi bicicleta de carretera Trek anclada a él. Es una pena que este tipo de “rodillo” ya no se comercialice, ya que es una excelente opción. Es muy estable, simula tanto la resistencia al avance en llano (gracias a una turbina de aire muy bien diseñada), como cuestas de un amplio abanico de porcentajes (gracias a un freno electromagnético auxiliar que puedes activar, variar o quitar en marcha). Además te va dando información instantánea en watios o km/h, y dispone de cronómetro y cuentakilómetros. Pero insisto en que no me va nada su uso, me da mucha pereza entrenar en casa, así que las veces que lo he utilizado (las menos posible, siempre durante una hora de pedaleo) lo he hecho con las ventanas abiertas, muy poca ropa y delante de una pantalla de ordenador en la que pongo películas de ciclismo clásico o esos preciosos y sugerentes videos de rutas fascinantes del canal de video de la marca de ropa ciclista Rapha.
Como abusar del rodillo acabaría con mi motivación y por ende con la larga espera de meses hasta la mayor parte de los eventos, de vez en cuando salgo con mi GT de montaña. En bici de montaña el mal tiempo me afecta menos que sobre asfalto (algo puramente psicológico supongo). La BTT no es precisamente la opción que más me gusta para entrenar. Entiendo esta modalidad como una maravillosa actividad de excursión, una ruta más bien larga en la que ir con otras personas a pasar el día en la montaña, pedaleando, con un destino o itinerario realmente bonito que nos sirva de objetivo, descubrimiento o plan previo. No sé si me explico bien, es como ir a la montaña a subir a una cumbre o completar caminando una ruta determinada de gran interés. Te llevas el bocadillo y echas el día con los amigos o la familia. Pero para entrenar cerca de casa, aunque tengo recorridos preciosos, lo suelo evitar, porque ya me los sé de memoria y porque para eso prefiero las de carretera. Aún así, de vez en cuando me animo la saco y ruedo un par de horas.
Como estamos en invierno, y por cierto con una nutrida sucesión de frentes fríos que nos han ido descargando copiosas nevadas, lo primero es lo primero. Y por mucho que me guste la bicicleta, lo que yo siempre he sido, por encima de cualquier otra modalidad deportiva, ha sido esquiador. Por lo que cuando hay abundancia de nieve y mis ocupaciones me lo permiten, me aferro a la disculpa del clásico concepto de “preparación invernal” para abandonar mis salidas en bicicleta y calzarme mis esquís de travesía, para mantenerme en forma ascendiendo montañas y dibujando descensos singulares e inéditos para mí. En ocasiones en solitario, aunque la mayoría de las veces acompañado por mis amigos, los cuales también son ciclistas y muchos tienen intención de tomar parte en alguno de los eventos retro programados.
 

 

 
La suerte (al menos para mí ya que otras personas pueden considerarlo una desgracia) que tiene el vivir en Cantabria, es que disfrutamos una amplísima diversidad de clima que nos proporciona días de todas clases la mayor parte del año. Esto incluye que entre frente y frente salgan bastantes días sin lluvia e incluso muchos de muy buen tiempo y temperaturas suaves. De ellos estoy aprovechando bastantes. Para ello ya abandoné pronto los “paseos” antes mencionados y los he convertido en salidas, alternando las dos bicicletas clásicas que más voy a utilizar a lo largo de la Challenge. Algunos días salgo con la Razesa, para ir acostumbrándome a su postura algo corta, a su sillín más bien duro y para que las nuevas coronas grandes se vayan “haciendo” a la cadena. He disfrutado de salidas con constante territorio “rompepiernas”, circulando siempre entre pueblecitos muy pequeños, carreterillas muy perdidas y sucesiones de colinas que subir y bajar. Todo ello, tal y como es por aquí: tapizado de verdes de todas las tonalidades y con generosidad de arbolado. Las carreteras estrechas, llenas de curvas y flanqueadas por gruesos plátanos (el tipo de árboles) son mi debilidad. Así como esas apariciones repentinas en las que tras un cambio de rasante o una curva ciega, el paisaje te sorprende con una vista del mar, de algún vallecito escondido o cualquier otro detalle encantador. Así voy rodando entre dos o dos horas y media cada vez que salgo. Suficiente por ahora, ya que tampoco tengo tiempo de más.

La alternativa para este tipo de salidas es la Alan con desarrollo tradicional. Es una bicicleta con un sillín cómodo y una postura muy adecuada para mí. Y además muy ligera, aunque debo extremar la atención porque su tipo de construcción la hace tremendamente nerviosa y flexible. Con ella he tenido ya algunas anécdotas remarcables. Por ejemplo un día que saliendo a hacer tres horas ya, pude hacerlo de corto (culote y maillot) porque el día apareció soleado y con 20 grados de temperatura. Las marismas de Santoña estaban espectaculares al rodar sobre ellas en pleamar un día de gran coeficiente (mareas vivas). La única pega es que algo pasó regresando que de repente la rueda trasera se descentró y a falta de herramienta y por temor a empeorarla hasta lo irreparable, llamé para que se acercaran a buscarme cuando aún me quedaba media hora de regreso. Hacía años que no utilizaba el “comodín de la llamada”.
Pero hasta ahora, la salida más gratificante de todas, desde que empecé a entrenar ha sido un precioso sábado de invierno, un día frío, muy soleado y tranquilo, justo después de un periodo de fuertes nevadas. Ese día saqué la Alan y decidí comprobar cómo me iría con el 42x23 subiendo un puerto. Así que salí de casa en dirección al puerto de Alisas (un clásico de la zona en el que todos los ciclistas se cronometran a modo de test). Mi intención era rodar hasta allí y subir un rato hasta que el cansancio me animase a darme la vuelta y regresar. Pero el día estaba precioso y sorprendentemente para la fecha, me encontré bastante bien y di con un ritmo cómodo y llevadero. Así poco a poco y sin pretensiones fui ascendiendo hasta que la nieve apareció cubriendo todo el paisaje superior y coloreando todo de blanco, a excepción de la propia carretera. Los últimos kilómetros hasta la cima fueron especialmente bonitos entre tanta nieve, como si ese puerto que apenas roza los 600 metros de altitud estuviera ubicado en los Alpes. Por lo que sin comerlo ni beberlo, me vi en la cima, haciendo unas fotos a la bicicleta y rodeado por domingueros jugando con la nieve. Recuerdo además que en algún momento a lo largo de las tres horas de ruta, me crucé con otro ciclista “feliz” descendiendo el mismo puerto con otra bicicleta clásica flamante con un cuadro de color verde esmeralda.

Por si alguien no acaba de comprender del todo mi filosofía, os dejo con un precioso corto de ciclismo “natural, humano, retro y paisajístico”. Son unos trece minutos para disfrutar.
 

sábado, 16 de marzo de 2013

11. UN CICLISTA DE LARGO RECORRIDO

“No ignoramos que cada pierna de un ciclista descansa e incluso disfruta de un masaje automático, y tan reparador como cualquier embrocación, mientras la otra actúa… […] Puede usted juzgar los efectos del ‘Perpetual-Motion-Food’ sin someterse a la molestia de probarlo, y mediante la mera contemplación de actuaciones físicas. Pasado mañana comienza una carrera en la que un equipo de ciclistas se alimentará en exclusiva de él. […] Ah… ¿y será larga? Diez mil millas. Dieciséis mil noventa y tres kilómetros y doscientos metros. Semejantes números pierden su significado. Es una distancia mayor que la que hay desde París hasta al mar de Japón”.
 
Alfred Jarry ("Ubú en bicicleta"; 1898 aproximadamente)
 
Nunca se sabe dónde o cómo consecuencia de qué pliegues del destino llegas a cruzarte en el camino con determinadas personas. O como en este caso, con algún ciclista singular. A mí me ha vuelto a suceder hace muy pocos días. Mi afición a la lectura y al ciclismo me han aportado muchas recompensas por separado y alguna que otra conjuntamente. Y no me refiero exclusivamente al disfrute que supone leer sobre una actividad o un deporte que me entusiasma, sino que precisamente esa extraña combinación ha provocado en algunas ocasiones que mi librera habitual me haya solicitado hacer de introductor o moderador del autor de algún libro sobre ciclismo.
Hace poco me encargaron presentar a Diego Ballesteros en un acto de ese tipo, en la librería Gil de Santander. Él andaba de gira presentando su libro “12.822 km” y recalaba en Santander. Acepté el reto, pese a desconocer tanto al autor como su obra. Al fin y al cabo mi papel se iba a reducir a introducirle un poco en la sala y avisar a algunos de mis contactos por si tenían interés en asistir. Y la verdad es que acerté en aceptar porque tal y como he señalado al principio, me vi recompensado con el encuentro con un ciclista singular.
Diego es bastante más joven que yo, aragonés (de Barbastro) y pese a la diferencia de edad y de arraigo geográfico, tenemos algunos puntos en común. Por ejemplo la afición por una amplia variedad de modalidades deportivas (podríamos calificarlo como diversidad practicante) y la atracción por la bicicleta como medio de transporte ideal para los viajes de larga duración, carácter nómada y en los que la inmersión en el paisaje humano de los destinos se convierte en uno de los valores más importantes del periplo. Cuando además le escuchas y ves que también comparte cierta manía y tenacidad documental (como el mantenimiento contra viento y marea de su diario de viaje y sus fotos), y que no le supone pega alguna viajar en solitario, te das cuenta de que podrías estar hablando con él largo y tendido, pues a ambos nos unen más características comunes.
Ni que decir tiene que gestas viajeras como su trayecto desde Zaragoza a Pekín, en tres meses y pico y a lo largo de más de 12800 kms, no están ni de lejos entre mis experiencias. Sin embargo comparto mucha de su filosofía y su planteamiento de realización personal a través de proyectos propios. Pero no voy a compararme más. Paso a describir algunos de los puntos de interés de su persona que me animan a considerarlo como “ciclista de largo recorrido”.
Ya me he referido a su viaje más largo. Y no pretendo contar más del mismo, ya que para eso está su libro. Pero si quiero recalcar que se trata de un buen ejemplo de esa esencia del ciclismo que quizá sea la que más me gusta de todas las que practico… el cicloturismo viajero de “alforjas” (aunque en aquel caso él optara por un remolque como recurso de carga de equipaje). Un ciclismo que integra la esencia del viaje, la aventura, el mundo de la bicicleta, el deporte más puro, etc.
Con posterioridad a dicho viaje, esta vez en equipo, y con amplio despliegue organizativo, se embarcó en otra actividad de largo recorrido: la “Race Across America”. En este caso se trataba también de un viaje, aunque con otras connotaciones más deportivas y de rendimiento. Y sobre todo de reto. Reto que siempre me llamó la atención y que más de una vez ha figurado dentro de ese informal ranking de sueños personales que todos tenemos, aunque sin llegar a consolidarse nunca como parte de la categoría de proyectos (del sueño al proyecto hay ciertos componentes decisivos). La cuestión es que en este caso, su vida se vio transformada por causas ajenas a sí mismo. Un coche, no entraré en detalles, se lo llevó por delante a mitad de recorrido, a consecuencia de lo cual desde entonces no tiene movilidad ni control de su cuerpo desde el pecho para abajo.
Para este tipo de situaciones se suele emplear la frase de que aquello le cambia la vida a una persona. En este caso también pudiera ser así, es él el único indicado para valorarlo. Sin embargo, desde cierto punto de vista, y pese a habernos conocido solo un poquito, me atrevo a decir que en cierto sentido no le ha cambiado en absoluto… ¡sigue siendo un ciclista de largo recorrido!
La charla en la librería fue muy bien, daba gusto escucharle, nos encantó su video documental y todo su carisma al responder a las numerosas preguntas que los asistentes (entre 30 y 50 personas) le hicieron con interés y curiosidad. Pero para mí luego vino lo mejor, al irnos a tomar una caña en grupo reducido y después guiarle hasta un tranquilo lugar en el que pudiera pernoctar, además de charlar con él largo y tendido a la mañana siguiente (el tiempo desapacible nos privó de poder salir a rodar juntos). Precisamente el perdernos esa sesión de entrenamiento ciclista nos permitió hablar mucho más, con más confianza y de temas que nos interesaban a los dos.
Lo primero que me chocó fue que a pesar de su actual situación personal, sigue siendo un nómada. Anda de aquí para allá, conduciendo una auto-caravana enorme adaptada a sus necesidades. Demostrándome que su modelo de vida (sus proyectos) no ha cambiado desde un punto de vista esencial. Vamos, que sigue realizando largos recorridos y que por lo que cuenta, le queda mucho ¡pero que mucho! “recorrido”. Ya ha acometido algunos retos como completar Madrid – Londres en hand-bike y algunos otros le dan vueltas en la cabeza, mientras van tomando forma poco a poco.
Más tarde ya no pudimos parar de hablar. Está volcado en su entrenamiento personal ya que ha empezado a competir en hand-bike y es una deportista ambicioso (desde un punto de vista positivo). Tiene planes competitivos y quiere desarrollar al máximo su potencial de rendimiento. Allí anduvimos cambiando impresiones sobre las características o cualidades deportivas más necesarias para rendir en el modelo de rendimiento que caracteriza a sus competiciones. Departimos sobre el entrenamiento de fuerza, las pruebas de campo, las adaptaciones necesarias, el umbral anaeróbico y muchas cosas más. Durante un buen rato quedaron atrás los libros, los viajes, la auto-caravana, la historia previa de cada cual y cualquier otra circunstancia ajena a la pura reflexión técnica compartida sobre el deportista concreto y la modalidad deportiva a la que se enfrenta. Vamos, lo que ocurre siempre cuando te encuentras con alguien “enchufado” en su proceso de entrenamiento. En esa situación, da igual estar hablando con un triatleta olímpico, un futbolista cadete o un montañero veterano que nunca ha alcanzado aún un 4000 pero va a intentarlo en breve. Debates sobre el reto, el proceso y todo lo que tiene que ver con el logro, mientras lo demás sólo es decorado prescindible… no sé si me explico bien.
Desde entonces el contacto ha quedado, nos hemos escrito, nos hemos enviado referencias de interés mutuo y esperamos vernos más, coincidir en algún evento, proyecto o situación; y en cualquier caso, mantener un recorrido vitar largo.

viernes, 8 de marzo de 2013

10. MUTANTE

“Todo parece indicar que el misterioso mecanismo de creación que se aplica tanto a la ciencia como al arte nace de relacionar dos fenómenos aparentemente inconexos; y cuanto más inconexos aparecen, más imaginación hace falta para descubrir una afinidad oculta, y más original resulta la creación”.
 
O. TUSQUETS (“Todo es comprable”)
 
 
Me declaro mutante. En el sentido que Alessandro Baricco en su libro “Los bárbaros” explica sobre los cambios que actualmente se están produciendo en la humanidad (ya lo cité como encabezamiento de alguna de mis entradas pasadas). En pocas palabras alguien que según en qué aspectos de la vida podría ser considerado un claro exponente de la innovación y el cambio (“un bárbaro”) o un defensor de la tradición (“un civilizado”). Como muestra de ello hoy me voy a entretener en un estúpido juego de niños. He decidido hacer un par de listas, de diez objetos, cuestiones, asuntos o temas cada una, en las que mis preferencias se decantan más por lo moderno y por lo antiguo. Para completar esta reflexión superficial, incluiré también otra lista de cinco cuestiones de difícil elección (para mí), además de finalizar con un pulso sobre un par de “debilidades” de tecnología ciclista.
 
Culto a la capacidad de innovación del ser humano:
1.     Internet, por encima del resto de medios de comunicación, información, tecnología de ayuda al trabajo colaborativo, etc. Reconozco que aunque me pudieran agradar o simpatizar nostálgicamente otros recursos, este avance está suponiendo una revolución humana total, con innumerables bondades y avances, tanto tecnológicos, como de acceso horizontal, libertad, comunicación masiva, etc. Una verdadera “pasada”.
2.     El goretex. Toda la historia de la Humanidad ha hecho falta para diseñar un tejido ligero que permita transpirar suficientemente y a la vez impermeabilizarnos y protegernos del viento. Me confieso un fan incorregible de este tejido, tanto para ropa deportiva como de “vestuario civil” en calzado, prendas exteriores, guantes, etc.
3.     La tecnología de la fotografía. Pese a haber sido un gran aficionado a la fotografía en los tiempos de las diapositivas y los revelados, y conservar varias cámaras clásicas, tengo que reconocer que el soporte digital ha mejorado enormemente su calidad, su ligereza, su sostenimiento económico, su versatilidad, etc. Ha multiplicado por no se sabe cuánto la cantidad de disparos e instantáneas que llegamos a capturar. La única pega que remotamente podría encontrar, es que en la actualidad miramos menos nuestras propias fotos, las cuales, en muchos casos, dejamos que se olviden en los laberínticos directorios de nuestros discos duros.
4.     La medicina (no necesariamente el sistema sanitario que precisamente ahora está viéndose limitado en prestaciones y atención), sus avances, su tecnología y sus descubrimientos, sus tratamientos anti-dolor, etc. Afortunadamente este es un campo que no para de avanzar y quiero pensar que siempre mejorando.
5.       La tecnología GPS como medio de orientación en la naturaleza. Incluyendo los dispositivos personales asequibles para el gran público, que obtiene con ellos una notable facilidad para el control de sus propios recorridos por entornos naturales. Otros, imagino le darán más importancia a su uso en el coche. No es mi caso, yo donde lo utilizo, disfruto y valoro es en la montaña, los bosques, etc. De todas formas permítaseme un consejo: conservar y mirar los mapas nos aporta una imagen y percepción de conjunto que rara vez asimilamos con la utilización exclusiva del GPS.
6.       El material deportivo en general. Cada vez más ligero, con propiedades dinámicas mejor adaptadas a los deportes para los que se fabrica. Con diseños mejorados, reductores de los riesgos de lesiones o patologías específicas. En cuanto a la evolución estética de los mismos, pues bueno, en eso… hay luces y sombras, como en la moda.
7.       El ordenador personal, que me ha cambiado la vida disparando exponencialmente mi productividad laboral, creativa, lúdica, de ocio, etc. La constante aparición de todo tipo de herramientas de trabajo, la velocidad de procesamiento de datos, la progresiva accesibilidad a los programas, etc. Me parece un avance impresionante al que me sumé, considero que con bastante prontitud, y en el que sigo pendiente de actualizarme constantemente.
8.       Los derechos de las personas, que aún con importantes lagunas geográficas y conatos de amenazas actuales (incluso en los países más desarrollados y avanzados - Europa), probablemente nunca han estado más respetados que en la actualidad.
9.       El lavaplatos. Típico electrodoméstico que permite  eludir con eficacia (la aspiradora en este sentido deja bastante que desear) una tarea doméstica obligada y diaria (incluso en ocasiones, para familias numerosas como la mía, puede que más de una vez al día). No le encuentro ningún encanto romántico al ponerme a fregar vajillas sucias en el fregadero, con sensación de derroche de agua, desperdicios en ocasiones poco agradables, riesgos de colapso de tuberías y … dolor de riñones por la forzada posición aerodinámica (cual triatleta sobre acople) que algunos fregaderos demasiado bajos me obligan a mantener.
10.   ¡He visto la luz! Hasta ahora parece comprobado que las compañías fabricantes de bombillas han estado estafándonos a todos los consumidores, fabricando lámparas con fecha de fallo bastante bien programada, aún sabiendo fabricarlas con duración mucho mayor por el mismo coste (y quizás hasta menor). Una de tantas en este mundo en el que se premia la especulación en vez de perseguirla legal y moralmente. Pero de lo que quiera hablar es de algo mucho más concreto para todos los que hacemos deporte al aire libre: me refiero a la espectacular mejora que ha supuesto la aparición de la tecnología LED para el alumbrado portátil. Ya sea con frontales, luces para bicicletas, etc. Estas lámparas duran muchísimo más, alumbran infinitamente más y gastan bastante menos batería que todo lo que había hasta ahora. Gracias a ellas la espeleología ha abandonado por fin su carburo, los ciclistas pueden rodar mucho más seguros y mucha gente podemos plantearnos aprovechar la noche, los madrugones o los finales del día para rodar, correr, caminar, pedalear, patinar, remar, etc. Un cambio francamente importante y sin “peros” añadidos de “tapadillo”.
“Cualquier tiempo pasado fue mejor”… ¡No! Cualquiera no, alguno en concreto.
1.       El cine, en concreto el cine de los años 50-60-70 tanto en los géneros del Western, como bélico, musical, de aventuras, etc. Sigo prefiriendo las películas de John Ford, Alfred Hitchcock y tantos otros, sobre las modernidades efectistas de las 3D, las escenas exageradamente increíbles, excesivamente rápidas y los guiones desestructurados o incoherentes. Pero, sobre todo, me parece de un orden superior la filmación de escenas reales o con elaboradas maquetas, que el exceso de “copiar y pegar” del que el cine actual abusa para acumular caballos, soldados, barcos o lo que sea que haya que colocar en gran cantidad para una escena.
2.       Lo siento por la mayoría, me van ustedes a perdonar, pero me quedo con mi cafetera italiana “unidosis” bien gastada, mil veces antes que con la superventas máquina “nespresso” (o como se llame). Me gusta más el café que me hace la primera (lo he comprobado muchas veces ya, me ajusta mejor la dosis, me sale mucho más barato y me permite seguir fiel al placentero protocolo que me supone el prepararme un “cortado” (mi único café del día) de sobremesa, antes de acometer las, la mayor parte de las veces, poco apetecibles tareas de las primeras horas de la tarde.
3.       La “desmasificación” de gente. A ver si me explico. Me da la impresión, al menos cuando comparo mi vida cotidiana actual con los recuerdos que conservo de épocas anteriores de la misma, que antes no me encontraba las masificaciones de gente que sufrimos ahora. La estación de esquí más cercana que tengo, las playas de mi municipio, las tiendas, la montaña, los medios de transporte, los eventos apetecibles, las exposiciones… ¡tantas cosas! Antes podías disfrutar de la mayoría de esos lugares o situaciones con cierta o mucha tranquilidad, algo que ahora en demasiadas ocasiones resulta imposible. Tanto es así, que a algunos de estos placeres decido no acudir, en según qué ocasiones, porque no me compensa vivirlos en régimen de multitud desmesurada. En otras muchas circunstancias incluso no tienes ni opción de acudir o participar, salvo que lo reserves o te prepares con una antelación irracionalmente anticipada. Lo siento, no me gustan nada las aglomeraciones ni las colas.
4.       El tráfico. Tiene mucho que ver con lo anterior, actualmente se ha masificado tanto que es más peligroso, pese a los avances en seguridad vial. Pero es que además es infinitamente más aburrido, porque la mayor parte de las veces vamos estabulados en carriles paralelos unidireccionales bastante ocupados. Otras veces (demasiadas) nos vemos atascados o retenidos. El aparcamiento de antaño (pronto y cerca del destino urbano o rural) hoy en día es impensable en la mayor parte de las ciudades y algunos parajes. Y si algún día circulas por una carretera disfrutando del paisaje, cada vez tienes menos posibilidades de encontrar línea discontinua para adelantar a un tractor, camión o vehículo exageradamente lento para tu ritmo de conducción, aunque este sea moderado. Vamos que en mi caso particular (un ex - aficionado a los rallyes y al slot) la conducción en coche ha pasado de ser una actividad habitualmente placentera, a una rutina pesada, en ocasiones exasperante y prescindible. Un inciso: de todas formas creo firmemente que hay que ir sacando cuanto antes los coches de los núcleos urbanos, eso sí, con servicios sustitutivos eficientes, sanos y agradables.
5.       Ahora un asunto que me duele de verdad: las verbenas populares. Antes tenían un ambiente rural característico, con música en vivo de todas las épocas, pero con un repertorio preferentemente marcado por los pasodobles, twist y demás estilos de la música “popular”. Aquellas en las que la gente bailaba, charlaba, se veía la cara, etc. Ahora han sido sustituidas en la mayoría de los pueblos por festejos estandarizados en los que la oferta sonora se presenta en dos posibles opciones: a) un enorme camión se transforma en escenario multi-efectista en el que el noventa por ciento de la música se corresponde con ritmos caribeños o centro-americanos (merengues, cumbias y demás), consiguiendo que sólo se animen a bailar los “especialistas” que cada jueves se citan en los bares o academias dedicadas a la enseñanza de tan empalagosas melodías (me cuesta especialmente digerir esta tendencia cuando me encuentro en fiestas populares “montañesas”); b) “macro-discoteca” cientos de adolescentes se adocenan en una oscura explanada mientras un “pinchadiscos” con afán protagonista y pretensiones de gran estrella musical, los agrede ruidosamente con constantes secuencias de “bases”, mezclas y distorsiones entre las que de vez en cuando parece reconocerse algún soniquete. Esta opción, ha conseguido eficazmente desterrar de la zona de baile al resto de generaciones y franjas de edad.
6.       Otro asunto que en mi opinión ha ido claramente a peor es el trato con los proveedores: compañías eléctricas, telefónicas, del gas, de transportes, etc. Antiguamente llamabas por teléfono o te personabas en las oficinas y tratabas con alguien de la compañía y con mayor o menor acaloramiento mutuo, zanjabas la cuestión o el problema. Ahora no, ahora no hay oficina física a la que dirigirse, y el proceso de reclamación o solicitud de información se convierte en un incoherente peregrinaje telefónico o de pantalla a través de innumerables filtros y subcontratas que nunca dan solución a la particularidad de tu caso y que se desvían e inculpan unos a otros, de forma que finalmente no des con el objetivo de tus intenciones. Sinceramente creo que las leyes actuales no regulan este problema correctamente y en demasiadas ocasiones estamos indefensos ante el nudo gordiano de subcontratas anidadas.
7.       Este punto, si cabe, es aún más personal que los demás. Y es que voy a hablar de ropa. De ropa de vestir. De caballero para más señas. Seré muy breve, me gusta más la pana, la lana, el tweed, los tejidos austríacos, la piel, la franela, el algodón, el lino… y el corte clásico de la ropa que hace años se consideraba elegante, que la mayor parte de diseños modernos que las multinacionales de ropa intentan “colocarnos” temporada tras temporada. ¿Os habéis fijado en que siempre hay algún diseñador que hace desfilar a alguno de sus “figurines” con faldas para ver si cuela? He dicho que sería breve, no soporto llevar los pantalones bajados (me parece ridículo y antiestético) y prefiero las viseras clásicas europeas que las gorras de beisbol americanas.
8.       Y ahora polémica. Entre los productos tradicionales de la tierra o los platos caseros de toda la vida y la “nueva cocina”, me decanto, de largo, por lo primero. Pero vamos, sin dudarlo. No le hago ascos a nada, me gusta mucho comer, disfruto con ello y estoy abierto a novedades, pero a la larga la experiencia me va ratificando mi afirmación inicial. Además, la cocina tradicional suele ir emparejada con la generosidad de las raciones, mientras que la “nueva cocina” hace una interpretación muy sesgada del concepto de minimalismo que en ocasiones se podría traducir por ruindad.
9.       Imagino que respecto a la calidad del aire estemos todos de acuerdo: hace años no parecía preocupar tanto el efecto invernadero (o ni se había estudiado), la polución de las grandes ciudades, etc. Puede ser que haya habido fluctuaciones de los datos en las últimas décadas, pero en cualquier caso, la modernidad parece mostrarse mucho más sucia (refiriéndonos a la atmósfera) que el pasado.
10.   La cortesía (la “buena educación”). Este es un concepto, una percepción, quizá un ideal que en demasiadas ocasiones echo de menos. Creo que hay demasiada gente soez, vulgar y maleducada, y pienso además que en los tiempos que corren está de moda manifestarse de forma explícita, ruidosa, evidente y ostentosa cuando se es así o se quiere ser así. Es algo lamentable, que además poco tiene que ver con las clases económicas, algo con los estratos sociales desde una perspectiva cultural y mucho con los diferentes modelos familiares y educativos. La cuestión es que desde mi punto de vista, bajo mi interpretación de lo que percibo actualmente y de lo que recuerdo de cuando era niño y joven, me quedo con los modales de antes sin dudarlo. Y me refiero con ello a los de todas las clases socioeconómicas y todas las edades.
Algunas cuestiones difíciles de resolver:
1.       Los soportes musicales. Ya sea como intérprete o cantante, no se puede contar conmigo. No tengo ni idea, soy nulo, inoperante. No recibí formación alguna en ese sentido, y aunque me encantaría ser capaz de hacer un poco de música, no soy capaz. Sin embargo toda mi vida he sido muy aficionado a escucharla, en vivo y “enlatada”, además de estilos muy diferentes: clásica, lírica, rock, country, jazz, étnica, folk, etc. Y tanto me gusta que he coleccionado bastante música a lo largo de mi vida, lo cual me hace poder comparar soportes. Y la verdad, en esto me cuesta decidirme. Casi todos tienen pros y contras. Para descartar alguno de salida, no tengo problema: las casettes, que se rompían e iban perdiendo calidad a medida que “hacían kilómetros”. Descartar los “LPs” de vinilo me cuesta un poco más porque nada los ha superado como concepto integral de álbum con sus carpetas, letras, etc. Además me sigue agradando la liturgia de ponerlo sobre el giradiscos, buscar cortes, darle la vuelta… incluso el sonido me parece más envolvente, más cercano y hogareño (aunque esto quizá sea un chorrada nostálgica). Pero hay un fallo importante: los discos se estropean con facilidad, acumulan polvo, se saltan y se rayan. A día de hoy mi preferencia son los “CDs”. Son super-fiables, fáciles de grabar, copiar, mezclar, etc. suenan muy bien y se reproducen fácilmente en muchos dispositivos. Pero resulta que ya no son modernidad. En dura pugna con ellos están los “MP3”, es decir un tipo de archivos que utilizo más para trabajar que por placer. Está bien porque “aligeran” la carga de datos y no parece notarse su pérdida de calidad, lo que me pasa es que me da mucha pereza andar gestionando archivos, descargando de la Red, preparando las recopilaciones, etc. Así que hoy por hoy, para mero disfrute, me quedo con el “CD”. Finalmente, lo que no soporto y me parece una imbecilidad es andar con el móvil escuchando “politonos” o música directamente por el altavoz del móvil, que por muy “inteligente” que sea (discrepo rotundamente), suena como un juguete con chip. Aunque no venga al caso directamente finalizo la cuestión declarando que prefiero siempre escuchar música de los altavoces que con cascos.
2.       Ahora toca hablar de motos. Tengo una BMW bastante moderna y estoy encantado con ella. Me pasa como con las bicis, me duran muchísimo, en casi 30 años he tenido cuatro motos diferentes. Aquí he de decir que en lo que se refiere a tecnología “ciclo”, frenos, motores, etc. si se quiere tener una moto, esta ha de ser actual, moderna y de calidad (mi estilo es de viajeras no super-pesadas o de “maxitrail” para carretera; no quiero saber nada de “Rs”). Sin embargo, si me pudiera permitir el lujo, el gasto, el tiempo y el sitio para una segunda moto, tercera y así sucesivamente, estas serían todas clásicas: una bicilíndrica inglesa, una Harley-Davidson con solera, un BMW “bóxer” sin inyección o una Vespa. Me encanta su estética así como la velocidad natural que te piden cuando vas de paseo mirándolo todo.
3.       De libros, autores, editores, libreros y demás elementos relacionados con ese mundo podría escribir largo y tendido. Conozco algunos “ejemplares” (en el buen sentido) de cada apartado citado. Pero claro en esta larga entrega de listas, sólo opinaré sobre el puro soporte: ¿papel o “ebook”?. Bajo mi punto de vista el papel para el placer y el “ebook” para el trabajo. En el electrónico almaceno, leo y transporto archivos de lecturas relacionadas con mi trabajo, con mis estudios o con mis modestas investigaciones. Sin embargo, la mayoría de las novelas, ensayos o libros-objeto que leo por placer, ocio o cultura, los compro en papel. Aún me resulta mucho más cómodo y agradable, además puedo “meter” el lápiz para mis particulares anotaciones y doblar sus esquinas. Incluso algunos poquitos, los tengo dedicados por sus autores (puro fetichismo, lo sé).
4.       La popularización de la práctica deportiva. ¡Hace falta ser estúpido! En qué lío me acabo de meter. Si me dedico profesionalmente a la formación de técnicos deportivos, a la Educación Física y al entrenamiento de deportistas, cómo voy a tirar piedras contra mi propio tejado. Es decir ¡está claro! bienvenida sea la popularización de la práctica deportiva. Además, es que es un valor (la práctica sana y feliz) que intento transmitir como educador. Sin embargo he de reconocer que aquí soy un poco esquizofrénico y conservo un “lado oscuro” interior en el que lamento que determinadas actividades deportivas (como el esquí por ejemplo, y algunas otras…) se estén desvirtuando, se estén echando a perder (bajo mi personalísima óptica) o se estén poniendo incomodísimas por culpa de la masificación. Afortunadamente el surf no me ha acabado de enganchar, porque me empiezan a dar pena sus practicantes más longevos, tal y como se están atiborrando las playas de nuevos “surferos”.
5.       Acabo esta lista hablando de un tema mucho más profundo y amplio: el desarrollo. No el de la bicicleta, sino el del mundo o los países. Ese desarrollo que aún se empeñan demasiados en interpretarlo como siempre creciente y acelerado, a causa de lo cual tantos problemas tenemos hoy en día. No es este lugar para debates extensos y profundos, por lo que me limitare a decantarme, así sin pulir, como defensor de un desarrollo moderado, calmado, sostenible (pero de verdad) y en el que la ciencia, la cultura y el humanismo primen sobre lo económico y lo productivo. Con tal declaración ya habré conseguido que la mitad de los lectores me odien, critiquen o dejen de leer. Sería excesivo por su parte, si como he dicho, no hay sitio aquí para posibles matizaciones.
Y de bicicletas ¿qué?
Lo siento, mil perdones. Hoy el texto no era de ciclismo, siento que si alguien ha leído todo hasta aquí con la esperanza de encontrar algo al respecto, se haya quedado defraudado. Eso ya no tiene arreglo, aunque me animaré a incluir una mínima compensación: de la tecnología ciclista lo que más me gusta de la actualidad son los desarrollos disponibles para carretera. Sea mediante “compact” o con triple plato, la verdad es que es un alivio y una garantía para poder rendir a gusto en cualquier terreno cualquiera de nosotros. Me niego en rotundo a admitir cualquier intento de cambio electrónico que no sólo no hace ninguna falta, sino que además implica integrar un elemento consumible en la bicicleta (las baterías). Quiero mencionar también que en los años 80 hubo dos avances que para mí supusieron un cambio radical y estupendo a la hora de rodar, me refiero tanto a los cambios sincronizados como a los pedales automáticos. Pero para despedirme, como no puede ser de otra manera en un blog dedicado al ciclismo “vintage”, quiero hacer público mi amor por unas piezas que me resultan fascinantes en las bicicletas clásicas: ¡los racores! Los cuales, en muchos casos, me parecen unas joyas de la metalurgia.