“No obstante no haber madurado los frutos para los que fue
concebido, aún con todas sus limitaciones, es indudable que el canal de
Castilla es obra de valía positiva y hecho geográfico con el que se tiene que
enfrentar aquel, que quiera estudiar la meseta del Duero, al menos en su
aspecto humano. Dentro del ámbito castellano constituye un paisaje digno de
atención, de contenido y significado geográfico muy expresivo. En el despejado
país agrario que cruza, con sus irregulares sotoneras politípicas, fábricas y
saltos, marca una huella de acusada humanización del medio que no pasa
desapercibida al que lo recorre”.
Juan Bebito Arranz (“El
Canal de Castilla. Memoria descriptiva”, 1957)
“Si al azar pones el dedo sobre cualquier punto del mapa de
España y luego lo visitas, estate seguro de que encontrarás un cúmulo de
historia, arte y vivencias como para, de estar interesado, ocupar el resto de
vida en su investigación. Si el lugar es Medina de Rioseco necesitarás varias
reencarnaciones”.
Raúl Guerra Garrido
(“Castilla en canal”)
Hoy me toca lamentar una pérdida que aunque confirmada hace
ya meses, ha sido precisamente en julio cuando más se ha hecho notar. Me
refiero al Gran Premio Canal de Castilla (GPCC), evento retro que fue mi
primera experiencia cicloturista vintage cuando acudimos allí el año pasado y
quedamos prendados de esta modalidad deportivo-cultural-entretenimiento. El
hecho es que este año 2013 se ha suspendido. Al parecer por problemas con
Tráfico. No sé si los problemas han tenido que ver directamente con la nada
multitudinaria ruta clásica o ésta ha resultado sacrificada por la
imposibilidad de celebrar el GPCC cicloturista normal, que ese sí que es bastante
más masivo. Tampoco conozco las pegas interpuestas por Tráfico, pero imagino
que como en la mayoría de los casos, hayan tenido que ver con poca voluntad por
su parte, menosprecio a los usuarios de las bicicletas, complicidad en el
exagerado culto al coche que sufre nuestro país y cierta tendencia al carácter
dictatorial que frecuentemente muestran nuestras normativas y administraciones
públicas, supuestamente democráticas, pero que tal y como ya vienen advirtiendo
muchos filósofos, sociólogos, politólogos y demás personalidades de reconocido
prestigio, están evolucionado demasiado deprisa hacia una realidad muy alejada
de la esencia conceptual de la democracia (Sennett, Zizek, Ibsen, Zakaria,
Ball, Matlary, Taleb, Sartori, Held…).
El caso es que este año (ignoro lo que deparará el futuro)
nos hemos quedado sin el Gran Premio Canal de Castilla Retro. Y eso supone una
gran pérdida por varias razones. Primeramente por lo que suponía el evento en
sí, y que aprovecharé para explicar en forma de peculiar homenaje al mismo tras
mi experiencia del año anterior. En segundo lugar porque queda reducido el
panorama nacional e eventos de este tipo, que ya de por sí es bastante escueto.
Hemos pasado de tener cuatro eventos (La Pedals de Clip, La Histórica, La
Monreal y el GPCC) a tres. Y además los tres supervivientes se celebran en
fechas tan cercanas (no obstante apropiadas), que nos dejan con las ganas el
resto del año. El GPCC venía a paliar ligeramente este gran vacío, planteándose
en los inicios del verano ya consolidado y abriendo un poquito más el ámbito
geográfico, de por sí bastante concentrado. En lo que a mí respecta, además
resultaba ser la cita más cercana y cómoda de llegar de todas. Actualmente, que
sepamos, existen otras dos citas menores (La Marcha Edoardo Bianchi en Zaragoza
y la quedada informal “La Montañesa” en Cantabria) pero la primera es (según me
comentó uno de los organizadores) una tanteo o experimento muy modesto,
mientras que la segunda (que es cosa mía) no puede ser considerada como un
evento organizado sino una simple reunión de amigos o simpatizantes. Ambas
pueden ayudar a mitigar el gusanillo a quienes allí hayan acudido o vayan a
hacerlo, pero no es lo mismo. En definitiva, que la no celebración del GPCC Retro
ha supuesto una gran pérdida para los aficionados o practicantes de este tipo
de ciclismo creciente en Europa y en el Mundo.
Así que tal y como decía quiero dedicar esta entrada del
blog al recuerdo y ensalzamiento del mencionado evento, es lo mínimo que puedo
hacer por él. La cita se ubicaba en Medina de Rioseco, localidad Vallisoletana
situada muy cerca del límite con la provincia de Palencia. Esto implica
necesariamente plantarnos en plena meseta castellana y en un paisaje de campos
de labor, antiguamente de trigo, ahora acompañado en ocasiones por los
girasoles u otros cultivos extensivos adaptados a climas secos. El territorio
se extiende alrededor en forma de llanuras y eventuales elevaciones suaves del
terreno. Los bosques no tienen presencia, ni tampoco las montañas o siquiera
las colinas. Los colores son ocres o dorados relucientes, las tonalidades
variadas dentro de tales gamas, y muy influenciadas por la hora del día, que no
tanto por el cambio del clima, que salvo con la aparición de tormentas breves,
es poco variable allí, y preferentemente soleado. Como su propio nombre indica,
Castilla nos regala con fortalezas, castillos y núcleos rurales o urbanos de
origen medieval y rico patrimonio, algo que ya de por sí justifica su visita.
Podríamos también hacer exaltación de sus gentes calmadas y poco dadas al conflicto
o al protagonismo, de su gastronomía (especialmente la de horno de leña) y ¡por
supuesto! de sus vinos: blancos de Rueda y tintos de Ribera de Duero, tan
cercanos y tan agradables. Sin embargo, guiado por la denominación del evento,
me inclino por destacar al Canal de Castilla, resultado inacabado e
infrautilizado de un proyecto histórico de ingeniería civil.
Siento desde hace mucho tiempo cierta marcada debilidad por
el Canal. Me gustan su concepto, su ubicación y sus dimensiones. Siempre he
envidiado de algunos otros países europeos el poder disfrutar de una amplia red
de canales (inexistente en el nuestro), que además de cubrir algunas
necesidades públicas y ofrecer también diversos servicios, pudieran haber
ampliado su listado de beneficios con la reciente incorporación de una gran variedad
de utilidades relacionadas con el ocio y el turismo activos. He recorrido
Holanda y Bélgica admirando sus canales, he navegado durante una semana en una
“Penichette” (barcaza-alojamiento) por el Canal Nantes-Brest, recorrido parcialmente
algunas vías fluviales británicas… y es son planes y entornos que me encantan.
La verdad sea dicha, y nuestra orografía presenta más dificultades que las de
los países citados u otros no nombrados, pero posibilidades has hay, o mejor
dicho las hubo. Lo digo porque apostar por la creación de redes de ese tipo
creo que perdió actualidad y justificación de inversión hace ya siglos. Pero la
cuestión es que tenemos el Canal de Castilla, el cual dibuja una “y” griega
dada la vuelta y acumula 207,5 km de recorrido, 50 esclusas, numerosos puentes,
acueductos y algunas dársenas. Toda una consolidada infraestructura de
importancia que, bajo mi modesta opinión, está hambrienta de proyectos e ideas
(no necesariamente costosos) que sirvan para desarrollar su aprovechamiento
activo y dinamizarlo como destino para un turismo diferenciado. Por mi parte lo
he visitado en diversas ocasiones y modalidades de disfrute: he rodado en BTT
por algunos de los caminos de sirga de su ribera, he visitado esclusas e
incluso he sido paseado en bote eléctrico fuera-borda y también he podido
deslizar mi piragua por algunos tramos. Pero siempre pinceladas, pequeñas
visitas. Aún tengo pendiente un viaje temático, que si bien no tenga porque ser
integral, si lo suficientemente amplio y centrado en la esencia del Canal. Varios
días de remadas, pernoctas, visitas y lecturas con el Canal de Castilla como
eje vertebrador de la experiencia. Un verano gestioné los permisos
correspondientes, pero finalmente no logré encontrar el tiempo necesario y no
me llegué a embarcar. Pero sé que lo llevaré a cabo más tarde o más temprano y
sin duda, será en piragua y con talante de exploración y viaje.
Descubierta mi atracción por el canal de Castilla ¿qué
mejor disculpa para visitar Medina de Rioseco, cuando precisamente allí se
encuentra la que quizá sea la dársena más espectacular del mismo?. Allí mismo
se sitúa el extremo sur del Ramal de Campos y por eso nos topamos con un
auténtico puerto en medio de la Meseta.
Esos muelles fueron, justamente el año pasado, el lugar
elegido por la organización del GPCC para ubicar la salida y llegada de la ruta
Retro, haciendo coincidir ésta última con una concentración de bicicletas
clásicas que además de su propio programa de actividades, nos hizo las
funciones de público de época en la llegada, para a partir de ese momento
compartir juntos el resto del día. El recorrido de la ruta Retro fue muy ameno
y agradable. El perfil preferentemente llano, aunque con un par de cortas cotas
que ascender. Nos juntaríamos un corto pelotón de unos 40 o 50 ciclistas (quizá
algunos menos) y recorrimos con calma el trayecto propuesto, dirigidos y
acompañados por algunos organizadores en BTT o moto. La longitud total fue de
casi 63 km de los cuales, 23 fueron no asfaltados. Unos pocos por pistas de
tierra y la mayoría por los caminos de sirga del Canal, bajo la agradable sombra
de las hileras de chopos, álamos, etc. que jalonan todo el curso de agua, y
sufriendo la dureza de un firme exigente, con piedras, maleza a los lados y por
el centro de la pista, pero realmente excitante, diferenciado y enriquecedor
(los asistentes ya sabíamos a lo que íbamos y cada organizador de este tipo de
eventos tiene a bien avisar de lo que uno se puede encontrar; al menos de eso
me fío yo a la hora de decantarme por una bicicleta o por otras). La parte
asfaltada fue ligera, agradable, llevadera y muy representativa de lo que es
rodar por castilla. Sol, rectas, horizontes lejanos de campos extensos, etc. Cruzamos
algunos pequeños pueblos de interés. En los que las casas se agrupan para darse
sombra o calor, según la necesidad estacional, los unos a los otros. También
rodeamos el castillo de Montealegre de Campos.
Me llamó especialmente la atención nuestro paso por la
localidad de Ampudia, con su castillo y su precioso y tan castellano casco
antiguo. Considero que es un lugar que merece una parada pausada y observadora
por sus múltiples detalles de interés. Disfrutamos de un excelente
avituallamiento clásico, con embutidos y quesos locales, gran variedad de
productos apetecibles y buenos vinos castellanos que incluían claretes muy
apropiados para una jornada soleada y cálida (aunque no sofocante). La parte del
recorrido que transcurría en las inmediaciones del Canal resultó un poco más
dura que el resto a causa del traqueteo de las bicicletas. También por el
remontar de puentes o esclusas y los cambios de ribera. Se produjeron algunos
pinchazos y también hubo quien se animó a pegarse un refrescante chapuzón.
Al finalizar la ruta nos mezclamos con los personajes de
“época” de la concentración, que nos esperaban en “meta” (simbólica ya que no
se trataba de ninguna carrera, ni apaño competitivo camuflado), cual si de
ciudadanos curiosos se tratara ante la llegada de una prueba ciclista de la
primera mitad del Siglo XX, época en la que ese tipo de eventos despertaba una
gran curiosidad y hasta pasiones, y animaba las plazas y calles de toda clase
de ciudades, villas y villorrios a lo largo y ancho de Europa. Una vez todos
reunidos, recorrimos pedaleando las calles de Medina de Rioseco, localidad muy
hermosa y añeja, que bien merece también una visita. Se la conoce como la
“Ciudad de los Almirantes” por la correspondencia instaurada por decisión real
entre el título de Almirante de Castilla y el Señorío de Medina de Rioseco,
generando una apreciable cantidad e importancia de “almirantes” que se fueron
sucediendo en tal privilegio; así que no es extraño que tenga puerto (aunque
sea de agua dulce), unos dulces llamados pasteles de Marina (aunque tal
denominación no tenga nada que ver con el mar) y algunos otros rasgos
relacionados con la navegación. Una de sus calles principales resulta
especialmente acogedora, llena de soportales, muchos de los cuales albergan
animadas tabernas y bares. Es rica en edificios religiosos con antigüedad y
gran valor arquitectónico, preferentemente góticos, y entre otras muchas joyas
conserva tres ejemplares de las ocho puertas medievales de entrada que
permitían el franqueo de la muralla que rodeaba la ciudad. La jornada ciclista
la acabamos comiendo todos juntos en un restaurante del lugar. Allí hubo risas
y camaradería, e incluso una visita final a un “museo particular”, en los
garajes de un participante de origen suizo y residencia local, que alojaba un
contenido impresionante de motos, bicicletas, artilugios y coches de época.
Transmisión tipo cardan.
Nosotros
fuimos de víspera, aprovechamos para hacer un poco de turismo. Myriam asistió como
dama clásica a la concentración y yo como deportista (ciclista) retro a la
marcha. Cada cual disfrutó de lo suyo a lo largo de la mañana y ambos nos
sentimos bien integrados pese a ser la primera ocasión en vivir algo así. Allí
nos quedó claro que dada la peculiaridad de este tipo de eventos (requiere
cierta afición e interés por lo vintage o por las bicicletas antiguas, etc.),
los participantes somos gente predispuesta a entablar relaciones y a acercarnos
e integrarnos con aquellos desconocidos que sabemos cultivan intereses
similares. Personalmente, además de la ruta, el recorrido, el pedaleo y todo lo
social, disfruté mucho de poder admirar bastantes bicicletas de muy diferentes
épocas y de poder ver soluciones “técnicas” y de restauración, ingeniosas y
creativas. Precisamente para eso resultan sumamente enriquecedores todos los
ratos previstos en las concentraciones.
A partir
de entonces hemos coincidido con algunas personas en diferentes eventos
posteriores, tanto de marchas como de concentraciones de época o “tweed rides”.
Alguno me ha conseguido zapatillas de corredor de cuero negro de las de antes,
otros nos han dado consejos o compañía y dos paisanos: de Pámanes y de
Liérganes, muchas risas y algún encuentro casual posterior (son los principales
protagonistas del vídeo que os enlazo).
Aquí me
despido, lamentando una vez más la pérdida y expresando mis deseos de que el
evento se restablezca, para que aquellos aficionados que no lo hayan podido
disfrutar anteriormente puedan hacerlo, y los que si lo hicimos, tengamos
oportunidad de repetir. El Canal de Castilla se lo merece, eso y mucho más. Es
un enclave y una infraestructura que tenemos que aprender a aprovechar,
disfrutar y proteger entre todos. Por otro lado, imaginad si la visita me
mereció la pena, que tan sólo después de haber disfrutado de ella es cuando
empezó a gestarse en mi cabeza la idea de la Challenge Retro 2013. Se lo debo. Sin
la existencia del GPCC Retro 2012, probablemente no hubiera vivido y gozado de
una experiencia como está que tantas satisfacciones me está dando a lo largo de
todo el año. Y tú, vosotros… no estaríais leyendo nada de esto.
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