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miércoles, 4 de enero de 2023

UN MONTAÑÉS POR COLOMBIA

Lo del deporte de alto rendimiento en Colombia es cómo en la mayoría de los países, seguro que muy diferente en cuestiones de entorno vital, seguridad y muchos otros detalles, pero parecido en cuanto al plantel de figuras destacadas por sus resultados internacionales. Me explico: un puñado de figuras individuales en diversas modalidades, y luego otras tres disciplinas “reinas” que disfrutan de la pasión y el reconocimiento popular más extendido.

Respecto a lo primero, hay abundantes casos en la historia del país. Halterófilos, atletas, golfistas, luchadores, jugadores de beisbol, pilotos, etc. De casi todo ello mujeres y hombres. Y es que en Colombia, si uno se pone a repasar figuras deportivas, enseguida se da cuenta de que aparecen bastantes mujeres con triunfos destacados o muy destacados. Unas cuantas medallistas olímpicas o campeonas mundiales. No es cuestión de hacer aquí un recuento nominal, aunque me pongo a ello con dos peculiares ejemplos. Por un lado, encontramos a un par de medallistas olímpicos relativamente recientes en una disciplina poco convencional: el BMX. Con esa bicicleta “chica”, Carlos Ramírez Yepes ha sido doble medalla olímpica de bronce. Lo que pasa es que su compañera de modalidad, Mariana Pajón, ha ganado más medallas olímpicas que él y, además, de mayor calidad: dos oros y una plata. La singularidad de este ejemplo radica en que se trata de una especie de modalidad subsidiaria de uno de esos deportes “rey” colombianos, el ciclismo de carretera. El otro ejemplo al que me refería es una especie de deporte “de riesgo”, el atletismo. No es que desde la época de la Grecia clásica hasta nuestros días la práctica atlética haya ido evolucionando hacia una peligrosidad intrínseca, sino que hay dos grandes mujeres atletas colombianas que, además de haber sido medallistas olímpicas, se dedican a la política… ¡en Colombia! ¿“deporte de riesgo”? Una es Catherine Ibargüen Mena, medalla de oro en triple salto en Río de Janeiro 2016, plata en Londres 2012, varias veces campeona del mundo y que ha sido candidata al senado. La otra es Mª Isabel Urrutia, lanzadora y halterófila con participaciones olímpicas en ambos deportes, una medalla de oro en el segundo, en los juegos de Sídney 2000 y que, recientemente, ha sido nombrada ministra del deporte de Colombia.

Con ellas cierro el capítulo de deportes “variados” en el país caribeño (y pacífico; de costa, que no de funcionamiento) y paso a centrarme en las tres disciplinas “reinas” colombianas, o que, al menos lo son desde mi particular, quizás ignorante, además de externo, punto de vista.

La primera es el fútbol. No es que Colombia haya destacado especialmente en las competiciones futbolísticas internacionales, que objetiva y cuantitativamente no lo ha hecho, ni tampoco que se haya caracterizado por haber aportado una destacada cantidad de grandes figuras internacionales. Haber, ha habido algunos grandes jugadores procedentes de Colombia (Falcao, James…) pero ni tantos, ni tan globalmente alabados como las principales estrellas mediáticas de sus respectivas épocas. Lo que pasa es que el fútbol, como ocurre en una enorme cantidad de países, con buen rendimiento propio o sin él, tiene comido el seso a la población general colombiana, la cual lo sigue con interés e incluso pasión religiosa. Eso es algo común en la mayor parte de Europa, toda Sudamérica y cada vez más notorio en África y Asia. Qué le vamos a hacer. Respecto al fútbol colombiano, quizás el episodio histórico más interesante sea el de su combinado nacional en la época pre y post Mundial de fútbol de los EEUU en 1994. Aquel equipo, semanas antes del campeonato, se había convertido en un serio candidato para alcanzar la final, al menos si hacemos caso a los expertos del momento. Y sin embargo fracasó a las primeras de cambio. Para profundizar en lo que fue aquel combinado nacional y las problemáticas del entorno que lo rodeaba, nada mejor o más entretenido que localizar y ver un documental titulado “Los dos Escobar” (“The two Escobars”), dirigido por Jeff y Michael Zimbalist (año 2010). Merece la pena. Y con esta recomendación cierro el tratamiento dado al fútbol colombiano en esta entrada.

Cartel de la película. (Imagen: filmaffinity.com).

Lo que la mayoría de la gente desconoce, al menos aquí en España, es que no creo equivocarme al señalar que la modalidad deportiva que más éxitos y medallas ha dado a Colombia en campeonatos mundiales es el patinaje de velocidad sobre ruedas. Este desconocimiento proviene de la casi absoluta falta de popularidad que ese deporte tiene en nuestro país y, de paso, en muchos otros. Y de que no se trata de una modalidad olímpica, y eso, hoy en día, supone todo un hándicap. Pese a ello, Colombia domina totalmente la escena mundial del patinaje de velocidad desde hace décadas y se mantiene claramente destacado con respecto a los demás países en el ranking histórico. Abundan allí las y los medallistas en diferentes distancias y modalidades. Pero lo dicho, difícilmente lo sabemos aquí, si ni siguiera somos conscientes de que un paisano nuestro, navarro para más señas, ha sido varias veces campeón del mundo y ostenta algunos récords mundiales en las distancias más cortas. Pero volvamos a Colombia. La pista que debe seguir el lector atento e interesado por este asunto del patinaje colombiano está en mi libro Homo Skater. Concretamente su séptimo capítulo: “Del frío al calor”.

Fabriana Arias en acción quizás la más laureada patinadora colombiana. (Imagen: segurossura.com).

Y con esto llegamos al meollo de la cuestión. El tercer deporte “rey” colombiano (y el orden no significa nada en este caso) es el ciclismo de carretera. El de los populares escarabajos, que durante parte de la segunda mitad del siglo XX erigieron toda una estirpe nacional de ciclistas del máximo nivel internacional, destacando, especialmente, en el territorio montañoso. Cuanto más agreste mejor.

Hago aquí un aparte, antes de continuar, para comentar que, si alguno de los lectores se toma la molestia de profundizar en los tres deportes mencionados como “grandes de Colombia” siguiendo las pistas que les voy dando, se dará cuenta de que en los tres, fútbol, patinaje y ciclismo, ha habido deportistas asesinados. En fin, un detalle escabroso que conviene conocer si el interés por el deporte va más allá de lo puramente resultadista o técnico, y opta por asociarlo al contexto general del país.

"La apoteosis de Ramón Hoyos" de Fernando Botero. (Imagen: elcolombiano.com).
 

¿Y qué recomendación ofrezco para aquellos lectores que quieran profundizar verdaderamente en el ciclismo colombiano? Lo tengo clarísimo, ¡leer a Marcos Pereda! Porque Marcos ¡lo ha vuelto a hacer!... Nuestro Pereda escribe libros. De varios tipos y temáticas. Pero, aparte, se ha consagrado como un autor de ciclismo. Podría, incluso, ser considerado como un enciclopedista del ciclismo, si no fuera porque su estilo no es enciclopédico en absoluto, sino contador de historias. Rigurosamente documentadas, sí, pero presentadas con resultado de narrativa, con aderezo tragicómico, con importantes dosis de relato personal y, fiel a su naturaleza, la de cronista deportivo, apetitosas dosis de fabulación. Su “colección” de títulos ciclistas ya alcanza la categoría de extensa y se va completando progresivamente. Incluso descartando “Una pulga en la montaña” por tratarse de una novela (sobre Vicente Trueba) y “Bucle”, por ser un compendio de artículos de prensa de temática ciclista diversa, nos encontramos con que, a través de sucesivos libros, Marcos ha ido abordando la idiosincrasia de dos de las tres Grandes Vueltas por etapas, y algunas otras importantes temáticas del ciclismo mundial. Debutó, magistralmente, con “Arriva Italia”, donde nos dio a conocer, con gracia y franca sapiencia, la historia del Giro y, de paso, del ciclismo italiano. Luego lo han replicado otros, pero él fue el primero y puede que el mejor. Con “Periquismo. Crónica de una pasión”, nos repasó el ciclismo español de los ochenta y de paso, la Vuelta y algo más. También acertó con el planteamiento y los personajes secundarios. Y eso a pesar de todo lo que se había escrito hasta entonces sobre Perico. Hasta ahora ha “pasado” del publicar un libro específicamente centrado en el Tour, probablemente por lo manido que es el asunto, la cantidad de títulos que hay y, tal vez, porque en ello se le adelantó Ander Izaguirre, logrando un gran éxito de ventas. Y no es cuestión de replicar, aunque otros sí lo hagan (en temática ciclista, cada vez más). A cambio, sospecho que es el único que ha publicado algo (en español) que dé a conocer específicamente, y en profundidad, el ciclismo de los “países del este”. Lo ha hecho en “La Carrera de la Paz”. Y ahora acaba de meterse a fondo con el fenómeno del ciclismo colombiano ¡nada menos! Lo hace en “Un escarabajo en bicicleta” ¡Chapeau!

 

El libro es muy bueno. Sigue parcialmente su estilo. Digo parcialmente porque hay algunos capítulos en los que Marcos parece jugar a transformar su tono y colorido lingüístico, como para adaptarse a la temática sobre la que está escribiendo. Acercándose al realismo mágico y al preciosismo literario iberoamericano en algunos pasajes, mientras que en otros se muestra más directo, más “europeo”. No sé si es algo premeditado, pero encaja muy bien con la sustancia de cada capítulo. Lo que no ha cambiado, afortunadamente, son algunos atributos reconocibles en su trabajo (y no me cabe duda de que este libro, especialmente, ha debido llevarle muchísimo trabajo). Me refiero, por un lado, a la permanente contextualización que rodea al ciclismo sobre el que escribe. En este caso destacando aspectos políticos, culturales, geográficos y de narcotráfico. Gracias a este texto el lector va a conocer en profundidad la historia del ciclismo colombiano y, de paso, se va a dar un buen remojón en la reciente y conflictiva historia colombiana.

Por otro lado, una vez más, el texto está muy bien documentado, esto es algo que agradezco especialmente y en lo que Marcos nunca falla. Cuándo un autor se ha documentado y cuándo no, es algo de lo que creo percatarme sin esfuerzo (será deformación profesional) y, salvo en algunas obras de ficción, no me agrada que no lo haga si quien escribe aborda temas de injundia y decide opinar sobre ellos. No es que yo haga ascos a las opiniones ajenas, sería incoherente por mi parte teniendo en cuenta que acostumbro a escribir algunas de las mías, sino que considero que las opiniones deberían ir acompañadas de un buen bagaje de fundamentación, hechos e incluso variada consulta de opiniones ajenas. Así que no teman nada al respecto los potenciales lectores de “Un escarabajo en bicicleta” porque rebosa base documental. Y lo hace sin aburrir, ya he dicho que Marcos anda en las antípodas de un estilo enciclopédico, a pesar de que nos esté ofreciendo toda una “enciclopedia” ciclista.

Hace años que anduve buscando textos que abordaran la temática del ciclismo colombiano. Descubrí que apenas había y lo que poco que encontré estaba descatalogado y “allí”, por lo que me fue imposible conseguirlo. El propio Marcos ya ofreció algún “aperitivo” puntual en formato de artículo, pero lo dicho, el tema no se había tratado a fondo y de modo completo. Pues ya está, ahora sí, y los fans del ciclismo no deberían perdérselo. Únicamente hay una pega. Y no es una minucia. Resulta que no se ha publicado aquí, en España, sino en Colombia. Por lo que no se vende en nuestras librerías y claro, comprarlo “de lejos” puede encarecerlo o dificultarlo. Así que, en cierta medida, me siento un privilegiado por tener un ejemplar (que no pienso prestar porque hace años que decidí no prestar libros ni discos… y sé que hay mucha gente que con el tiempo ha tenido que acabar adoptando la misma medida…). Sin embargo, me consta que el libro, al menos hasta que se agoten unos pocos ejemplares, se puede adquirir por vía directa del autor (si alguien quiere contactar con él por email y no da con su dirección, que deje un comentario abajo con la suya y yo, sin publicarlo, se la pasaré).

Y ahora ¿qué? Tour de Francia aparte ¿sobre qué le queda escribir a Marcos Pereda en el ámbito del ciclismo de carretera? (me refiero a formato y dimensión de libro, que artículos sobre muchos temas ciclistas y deportivos los sigue publicando asiduamente, especialmente en Jot Down). A mí se me ocurren algunos temas importantes y con sobrada injundia. Aquí dejo caer un par de ellos y hasta les pongo título provisional:

“¡Monumental!” (sobre los 5 “monumentos” del ciclismo y otras clásicas). Mientras tanto, mis lectores pueden ir familiarizándose con el asunto visitando el índice del blog y buscando: “Monumentos y otras clásicas”, “Entrenadores”, “La Monumental versus Tour de Flandes” o “Roubaix… a la italiana”. Hay bastante bibliografía extranjera sobre está temática y puedo asegurar que tiene mucho interés, abundan las anécdotas, la épica y el espectáculo ciclista, y opino que a la Cultura Ciclista española le hace mucha falta o le vendría muy bien un buen libro al respecto.

“Made in USA” (sobre el ciclismo estadounidense). También es este un fenómeno interesante y que ha marcado la evolución del ciclismo mundial en épocas relativamente recientes. Como ha ocurrido con el colombiano, el ciclismo norteamericano se incorporó tarde al ciclismo europeo (el mundial), solo que en su caso lo hizo apoyándose en la lógica capitalista y en la cultura occidental de la vida por y para el deporte. También el blog trata algunos aspectos parciales de todo ello en “Un sueño americano”, “California Dreams: de cómo nos volvimos un poco Clunkers”, “Outsiders de la historia del Mountain Bike” o “Patines II: leyendas sobre patines”. Pero después hay mucho más, sobre todo posterior, con Armstrong y el US Postal a la cabeza, algunas películas de cine y la amplia obra de novelas ciclistas de Greg Moody.

Espero que a Marcos Pereda le sonría la vida la laboral y el éxito como escritor y periodista en diferentes géneros y temáticas, pero deseo igualmente que no nos abandone y que, de vez en cuando, nos vuelva a sorprender con algún que otro nuevo título ciclista.

Me despido con una propuesta musical. En el libro de Marcos Pereda surge un personaje de ficción. No es invención suya, ha existido realmente, aunque no como ser vivo. Lo mismo que el Pato Donald (el de Disney, no el otro, que ese sí vive realmente, aunque parezca de ficción). Quien lea el libro sabrá a quién me refiero, alguien importante para el ciclismo colombiano. Quizás por toparme con él durante la lectura, una preciosa mañana en la que salí a dar una vuelta en bicicleta, me sorprendí a mí mismo tarareando una canción que este hombre protagoniza. Marcos practica con frecuencia un estilo narrativo “golfo”, incluso muy “golfo”. Es divertido. Fácil de encontrar en sus artículos de prensa, pero también frecuente en algunos de sus libros. En “Un escarabajo en bicicleta” ese tono desaparece casi completamente, y creo que es un acierto al deambular por asuntos bastante serios y, sobre todo, trágicos y sangrientos. Esto no quiere decir que haya erradicado el humor. Lo hay, dosificado e inteligente, pero no a costa de una narración coloquial de barra de bar nocturno. David Byrne, a pesar de tener una larga carrera musical a sus espaldas, preñada de radicales cambios estilísticos, no creo que sea un buen ejemplo de música “golfa”. Con los años, se ha convertido en todo un activista y agente cultural de la promoción de la utilización de las bicicletas en las ciudades. Al final de su libro “Diarios de bicicleta” subraya los cambios logrados por Enrique Peñalosa en Bogotá. Pero la canción de la que yo me acordaba sí que es “golfa”. Marcos Pereda se interesa más por el uso deportivo de las bicicletas. Es normal, no en vano es nativo de la capital de “La Montaña”, uno de esos privilegiados yacimientos mundiales de ciclistas de excepción. En “Tragicomedia ciclista” inserté, entre otros asuntos, una canción titulada “Lance Armstrong”, interpretada por el grupo Parquesvr. Muestra de música “golfa”. Música de cualquier estilo (de cantautor de finales del siglo XX, canción folclórica, protesta, ska, rock, salsa, zarzuela…) pero con contenido cómico o satírico. Ahora propongo otra con ese actor secundario que Marcos inserta en su libro. Lo que propone, por ejemplo, Ladilla Rusa actualmente, lo hacía con estilo propio Ancha es Castilla en los 80-90. Y suyo es ese tema al que me estoy refiriendo, “El hombre del café”.

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