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jueves, 19 de septiembre de 2013

38. LA PATRIMOINE



"Las ciudades, comprendí, son manifestaciones físicas de nuestras creencias más profundas y de nuestros pensamientos muchas veces incoscientes, no tanto como individuos sino como el animal social que somos. [...] Nuestros principios y nuestras esperanzas son a veces bochornosamente fáciles de descrifrar. Están ahí, en las fachadas, los museos, los templos, las tiendas, los edificios de oficinas y en cómo esas estructuras se relacionan entre sí o, a veces, en cómo dejan de hacerlo. [...] Ir en bicicleta entre todo esto es como navegar por las vías nuronales colectivas de una especie de enorme mente global. Es realmente una excursión por el interior de la psique colectiva de un grupo compacto de gente".

David Byrne ("Diarios de bicicleta")



Regreso muy contento de mi viaje a París y de mi participación en l’Patrimoine. Tanto, que si no se me pasa el “subidón” quizá sí que definitivamente me apunte a unas clases de francés para empezar en octubre. He hablado más que nunca en ese idioma, y veo que podría avanzar bastante con unas lecciones de refuerzo, algo imprescindible dado mi lamentable nivel y mis enormes ganas de mantener conversación en él.

París me recibió lloviendo. Los viajes (sobre todo el de regreso), como siempre me pasa con los aeropuertos y sus conexiones, un rollo total, y eso que era vuelo directo y apenas tuve que cargar con la bici pocos metros entre los cambios de transportes. Pero llevo muy mal que nos obliguen a hacer colas de espera en todas partes, siempre de pié y en demasiadas ocasiones retrasando los tiempos que los usuarios prevemos con margen suficiente. El tratamiento de los pasajeros del transporte aéreo, en tierra, se está haciendo cada día más desagradable. Y esto afecta a todo tipo de compañías y precios “turista” de las mismas. Pero el caso es que la Alan y yo llegamos bien y sin contratiempos, tanto a la ida como a la vuelta. Una vez en “casa”, un descanso, un relax y a disfrutar del epicentro de París, del evento, de la familia local y de mi estancia. Mi sobrino y su novia me tenían preparada una cena suculenta y nutritiva, y con un buen vino tinto, nos pusimos al día de las últimas noticias familiares de allí y de aquí. Mis estancia empezaba directamente con el evento, para el que me tocaba madrugar, así que no alargamos demasiado la velada.


El domingo amaneció completamente despejado ¡un respiro!. Madrugué, aunque la bicicleta la había montado por la noche y todo el equipo lo había dispuesto anticipadamente también. Desayuno y a la calle, a cruzar el Sena y el Louvre pedaleando por las calles semidesiertas, hasta llegar a la Opera y buscar la estación St. Lazare del RER por detrás. Qué sensación tan agradable y maravillosa recorrer el centro de París en bicicleta, sintiéndome libre y seguro a la vez, con conocimiento de hacia dónde iba, como un vecino deportista más. En la estación me encontré con los primeros ciclistas, con los que además entablaría ya un contacto que duraría hasta el regreso. Eran Mario, un ciclista italiano maduro, de muy buena planta y larga melena (un Cipollini Vintage), y su pareja Laura, una chica muy simpática, estilizada y agradable. Pronto se subirían otros ciclistas (la mayoría muy jóvenes) al tren, y en la parada siguiente Ángela, elegante ciclista de paisano, italiana también, amiga de los anteriores y con un español fluido debido a su pasión por el tango. Esta pandilla es un grupo de italianos que reside en París desde hace unas dos décadas, y que por razones que se me escapan mantienen una relación muy estrecha con los organizadores del evento y con aquellos participantes que comenzaron a vivirlo desde su primera edición (esta era la tercera). Durante el trayecto hablamos en francés, italiano y español, y me sentí a gusto e integrado. El evento lo organiza una tienda-taller de la que más tarde hablaré, que se llama La Bicyclette y de la cual un señor algo mayor y con buena pinta, llamado Lorenzo, es el alma.





El tren nos dejó en Tournan, y ya en los andenes éramos un nutrido grupo de ciclistas “antiguos”, que juntos nos encaminamos a nuestro destino en Favieres-en-brie, en una mañana que ya era soleada aunque bastante fresca. Fueron entre 3 y 4 kilómetros de paseo muy tranquilo hasta el pueblo en donde teníamos la cita. Allí el ambiente empezaba a tomar forma. Una especie de pabellón cívico local, estaba dispuesto para la recogida del dorsal, la bolsa de tela y el pasaporte de ruta. En la barra del fondo me tomé un café y charlé tranquilo con mis amigas. Pude dejar los enseres sobrantes en este lugar y después, fuera, mientras esperaba la salida, observar al detalle a los participantes, sus monturas y su indumentaria. He de decir que para una participación de aproximadamente unas 200 personas, el nivel de bicicletas y atuendos era excelente. Se nota la presencia de muchos parisinos que cumplen con el concepto que desde fuera tenemos de ellos en cuanto a la estética… bicicletas muy cuidadas y muy “chic”. Había interesantes bicicletas antiguas originales, tanto de carreras como de utilización variada (tándems, de niño, de transporte…); pero sobre todo me llamó la atención la gran cantidad de bicis de carreras o deportivas de chica, no demasiado antiguas,  que habían sido restauradas o personalizadas recientemente, mostrando unos diseños y acabados perfectos, sencillos y de una elegancia óptima ¡chapeau!. En cuanto a las ropas, dos tendencias: corredores de los 50-80, como siempre en todas las citas, compartiendo evento con “ciudadanos” normales y corrientes de los años 20-50. Una nota a favor importante: un elevadísimo porcentaje de participación femenina que si bien no llegaba a la mitad, se le acercaba bastante.


 El organizador Lorenzo y uno de sus colaboradores.



Poco a poco aquello se fue llenando de gente y al cabo del tiempo se procedió a la salida del grupo del recorrido más largo (65 km) en el que me incorporé. Un Volkswagen gris deportivo, descapotable e impecable nos llevó neutralizados hasta las afueras del pueblo donde dio la salida oficialmente con un banderazo tricolor. Aquello, como ya pasara en Anjou el día del centenario del Tour, desató la vocación competitiva de unos cuantos, que pusieron el pelotón de lo más estirado y nos llevaron con el gancho puesto durante algunas decenas de kilómetros (nunca entenderé este peculiar proceder que normalmente muere por sí mismo con la llegada de alguna subida significativa o la progresiva acumulación de kilómetros. Lo digo, porque tal y como otras veces me ha ocurrido, me costaba seguir a gente a la que posteriormente adelanté sin esfuerzo y a los que ya no volví a ver en todo el recorrido hasta finalizado el evento, cuando ya me encontraba instalado en las actividades post-recorrido). Afortunadamente enseguida me relajó comprobar que todo estaba señalizado en el suelo con marcas fosforito, por cierto, ligeramente retrasadas, de forma que sólo las detectabas cuando ya estabas en el giro o en el cruce y te habías visto obligado a frenar bastante antes, al no saber hacia dónde ir hasta encontrarte allí mismo. Con la mencionada rapidez llegamos al primer control de firmas con ligero avituallamiento. Un poco de bizcocho y en ruta de nuevo. Algo más tranquilos y disfrutando de una parte del recorrido más bonita, alternando carreteras rodeadas de frondoso arbolado, con tramos de campo abierto, bosques o pueblos pequeños. Todo muy tranquilo y agradable. Se sucedieron algunas subidas a lo largo del recorrido, con pendiente suficientemente exigente, aunque todas ellas breves. Un segundo control con nuevo bizcocho, y en mi caso un zumo. De allí salí sólo y algunos kilómetros después me uní a Jean Philippe, un agradable compañero del que ya no me separaría hasta el final, ameno y paciente en la conversación conmigo, y de ritmo muy similar. Juntos rodamos por nuevas carreteras y por un bucle bacheado y estrecho que nos metió en un ambiente quizás aún más rural, hasta que la ruta, poco a poco, regresaba hasta su origen. En los tramos finales coincidiendo con la espesura de unos bosques, nos topamos con un “grupetto” que venía despistado de una confusión, y con ellos llegaríamos hasta el final. Bastante temprano, debido a las prisas iniciales y a las breves paradas en los controles.

 Jean Philipe, compañero de ruta

 Grupetto en los últimos kilómetros


El ambiente en la llegada era de lo más festivo, junto al escenario del pabellón cívico (decorado con motivos ciclistas antiguos) tocaba un trío de jazz primitivo muy sureño. En la barra me pedí una cerveza artesana y biológica Malteni (este interesante patrocinador cuyo nombre es una réplica del equipo Molteni en el que militó Eddy Merckx, al que han cambiado la “o” por la “a”, quizá en un guiño hacia la malta que ignoro si utilizan para su elaboración, presenta una interesante gama de tres tipos de cerveza: blanca, cuya vitola es el maillot arco iris de campeón del mundo; rubia, con el maillot amarillo, desde luego; y tostada, con el maillot del Molteni) que estaba muy rica y me fui al exterior a disfrutar del sol y del ambiente que crecía y se animaba con la llegada de los ciclistas. El grupo de jazz me siguió. Ni cortos ni perezosos, cargaron el piano sobre una especie de patinete de ruedas grandes y lo trasladaron afuera, para seguir al aire libre con el repertorio que a todos nos hacía mover los pies y golpear nuestras calas contra el suelo disimuladamente. El aperitivo dio paso a la comida en la cual fue muy agradable comprobar que no estaría sólo. Jean Philippe se sentó a mi lado y así lo hicieron sus amigos. Por su parte Ángela me llamó por si quería sentarme con ellos, todo un detalle que agradecí, aunque ya no me resultara necesario. Comimos ensalada y una contundente “cassolette”. Entre tanto mis compañeros charlaban en un francés que me costaba demasiado seguir, mientras a ratos, un miembro de la organización animaba el ambiente con premios alternándose con el trío que tocaba su repertorio, de nuevo dentro del edificio. Las mesas estaban dispuestas en filas alargadas, dando al local una atmósfera bulliciosa y cálida. Con mis compañeros de mesa empezamos a hablar de mi blog, de mis eventos, de los videos y fotos que David elabora de los eventos ciclistas en los que participa, etc. Alternábamos francés e inglés. Es curioso porque en cierto momento nos dimos cuenta de que pese a que el único no residente de París o las inmediaciones era yo, allí estábamos unos franceses, un americano, un japonés, una griega y un español. Tras la comida vino la tómbola, y como siempre me ocurre, no me tocó nada. Una pena porque había regalos muy atractivos como el maillot de lana Malteni, unas bolsas bandoleras de piel fantásticas o la Peugeot restaurada del final (que de haberme tocado no sé cómo hubiera podido traer a España en el avión).

 Cerveza Malteni "rubia".




Varios de los comensales que estaban sentados conmigo se despidieron pronto, tras una cerveza final. El resto quedamos tomando café, y después, tras las siguientes despedidas, me fui con “las italianas” para darles las gracias por el detalle de la invitación a la mesa. A eso siguió más música exterior y finalmente un grupo amplio pedaleamos de nuevo hacia la estación para realizar el itinerario de regreso. Desde la estación de llegada a París, rodé de nuevo por las calles, ahora más llenas de gente, pero igualmente agradables para la bicicleta, con la que vas tan contento del escenario que recorres, que hasta el adoquinado se te hace llevadero. El resto del día supuso descanso, ducha, reorganización de equipaje y material, y lectura hasta la hora de cenar, esta vez con un poco más de familia.

Concluido el evento, los dos días siguientes me dediqué a la ciudad. Pero eso sí, el lunes con importantes connotaciones ciclistas, pues la casualidad hizo que en París se estuviera celebrando esos días el Salón du Cycle, el cual aproveché para visitar la primera mañana. Tomé un metro directo hasta la Porte de Versalles, donde está la feria de muestras. Allí en uno de sus grandes pabellones se ubicaba el Salón. Era una exposición bastante grande, aunque por la destacada ausencia de varios fabricantes mundiales, me dio la impresión de no ser uno de los eventos más importantes de este sector a nivel internacional, y supongo que ni siquiera el mayor de Francia. Pese a ello me llevó bastante tiempo recorrer todo, preguntar lo que me interesaba, observar las tendencias y recoger información impresa. Hasta probé alguna bici. No quiero extenderme demasiado, pero me voy a permitir algunos flashes que resuman mi impresión:

  • El salón miraba al presente y al futuro. El presente muy aburrido, con infinidad de marcas tratando de mostrar sus modelos de BTT y carretera con apariencia cada vez más competitiva y a la moda de las tendencias. Mucho carbono, mucha publicidad en los productos, mucho perfil supuestamente aerodinámico, pero todos muy parecidos.
  • El futuro viene claramente marcado por la guerra de las bicicletas eléctricas. Prácticamente todos los fabricantes tienen las suyas. Hay de todo, pero la mayoría son bicis urbanas de paseo con motor suplementario y baterías. Casi siempre en versión grande-cómoda o plegable. Algunos apuestan por motos disimuladas (pesadas y con motores potentes), otros por la mínima expresión en tamaño y ligereza, etc. Hay dispositivos para adaptar bicis convencionales (como por ejemplo una rueda delantera eléctrica que no necesita instalación), y muchos intentos de diferenciarse. Está muy bien todo ello porque acercará al ciclismo urbano cotidiano a mucha gente, aunque personalmente le veo varias desventajas, y espero que se avance mucho más en diseños, ligereza y sobre todo vida útil de las baterías y autonomía de las bicicletas.
  • Era Francia, así que estaban Look, Gitane, Peugeot y algún otro fabricante local, además de muchos de los típicos globalizados y bastantes marcas completamente desconocidas para mí. Es bonito ver cómo el mercado crece y esto hace que florezcan pequeñas marcas que buscan su sitio a través de innovación o artesanía principalmente.
  • Tal y como marca la tendencia actual casi todos los expositores se han visto obligados a producir algún modelo fixie y varios de uso urbano. De los primero sólo me gustan cuando tienen aire retro y eso se lo suelen dar mejor los propios usuarios que se montan ellos mismos la bici o acuden a un taller local. Lo segundo responde a la por fin consolidada tendencia de las ciudades europeas (en España vamos con bastante retraso), que ha conseguido que los ciclistas de toda edad, condición y género se están adueñando de una parte importante del espacio y vías de circulación.
  • Hubo varios stands de cascos muy interesantes con propuestas muy curiosas. Esto encaja con la presencia también de fabricantes minoristas y algunos artesanos dedicados a la fabricación de piezas y componentes auxiliares, con gran variedad de productos de gran calidad y excelente estética. El problema es el de siempre: que luego falla la distribución y no hay quién lo encuentre en las tiendas cercanas a casa. Mi recomendación es preguntar e informar a nuestros proveedores cercanos para poner un grano de arena en la lucha contra el dominio de los grandes fabricantes mundiales que monopolizan todo. En este sentido había un japonés que tenía auténticas virguerías para complementar el montaje o la restauración de modelos diferenciados.
  • Otra singularidad era la presencia de varios fabricantes de bicicletas “cargo”, ideales para negocios ambulantes, reparto céntrico, etc. así como que varios fabricantes se hayan arriesgado a producir bicicletas de corredor en tallas de niños desde edades bastante pequeñas.
  • En cuanto a lo retro o vintage, casi nada. Un modelo Peugeot muy bonito con guiños antiguos y futuristas simultáneamente; una eléctrica con aspecto de moto de los años 20, de acertado diseño; algunas de paseo de estética clásica; componentes sueltos y…
  • Un stand de Alex Singer, la marca artesana cuya historia acabó vinculada a París y que presenta maravillas de aspecto clásico. Había modelos de carretera con componentes modernos pero esa estética tradicional deliciosa, modelos vintage cuidadísimos, y sus típicas cicloturistas con las que soñamos los que entendemos la bicicleta con ese estilo tan particular y nostálgico. Una “delicatesen”, aunque ni me molesté en preguntar los precios. Allí me encontré precisamente a Lorenzo el organizador de l’Patrimoine.

Bicicletas Alex Singer.


Del salón volví al metro y me acerqué a la Gare de Lyon. Cerca de allí comí, tirando a tarde para el horario local, en un bar de comidas donde parecía no haber turistas. Acerté con la elección y terminado el café comencé mi caminata. El primer objetivo era la tienda-taller de La Bicyclette, en una calle parisina normal, sin nada afamado que la llene de visitantes. La tienda me encantó, es un taller desordenado y caótico con mostrador para despachar y expositores de madera viejos con bastante material retro que ver. Toda ella está llena además de bicicletas en proceso de algo… piezas, ruedas, etc. Pillé a los jóvenes chavales que atendían comiendo de sus fiambreras por las esquinas. Aún así me atendieron con simpatía y me permitieron fisgar todo lo que quise. En el exterior montones de bicis usadas y viejas o antiguas esperan… supongo a que alguien se enamore de ellas y encargue una restauración. Las había interesantes por cierto. También me dijeron que en el pueblo del evento, tienen un gran almacén con muchas piezas y material. Apunten la dirección, es una tienda de bicicletas interesante: 10 Rue Crozatier, 75012 París. La casualidad hizo que al regresar caminando para impregnarme de ciudad, diera en la misma calle, con otra tienda-taller de similar filosofía, dedicada a motos Vespa o similares. Otro vicio.


 La Bicyclette por fuera y por dentro



El resto de la tarde lo pasé paseando de regreso a casa. La librería específica sobre los Alpes estaba cerrada esa tarde, siempre me pasa igual, menos mal que me queda cerca de “casa”, ya iré un día con tiempo y ganas. La ciudad está plagada de ciclistas: señoras y chicas elegantes, trabajadores de traje y maletín, jóvenes rápidos, mayores pausados, etc. A todos se los ve rodar con naturalidad y normalidad, como algo habitual en su vida urbana. Hay muchos carriles, se puede circular por el carril bus y por muchas calles unidireccionales de un solo carril en ambas direcciones. Algo más debe haber, porque la verdad es que la cantidad de coches que se ven por el centro ha bajado ostensiblemente con respecto a otras veces que he estado allí.  Y además ahora hay enormes cantidades de bicicletas aparcadas por todas partes, sin contar con las que circulan. A mi cuñado le cabrea un poco por el coche, a mi me parece un acierto envidiable. Ese día cenamos prácticamente todos juntos, se reunieron aprovechando que estaba yo y fue una velada estupenda y muy familiar. A muchos ya no los veré hasta las Navidades, así que me apetecía estar con ellos.

Llegó el día de mi regreso, pero aún así disponía de la mañana completa y el medio día. Después de preparar todo el equipaje caminé hasta el Museo de Rodin, para disfrutar de su jardín, repasar su contenido interior y recrearme en sus esculturas al aire libre. Hacía mucho desde la primera vez que lo visité y me apetecía volver sin ninguna prisa y con calma. Disfruté enormemente pese a encontrarme dos pegas menores. Una, que parte del interior y del jardín estaba en obras y no te llevabas una sensación completa y más pacífica de todo el conjunto. La otra, que sin suponer una aglomeración o el flujo abundante que hay en otros destinos culturales de la ciudad, había demasiada gente para mi gusto. Pero qué le vamos a hacer, todos tenemos derecho. Aún así mereció la pena el regreso. Desde allí paseo para comer en otro bar separado de los circuitos habituales, despedidas en “casa” y el pesado regreso de RER, autobús y avión hasta casa.



La impresión general de este viaje ha sido tan estupenda como las de los mejores hasta ahora. Considero que l’Patrimoine tiene un ambiente tan “familiar”, cercano, moderado y estiloso que merecerá la pena repetirlo si cuadra en el futuro. Quizás por si sólo el evento no justificaría un viaje tan alejado, pero poder aprovechar el resto de la escapada en París y considerando que los vuelos pueden resultar muy asequibles, es cuestión de planteárselo de nuevo cada vez que reediten el evento. Desde aquí quiero agradecer a los organizadores su labor, dedicación y resultado. Y a los participantes que conocí, lo bien tratado que me sentí por ellos. Al volver he visto que se ha “caído” un evento que localicé en Austria (al que no pensaba ni podía ir). Así pues ya sólo me queda l’Eroica, a la que espero ir, no sin algunas aprensiones previas de diversa índole. Entre tanto, hace meses que el tándem Dawes cumplió su cometido de temporada, y con este viaje a Francia, la Alan igualmente ha dado por concluida una temporada que la llevó a Manchester, el Loira, Marmande, La Montañesa y finalmente París, todo ello sin más quehaceres que cambiar un tubular y ajustar los puentes de los frenos en una ocasión. ¡Se ha portado la máquina!.


4 comentarios:

  1. Muchas gracias Jean-Philippe, fuistéis varios los que hicisteis que me lo pasara mejor aún. Espero que nos encontremos de nuevo en el futuro (seguro).
    Me temo que he borrado tu comentario sin querer pero me ha llegado correctamente, muchas gracias.

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  2. RECUPERADO (Jean-Philippe escribió):
    Hola José:
    Gran artículo en su blog sobre "LA PATRIMOINE" hermoso paseo de época que termina con un momento de convivencia: una comida con 200 participantes y organizadores. Enhorabuena por la temporada de ciclismo de época y les deseo una hermosa caminata en Italia con motivo de lÉROICA.
    Gracias por mencionar en su blog, que era un buen momento para compartir el camino durante unos kilómetros y una buena comida avec una cerveza Maltani.
    Nos vemos en el 2014 sobre la RETRO RONDE Bélgica y/o ANJOU VELO VINTAGE en Francia.
    Jean-Philippe.

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  3. Hola José, great article on La Patrimoine and congratulations on the incredible Retro Challenge 2013! You're in the lead! Have fun in Tuscany in the Eroica this Sunday. Perhaps I'll see you in la Ronde or Anjou in 2014. Vias con Dios!
    Stephen

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