viernes, 28 de febrero de 2014

6. PATINES (I)




Por qué patines, se habrá preguntado más de uno al reencontrarse con el blog un año más. Hasta cierto punto es una pregunta lógica para un ciclista convencional. Lo digo porque una gran cantidad de aficionados al ciclismo, lo son en exclusiva, no reparten su pasión con otras modalidades. Puede que se reconozcan puristas, en el sentido de considerar tal calificativo como inseparable del concepto de dedicación deportiva exclusiva. Esto no es algo propio únicamente de los ciclistas más convencidos y dedicados, es un rasgo común a muchos otros deportistas de todo tipo de modalidades, que se centran en una de ellas únicamente, ofreciéndola todo su tiempo, dedicación, interés y quizá hasta seguimiento mediático. En el desempeño profesional lo podría llegar a entender (aunque me consta que a muchos grandes campeones les encanta disfrutar de varias modalidades deportivas, que por lo general practican con bastante buen nivel; como ejemplo ciclista valga el mismísimo Eddy Merckx de quien cuentan que practicaba con maestría fútbol, boxeo y carreras de cross). Demasiadas veces no queda tiempo para más. Y en el caso de los ciclistas muy aficionados puede que hasta también (por la necesidad temporal que exige la acumulación de kilómetros de entrenamiento), pero en muchos otros deportes… En fin, quién se limite a una modalidad deportiva, que la disfrute, se lo deseo de todo corazón. No puede ser de otra manera, somos libres, diferentes y nadie debería poner en duda nuestras preferencias. Sin embargo, personalmente, quizá por mi carácter, educación o lo que sea, me gusta la variedad, he practicado muchas modalidades deportivas en esta vida y me he sentido más pleno con unas u otras en función de las diferentes edades y circunstancias cambiantes de la misma. Y me niego a renunciar a las actividades que me gustan o me apetecen.

Y patinar es una de ellas. No es desde luego uno de mis deportes favoritos en cuanto a su práctica (el esquí, la bicicleta, el kayak, la montaña… lo superan habitualmente), sin embargo si está entre esas actividades de entrenamiento aeróbico que me gusta retomar de vez en cuando. Y si no lo hago más a menudo, creo que sólo es por dos razones, aunque poderosas. La primera es que tal y como me sucede con la bici y la piragua, las sesiones de patines realmente las disfruto más cuando implican un desplazamiento variado, casi “viajado”, no una sucesión de vueltas a un circuito corto. Y claro, reconozcámoslo, aunque las rutas adecuadas para patinar van aumentando, en mi entorno aún son escasas y su repetición acaba aburriendo. La segunda razón tiene que ver con la climatología que caracteriza a mi región. El patinaje al aire libre tiene dos enemigos climáticos importantes: el viento y la lluvia. El primero te desgasta enormemente (personalmente creo que afecta a la sensación de avance incluso más que cuando vamos en bicicleta); y por aquí algo de viento hay casi siempre, aunque llevadero, excepto este invierno, que se ha convertido en una sucesión de vendavales del sur o suroeste, uno tras otro y sin descanso. En cuanto a la lluvia, es otra característica típica del Cantábrico. Y el problema viene porque en cuando el pavimento está un poco mojado, la posibilidad de propulsarse sobre él con las ruedas de los patines se desvanece. Aparte de las dificultades e inestabilidad por riesgo de deslizamiento en curvas que pueda provocar el suelo mojado, lo peor es la limitación casi absoluta de apoyo lateral para impulsarse, especialmente cuesta arriba. Esto se acentúa cuanto más suave y mejor es el firme elegido para patinar, claro. Ignoro si la cuestión de la superficie mojada tiene solución técnica de material o no. Por lo que en su día pregunté a un buen proveedor madrileño, me parece que no. Sin embargo este es un deporte muy popular en países húmedos del norte de Europa (Holanda, Alemania, Dinamarca, etc.), no sé si ellos habrán dado con alguna solución o es que sólo patinan sobre ruedas en verano, haciéndolo en invierno sobre hielo o con esquís nórdicos. En cualquier caso si alguien tiene buenas pistas al respecto, que no dude en ilustrarnos ¡por favor!

Patinar es especial. Para empezar ofrece otro punto de vista diferente. Aunque similar en altura al de la bicicleta, el hecho de no ir sentado, llevar los brazos sueltos y, normalmente, utilizar un margen de la calzada o carriles separados, me da la sensación que te hace percibir el panorama de otra forma. Pero más singular aún es la sensación de ir deslizándote libremente por la acción del movimiento de tu cuerpo y de tus piernas. No hay golpeo sobre el firme, ni pedaleo lineal, sino un suave deslizamiento, en parte lateral y en parte frontal que requiere (y esta es una de las claves) un equilibrio bien mesurado entre la energía de impulso y el mantenimiento de un dejarse ir delicado y sin perturbaciones. Aquí sí que se puede distinguir fácilmente a la vista a una persona que patina con clase, elegancia y… ¡eficacia! Y da una envidia… Las rectas te permitan concentrarte en esta combinación tan difícil y cargada de sabiduría corporal entre el impulso y el deslizamiento (la energía y la delicadeza). Las curvas te obligan a negociar las trazadas intentando minimizar al máximo la pérdida de inercia, ya sea dejándote ir o cruzando las piernas en elegantes pasos mientras te inclinas hacia el interior. Los descensos te aportan alta sensación de velocidad, cierta producción de adrenalina y hasta la posibilidad de regalarte sucesiones de virajes al más puro estilo del esquí alpino.

Entre sus peculiaridades hay varias que a mí siempre me llaman la atención. Podemos empezar por mencionar la sorprendente capacidad de acumulación de kilómetros que ofrece esta modalidad. Es fácil de calcular, los patinadores profesionales se desplazan a velocidades que oscilan (en función de la distancia a completar) entre los 40 y 60 km/h. Esto hace que los aficionados lo hagamos entre los 20 y los 40, variando bastante en función de nuestro nivel y características del recorrido o las condiciones reinantes. Personalmente soy un aficionado muy básico y permanentemente desentrenado de forma específica (vamos, que nunca he entrenado patinando de continuo), lo cual me sitúa entre los 20-25 km/h de media en sesiones de una o dos horas sin paradas. En definitiva, que al final, si hubiera trayectos suficientemente largos y entrenamiento para aguantarlos, estamos hablando de autonomías y distancias muy similares a las del ciclismo. Por ello mismo en nuestro calendario llegamos a encontrar pruebas de hasta 135 km en una jornada. Esto es lo primero que sorprende en nuestro país, a los no iniciados, pues casi todos tenemos el pre-juicio de que eso de patinar tiene más que ver con juguetear un poco en el parque de debajo de casa. Además, en mi ciudad, cuando yo era pequeño, en realidad las que patinaban eran las niñas ya que nosotros éramos más de monopatín (entonces “Sancheski” y ahora “Skateboard”). Esto me lleva a una segunda característica propia del patinaje de “velocidad” (en mi caso lo denominaría de distancia, ya que la otra escasea), que no es otra que la equiparación o incluso en ocasiones inversión de porcentajes de participación femenina y masculina en la práctica. A muchas mujeres les encanta patinar, probablemente porque lo hicieron de pequeñas, y por tanto, se les da bien y tienen psicomotrizmente adquiridos los automatismos de movimiento que hacen falta para hacerlo de forma eficiente, y eso les permite disfrutarlo mucho. La consecuencia es que muchas de ellas pueden rendir sobre los itinerarios tanto o más que los varones, lo cual facilita la cooperación en los grupos, la variedad en los mismos y la integración entre sexos en la práctica. Evidentemente a nivel profesional (de expertos) existen las diferencias derivadas del potencial fisiológico o condicional que suele darse en todas las modalidades entre hombres y mujeres. Pero en la calle no, en la calle es mucho más elevado el porcentaje de mujeres que patinan mejor que tú. Y eso, personalmente me agrada. Tanto porque disfruto y aprendo de verlas patinar con maestría a base de cualidades no exclusivamente basadas en la fuerza o la resistencia, como porque me gusta patinar en ambientes con elevada representación femenina. Me gustan las mujeres y me gusta estar en entornos sociales en los que tengan presencia. Por supuesto evito situaciones de charlatanería, cotilleo y otros tópicos frecuentemente asignados al género femenino, pero es que también lo eludo en el caso de los hombres.

Continúo con características propias del patinaje. Cuando eres muy novato, la relación de movimiento que estableces con tus compañeros es casi exclusivamente de evitación total del contacto, por cuestiones de seguridad. Sin embargo, en cuanto la velocidad y la seguridad aumentan un poco (lo hacen de forma paralela), enseguida te das cuenta, y recurres al aprovechamiento del efecto de ir “a rueda”, de aprovechar que otros peleen la resistencia del aire al avance y te ahorren mucho esfuerzo si te colocas detrás, cuanto más cerca mejor. En patinaje la dinámica del rodar en grupo es mucho más efectiva y excelente incluso que en el ciclismo. Mientras que en la bicicleta el grupo se aprovecha del trabajo del de delante y cuanto más atrás vayas menos trabajas (para compensarlo se establecen los relevos), sobre los patines se produce contacto físico claro y esto transforma el grupo en unidad compacta y como en seguida trataré de explicar, provoca un efecto directo de elevación de la velocidad sin necesidad de establecer relevos. En un grupo de ciclistas el de delante avanza a expensas exclusivamente de su trabajo. Los relevos permiten que ese trabajo sea de una intensidad ligeramente superior a la que mantendríamos de forma permanente, gracias a los sucesivos “descansos” generados por los relevos, pero tal y como afirmo, cuando vas delante lo haces a tu costa, como sucede cuando ruedas sólo. Con los patines es diferente. Si tú vas delante, estás provocando que los patinadores de detrás no tengan casi resistencia del aire al avance, por lo que enseguida van un poco más rápido que tú. Pero en lugar de adelantarte o regular su velocidad para adecuarse a la tuya, se apoyan cada uno sobre el de delante y desde atrás te llega el contacto de las manos sobre tu dorso, lo cual te impulsa hacia adelante por la velocidad de todos los de atrás. Esto te hace ir más rápido que lo que tú irías, y eso aumenta el efecto de carenado que haces sobre el resto, por lo que vuelven a incrementar su velocidad, lo cual vuelve a repercutir en tu beneficio.  Es como un sistema energético que, sin ser perfecto, se le acerca mucho. Para los torpes como yo esto es una gran ventaja, pero para los profesionales o patinadores de alto nivel es una verdadera pasada, pues llegan a crear auténticos “trenes de alta velocidad” que da miedo ver pasar. La efectividad del grupo depende mucho del dominio de sus integrantes: mantenerse muy agachados, patinar de forma fluida, alineada, con impulsos totalmente acompasados, etc. Pero cada cual a su nivel, enseguida notas la enorme ventaja que supone crear un grupo. Aunque conviene no confundirte de nivel para no armarla.

Y para cerrar este conjunto de peculiaridades del patinaje, quiero referirme a la noche. Normalmente no patino en itinerarios abiertos al tráfico de motor. Lo hago en parques o carriles-bici. Esto me permite (aunque no lo hago habitualmente) poder hacerlo cuando ya es de noche. Y aunque en sí mismo no pueda parecer que sea algo especial (es muy habitual salir a correr de noche), para mí lo es. No sé explicarlo bien. Es como volver a momentos mágicos de la infancia en la que en contadas ocasiones te aventurabas a sentir la noche tranquila y oscura con alguna actividad de juego o acción con tus amigos. Un paseo rural con linternas, unos descensos en monopatín a la luz de unas farolas en verano… Patinando de noche las luces son tan tenues que la atmósfera se antoja galáctica, como de ciencia-ficción; y tú ahí deslizándote por todas partes libremente. Lo dicho, una sensación difícil de explicar, pero recomendable de experimentar.

Con respecto a cuestiones de material y aspectos técnicos no podré escribir mucho en este blog, ya que como patinador soy inexperto e ignorante. Sé muy poco, lo básico como para atreverme a afrontar aquellos eventos, de los señalados en el calendario, a los que me cuadre poder viajar. La primera cuestión es que para este tipo de retos, todo el mundo participa con patines en línea. Yo siempre me he defendido mejor con los de disposición de ruedas tradicional, pero como casi todos, corro más con los de línea. Pero antes de tal opción, lo primero que hay que decir es que conviene que los patines sean buenos (decentes), es decir, que tengan unas ruedas con rodamientos de bastante calidad. En caso contrario se iría mejor con unos tradicionales rápidos que con unos de línea lentos. De todas formas es más fácil actualmente agenciarse unos patines rápidos en línea que de los otros. ¿Y a qué llamamos rodamientos rápidos? Pues de lo que denominan “Avec 5” para arriba, mejor aún “Avec 7” o 9, que es lo que llevo yo. Atentos porque algunos fabricantes fiables no utilizan esa nomenclatura pero ofrecen calidades equivalentes, aquí habrá que ponerse en manos de proveedores expertos. Otro asunto importante es el modelo de patín, el cual, sin lugar a dudas deberá ser de lo que llaman “fitness” (patines para rodar con estabilidad en largas distancias) para personas poco expertas, o de “velocidad” (de bota baja y mayor distancia entre las ruedas) para los verdaderamente rápidos. Los primeros tienen forma de bota de esquí y llevan un freno trasero, que debemos aprender a usar y dominar y que ayuda mucho en determinados momentos. Los segundos es raro que lleven frenos, son más largos, más ligeros y cuesta un poco acostumbrarse a ellos porque no bloquean tanto lateralmente el tobillo. A mí me encantaría probar a pasarme a los de velocidad, pero no me atrevo a presentarme en recorridos desconocidos sin freno. Desde luego olvidarse de patines callejeros o de rampa, porque resultan incómodos para grandes recorridos, suelen llevar ruedas demasiado pequeñas y tienen botas poco convenientes para el constante movimiento que emplearemos. Una cosa más en cuanto a los patines: las ruedas. Existen numeraciones relativas a su dureza y “grip” (agarre) pero en eso soy ignorante absoluto, me lo han explicado alguna vez, pero para la siguiente se me ha olvidado. Cuando haya que decidir me pondré en manos de algún proveedor con conocimiento de causa, que para eso están los profesionales, y la labor que tenemos los consumidores, de ayudar a hacer necesarios sus puestos de trabajo. De lo que sí puedo decir algo es del tamaño de las mismas (el diámetro), el cual, para largas distancias y altas velocidades, parece ser que cuanto más grande mejor. Los patines de “fitness” actuales suelen llevar ruedas de diámetros de 75, 80, 85 o 90 mm, mientras que los de “velocidad” las llevan de 100 mm y superiores. Hay que estar atento porque cada modelo tiene un límite de medida que no puede superar pues en caso contrario las ruedas rozarían con el propio patín.

Pero no hay que obsesionarse con todo esto, ya que adquirir lo más “potente” puede resultar un error. Ocurre igual que con las bicicletas, más caro no significa más adecuado para cada cual. Conozco un amigo que se gastó un pastón comprándose una bicicleta Time de un equipo profesional, y ahora mismo sufre una postura excesivamente agresiva y unos desarrollos que es incapaz de mover con la alegría recomendable. Por poner mi experiencia sobre patines como ejemplo. Hace unas dos décadas me compré unos patines de “fitness” de alta calidad de entonces, llevaban “Avec 5” en ruedas de 76 mm. Aún los conservo y utilizo para entrenar de vez en cuando. Hace cuatro años adquirí otros del mismo “nivel” pero actuales, con “Avec 9” y ruedas de 90 mm. ¿Y sabéis en qué noto diferencia? Pues en casi nada, no he realizado pruebas concienzudas pero veo que mantengo medias muy similares. Con los nuevos corro más en llano y sin viento, o bajando; pero me da la impresión de que cuando hay cuestas que ascender o viento contra el que avanzar, me cuesta menos con los de rueda menor. Gente más experimentada que yo me ha comentado que eso es normal, y que por alguna razón que se me escapa (desde una concepción física) cuesta más “mover” diámetros mayores, tan sólo rentables a partir de ciertas gamas de velocidad, las cuales demasiado a menudo están vedadas para mi modesto nivel de patinaje. Otra razón más para no dar el salto (me refiero a mí) hacia los de velocidad. Lástima, porque resultan tan espectaculares y atractivos, que la simple “objetología” (concepto acuñado por un viejo amigo filósofo muy aficionado al deporte y al material deportivo) que desprenden me provocaría un importante extra de motivación para entrenar y participar.

Para cerrar el capítulo del material hay que hablar de las protecciones. El casco (el mismo de ciclismo vale) es obligatorio en las pruebas. Algo lógico. Las caídas patinando me parecen más probables y frecuentes que en la bicicleta de carretera. Las consecuencias de un accidente en bicicleta suelen ser mucho peores, así que menos mal que haya menos siniestros. En patines los riesgos se minimizan mucho gracias a las protecciones. Hay gente muy experta que no lleva nada más. Yo he patinado muchas veces sin nada, pero si vas a correr, si vas a encontrarte con descensos y si al final de un evento puedes llegar fatigado y con riesgo de falta de concentración, me parece acertado curarse en salud y protegerse con elementos, que si te quedan bien, no molestan demasiado. Personalmente considero que la prioridad empieza por unas muñequeras específicas, de esas que evitan que te hagas el típico esguince si apoyas las manos al caer y pueden además reducir o prevenir completamente las engorrosas heridas en manos o dedos. En segundo lugar vendrían unas rodilleras que permiten irse al suelo con eficaz protección en una articulación tan necesaria para muchos de mis deportes favoritos. A partir de ahí ya no uso más. Hay coderas, por supuesto, pero puestas en la balanza, prescindo de ellas. Y por haber creo que hay hasta pantalones con protección de cadera (una zona típica en la que poder hacerse daño), pero tampoco me da por ahí y prefiero poder utilizar la ropa que me parezca en cada situación. Hablando de indumentaria, conviene que sea ajustada, especialmente a medida que vamos siendo capaces de mantener velocidades más elevadas, acordaros una vez más de la importancia de la resistencia del aire al avance.

Cierro esta perorata de hoy haciendo un llamamiento. Resulta evidente que no soy un experto en esto del patinaje, que tengo poca experiencia y muchas dudas y lagunas. Por eso mismo, todo asesoramiento será bienvenido, por lo que os invito a dejar comentarios al respecto, escribir o enlazarnos recursos, trucos o informaciones que nos puedan ser útiles a todos. Podéis hacerlo vosotros o comentárselo a conocidos que sepáis que dominan el asunto. Sea vía comentarios del blog o por email (jose.delmer@gmail.com) sentiros libres para hacerlo. Os estaré muy agradecido.

¿No hay nada de bicis hoy? ¡Sí! no os perdáis este breve video “comparativo”.

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