viernes, 21 de marzo de 2014

9. VIENTO SUR

[Notas prácticas:somos varios los que ya nos hemos inscrito a la Maratón de Vitoria de patines, recuerda que el precio sube a partir de final del mes de marzo. Otros eventos requieren inscribirse antes de que se acaban las plazas. He descartado asisitir a la Travesía de las Landas en patines (lo dejo para la temporada que viene con más calma y preparación), pero me estoy inscribiendo en algunas clásicas europeas de bicicleta. Quién tenga dudas que contacte

¡Última hora! acabo de descubrir una prueba de patines muy atractiva y de fácil asistencia para el día 6 de abril en la zona del Tajuña (al este de Madrid). Se llama "101 km Rolleando" (http://www.101kmskating.com/p/ultimas-noticias.html); la anuncian como de caracter muy popular así que Jesús y yo, hambrientos de a actividad "oficial" en estas fechas del año, nos hemos pre-inscrito].

Viento sur by Lito Vitale cuarteto on Grooveshark



No soy aficionado a las teorías de la conspiración. Sin embargo, a nivel familiar, jugando mentalmente con mis hijos, o incluso de vez en cuando con algunos amigos, en ocasiones sí que utilizo dicho formato para divertirme. Vamos, que lo que si me va es ir creando y complicando progresivamente disparatadas teorías alrededor de algún anclaje real del que quiero reírme. Podríamos calificarlo como una especie de género denominado algo así cómo “Teorías cómicas de la conspiración”. Jamás escribo sobre ellas. Me limito a ir componiendo alguna y la estiro en tiempo lo que da de sí, pero siempre de forma verbal, utilizándola para amenizar o insuflar de buen humor, momentos familiares cotidianos, estableciendo iconos de complicidad familiar periódicos. Casi siempre se trata de un humor no exportable, ya que se va generando poco a poco, en un contexto bastante íntimo o particular (la familia, los compañeros de trabajo, etc.), y en demasiadas ocasiones puede que absurdo para quien no disponga de claves suficientes para interpretarlo o encontrarle sentido.

Un ejemplo reciente tiene mucho que ver con el tiempo. El clima. O mejor dicho la información meteorológica. Más concretamente la televisiva. Y para ser exactos la programada por Televisión Española en la 1 por la noche. Sí, Mónica y compañía. A medida que han ido pasando los años, el Telediario ha ido cediendo progresivamente un mayor porcentaje de su espacio temporal hacia las noticias deportivas (por llamarlo de alguna manera, ya hablaré sobre ello en alguna futura ocasión). Hasta haber llegado a un punto en el que el deporte ocupaba en ocasiones hasta un tercio del tiempo total disponible para todo el conjunto informativo. Pero en la actualidad, las noticias no deportivas están sufriendo otra importante reducción porcentual, a manos de la información meteorológica, la cual ha llegado a rivalizar en atención y tratamiento con el deporte, y más de una ocasión superándolo. Desde hace no mucho tiempo, la información meteorológica nos la dan dos veces, y además seguidas. Es algo cuya causa no acabo de comprender muy bien. El caso es que al final del Telediario, pero se supone que dentro de él, hay un espacio en el que nos informan de cómo ha sido el día en las diferentes regiones del país desde un punto de vista climático. Y acto seguido, una vez finalizado el noticiario, hay otro espacio añadido en el que se nos informa de los mismo, aunque poco a poco van añadiéndole otros contenidos. La acumulación de tiempo televisivo que este conjunto de información meteorológica ha ido acaparando es llamativa. En poco más de un año, se ha pasado de 3 o 5 minutos a duraciones de 10 a 20. Todo ello dirigido por la tal Mónica quien ignoro de que poderes sobre la administración mediática goza, para castigarnos así, con tanta contundencia y, lo que es peor, reiteración.

Y aquí viene la teoría intrigante: sospechamos que al final va a haber un examen. Y la mayoría de los telespectadores relajados, poco atentos o adictos frecuentes a las “pellas”, vamos a suspender sin remedio. Y seguramente nos castiguen por ello vía hacienda pública, o través de cualquier otro brazo “armado” de la administración. La cosa parece ser evidente. El espacio del tiempo incluye cada vez más contenidos que, a modo de programa académico, son vinculados a diferentes materias o asignaturas: refranero o literatura, toponimia o geografía, cartografía, meteorología, imagen, historia… hasta recientemente “meteorología forense”. Quienes no tengamos claros conceptos ya corrientes en “clase” como ciclogénesis explosiva, hectopascales, u otros mucho ejemplos, creo que ya hemos perdido el tren del aprobado. Hace poco hasta tuvimos prácticas de laboratorio con matraces y todo. Incluso una actividad extraescolar en la que nos llevaron a la nieve (aunque no nos dejaron esquiar). El corcho de clase lo decoramos con nuestras propias fotos, aunque al igual que sucediera en el colegio hace años, suelen exhibirse las fotos de los mismos empollones de siempre… Y lo más aterrador de todo es que esta especie de academia camuflada nos abruma con una compleja combinación de estrategias escolares ancestrales y ultramodernas. Por un lado no se cansan de repetir y repetir las lecciones, y por el otro pretenden seducirnos con detalles de redes sociales, “Twitters” y demás. En fin de semana todo este proceso se relaja bastante, pero en jornadas lectivas… es tremendo. Están consiguiendo hacer de la información meteorológica una cultura nacional, a este paso vamos acabar todos hablando del tiempo, como los británicos del tópico, en vez de sobre muchas otras cosas. Entretanto, lo que no ha variado demasiado es su grado de acierto en los pronósticos. Al menos en provincias tan variables y diversas como la mía, conviene consultar otras fuentes.

Sea bienvenida tanta ironía para compensar un poco el clima que hemos estado sufriendo este invierno por el Cantábrico. Como autóctono, residente y enamorado de esta costa, no soy persona que se queje prácticamente nunca del clima. Es más, debo ser de los pocos que disfruta del mismo en casi todas sus expresiones, que lo considera una bendición y que no añora otros más secos, soleados, tropicales, tórridos, polares, ecuatoriales, continentales, etc. Me gusta la nieve, no me molesta demasiado la lluvia, prefiero las temperaturas suaves (por arriba y por abajo), etc. Gracias a un clima variable, gozamos de un paisaje acorde con el mismo. La diversidad nos exige ser adaptativos y versátiles con el ocio, y eso es algo que me gusta. Soy inquieto. Sin embargo, este año, como alguna vez ocurre cada cierto número indeterminado de años, hemos estado sufriendo un clima caracterizado por una larga sucesión de borrascas con un marcado componente de viento sur o suroeste. Y esa es, casi con total probabilidad, la característica climática que menos me agrada de las de por aquí.

El viento sur en Cantabria es un fenómeno de atributos muy marcados, caracterizado por fuertes velocidades del aire que pueden oscilar tranquilamente entre los 70 y los 130 km/h de manera bastante habitual. Es un viento que proviene de la Meseta, atraviesa las alturas de nuestra cordillera y se acelera progresivamente mientras desciende por laderas y valles, hasta hacerse fuerte y molesto en la costa. Normalmente se identifica por resultar seco y cálido. Para hacerse una idea no hay más que saber que en día de sur, localidades como Santander, alcanzan en pleno invierno temperaturas máximas de 20-22 grados. De hecho siempre hubo una leyenda urbana que decía que la presencia de viento sur en la ciudad podía ser considerado como un atenuante judicial en algunos casos, pues “como todo el mundo sabe” trastorna a la gente o acentúa los brotes de locura que en mayor o menor medida todos padecemos. Este viento puede romper estructuras, desprender cornisas, estropear fachadas y cometer todo tipo de fechorías. Las brigadas se mantienen alerta ante su presencia y han de acudir a realizar podas de urgencia o retirar troncos o quimas de calles y carreteras.

Hay quien le saca ventaja. Los aficionados a la fotografía tienen a su disposición excelentes jornadas despejadas, exentas de nuestra calima o bruma habitual. La visibilidad atmosférica aumenta y el sol puede lucir con calidez. Además, el viento, salvo que lo persigas con estrategia, normalmente no sale en las fotos. Son casi las únicas personas que sacan provecho de estos aires. Bueno, ellos y los escasos windsurfistas que aún perviven por la bahía de Santander. El Campanero, Paco, algunos otros e incluso Juan Luís si anda por aquí, sacan sus tablas y sus velas tan planas y surcan el oleaje roto a toda velocidad. Recientemente se les unen algunos jinetes del “kite”, aunque cuando realmente pega fuerte, quizá sea Abel el único arriesgado de todos. Es curioso como en esos días el mar puede incluso estar tranquilo pero la superficie de la bahía se vuelve rabiosa e incontrolada.



 Todo esto, en principio, fiel a mi declarada vocación de amoldarme al clima, me daría igual. Sin embargo, cuando la pertinencia de este viento se hace cargante, acabo sucumbiendo y sintiéndome un poco harto de ello. La razón no es otra que la incompatibilidad que el mismo mantiene con la mayoría de mis aficiones deportivas. Para empezar, este viento es el principal responsable de que la nieve de las montañas se funda a gran velocidad, siendo capaz en un solo día, de hacer desaparecer decenas de centímetros de espesor. En ocasiones (extrañas, como este año), viene instalado en algún tipo de frente y es capaz de dejarnos precipitaciones de nieve. Lo hace cargando más laderas orientadas al sur, que las que lo están hacia el norte, las cuales habitualmente gozan de más nieve. Es algo que está bien porque puedes disfrutar de itinerarios no tan habituales. Sin embargo, su presencia, con nieve o sin ella, hace impracticable el esquí mientras sopla.
Pero es que además, respecto al resto de disciplinas, tan sólo me deja correr. La bicicleta con sur es engorrosa, desagradable y peligrosa, pues vayas por donde vayas el viento intenta tirarte o convierte tu avance en un calvario sin sentido, en el que las habituales sensaciones de libertad y ligereza del pedaleo, se transforman en una especie de trabajos forzados absurdos, pesados y trabados. De la piragua ni hablamos… el vuelco está garantizado, e intentar palear contra esas velocidades del aire puede acabar propinándote algún estacazo en la cabeza con tu propio remo. Y en lo que respecta a los patines, qué puedo decir, que resulta un sacrificio y una tremenda frustración, pues cada vez que te da de frente (o a la ida o a la vuelta), vas casi literalmente andando. Y no hay nada más absurdo que ponerse unos aparatosos patines para caminar.

El caso es que así viene marcado el invierno, con surada tras surada, separadas entre sí por breves precipitaciones de norte (lluvia y más lluvia) o algún viraje de oeste que enfría el aire, reduce su velocidad sólo un poquito y nos llena de nubes. Un escenario francamente malo para entrenar. Sin embargo, nuestra capacidad de adaptación parece no tener límites. No me preguntéis cómo lo estoy consiguiendo, porque ni yo mismo lo sé, pero el caso es que entre el rodillo, el remoergómetro, los patines, los esquís de travesía, las zapatillas de correr, etc. el caso es que entreno casi a diario, y salvo que no practico casi ciclismo, voy acumulando horas de ejercicio variado y cada día me voy encontrando mejor. Lo de la bicicleta no me preocupa, estando en forma, a pocos días que la utilice, en seguida alcanzo una resistencia suficiente para poder acometer mis retos. Además la cogeré con muchas ganas a causa de la prolongada espera. Y en cuanto a los patines, será un incógnita, pues podría decirse que los días que me los pongo, me someto a sesiones de castigo ante eólicos embates. Sobrevivo, la cuestión será comprobar más adelante, cuando el viento esté ausente, si eso me habrá convertido en un patinador fuerte y eficaz o en alguien torpe incapaz de saber rodar con estilo en condiciones adecuadas para la velocidad.


Afortunadamente la primavera está siendo “anunciada” por un clima de lo más conveniente para entrenar. Los vientos del sur o del oeste han dejado de acercarse cíclica y reiteradamente. Nos ha llegado buen tiempo y sobre todo soplos del norte y del nordeste, mucho menos fuertes. Aunque a veces llueve, aunque las temperaturas son bajas por la mañana o al anochecer, resulta mucho más fácil practicar deporte al aire libre, en la mayoría de las modalidades que me gustan. Reconozco que estoy enlazando unas cuantas semanas bastante buenas en este aspecto. ¿Habrás dicho el sur adiós para esta primavera?.

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