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viernes, 3 de mayo de 2013

18. 50 AÑOS (1963)


"He tropezado con la ladera de doce montañas brumosas
he caminado y me he arrastrado por seis carreteras retorcidas
he dado pasos en medio de siete bosques sombríos
he estado delante de una docena de océanos muertos
me he adentrado diez mil millas en la boca de un cementerio
y será dura, será dura, será dura, será dura,
será dura la lluvia que va a caer"

["I've stumbled on the side of twelve misty mountains
I've walked and I've crawled on six crooked highways
I've stepped in the middle of seven sad forests
I've been out in front of a dozen dead oceans"
I've been ten thousand miles in the mouth of a graveyard
And it's a hard, it's a hard, it's a hard, it's a hard
It's a hard rain a-gonna fall"]
Bob Dylan (“A hard rain’s a-gonna fall”)

 
 
Hoy toca homenaje. Ya expliqué en la primera, o una de las primeras entradas del blog, que la justificación de la Challenge Retro (y por tanto del propio blog) era el celebrar mi cincuenta cumpleaños. Y como se aproxima la fecha exacta del mismo, he decidido dedicar un texto al año de mi nacimiento: 1963. Espero no convertir esto en una especie de efemérides enciclopédica de esas que aparecen en wikipedia o en los almanaques. Para evitarlo he tratado de seleccionar algunos temas o asuntos bastante personales y no necesariamente importantes o genéricos, tal como haría cualquier agencia informativa. Antes de nada quiero decir que cualquier año es, seguramente, merecedor de un relato retrospectivo, pero cada uno solemos tener especial cariño al nuestro, y puede ser que el mero hecho de haber nacido en esa fecha, haya formado parte en alguna medida, de que hayamos acabado siendo como somos.
 
Como noticia internacional puedo comenzar diciendo que en 1963 se produjo el asesinato de Kenedy en los Estados Unidos. Una noticia tan impactante, que su eco duró décadas y convulsionó un mundo caracterizado por muchos aires de renovación y liberalización de las ideas y, sobre todo, de los comportamientos cotidianos de la sociedad occidental. Precisamente también aquel año Martin Luther King declamó su discurso “I have a dream”. Eran los inicios de una década en la que el mundo occidental clamaba por más libertad personal (preludios del “mayo del 68”) ignorando que medio siglo después las personas estaríamos más que indefensas ante el liberalismo casi absoluto de las corporaciones. Quizás el campo cultural que mayor vinculación o cercanía tenía en aquella época, con la comentada tendencia social de “liberación”, fuera la música. La música moderna, a través del Rock and roll, el Pop, el Folk, la Psicodelia y toda la diversidad de estilos emergentes derivados, que cristalizaban o empezaban a germinar en aquellos años. Conviene recordar que si bien Los Beatles “nacieron” como grupo en 1962, su despegue fundamental ocurrió en el 63, año en el que publicaron sus dos primeros “LPs”. Pero puestos a hablar de discos, hay uno publicado hace 50 años, que me hace especial ilusión. Se trata del “Freewheelin’” de Bob Dylan. Para empezar Dylan es uno de mis cantantes favoritos. Siempre me gustó y aún hoy me sigue conquistando son sus discos más recientes. Por otro lado no es necesario que explique la trascendencia que su estilo y canciones han tenido en la historia musical del mundo contemporáneo, siendo quizá el cantante más influyente que podamos encontrar (o uno de los más influyentes) sobre el resto de músicos modernos. Por si fuera poco el nombre del disco, parece que viene al pelo para un blog sobre ciclismo ¿no? Pero es que además en él aparecen unas cuantas canciones que llegaron a hacerse inmortales y algunas otras que revolucionaron el concepto de protesta social y callejera, algo que cincuenta años después parece estar en el ojo del huracán.
 
Puestos a hablar de cultura permítanseme unos escuetos apuntes literarios. La novela más destacada o iconográfica de ese año probablemente fue “Rayuela” de Julio Cortazar. Confieso que aún no la he leído (¡sacrilegio! pensarán algunos lectores del blog, que quizá dejen de serlo como reprimenda a partir de este momento… pero en mi defensa diré que si os habéis ido acostumbrando a mis encabezamientos, tal castigo parece injusto. Me queda mucho por leer, pero eso es algo que “afortunadamente” nos pasa a todos). Sin embargo quiero traer a colación a uno de mis escritores favoritos, quién también vio publicada ese año una de sus numerosas novelas. Me refiero a James M. Michener, autor especializado en “geografía novelada” (el término es mío), en forma de sagas ficticias que utiliza para narrar de forma dinámica la historia de territorios y culturas de diferentes partes del mundo. Sus novelas temáticas largas fueron apareciendo más tarde (Centennial, Caribe, Hawaii, Alaska…) pero en 1963 escribió “Caravanas”, una novela algo más corta ubicada en un Afganistán que estaba a punto de convertirse en un polvorín a causa del cruce cultural propio, musulmán, norteamericano, soviético… ¡casi nada! Treinta o cuarenta años después estábamos todos pendientes del telediario como si algo estuviera pasando allí de repente… ¡esa sabiduría premonitoria de Michener basada en su tenacidad documental!
 
Buscando personajes culturales nacidos el mismo año que yo, la verdad es que he dado con pocos, o no demasiado relevantes para mí. Tampoco ha sido una búsqueda trabajada ni sistemática, más bien un ejercicio breve de curiosidad. Por lo cual apenas terminaré con un apunte relacionado con el cine. De mi misma edad son Johnny Depp y Quentin Tarantino. El primero es un actor polifacético que me resulta simpático y creíble en papeles bastante encasillados, dentro de géneros que tocan lo fantástico y el derroche creativo que se apoya en las ambientaciones estéticas alejadas del realismo. Tiene trabajos interesantes, pero no soy ni de lejos un devoto seguidor de su carrera. Algo parecido me ocurre con el trabajo de dirección de Tarantino. Por lo general me sobra su cruda violencia y su culto oriental, pero he de reconocerle lo que para mí son dos obras maestras del cine: “Pulp Fiction” (una genialidad ajena a género alguno e innovadora en su narrativa, guión y protagonismo coral) y “Django desencadenado” (de las contadísimas ocasiones en las que considero que una película posterior a los años 70 alcanza la categoría de un verdadero “western” de calidad). Pero ahí no queda la cosa, además he de reconocerle ser un fantástico selector de magníficas bandas sonoras.
 
Pero ya que estamos con el cine, me voy a permitir el lujo, aunque esto me pueda costar una avalancha de críticas no declaradas, de homenajear a una de mis sagas favoritas de la historia del cine. Me refiero a Bond, James Bond. La versión cinematográfica del agente 007 cumplió 50 años el año pasado. Pero para mí es como si los cumpliera este. Mi debilidad por la serie proviene lógicamente del disfrute que me provocaron algunos de sus estrenos en plena infancia y adolescencia. Ello seguramente hiciera que se forjaran algunos vínculos emotivos que aún en plena edad adulta, hacen que los sistemáticos atributos de sus películas posteriores aún me sigan resultando simpáticos o evocadores de tiempos tan felices. Valga esto como pretexto de justificación. Paso ahora a exponer algunas cuestiones referentes al conjunto de la filmografía. Entre los ingredientes que más me atraen de estas películas están los siguientes:
 
  • La colección de “juguetes” en forma de artefactos innovadores que se pueden conducir.
  • Los coches deportivos, con los Aston Martin a la cabeza, a pesar de alguna absurda infidelidad causada seguramente por patrocinios ocultos.
  • Los escenarios naturales paradisíacos.
  • Las altas dosis de aventura, basada preferentemente en actividades casi de carácter deportivo, en vez de en violencia explícita. En este sentido me han defraudado algunas cintas recientes en las que se ha recurrido en exceso a los golpes y la sangre.
  • El estilo, la elegancia, la “buena educación”, siempre presente.
  • La nómina de bellas actrices que siempre han formado parte del cuadro de protagonistas.
 

Hablar del cine de James Bond, exige forzosamente discutir sobre la idoneidad de la sucesión de sus actores. Tengo que decir que desde mi personal punto de vista, son sólo tres quienes realmente me parecen verdaderos merecedores del personaje. Me sobran David Niven (un actor por el que siento debilidad) por comparecencia insuficiente, ya que sólo actuó en una ocasión; George Lazenby, por idéntico motivo y escaso conocimiento por mi parte; Timothy Dalton, por “blando” y poco carisma; y Daniel Graig, por excesivamente “rudo” y chocante con respecto a mi imagen subjetiva del personaje. Así que dejo como “verdaderos” James Bond a Sean Connery, ¡porque sí!; Roger Moore, por su permanencia y su particular halo de “bon vivant”; y Pierce Brosnan por su estilo personal, su elegancia y su desfachatez.
 
He mencionado que uno de los signos de identidad habituales de las películas de 007 son las escenas de aventura basadas en la práctica casi extrema de alguna modalidad deportiva al aire libre. Tradicionalmente hay dos disciplinas que han ido apareciendo en muchas de sus películas: el buceo y el esquí. A mí la que me interesa es la segunda. Tal es así que no entiendo que una película de Bond sea realmente “auténtica” sino incluye una buena escena esquiando. A través de las sucesivas escenas de esquí a lo largo de la serie de películas, puede seguirse con cierta aproximación la evolución técnica experimentada por la práctica libre (no competitiva) de este deporte. Tanto en lo relativo al material como, y esto es lo verdaderamente interesante, respecto a la técnica de ejecución. Lamentablemente el ciclismo no se trata en estas películas. Demasiado mundano probablemente. Sin embargo, puestos a imaginarlo, Mario Cipollini ¿quién si no? Se puso a hacerlo por nosotros:
 
 


Como ya he confesado que los coches han llegado a gustarme mucho (aunque cada vez menos, y como entretenimiento prefiero desde hace tiempo las motos y, por supuesto la bicicleta), me veo en la obligación de incluir en este “homenaje” al “deportivo de los deportivos”. Un icono del automovilismo deportivo que también cumple 50 años en pleno 2013 y que a lo largo de este medio siglo pasado ha estado entre los coches más admirados y deseados por los aficionados. Me refiero al Porsche 911 que fiel a su línea y diseño, aún sigue enamorando a sus admiradores, que se cuentan por millones. Tampoco yo me he librado de dicho culto, y desde la temprana edad en la que comencé a correr rallyes (de slot; popularmente “scalextric”. Disputarlos en la vida real sería una auténtica utopía) nunca me ha faltado uno como montura favorita con la que competir.
 

 

Vamos a irnos dejando de temáticas tan diversas y a centrarnos poco a poco en lo estrictamente deportivo. En 1963 se escribe una página dramática en historia del montañismo español. Navarro y Rabadá, primeros escaladores en conquistar el Naranjo de Bulnes por su cara oeste, fallecen en la pared del Eiger. La noticia da la vuelta al mundo y causa gran consternación en nuestro país, en el mismo año en que vienen al mundo ilustres deportistas como Michael Jordan, Chris Mullin, Garri Kaspárov o Emilio Butragueño. De ellos podría señalar algún detalle bastante vinculado a mis recuerdos personales, pero prefiero centrarme ya en el ciclismo, para no castigar en exceso a mis lectores ciclo-aficionados.

Entre el listado de ciclistas nacidos en el 63 encontramos nada menos que a Claudio Chiappucchi, GJ Theunisse, J Montoya, Lale Cubino e Iñaki Gastón. Todo un elenco de campeones que dieron colorido y emoción a una de las épocas más laureadas del ciclismo español, que se acabó remachando con la incontestable superioridad de Miguel Indurain, pero en la que los mencionados corredores, así como muchos otros, pusieron mucho de su parte para que los aficionados pudiéramos disfrutar de etapas y vueltas emocionantes y disputadas.
En el año 1963 el Tour de Francia cumplía precisamente sus 50 años de historia. Ello hace que este año sea su centenario. Por encima de cualquier otro evento ciclista, lo enfoquemos como lo enfoquemos, el Tour es el principal protagonista de la historia del ciclismo, y aún con sus altibajos, sus polémicas y sus sombras, su existencia es fundamental y una constante referencia de sentimientos, recuerdos, emociones y leyenda para cualquiera de nosotros. Para mí es el evento ciclista de los eventos, lo máximo. Y aunque reconozco en que hay épocas de mi vida (como actualmente sin ir más lejos) en que me alejo bastante de su seguimiento, siempre acabo volviendo a él, he viajado a sus escenarios y consumo parte de su cultura propia. Así pues me ha dado por preguntarme qué pasó en el Tour en 1963, y la respuesta no me ha defraudado en absoluto. Aquel año el podio quedó compuesto por: Anquetil, F Matín Bahamontes y José Pérez-Francés. El primero un campeón excepcional, uno de los únicos ganadores de cinco Tours de la historia. Un corredor de interesantísimas características como ciclista (y polémica vida personal), que en aquella edición se convertía en el único ciclista he haber conquistado cuatro Tours. El segundo un bravísimo corredor Toledano y el mejor escalador de la época. Y el tercero un excepcional ciclista cántabro (de Peñacastillo), casi tan impresionante como desconocido. Un hombre que desfondaba a todos sus compañeros en los entrenamientos, que les hacía tener que regresar a casa en tren y al que recurrían todos cuando querían entrenar verdadera intensidad o “calidad”. Sean o no casualidades, la verdad es que una vez más parece bastante justificada la celebración de esta Challenge Retro, precisamente este año.
 
 Podium del Tour del 63: Pérez-Frances (3º) a la izquierda,
Bahamontes (2º) en el centro y Anquetil (1º) a la derecha.
 En carrera: Anquetil delante, Bahamontes con el maillot amarillo,
Pérez-Francés de rosa con el maillot del mítico equipo Ferrys y
Poulidor siempre disputando (morado con mangas amarillas y gorra).
Otra escena de montaña con los mismos personajes.

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