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viernes, 4 de octubre de 2013

40. "BELLISIMA" ITALIA



“Me gusta Italia, las carreras italianas, los corredores italianos, los periodistas italianos, y accesoriamente (porque vistos desde la bicicleta son bastante someros), los paisajes italianos. En el Giro, el alborozo a menudo raya en la histeria, pero los ciclistas extranjeros por lo general quedan al margen de los desbordamientos de los tifosi. La carrera es peligrosa, los corredores italianos, hábiles como ardillas, meten manillar continuamente en el pelotón, pero, al final de las etapas, las ciudades son de ensueño”.

 Jean Bobet (“Mañana Salimos”).

Llegó el momento, en pocas horas embarco para Italia, rumbo a l’Eroica, la prueba causante de todo este lío de la Challenge Retro 2013, del blog, los relatos, participaciones, anécdotas y demás. Creí que nunca llegaría. A lo largo del año he pasado de la euforia creativa inicial, en la que el tiempo se me hacía largo deseando que llegaran los primeros eventos; a una larga fase intermedia en la que todo sucedía con naturalidad, mayor tranquilidad y una cierta sensación de “profesionalidad” otorgada por la experiencia; hasta llegar a este final en el que se me amontona el estrés, cierto cansancio físico y psicológico y muchos nervios. Ya comenté algo al respecto en la entrada pasada, así que no voy a insistir en ello. Tan sólo un pequeño telegrama imaginario:

Listos, stop. Bicicleta recogida hoy, piñón de 5 coronas nuevo, funciona bien, probada en cuestas, falta montar cubierta delantera, stop. Reservas de todo hechas, pernocta un poco separada, necesario enlace en coche, stop. Sin tiempo de nada hasta la partida por el agobio laboral, stop. Riesgo de no llegar escribir el blog, sería la única vez de la temporada, stop. Nervios, aprensiones, deseos, dudas, ganas… stop.

Y descargado casi de forma instantánea mi torbellino de sentimientos confusos y compulsivos, paso a dar cuenta de mi entrada de esta semana, que como ha venido siendo habitual durante toda la temporada, va dedicada al país o comarca a la que acudo para participar en una prueba más. Por mucho que pueda sorprender si lo comparamos con mis visitas a otros países, la relativa cercanía y el interés que despierta a nivel mundial, yo a Italia apenas he viajado. Que recuerde, y quitando escalas de aeropuertos, he visitado ese país tan sólo en dos ocasiones, y en ambas ciñéndome mucho o algo a zonas o comarcas bastante concretas.

La primera vez fue hace muchos años, cuando aún era estudiante universitario y me enrolé en un viaje de esquí a los Alpes (cosa que hacía habitualmente por aquel entonces, unas dos veces al año, ayudándome de la ventaja y contactos proporcionados por mi desempeño laboral como monitor de esquí a tiempo parcial). El destino era la estación Sauze D’ouze, que compartía dominio esquiable con Sestriere (cuartel de invierno de los grupos de pilotos de Ferrari y Lancia). El viaje resultó muy divertido, tanto en lo deportivo como en lo social. El pueblo tenía gran ambiente, el grupo era de lo más peculiar, dos buenos amigos de la época me acompañaban y, aunque al llegar todo estaba casi pelado, nos cayó encima tal nevada que pudimos recorrer todo esquiando y dibujar huellas por nieve profunda durante el resto de la semana. Ambas eran por aquel entonces dos estaciones claramente anticuadas, pero muy extensas y con pistas francamente variadas. En la primera de ellas dominaban los descensos entre bosques de árboles de hoja caduca. En Sestriere había de todo, hasta un trazado de descenso de Copa del mundo. Pero sin duda, lo mejor era una especie de excursión de regreso desde Sestriere hasta Sauze que nos permitía enlazar varios largos descensos de fuera de pista, sin remontes alrededor. Me puse morado de surcar nieve virgen de excelente cantidad y buenas pendientes. Hubiera viajado más a Italia a esquiar, tanto a los Alpes como a los Dolomitas, pero no me han surgido ocasiones o no me he organizado bien. Resulta un poco incompatible o desventajoso si disfrutas de vacaciones escolares, como me ha ocurrido a mí la mayor parte del tiempo.

Mi segundo viaje a Italia, tiene mucho más que ver con la aventura actual. Fue un viaje de varios días a la Toscana. Fuimos Myriam y yo solos (igual que hacemos ahora). Y aprovechamos para recorrer en coche todo lo que nos fue posible en régimen de relajo y sin lista de visitas obligadas. El primer detalle de alegría fue alquilar un Fiat 500, que probablemente fuera (de no poder contar con un deportivo italiano biplaza y tirando a clásico) el coche que más ilusión nos pudiera hacer a ambos. Lo confieso, tal y como me ocurre con las Vespa tradicionales, el Fiat 500 me tiene enamorado. Quizá tenga algo que ver el que un Seat 600 fuera el primer coche que tuvo mi familia cuando éramos pequeños, en el que ya siendo familia numerosa, íbamos a esquiar, a veranear por toda España y a hacer pic-nic y excursiones de fin de semana (recuerdo que mi padre desmontaba hasta los asientos traseros para sentarnos a comer y diseñó una mesa desmontable que pudiera encajar en el maletero o algún otro recoveco del cochecito). O será por está especie de encanto que tienen para mí las máquinas antiguas: coches, motos… y, tal y como ha quedado sobradamente demostrado… bicicletas.


 Mi hermana Teresa "condiciendo" el 600 hace décadas.

"Nuestro" Fiat 500 "brujuleando" por la Toscana.

La Toscana me gustó muchísimo. Sus enrevesadas carreteras, sus paisajes llenos de montículos, vallecitos, pueblos pequeños, etc. Nuestras visitas de ciudades grandes y famosas se ciñeron a tres: Bolonia, Pisa y Siena. La primera fue una visita de tarde y noche, de lo más agradable, en la que pasamos de pasear por su centro antiguo e universitario a cenar y acabar escuchando música callejera por la noche. Había oído hablar bastante de ella a mis dos amigas libreras (las hermanas Gil), porque acuden muy a menudo a su Feria Internacional del Libro (creo que con especialidad por la literatura infantil). Desde aquí recomiendo su visita, el centro es muy impresionante y por todas partes se ve un ambiente joven revitalizador. En Pisa (fuera de la Toscana realmente) nos limitamos a visitar el complejo de la Torre inclinada y sus edificios circundantes. Tan bonito e inmaculado como cualquiera se puede imaginar, harto de verlo en tantas fotos y películas. Con gran cantidad de turistas por todas partes, pero aún así, merece la pena su visita porque es un lugar desahogado pese al gentío y en mi opinión, con una arquitectura exquisita. Pero por encima de las tres, para mí, Siena es especial. Se trata de un complejo urbano medieval y renacentista, amontonado de forma caóticamente latina sobre un cerro rocoso, en el que conviven y se funden edificios religiosos, civiles, aristócratas, gremiales, militares, culturales, etc. elevados sobre las estrechas y laberínticas calles que aparecen en todas direcciones y a diferentes niveles de altura y se abren en distintas plazas grandes o pequeñas, generando rincones simplemente encantadores. Lo de la plaza del Campo no sé ni cómo describirlo: enorme, majestuosa, abierta, cerrada, singular, con relieve irregular, ocre… maravillosa e irrepetible (hay que estar allí). Ya he dejado claro anteriormente en otras narraciones que me gustan los caballos ¿verdad? Pues aquí se celebra el Palio, que es una alocada y vertiginosa carrera de caballos en la que éstos, con sus jinetes vestidos con los colores de cada barrio de la ciudad, se juegan el físico negociando en tropel las curvas y esquinas del peculiar polígono que forma la plaza. La ingente masa de público añade al espectáculo aún más colorido y sonido. Desafortunadamente no lo vivimos, pero no es difícil de evocar e imaginar sobre el terreno, después de haberlo visto en algún documental.

 Plaza del Campo (Siena)


Por lo demás conocimos Bérgamo (tampoco en la Toscana) antes de tomar el avión de regreso. Su parte antigua merece la pena. Está ubicada sobre otro montículo elevado, es también algo laberíntica y en “3D”, con callejones y escaleras que te hacen cambiar de niveles. Hay grandes construcciones de origen religioso, pues al parecer se trata de una localidad de suma importancia histórica para el clero y sus tramas e intrigas políticas, que en Italia, como es lógico, debieron proliferar más que en ninguna otra parte. Por cierto que allí nos topamos con uno de los cafés más agradables que me haya encontrado nunca. En cierta ocasión estuve tentado de hacer un catálogo personal de cafés o bares fascinantes, pero no me puse a ello. Tenía algunos seleccionados, por atributos diferentes y en cierta medida singulares, pero es de esas cosas que dejas a un lado y poco a poco vas olvidando. Pues bien, este me recordó aquella idea y hubiera sido incluido por méritos propios.

"Caffe del Tasso" (desde 1476)


Además de las citadas, recorrimos otra ciudad que ni es famosa ni muy grande, pero cuya visita fuera quizá la chispa que encendió todo el proceso que tras muchas vueltas y giros acabó cristalizando en la Challenge Retro 2013. Lucca es una ciudad pequeña y amurallada muy agradable de recorrer en poco tiempo, muy llana, con todo el casco viejo dispuesto dentro de la muralla, en forma de cuadrículas de edificios formadas por calles rectas y alineadas. Allí abundan los bares, restaurantes y comercios pequeños coquetos y específicos. También tiene bellas plazas (como la de Puccini), entre las que destaca una oval (Plaza del auditorio) y completamente conformada por edificios vecinales, es decir que sus accesos son túneles en dichos edificios. Hermosísima. Por la ciudad, todos sus transeúntes, tengan la edad que tengan y el aspecto que sea, se desplazan fundamentalmente en bicicleta. También así los turistas, dadas las facilidades para el alquiler de bicicletas a las puertas de entrada de la muralla. Pero es que lo que más me llamó la atención fue las preciosidades de bicis que portaban muchos de los vecinos, auténticas delicias retro o ciudadanas elegantes. Precisamente tras regresar de este viaje, me dio por buscar bicicletas del tipo de las que había visto. Y las encontré por Internet, y a partir  de entonces, di con más y más marcas con productos encandiladores y algunos restauradores. Y entonces se desbocó la vena creativa y me decidí a empezar a restaurar yo mismo y a dar nueva vida a las bicicletas viejas cercanas. Y me encontré con los Tweed Rides o Runs, que me parecían el desenlace lógico donde estrenar los futuros proyectos una vez restaurados o acabados… y así, tirando del hilo… me sumergí de lleno en los eventos retro y aquí estoy, de nuevo en la Toscana, cuatro años después a punto de lanzarme a por l’Eroica.


Carretera por la Toscana

De l’Eroica ya tenía conocimiento años antes de aquel viaje, de hecho estuve tentado de apuntarme con mi hermano Guti varias veces, pero finalmente nunca con demasiada seriedad, así que el proyecto, como el del catálogo de bares fue perdiendo gas. Sin embargo su atmósfera fue una de las cosas que intentamos respirar, buscar y descubrir por nuestros recorridos rurales en la Toscana. A parte de disfrutar, de comer, de fotografiar, recorrer, visitar… en definitiva, de hacer turismo tranquilo y sin objetivos programados, dos temáticas subyacentes nos acompañaron por aquellos pueblos, campos y carreterillas:


  • L’Eroica, de la que salvo el nombre de algunos pueblos del Chianti, unos maillots en un escaparate en una plaza y algunos kilómetros sobre “stradas biancas”, apenas me topé con nada. Por cierto que hablando de carreteras sinuosas, debido a la localización de nuestro alojamiento, nos vimos obligados a negociar las eses del Paso della Futa en varias ocasiones. Se trata de una especie de puerto de montaña muy largo pero que casi ni sube ni baja mucho, sino que se mantiene elevado (algo más de 900m de máximo) y que era uno de los míticos tramos de la Mille Miglia. Una de las carreras automovilísticas más legendarias y fascinantes que se puedan recordar (de nuevo me voy a lo retro).
  • El vino. El vino nos encanta, tanto a Myriam como a mí. Lo bebemos con moderación y siempre buscando su disfrute y el placer de la atmósfera, la compañía, el momento y hasta su componente cultural. Y nunca en pos de la embriaguez o la evasión. Sobre los vinos toscanos leímos especialmente gracias a un escritor de origen transilvano  y “ciudadano del mundo”, que tras muchos oficios y residencias, ha acabado afincado en una “villa”, que es casa y bodega en Montalcino, donde entre otras cosas, se dedica a la producción de vinos tintos de gran calidad. Una novela autobiográfica suya nos ayudó a recorrer la zona y disfrutar de muchas de sus peculiaridades. Y muy especialmente de sus vinos, y en especial de los Brunello del Montalcino, de los cuales, alguna botella disfrutamos.

 Montalcino

Viajes aparte, Italia es un país ciclista de pura cepa. Además de contar con una de “las tres grandes vueltas”, ha generado ciclistas para dar y tomar, ha aportado mitos únicos e inolvidables con “il campionissimo” Fausto Coppi y Gino Bartali a la cabeza. También allí se sitúan puertos míticos y brutales como el Gavia, Mortirolo, Stelvio, etc. Los fabricantes de bicicletas italianas son especiales, nos enamoran con sus modelos, diseños, detalles y acabados. Sus corredores son extremos: Pantani, Moser, Cipollini, Saronni… Allí se organizan cientos de eventos y carreras masivas, los aficionados se vuelven locos siguiendo a sus ídolos. El ciclismo italiano es una cultura ¡qué digo! Un enjambre de culturas, subculturas y contraculturas en sí mismo, que va desde el purismo competitivo más desarrollado de la carretera, hasta la elegancia más sugerente del ciclismo urbano o ciudadano. Con el ciclismo retro o vintage, ocurre igual. De hecho hay más eventos de este tipo en Italia que la suma de los que se celebran en el resto del Mundo. Algunos se enmarcan dentro del denominado Giro d’Italia d’Epoca, pero hay muchos más. Y por encima de todos, italianos o extranjeros, eventos o agrupaciones de ellos, destaca l’Eroica, al menos como cita de referencia.

Antes de mi debut en Manchester comenté cuestiones que tuvieron mucho que ver con el desarrollo del estilo del ciclismo deportivo en Gran Bretaña. Aprovechando mis viajes a eventos franceses también me he referido al ciclismo galo, al Tour y otros tipos de manifestaciones deportivas. Inserté el famoso documental de Louis Mallé sobre el Tour. Con el ciclismo italiano no voy a ser menos. Aquí me despido con un delicioso documental de Paul William sobre el Giro de 1974 en el que los aficionados al ciclismo y a lo retro se van a chupar los dedos del gusto. ¿Protagonistas? muchos, hasta los mecánicos, pero estelarmente destacan dos: Eddy Merckx y José manuel Fuente (“El Tarangu”).


2 comentarios:

  1. Hola! Enhorabuena por tu blog! Muy interesante y lleno de informaciones útiles. Solo un apunte: en este post has situado Bolonia dentro de Toscana y Pisa fuera...es al revés! Un aficionado al ciclismo retro toscano

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    1. Gracias por el elogio y por el apunte corrector. Maravillosa tierra aquella.

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