viernes, 28 de marzo de 2014

10. LIBROS Y BICICLETA





Mi afición por el ciclismo, y más especialmente aún por la bicicleta como medio de transporte y vehículo de viaje u ocio es evidente. Sería redundante seguir hablando de ello en un blog que, preferentemente, trata sobre esos temas. Pero para mis lectores habituales, en especial los que siguen mis andanzas y crónicas desde hace tiempo, y a lo largo de todo el año anterior, no debería ser nueva la noticia de que la lectura es otra de mis grandes aficiones. De igual manera que los libros, las librerías, escritores, editoriales y demás objetos, personajes o espacios gremiales relacionados con los textos, se convierten en destino de mi interés y curiosidad. Ya he manifestado en más de una ocasión, que mis preferencias lectoras son bastante variadas. Que no se centran en lo deportivo ni en lo ciclista. Es más, que ninguno de dichos temas se convierten en mis asuntos predilectos a la hora de leer. Sin embargo, no sólo no les hago ascos, sino que procuro estar atento a las novedades, antigüedades o a la sorprendente presencia de libros o ediciones que aborden su tratamiento. Aún así tampoco leo todo lo que se publica en relación con la bicicleta, ni mucho menos. Procuro elegir fiándome de mi conocimiento, instinto y alguna que otra crítica previa, o el más fiable aún, boca a boca de mis amistades o conocidos. Aún así algún bodrio o insulso trabajo me he tragado, pero en general la cosa ha ido bien y he podido disfrutar de excelentes lecturas ciclistas: tanto de ficción, como de ensayo, reportaje o documentación con cierto carácter técnico.

La entrada de hoy la voy a emplear como si de una actualización informativa se tratara. En relación al mencionado binomio de libros y bicicletas. Dando cuenta de alguna novedad para mí o de algunos hechos que merece la pena descubrir para aquellos que no lo hayan hecho ya por su cuenta. Empezaré por mencionar un par de libritos breves y ligeros, pero con entidad suficiente como para ser recomendados y tenidos en cuenta si se quiere disponer de una breve pero interesante biblioteca personal sobre la cultura ciclista. El primero se titula “Elogio de la bicicleta”, y es obra de Marc Augé. No es una novedad, ya que fue editado en 2009, aunque por alguna razón a mis manos llegó hace poco menos de un año. Se trata de un ensayo que busca dar un empujón filosófico y sociológico a la utilización de la bicicleta como medio de transporte urbano, como recurso de convivencia, entretenimiento y promoción de la salud, y sobre todo, como dinamizador ciudadano de la cultura y de una nueva ordenación cívica de las relaciones humanas. Es un libro de ideas, de optimismo y de reivindicación moderada. Un texto planteado por un intelectual, sensato, veterano (casi ochenta años actualmente) y activo. Con contenido útil para reflexionar, entretenerse con cierta dosis de cultura y poder argumentar posibles actuaciones promotoras de la utilización de la bicicleta, formales o informales.

El segundo título es un clásico recuperado (“re-ciclado”: es decir reciclado y “vuelto a ser montado o pedaleado para disfrutar con él”, si atendemos al título de la colección que lo reedita). Me estoy refiriendo a “Mi querida bicicleta” de Miguel Delibes. Sobre el autor no me voy a extender. No me parece necesario. Su calidad está más que de sobra reconocida en el mundo de la literatura. Es un escritor de prosa rica y fácil a la vez, que cuenta muchas cosas y las cuenta estupendamente. Que te hace meterte en el relato y que convierte situaciones, hechos y lugares sencillos, en arte y en sentimientos o vivencias dignas de experimentar o recordar. La obra de Don Miguel es amplia, rica y diversa, y dentro de ella podemos encontrar un “rincón” de su biografía dedicado a su relación con la bicicleta. Esta relación está plagada de anécdotas familiares para cualquier persona: desde el momento de aprender a montar, a las derivadas de una utilización cotidiana o rural de la bici. Todas ellas temporalmente ajustadas a las épocas en las que el autor vivió cada momento, lo cual las dota de detalles significativos y suficientemente importantes como para saber qué significaba nuestra adorada máquina en nuestro pasado reciente, a nivel de usuario: niño, joven o adulto. El texto es una delicia, ameno y entretenido. El contenido original podía encontrarse hace ya algunos años en dos ediciones bien diferentes, aunque muy recomendables. Una del mismo título que se ceñía a los textos ciclistas y que venía ilustrada por Luís de Horna. Y otra más larga, aunque sin ilustraciones, porque aunaba múltiples relatos autobiográficos del autor, todos ellos relacionados con diversas modalidades de deportivas disfrutadas al aire libre a lo largo de su dilatada vida. El título no llevaba a engaños: “Mi vida al aire libre”. Y en mi humilde opinión es una cómoda y agradable lectura que debería acometer cualquier persona que guste de disfrutar del reposo suficiente como para emplear parte de su tiempo leyendo y a la vez sea un apasionado de las actividades de ocio en la naturaleza. Personalmente utilicé mucho esta obra como texto de lectura complementario para mi alumnado de Educación Física. En esta ocasión se ha reeditado la primera de las dos versiones, ilustraciones incluidas. De la mano de La Biciteca, una aventura editorial de la que pasaré a dar cuenta dentro de un momento.

Antes quiero rendir homenaje a una publicación periódica que ojeo de vez en cuando y es merecedora de todo mi respeto y muchos elogios. Me refiero a la revista “Ciclosfera”. En mi opinión es una bendición poder disponer trimestralmente de una publicación dedicada íntegramente al ciclismo ciudadano, es decir al uso de la bicicleta como medio de transporte cotidiano, recurso laboral, elemento relacional o entretenimiento urbano. La función informativa que cumple esta revista, a través de la especificidad de contenidos que trata, no la cubre ningún otro medio en España. Mientras que en otros países europeos sí que podíamos encontrar quien lo hiciera desde hace muchos años. Pero es que además de los contenidos, me gusta mucho el talante mostrado por su redacción: comprometido pero con clase, respeto y educación; con un saludable equilibrio entre la publicidad (imprescindible para la subsistencia) y el contenido real (físicamente bastante descontaminado gracias al acierto de maquetación). Y por último me gusta tanto su periodicidad (que no empacha), como su formato manejable y fácilmente portable (en la bici) para su lectura en cualquier parte. ¡Mis felicitaciones!. Por si fuera poco mantienen una web llena de noticias relacionadas y en la que podemos disfrutar de todos los números de forma gratuita y electrónica. Insisto, una publicación más que recomendable.



Siguiendo con mis recomendaciones y o reseñas-homenaje, toca el turno de hablar de una editorial exclusivamente dedicada a la publicación de libros de ciclismo. Si, reconozcámoslo, suena descabellado, pero aún así, ya anticipo que además no es la única. Se trata de una iniciativa muy modesta, casi “artesana” desde un punto de vista conceptual (en la búsqueda, negociación, traducción, configuración… de su catálogo, no en la impresión de los ejemplares). A través de esta iniciativa, su responsable: Bernat  López, mientras se declara profesor de universidad, apasionado lector y forofo activo del ciclismo (ignoro si por orden jerárquico), nos está aportando auténticas perlas de este sub-género literario. La iniciativa editorial tiene un nombre que suena en cierta medida reivindicativo: “Cultura ciclista”. Yo apoyo el grito, el llamamiento, la idea y la editorial. Lo hago moralmente, ahora aquí por escrito y a través de la compra algunos de sus libros. El catálogo disponible, si bien aún no es muy extenso, me parece muy rico y dotado de algunas joyas singulares. Sin entrar en clasificaciones sí que podemos vislumbrar ciertas líneas de contenido. Por un lado están las obras de marcado contenido histórico, que son mi debilidad, en las que, a través de su lectura podemos llegar a hacernos una verdadera idea de lo que ha sido el ciclismo en épocas pasadas o incluso muy remotas. Y por otro una propuesta más oscura, con algunos títulos testimoniales que narran dramas personales y nos ayudan a cruzar la línea (documentalmente hablando), hacia el lado oscuro del deporte del ciclismo. En la mayoría de los casos los textos propuestos son de carácter biográfico o autobiográfico, aunque hay excepciones. Personalmente me ubico claramente en la primera de las dos tendencias, de hecho todos los libros que he escogido hasta ahora han ido por ahí, y ya han sido dos, aunque otros dos están en camino.

Pero tal y como acabo de afirmar, “Cultura ciclista” no está sola. Gracias a Manu surge otro salto del adocenado pelotón lector, y lo hace “con todo metido”. Su “escapada” se configura como una micro-editorial ciclista, una librería ciclista on-line, un blog y una especie de iniciativa proactiva también relacionada con las bicis. Todo ello lo podéis encontrar en “La Biciteca”. Vayamos por partes, el ramalazo hiperactivo relacionado con los pedales lo “trata” en facebook a través del “Bicio Racing Team”, no me preguntéis demasiado por el asunto, porque no soy de los que se muevan por dicho entorno virtual. Su blog acostumbra a dar cuenta de algunos asuntos interesantes, a través de él he encontrado algunos otros “lugares” que me han aportado detalles curiosos; pero lo hace sin prisa, espaciando sus entradas, no es ni compulsivo, ni tan regular como yo. En lo que respecta a la librería, el proyecto ya se convierte en palabras mayores. Me refiero a que nos presenta un catálogo y oferta nada desdeñable, con muchas referencias en las que elegir y la posibilidad de buscar y encontrar mucha literatura ciclista, tanto en obra de ficción (novela), como en ensayos, libros de viajes, etc. Y con la importante oportunidad que supone el hecho de introducir en nuestro país un flujo de novelas ciclistas americanas, que aunque en inglés, vienen a enriquecer nuestro universo ciclista-literario. Y he dejado para el final comentar su apuesta editorial. Por el momento ha comenzado con la puesta en marcha de una colección denominada “Re-Ciclados”, apelación muy acertada ya que en la misma, al parecer, se van a suceder algunas obras descatalogadas, recuperadas por Manu, con la intención de que no desaparezca su disponibilidad (uno de los males que sufrimos los lectores en la actualidad, a causa del progresivo carácter mercantil y de la obsesión por el constante crecimiento de óptica capitalista de las grandes editoriales). La misión ya ha comenzado con la reedición de “Mi querida bicicleta”, del que ya he hablado antes, pero por lo visto hay más proyectos en cartera. ¡Ánimo Manu! (como diría Delafé: ¡Dale gas…!), que no decaiga.

Pero si hablo de libros, editoriales y librerías, no puedo pasar de largo a mis libreras. Maleni, Paz y el resto de la familia Gil. Desde que su madre levantase una fructífera empresa de librería, a partir, según tengo entendido, de un modesto mostrador en el que despachaba novelas y revistas, la familia Gil ha conseguido desarrollar y hacer sostenible un negocio mediano en el que emplear personas y dar un excelente servicio librero a su ciudad. El negocio consta de varias librerías en Santander. Alguna “de barrio” y dos con auténtica vocación librera y personalidad propias. Yo me fui consolidando primero como cliente y más adelante también como amigo en una de ellas, la que quedaba más cerca de la casa de mis padres. Allí fui siempre muy bien atendido, asesorado y hasta entretenido. Con los años, cambios de hábitos y de desempeños laborales, el anclaje geográfico a mis libreras se trasladó a la librería que regentan en la Plaza de Pombo, en el centro de Santander y muy cerca de la Bahía. Es lo que suele denominarse como una librería con encanto. Es bonita, bien surtida, independiente, cómoda, agradable y espaciosa. Te atienden muy bien pero no te agobian en absoluto. Te asesoran, te buscan los títulos que no encuentras o no tienen. Se dejan sugerir y no tienen reparos en preguntarte sobre lo que sospechan que tú puedas conocer y ellos no. Precisamente gracias a que entre su exposición interior hacen bastante caso a la literatura deportiva, tuve la suerte de dar con algunos títulos ciclistas, y con la editorial “Cultura Ciclista” que de otra forma pudiera habérseme escapado largo tiempo.

Por si fuera poco todo esto, especialmente con Paz me siento a gusto colaborando en algunas de sus propuestas de dinamización cultural, o cuando así me lo sugiere, participando en encuentros o presentaciones de autores u obras. Gracias a ello he podido charlar amigablemente con Ramiro Pinilla, pedalear un par de etapas del “Tour del Plomo” con Ander Izaguirre e incluso tomarme unos vinos con otros escritores. No es pasión de amigo, por algo será que recientemente la librería Gil ha sido galardonada con el Premio Nacional a la librería cultural del año 2013.

Jesús (a la derecha) y yo (amarillo), con Ander Izaguirre (en el centro), finalizando la 2ª etapa del "Tour del Plomo" a su paso por Cantabria, en la Plaza de Pombo de Santander, con la librería Gil detrás, bajo los arcos.

Con tanta gente intentando abrirse camino en el difícil entorno del mundo del libro, trato de ser justo y repartir mi ínfima cuota de consumidor. A los editores lo que es de ellos: escoger sus libros cuando me gustan o me resultan sugerentes. A los autores leerlos con ganas, atención y momentos de calidad o de tiempo que de otra forma resultaría desaprovechado. Y a los libreros comprárselos. En esto último no soy estratega del precio, no busco gangas ni ahorrar a costa de deslocalizaciones, distribución al por mayor o ahorro de puestos de trabajo. Compro a quién conozco, on-line o presencialmente, fomentando (aunque en minúscula medida) el comercio y servicio locales, o en su caso las iniciativas que me parecen admirables y respetables. Gil se lleva la palma porque es mi librería de siempre y de casi todo tipo de temas y géneros, pero aunque se me enfaden un poquito, reconozco que en materia de ciclismo, parcialmente le he hecho un hueco de consumo a “La Biciteca” para darle un merecido empujón por haber comenzado su etapa cuesta arriba.

Las referencias de hoy:
Librería Gil. C/ Hernán Cortés 23 (Plaza de Pombo). 39003 Santander
 

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