viernes, 15 de mayo de 2015

20. PROPULSIÓN HUMANA

"La cadena Simpson" Toulouse-Lautrec
(Art Gallery of New South Wales).

Hoy vuelvo a mis orígenes, y aún a riesgo de quedarme sólo, me atrevo a proponer un texto de tipo técnico. Procuraré no pasarme de especializado e intentaré expresarlo todo en términos que pueda comprender el público general, aunque no sé si lo lograré. Me apetece hacer una reflexión de divulgación científica sobre el rendimiento humano en su autopropulsión. Es decir, una especie de estudio comparativo entre algunas formas deportivas que tienen las personas de desplazarse y recorrer el espacio. Para ello voy a comparar y tratar de explicar lo que les sucede a los deportistas de cinco modalidades deportivas fundamentadas en el desplazamiento (sobre el firme y sobre el agua), todas ellas a base de movimientos cíclicos (sucesión de gestos técnicos, aproximadamente idénticos entre sí, aunque nunca lo sean exactamente). Tres de las modalidades elegidas son fáciles de adivinar, las tres sobre las que este año versan mis escritos: ciclismo, patinaje y piragüismo. Las otras dos son las modalidades de desplazamiento deportivo más básicas del ser humano, la carrera a pié y la natación. Ambas estarán incluidas porque me parecen dos referentes muy populares y con los que más gente puede estar familiarizada. Y sin más preámbulos, allá vamos.

Metabolismo aeróbico

Cualquier tipo de propulsión no motorizada la conseguimos a costa de trabajo muscular. El trabajo muscular requiere la obtención de energía procedente de nuestras reservas alimenticias. Dichas reservas se encuentran en nuestro organismo en las siguientes formas: reservas musculares de ATP y fosfo-creatina (CP); Hidratos de Carbono (HC, o glúcidos) a nivel muscular; HC de almacenamiento hepático; y grasas (lípidos). El potencial energético de cada uno de ellos va de máximo a mínimo en el orden en el que los he enumerado, pero su disponibilidad (la durabilidad de las reservas) en orden inverso. Por ejemplo, la combinación de ATP+CP es la única que nos permite generar nuestra máxima potencia, pero apenas lo podemos mantener durante unos 10 segundos (es el caso de los velocistas de 100 metros lisos). En el lado opuesto tendríamos a los competidores de Ironman o pruebas e ultra-larga distancia, en las que se desplazan a una velocidad bastante menor de la que alcanzarían esprintando, pero son capaces de mantenerla durante varias horas, pues la sustentan con la combustión fisiológica de sus depósitos de grasas.

El ser humano puede utilizar dos grandes vías metabólicas para utilizar sus reservas, la aeróbica y la anaeróbica. La segunda es aquella en la que la utilización y síntesis de las reservas es tan rápida que se hace mediante reacciones bioquímicas en las que no somos capaces de utilizar oxígeno a nivel celular. La primera, la aeróbica, en cambio, permite que la “combustión” de depósitos se pueda realizar de forma más lenta utilizando para ello el oxígeno a nivel celular. Dentro de la anaeróbica tenemos la aláctica, que es la que hemos utilizado en el ejemplo de los 100 metros lisos: un sprint puro sea la modalidad que sea; y la láctica, que obtiene algo menos de rendimiento pero puede sostenerse durante un minuto o algo más (según los casos). Esta segunda alternativa tiene el inconveniente de que metaboliza HC por una vía que no necesita oxígeno pero que produce un desecho denominado ácido láctico (lactato) que en exceso acaba obligándonos a detenernos extenuados muscularmente y con gran dolor. En cuanto a la vía aeróbica, nos permite estar mucho más tiempo rindiendo, desde un minuto hasta muchas horas. Cuanto más intensidad nos exijamos (dentro de la vía aeróbica) más rápido iremos pero menos aguantaremos, y viceversa. Más rápido significa mayor porcentaje de utilización de reservas de HC, más despacio y mayor duración tiene que ver con un mayor empleo de grasas.

El organismo responde con cierta fiabilidad a cambios claros de unas vías a otras. Los dos momentos de cambio de metabolismo preferentemente utilizado durante el esfuerzo, más evidentes son: el paso de un consumo preponderante de grasas al de hidratos (ambos por vía aeróbica), denominado umbral aeróbico (según Hinault umbral de cháchara, porque es cuando el grupo deja de hablar al tensarse el ritmo o cuando la pendiente se hace notar); y el paso de producción energética preferentemente aeróbica a anaeróbica, denominado umbral anaeróbico.

Resumiendo, las pruebas muy cortas se realizan a costa de la vía anaeróbica aláctica, las cortas por vía anaeróbica láctica (y dejando secuelas que exigen mucha recuperación), las largas a ritmos elevados en metabolismo aeróbico de HC (una CRI, 10km corriendo, etc.) y las de muy larga duración fundamentalmente por vía aeróbica lipídica (ultra-maratones).

Las curvas de rendimiento humano

Todo ello se refleja en cualquier tipo de esfuerzo. Prueba de ello son las curvas de rendimiento humano, las cuales nos muestran qué rendimiento somos capaces de lograr las personas, en cada modalidad de esfuerzo, en función del tiempo que tengamos que mantener dicho rendimiento. En todos los casos, tales curvas tienen formas similares. Las máximas velocidades de desplazamiento (dependientes de las potencias generadas por el sujeto) se consiguen cuando los esfuerzos requeridos duran pocos segundos; según la modalidad deportiva, sus peculiaridades de dificultad, de aceleración inicial e inercia de desplazamiento, entre los 5 y los 15-20 segundos. Desde ahí, si lo que realizamos son esfuerzos de duraciones cada vez más largas, el rendimiento va cayendo en picado en cada ensayo. El primer caso (hasta esos 10 segundo aproximadamente) representa esfuerzos anaeróbicos alácticos, mientras que los siguientes serían anaerónicos lácticos. Lo interesante es comprobar en todas las curvas que, a partir de determinadas duraciones de esfuerzos (entre 1 y 5 minutos) la curva de rendimiento se aplana mucho y demuestra que la velocidad media que podemos mantener en un desplazamiento cíclico de, por ejemplo 10 minutos de duración, es muy similar a la que podemos conseguir en duraciones más prolongadas (una hora o incluso varias). En definitiva, que una vez dependiendo del metabolismo aeróbico, las variaciones de las medias en función de la duración del esfuerzo son bastante pequeñas (siempre hablando de gente muy entrenada y especializada). Este tipo de gráficas se suelen construir de dos formas diferentes: a) acumulando resultados de velocidad media o potencia de varios deportistas de cada disciplina haciéndolos repetir esfuerzos en diferentes distancias; b) teniendo en cuenta los récords para las diferentes distancias en cada modalidad de desplazamiento. En cualquier caso el resultado es bastante parecido.


Gráfica MIT[1]: Curvas de velocidades medias alcanzadas por deportistas de  diferentes modalidades cíclicas en función de la duración de la prueba. Es importante tener en cuenta que en las disciplinas más lentas, la forma de la gráfica es más difícil de ver porque el rango de diferencias entre velocidades altas y bajas para esas modalidades es mucho menor (todas están utilizando la misma escala vertical).


Gráfica Abbott-Wilson[2]: aéreos. En la figura superior se compara la potencia media conseguida (watios) en función de la duración de cada esfuerzo. Se comparan resultados de varios estudios de la NASA pedaleando (mecanismos optimizados, deportistas de élite y gente saludable), C (datos de otro investigador), D (datos de pedaleo de brazos), CRI británicos de élite y amateur para duraciones largas, pruebas ultralargas, e incluso el caso de Eddy Merckx durante una hora en un ergómetro. Es muy importante fijarse que la escala temporal (horizontal) está progresivamente comprimida, es decir, que la pendiente de las curvas en una escala normal, sería mayor en los segundos iniciales y casi inapreciable en las zonas de horas o días.


Gráfica Cavanagh y Sanderson[3]. Otros dos ejemplos más sobre lo que estamos mostrando. La gráfica A muestra las velocidades medias alcanzadas para algunos récords (ya obsoletos)  de ciclistas en distancias que van desde los 200 m hasta los 265 km. El efecto explicado se percibe aunque los datos correspondan a sujetos diferentes mucho más especializados en cada distancia. La gráfica B muestra la potencia media que puede generar un mismo ciclista, en pruebas de diferentes duración (desde 5 segundos hasta 100 minutos), en este caso el aplanamiento resulta mucho más evidente (el sujeto mantendría casi la misma media en cualquier esfuerzo de entre 10 y 100 minutos). Ambas gráficas son muy claras porque utilizan una escala de duraciones sin comprimir.

Pero ¿ocurre lo mismo o algo parecido con el resto de modalidades deportivas? Me he tomado la molestia de construir algunas gráficas por deportes. No son muy científicas porque están compuestas con recopilaciones ligeras de datos de récords del mundo extraídos de una búsqueda rápida. En todas ellas cada récord lo ha conseguido un especialista en la distancia, pero aún así, lo encontrado nos da una buena pista de lo que sucedería con un mismo deportista evaluado en las diferentes duraciones (la curva se parecería aún más al efecto explicado).


Solamente representa hasta los 1500 metros, pero nos consta que los nadadores de resistencia entrenados, son capaces de mantener sus ritmos de nado de pruebas largas durante distancias varias veces más largas.


En la carrera a pié encontramos de nuevo el mismo efecto. Históricamente hay que recordar que Zátopek fue capaz de ganar en la olimpiada de Helsinki 1952, las pruebas de 5000 m, 10000 m y maratón. Otro detalle, el récord de España de 100 km corriendo implica una velocidad media de 4,35 m/s.


Patinando el tipo de curvas parece mantenerse. La velocidad media de los 500 m (la prueba más corta) se ve penalizada por la necesidad de arrancar (es una modalidad en la que la inercia tiene mucha importancia y se tarda en alcanzar), sin embargo después se repite el patrón pese a que disponemos de datos de pruebas que no duran demasiado (12-13 minutos las más largas), es de suponer que de ahí en adelante apenas habría variaciones en la velocidad media conseguida durante horas patinando.


Hemos intentado construir otra curva con datos de patinaje sobre ruedas. El inconveniente es que las fuentes de resultados son más diversas y menos estandarizadas mundialmente. La ventaja es que existen referencias de récords para distancias que van desde los 200 m hasta los 84,4 km. Los resultados son bastante erráticos en función de las pistas, nivel de participantes, etc. pero recurriendo a las matemáticas, hemos generado una línea de tendencia (potencial) que nos dibuja la curva de la que estamos hablando desde hace rato. En este caso son datos exclusivamente masculinos.


Finalmente, en el caso del kayak tan solo disponemos de datos de pruebas cortas. Existen maratones, medias maratones, etc. pero no es fácil tener información de las marcas conseguidas, y las condiciones reinantes en cada prueba, así como la obligatoriedad de insertar porteos a pié en las mismas, desvirtuarían el efecto. En cualquier caso el comportamiento del rendimiento humano parece seguir por la misma línea.

En realidad se debería notar una clara diferencia entre las medias conseguidas a costa de metabolismo de HC o de lípidos, pero como la mayoría de las veces ambos trabajan de forma simultánea aunque con diferente aportación porcentual de suministro energético, en las curvas de rendimiento no se nota tanto la diferencia. Con todo esto, a donde quiero llegar es a afirmar que un deportista muy bien entrenado debería intentar que su velocidad media para un esfuerzo prolongado fuera lo más parecida a la que es capaz de conseguir en un esfuerzo de 5 a 10 minutos de duración ¿Increíble? Veamos un ejemplo práctico ciclista de CRI de los 90:

  • Récord de la hora: Boardman 56,375 km/h
  • CRI 35 km (VE 97): Mauri 51,02 km/h
  • CRI 43 km (VE 97): Zulle 50,05 km/h
  • CRI 12,5 km (CI 89): Indurain 50,86 km/h
  • CRI 73 km (TF 91): Indurain 45,75 km/h
  • CRI  65 km (TF 92): Indurain 49,046 km/h
  • CRI 66 km (GI 92): Indurain 50,12 km/h
  • CRI 96 km (QI 97): Sánchez 44 km/h (ciclista aficionado que no llegó a profesional)
  • CRI 8 km (TF 92): Indurain 51,2 km/h
  • CRI 6,8 km (TF 93): Indurain 49,68 km/h
  • CRI 6,8 km (TF 99): Armstrong 50,82 km/h
  • CRI 57 km (TF 99): Armstrong 50,08 km/h
  • CRI 33,2 km (CMs99): Gutiérrez 50,4 km/h

A poco que uno se fije en los resultados, es fácil darse cuenta de que las medias obtenidas dependen más del trazado (viento, repechos y curvas) que de la distancia, por eso algún prólogo resulta un poco más lento que otras pruebas mucho más largas. En cualquier caso, tomaremos la duración de una hora como estándar comparativo entre las diferentes modalidades deportivas para valorar la capacidad humana de propulsión entre unas y otras. En el caso del ciclismo resulta sencillo recordar tiempos pasados.


La evolución de las marcas (sin poner en duda las posibles mejoras de calidad de los corredores, pero poniendo en duda las ayudas químicas que pudieran haber recibido) parece deberse especialmente a la posibilidad de poder mover mayor desarrollo a similares cadencias de pedaleo, y ello fue en gran parte posible gracias a las mejoras tecnológicas de los materiales, en especial, a la más eficaz capacidad de penetración en el aire de la máquina, la vestimenta, la posición y, especialmente, las ruedas.

Los ascensos y los descensos.

En el agua (tranquila) no hay ascensos ni descensos, tan solo influyen (mucho) las corrientes y el viento, algo que no vamos a tener en cuenta aquí, por ser una variable difícil de controlar y estandarizar. Sin embargo, en tierra firme sí que puede haber subidas y bajadas, las cuales afectan enormemente al avance. En la carrera a pié no se ha estudiado mucho su influencia porque las carreras de pista son llanas y las urbanas más conocidas tienen pendientes moderadas. Pero está claro que en los cross y, sobre todo, en las pruebas de montaña, la pendiente es un factor clave que puede desvirtuar mucho el rendimiento desde un punto de vista fisiológico y técnico. Los ascensos en carrera afectan de forma que cuanto más pendientes son, más fatiga provocan y mayor lentitud generan. Supongo que estemos ante una relación lineal, pero me faltan datos científicos al respecto. En cuanto a los descensos, tienen la peculiaridad de no resultar muy ventajosos: con poca inclinación pueden favorecer un poco la velocidad sostenida, pero si la pendiente se va haciendo más acusada, no sólo no nos permiten incrementar dicha velocidad, sino que nos obligan a trabajar muscularmente de forma excéntrica (contrayendo la musculatura como resistencia de amortiguamiento mientras está siendo estirada), lo cual es muy exigente, fatigante y en ocasiones hasta dañino. Así pues, de los desniveles en carrera, podríamos resumir que no afectan mucho en pendientes muy suaves, pero trastocan todo cuando la inclinación se torna importante, aunque gracias al recurso de caminar, e incluso trepar, se convierte en la modalidad más apta para grandes variaciones de desnivel (a costa de resultar la más lenta de todas en tierra firme).

Tampoco hay estudios de tipo científico con respecto a la influencia de los desniveles en patinaje (sobre ruedas, claro está). Por experiencia puedo afirmar que los ascensos me influyen de forma muy parecida a los de la bicicleta, ralentizándome mucho la marcha y trastocando la técnica (casi no hay avance lineal, sí mucho lateral, e incorporación de los brazos al trabajo). Supongo que de nuevo es una relación lineal. A mayor pendiente más esfuerzo (directamente proporcionales). En cuanto a los descensos, las ventajas serían las opuestas, aunque hay un par de salvedades: a) en realidad en descenso no hay más trabajo que el derivado de mantener una posición muy aerodinámica, con la cual, a poca pendiente que haya, siempre avanzaremos más rápido que patinando con zancadas, ello demanda exclusivamente, trabajo isométrico (mantenimiento postural sin movimiento); b) el problema es que los patines corren tanto que si la cuesta es bastante pendiente la velocidad alcanzada es excesiva, nos pone en riesgo enseguida y nos obliga a frenar mucho, desperdiciando las condiciones. Así pues la modalidad de patinaje, no resulta muy adecuada para grandes desniveles, los tolera si son moderados, sin más.

En cuanto a la bicicleta, eso sí que está estudiado. Cuesta abajo es muy favorable porque, salvo en el caso de curvas muy cerradas, podemos aprovechar muy bien su velocidad gracias a la seguridad derivada de la eficacia de sus frenos y su estabilidad. Además podemos pedalear o no a voluntad y utilizar el cambio de marchas para aplicar propulsión en descenso si fuera necesario y efectivo hacerlo (a veces lo es, otras no). En cuanto a los ascensos, están bastante evaluados, y la conclusión es que afectan de forma directamente proporcional al esfuerzo. O lo que es lo mismo, a una misma potencia de pedaleo, la velocidad disminuye proporcionalmente al aumento de la pendiente. El tema aerodinámico importa bien poco cuando las subidas empiezan a ser significativas, pues la velocidad baja lo suficiente como para que la resistencia del aire vea muy mermada su influencia. Aún así, con la combinación de ventajas de descenso, posibilidades de ascenso y rendimiento en llano, el ciclismo se convierte en el medio de desplazamiento más eficaz.


Altigraph[4]: Quien tenga tiempo y ganas puede dedicarse a establecer relaciones entre dientes, desarrollo, pendiente, velocidad y cadencia de pedaleo. Es pura física, algo que no le acaba de entrar en la cabeza a una gran parte de ciclistas y “cicloturistas-deportivos”, que continúan ilustrando las tertulias con teorías peregrinas más propias del esoterismo que de la ciencia.

Factores de resistencia al avance

Pero nuestro objetivo comparativo se centra esta vez en las condiciones de llano, en las cuales podemos calcular bastante bien (en ausencia de viento y o corrientes acuáticas) las resistencias al avance. El viento en tierra afecta especialmente a la bicicleta (por su mayor velocidad) y al patinaje (por la combinación de velocidad alta y posición poco aerodinámica); entre tanto a la carrera le afecta menos porque aunque la posición no es nada aerodinámica, las velocidades alcanzadas son muy inferiores, y el viento, como veremos pronto en lo que respecta a la resistencia del aire al avance, afecta mucho más a velocidades altas que bajas. En el agua, tanto botes como nadadores se ven muy afectados por las corrientes, mientras que en el caso del viento, el nadador lo sufre muchísimo menos que el piragüista, ya que el segundo expone mucha más “obra muerta” (embarcación, cuerpo y palas)  que el primero.

Existen fórmulas relativamente fiables que relacionan el coste energético que supone el avance en diferentes medios de desplazamiento “deportivos”. Debido a la diversidad de materiales empleados, la técnica de ejecución, las variables fisiológicas y antropométricas de los deportistas, muchas de esas fórmulas (carrera, natación, patinaje y kayak) lo que hacen es integrar las variables a costa de un tratamiento estadístico de muchos datos de medición de muchas de estas variables enumeradas. Varias de ellas nos ofrecen resultados en formato de consumo de oxígeno, el cual, utilizando el concepto de equivalente calórico de oxígeno (Capelli y col, 1998) podemos convertir sencillamente en unidades de energía (20,9 kj/litro). Plasmemos aquí algunas de las fórmulas existentes[5]:

Coste energético de carrera a pié (por Leger y Mercier, 1984):
VO2 = 2,209 + 3,1633.V + 0,000525542.V3
(V = velocidad en m/s)
Coste energético de nado a crol (por Capelli y col, 1998):
Y = 0,228. 100,488V
(Y= kJ/metro, V = velocidad en m/s)
Coste energético de patinaje sobre hielo (a través de datos de Astrand):
VO2 = 1,0643. e0,1517V
(e = número e, V = velocidad en m/s)

 Para kayak no disponemos de estudios al respecto, los hay de remo, pero no vamos a exponerlos aquí que bastante “cargadito” va ya el “artículo”.

Todas las fórmulas tienen algo en común, que la velocidad de desplazamiento participa de forma exponencial, ya sea como exponente directo o a través de un factor exponencial que la afecta. Ello quiere expresar que al contrario de lo que ocurre con la pendiente en los ascensos (cuanto más pendiente más esfuerzo se requiere, de forma directamente proporcional), con el desplazamiento en llano, cuanto más rápido vamos “mucho más esfuerzo hace falta”. Me explico con un ejemplo: en bicicleta pasar de 20 a 21 km/h supone muy poco esfuerzo, pero hacerlo de 40 a 41 km/h implica aportar bastantes más watios, y así sucesivamente, cuanta mayor sea la velocidad, mayor (exponencialmente) será el esfuerzo requerido para mantenerla o aumentarla. Todo ello tiene que ver principalmente con la resistencia del aire al avance, algo que aún es mucho más acusado en el caso de desplazarnos a través de otros fluidos más densos, como ocurre en el agua (natación y kayak).

En el caso de la bicicleta, todo parece estar mucho más investigado. De hecho, los científicos nos remiten a fórmulas mucho más aproximadas, en las que podemos prescindir de variables “humanas”. Whitt y Di Prampero resumen que para rodar en bicicleta necesitamos producir la siguiente energía[6]:
W = (Rr + Ra + Rg + Rf). V – Pe

[W = trabajo, Rr = resistencia a la rodadura, Ra = resistencia del aire, Rg = resistencia por la gravedad (sólo si hay ascensos), Rf = resistencias de fricción, Pe = perdidas de energía (por flexión del cuadro, rozamientos mecánicos, etc.)].

Vayamos por partes.

Resistencia por la gravedad:
Rg = Mtot . g . h/l
Masa total, por gravedad, por pendiente: tan sólo podemos actuar sobre la masa del conjunto bicicleta, ciclista, ropa, etc. Es decir, lo más importante… pesar poco. De todas formas este elemento no se tiene en cuenta en llano.
Resistencia a la rodadura:
Rr = P . S / r
P = peso que soporta la rueda perpendicularmente, S = superficie de contacto de la rueda con el suelo, r = radio de la rueda. En resumen, afecta más a la rueda de atrás que a la de delante, el peso vuelve a influir algo (poco), las ruedas deberían ser estrechas y estar con mucha presión de hinchado, y las ruedas de mayor radio mejoran la rodadura.
Resistencia del aire al avance:
Ra = S.Cx.p/2.v2
(S = superficie frontal, Cx = coeficiente de penetración aerodinámica, p = densidad del aire, v = velocidad). Es pues ventajoso rodar agachado o con acople de triatlón; el Cx es muy difícil de valorar, pero al menos no deberíamos cometer errores como llevar “tendales” a cuestas; la densidad del aire la da la altitud a la que estemos, no es cosa nuestra; y la velocidad ¡aquí está la clave! Afecta exponencialmente a la resistencia al avance, es la única que lo hace, y además, al introducir esta fórmula en la general de resistencias anterior, vuelve a verse multiplicada una vez más, es decir pasando de afectar, de elevada al cuadrado, a elevada al cubo.

 Despreciamos el resto de variables. Para quien lo “vea” mejor gráficamente, tenemos una figura.

 MIT (pág. 159). Potencia requerida para rodar en bicicleta (RR = bicicleta de paseo; SS = “deportiva”; RG = de competición; CHPV = vehículo de propulsión humana; UHPV = vehículo de  propulsión humana más optimizado). Arriba se tienen en cuenta exclusivamente la resistencia del aire. Abajo la resistencia a la rodadura y el ascenso contra la gravedad a una pendiente de 2,5%. Se aprecia claramente que a los vehículos “especiales” les afecta menos la resistencia del aire (aunque sigue haciéndolo de forma exponencial (curvas)), pero son menos eficaces para ascender. Las líneas de coste de ascenso (rectas) tendrán más “pendiente gráfica” a medida que aumente la pendiente real ascendida, pero siempre serán rectas (directamente proporcionales (sin exponente)). En el caso de 2,5 % de pendiente de ascenso, sería aproximadamente a unos 8 m/s de velocidad cuando el coste energético por culpa del aire empieza a superar al de la pendiente. A partir de ahí, todo el esfuerzo añadido dependerá cada vez más de la resistencia del aire.

Propulsión humana de ARD

Para ir concretando y poder comparar rendimientos podríamos establecer que para deportistas varones especializados y de alto rendimiento o mucha calidad, las velocidades medias en condiciones de trabajo aeróbico (de HC o mixto) rondarían los valores de la siguiente tabla.

MODALIDAD
CONDICIONES
VELOCIDAD MEDIA
Natación
Récord mundial a crol para unos 15 minutos de esfuerzo.
6,2 km/h
Kayak
Récord mundial masculino para unos 20 minutos de esfuerzo.
14,8 km/h
Carrera
Récord mundial masculino para unas dos horas de esfuerzo.
20,5 km/h
Patinaje (ruedas)
Récord mundial masculino para unas dos horas de esfuerzo.
43 km/h
Bicicleta
CRI los mejores profesionales (Tony Martin / Cancellara)
52 km/h

 Otra cuestión es la tolerancia al tiempo practicando la modalidad, en esto resulta bastante claro que el ciclismo es muy tolerable a duraciones de muchas horas (el tipo de pruebas existentes así lo demuestra), el patinaje también (carrera de las 11 ciudades en Holanda). En natación poco a poco van proliferando las carreras y eventos de muy larga distancia en formato de largas travesías épicas, aunque apenas hay tradición competitiva. En piragua tampoco hay tradición (salvo los descensos), aunque parece que serían tolerables competiciones de varias horas. Finalmente, en carrera, alargar el tiempo en exceso parece delicado por cuestiones articulares (causadas por el impacto contra el suelo en cada zancada) y musculares (por culpa del trabajo excéntrico ya explicado), sin embargo, a nivel competitivo, ya existen ultramaratones de montaña y pruebas de 100 km en asfalto.

Propulsión humana de “ARD popular”

A nivel popular también podemos establecer comparaciones, aunque todo variará en función del nivel popular seleccionado para hacerlas. Y aquí me he permitido ir a lo fácil y plantearlo a través de un estudio de caso: el mío. Aunque nunca me he hecho test de rendimiento de una hora en ninguna de las modalidades hoy propuestas, si tengo datos aproximados de las velocidades medias que suelo alcanzar cuando salgo a realizar largas distancias (no competitivas) en las cinco modalidades. La tabla muestra el resultado comparativo:

MODALIDAD
CONDICIONES
VELOCIDAD MEDIA
PORCENTAJE ARD
Natación
En piscina, cualquier momento sin entrenar. Autonomía: 2km sin entrenar, 4-5 entrenado
3 km/h
50% aprox.
Kayak
En aguas abiertas tranquilas, entrenamiento = salidas tranquilas esporádicas. Kayak de mar.  Autonomía comprobada: todo el día con paradas cada 2 horas
7 km/h
(aproximada)
50 % aprox.
Carrera
En asfalto, con entrenamiento básico para no dañarme. Autonomía comprobada: hasta 42 km (eventual 20 km)
10 km/h
50% aprox.
Patinaje
Perfil de recorrido moderado variable. Entrenamiento habitual continuo. Autonomía comprobada: 60-80 km
22 km/h
50% aprox.
Bicicleta
Perfil bastante variado (puertos). Entrenamiento habitual continuo. Autonomía comprobada: 120-180 km
24 km/h
50% aprox.

 Curioso, pero el caso es que cuando salgo a hacer recorridos más o menos largos en las diferentes modalidades deportivas que suelo (o podría) practicar, en todas ellas “ruedo” aproximadamente a la mitad de la velocidad que lo hace la élite mundial cuando está compitiendo al máximo. Personalmente veo el vaso medio lleno, no quiero ni necesito más.

Propulsión humana viajando

Y todo lo anterior… ¿es trasladable a los viajes? Pues sí y no, vamos a comentarlo por partes:

  • No me parece nada práctico viajar a nado. Para empezar porque tendría que entrenar muchísimo para tolerar tiempos de nado de varias horas diarias. Creo que me perdería mucho de la admiración del paisaje y del contacto con el paisanaje. Y evidentemente la logística necesaria convertiría un viaje a nado en algo muy artificial. Descartado.
  • En kayak se puede viajar. Lo recomiendo encarecidamente pues me parece una modalidad fascinante. Hay buenos itinerarios para hacerlo en mar, ríos, canales, lagos o embalses. La autonomía de tiempo diario factible de remada es amplia y una organización autónoma portando lo necesario en la embarcación es perfectamente viable. En mi caso calcular etapas de unos 40 km diarios me parece una cifra asumible y compatible con el disfrute de otros placeres de la travesía.
  • Respecto a la carrera, hay quien llega a viajar en carrera en plan de tarahumara, pero se me antoja demasiado agresivo para mis articulaciones, además de poco apetecible. Sin embargo soy un total defensor (y eventual practicante) de los viajes por etapas caminando, siempre por terreno natural (habitualmente con componente histórico o cultural añadido) o de montaña. Caminar te permite ver y tratar. Además la autosuficiencia está más que demostrada con una simple mochila y unos mapas. Puede combinarse fácilmente con los medios de transporte públicos. Lo único a tener en cuenta es que la velocidad disminuye con respecto a la mostrada en la tabla para la carrera. Mi distancia recomendada para un viaje es de entre 20 km (montaña) y 30 km diarios.
  • En patines he viajado. Tiene apenas dos pegas relativamente salvables. La primera es que o bien te apoyan trasladándote el equipaje de un lugar a otro, o te las tienes que arreglar para llevar una mochila lo más pequeña posible (no hay que descartarlo). La otra es que no abundan los itinerarios por los que recorrer largas distancias de varios días patinando con seguridad y condiciones para rodar, pero es cuestión de dar con ellos, porque haberlos los hay. Patinando a mi nivel, para hacer llevadero un viaje de varios días, hay que calcular unas etapas de entre 60 y 80 km diarios. Eso da tiempo para parar bastante, relacionarse con el entorno e incluso disfrutar de tiempo libre en los finales de etapa.
  • No voy a descubrir nada nuevo con respecto a los viajes de varios días en bicicleta. Personalmente solo considero las opciones completamente autónomas (con equipaje), ya sean éstas en BTT o, especialmente, en carreteras perdidas. La bicicleta ofrece mucha autonomía pudiéndose pedalear hasta unas 8 horas diarias si se desea. En trazados “off-road” los cálculos de distancias resultan aventurados pues dependen del conocimiento de la ruta, su dificultad técnica y los posibles grandes desniveles. En carretera y con alforjas podemos prever una media de 20 km/h, lo cual podría garantizarnos etapas diarias de hasta 160 km, aunque personalmente recomiendo entre 100 y 120 para recorridos variados y con visitas de interés.

Espero no haber asustado a los lectores de bagaje más humanista, mi origen profesional y académico me ha invadido esta vez. De todas formas, si como imagino, la mayor parte de los lectores, son aficionados al deporte y a sus curiosidades, puede que incluso tanto gráfico y tanta fórmula hayan despertado o mantenido su interés.



[1] WHITT, FR & WILSON, DG: “Bicycling Science”. MIT. 1982. (pág. 152).
[2] ABBOTT. AV & WILSON DG: “Human-Powered Vehicles”. Human Kinetics. Champaign, 1995.
[3] BURKE, ER: “Science of cycling”. Human Kinetics. Champaign, 1986.
[4] ANÓNIMO: “Atlas des Pyrenees”. Altipragh. Angers, 1992.
[5] GUTIÉRREZ, J: “La valoración de las capacidades anaeróbicas”. Lulu. Santander, 2009.
[6] GUTIÉRREZ, J: “Manual técnico de triatlón (ciclismo)”. Gymnos. Madrid, 2000.

1 comentario:

  1. Muchos recuerdos me ha traído esta entrada, he renovado contenidos que ya creía olvidados.
    Pero si algo tengo siempre en la cabeza es que para viajar la bicicleta es un instrumento genial.

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