[Informe de progreso: os váis animando ¡bien!. Mayo: parece que seremos 6 para patinar en Vitoria y 3 para la exigente ruta de Las Landas. Seguiré informando].
No todos los días uno tiene la oportunidad de vivir el
emocionante proceso de adquirir una bicicleta nueva. Para aquellos a los que
nos gusta tanto su uso, incluso para muchos de los que después no la hacen ni
caso, comprar una bicicleta nueva, se convierte en algo muchas veces fascinante
y excitante. Para las personas de mi generación, inevitablemente nos trae
recuerdos de niñez o juventud, en los que la recepción de una bicicleta que
pudiéramos estrenar, era algo excepcional, que con suerte, pasaba “una vez en
la vida”. La mayoría de las veces utilizábamos bicicletas prestadas o
heredadas. Si la bicicleta en cuestión era nueva, lo más que podías conseguir
es que te “dejaran una vuelta”, si el afortunado propietario tenía suficiente
confianza en ti. A mí “los Reyes” me trajeron un Mobylette-GAC plegable cuando
aún no era ni adolescente. Lo tenía todo: trasportín, bomba, luces de dinamo,
cartera de herramientas. Y el irrisorio tamaño de la misma, entonces me parecía
considerable y me paseaba en ella como si de una Harley-Davidson de las grandes
se tratara. Con el tiempo y el cambio de motivaciones propio de la edad, la
bicicleta sufrió un adelgazamiento radical, en el que perdió absolutamente todo
(guardabarros, trasportín, luces, guardacadenas…), para quedarse exclusivamente
con los frenos, de forma que resultase lo más parecido posible a lo que años
después serían las primeras bicicletas de BMX. Algo con lo que meternos a hacer
“cross” por obras y descampados. Se ve que para entonces el icono de las
pesadas bicilíndricas americanas había sido sustituido por las “Cotas, Sherpas,
Capras, Pursangs…” y demás motocicletas españolas de trial o motocross.
Y no tuve más bicicletas hasta mi condición de
universitario, época en la que tuve la oportunidad de empezar a trabajar un
poco y con mis pagas iniciales pude comprarme mi primera bicicleta de
carretera. Fue esa Razesa con la que tantos kilómetros entrené el año pasado,
con la que tantos viajes de alforjas acometí hace décadas y con la que entre
otras cosas, completé la In Velo Veritas, Td3 y l’Eroica la temporada pasada.
Una acertada adquisición que me dio muchas alegrías y, a día de hoy, gracias a
esta afición por lo retro, me las sigue dando.
A lo largo de mi vida, si que poco a poco he ido haciéndome
de más bicicletas. Muchas son usadas y restauradas, pero son para lo que son…
no tienen el apelativo de “mi bicicleta de carretera”. Que adquiriera nuevas fueron
el tándem (por motivos románticos) y las de montaña (tres en 25 años), cuya
específica función hace que la conveniencia de cambiarlas se anticipe, por su
desgaste y por la aparición de innovaciones realmente irrenunciables
(suspensión delantera, paso de la primera a la segunda; y frenos de disco,
cambio de la segunda a la tercera). En cuanto a la carretera, entre la Razesa y
el momento actual, solamente estrené otra bicicleta, una Trek de carbono y
aluminio que creo que compré en 1995, y a la que he sido fiel, durante miles de
kilómetros y decenas de puertos de montaña, hasta ahora. Tras 19 años de
bicicleta, el funcionamiento de la misma sigue siendo correcto, y aunque está
parcialmente atacada por aluminosis, su ya entonces acertada elección de
desarrollos, me permitía seguir pudiéndola utilizar para mis entrenamientos y
rutas de larga duración. Sin embargo la edad ha ido haciendo que su geometría
ya no le siente demasiado bien a mi espalda, demasiada aerodinámica para mí. Se
me ha ido quedando larga y baja de manillar y eso lo pago en la zona lumbar y
en el cuello, si la etapa se alarga varias horas, o tras descensos de varios
kilómetros. Total que la bicicleta ha quedado relegada para el rodillo en
invierno y para mi hijo cuando lo desee (hasta ahora no ha mostrado verdadero
interés).
En definitiva, que el final del año pasado me ha deparado la
compra de una bicicleta de carretera nueva. El proceso ha sido interesante,
pero pausado y muy largo. En él me ha acompañado mi amigo Jesús, lo cual ha
provocado el desenlace de que ambos nos hayamos hecho con bicicletas
exactamente iguales. Cualquiera que las observe dirá que qué es ese hierro que
nos hemos comprado, que menuda elección, que vaya raros que somos… No nos
preocupa, yo estaba encaprichado de una bicicleta de estas características
desde hace más de 25 años, lo que ocurre es que nunca fue fácil de conseguir
algo así en España. Ya he dicho muchas veces que aquí la tendencia mayoritaria
es la de bicicletas réplicas de las “más de competición que haya”, sin
concesiones al precio, supuesta innovación, diseño “a la última”, etc. Pero
quien me haya ido conociendo, sabrá de sobra que esos no son en modo alguno los
“valores” que yo aspiro a encontrar en “mi bici”. Lo que nos hemos acabado
comprando ha sido, nada más y nada menos, que una bicicleta de viaje por
carretera. Algo que, como en seguida explicaré no ha resultado precisamente
fácil.
Antes mencionaré una breve justificación del porqué.
Sirvámonos de un símil: ¿por qué hay tanta gente que se compra coches
todo-terreno o “SUV”?. Cada cual que se responda a la cuestión. No es mi caso,
yo tengo un utilitario diesel, ligero, elevado de carrocería, más bien barato,
con bastante capacidad de carga, bola de enganche y barras de carga en el
techo. ¿Y las motos? ¿Acaso todos los aficionados se pasean en “pepinos R”?
¡No!, dentro de las que circulan por al asfalto hay ciclomotores, “scooters”,
deportivas, “clásicas”, “custom”, viajeras, “enormes”, “Rs”, “maxitrails”.
Precisamente mi moto es un ejemplo de una de las más vendidas en España y en
Europa: una BMW “maxitrail” para carretera, con todo el equipo de maletas para
viaje. Una moto que se desenvuelve muy bien en la ciudad, en todo tipo de
carreteras y desde luego en viajes. Pues mira tú por dónde, lo más parecido en
bicicleta a lo que disfruto en moto, es el tipo de máquina que nos hemos
comprado. De hecho considero que es una bicicleta de extremos bipolares. Me
explico. Si sólo me pudiera permitir una bicicleta que me tuviera que servir
para todo: ciudad, carretera, viajes, y hasta algunas rutas no asfaltadas;
definitivamente me decantaría por una de este tipo. Al contrario, si pudiera
tener tantas bicicletas como quisiera: antiguas, de carretera, de triatlón, de
montaña, de descenso, de ciudad, eléctrica, de viaje… ¡Tendría también una de
este tipo! La cuestión es que a día de hoy tengo más interés en los viajes que
en el entrenamiento; en rodar por rutas perdidas, secundarias o “maltratadas”,
que en las trilladas de siempre; en llegar y alcanzar mis propios retos, que en
tardar menos que los demás; en poder decantarme por cualquier desvío sin tener
que preocuparme por si todo estará asfaltado o no; en tener margen de
desarrollo para poder subir a cualquier parte; en poder “llevar algo” si hace
falta; y en pasar horas y horas relativamente cómodo. Será que me estoy
haciendo viejo… no lo creo, una bicicleta que pudiera ofrecerme todo esto fue
siempre mi pretensión.
Para poder adquirirla iniciamos un concienzudo “peinado” de
la oferta existente. Enseguida comprobamos que nuestras sospechas eran ciertas.
Esto no es “país para viejos” y en España este tipo de bicicletas apenas se
ofertan. Afortunadamente las grandes marcas se han vuelto a aproximar a ellas
gracias a una reciente moda o tendencia de bicicletas inspiradas en los modelos
de ciclo-cross. Están bien, fue la primera opción que barajamos, aunque pronto
lo descartamos porque no satisfacían varios de nuestros requisitos. Los resumo:
- Cuadro de acero: resistente, confortable, duradero, reparable y que nosotros mismos podamos recuperar con el tiempo con un simple lijado y pintado.
- Frenos de zapatas (cantiléver): nada de engorrosos cambios de pastillas de disco, averías complicadas, recambios frecuentes, etc.
- Cambio en las manetas de freno: cómodo rápido, funcional.
- Equipada: guardabarros, suficientes roscas para portabultos, trasportín trasero, etc.
- Estética: a ser posible que nos agrade mucho. Esto es importante, pero muy personal claro.
- Compra: que se pueda comprar en España. Parece una tontería, pero en el caso de este tipo de bicicletas no lo es en absoluto.
- Paso de rueda generoso: que permita montar neumáticos de 25 o 28 (mejor si se llega a 32).
- Rueda trasera de 36 radios: para que aguante mejor la carga de alforjas sin descentrarse.
- Precio: entre 1000 y 2000 €.
Descartadas marcas artesanas (Alex Singer u otras) que
trabajan por encargo y tienen precios muy elevados, así como otras de origen
centroeuropeo también excesivamente caras, nos centramos en un abanico
asequible, de origen preferentemente británico (4) y un par de americanas. La
mayoría de “free-rides” (esas adaptaciones del ciclo-cross que he mencionado),
estaban bien de precio, pero venían sin equipar, eran de aluminio (obstáculo
insalvable) y con frenos de disco. Por otro lado la Surley es un modelo muy
prestigioso entre los viajeros internacionales, y probablemente muy
recomendable, sin embargo, nuestra talla solo está disponible en versión de
rueda de 26 pulgadas, algo que no nos convencía en absoluto. El “casting” nos
dejaba pues seis modelos:
- Dos Raleighs: Sojurn y Gran Tour.
- Dos Dawes. Super Galaxy y Galaxy Tour.
- Una Kona: Sutra.
- Una Trek: 520.
Respecto a las Raleigh eran preciosas (más y mejor la
Sojurn, aunque en su contra tenía los frenos de disco). Lamentablemente ambas
vienen con rueda trasera de 32 radios, cuestión quizá admisible, pero el
descarte lo remató la imposibilidad de adquirirlas aquí.
La Trek era una opción muy atractiva, con todo prácticamente
a favor, excepto las manetas de cambio las cuales (como en la mayoría de estos
modelos) eran del tipo de ciclo-cross. Ese detalle era admisible, sin embargo…
de nuevo el mercado español… ese modelo no se sirve en España. ¿Por qué Trek
fabrica un modelo de viaje y de cuadro de acero para EEUU y no lo distribuye
aquí? (Raros, Jesús y yo debemos de ser raros; no digo diferentes, digo raros).
La Kona estuvo a punto de llevarse el gato al agua. Es una
buena opción, fallaban el tema de los frenos y del cambio, y quizás una
estética algo sosa para nuestro particular gusto.
Nos decantamos por una Dawes (quizá el fabricante más mítico
para este tipo de bicicletas, que es fiel al concepto del modelo Galaxy desde
1971 ). La elección no fue sencilla, estéticamente nos gustaba bastante más la
Classic, pero la decisión estaba entre disco y manetas o zapatas y cambio de
ciclo-cross. Al final la pasión nos llevó a la Classic. En síntesis el modelo
tiene todo lo que deseábamos (incluido un cuadro de acero Reynolds 631 y unos
pedales automáticos mixtos) excepto la cuestión de las manetas del cambio.
Resultaba la mejor opción. El tiempo nos dirá si hemos acertado.
Por el momento prácticamente no la he podido utilizar. No me
preocupa, no tengo prisa, espero que me dure 20 o 30 años, lo cual
probablemente suponga que se trate de mi última bici de carretera. Tendré que
experimentar un poco hasta reglar definitivamente la altura del manillar. Tiene
detalles tan “británicos”, como por ejemplo un soporte en un tirante trasero
para llevar un par de radios de repuesto, algo que yo hace años hacía con cinta
aislante en mi bici de carretera y que me sacó de un apuro en cierta ocasión y
a uno de mis cuñados en otra. No tengo ningún largo viaje previsto a corto
plazo, ya llegarán. Sin embargo estoy deseando que mejore un poco el tiempo
para empezar a afrontar largas cabalgadas, tremendas ascensiones (por fin
dispondré de triple plato…) y nuevos recorridos. Sé que mis medias se
resentirán un poco por cuestiones de aerodinámica y mayor resistencia a la
rodadura, pero hace tiempo que he dejado de tener prisa en bicicleta, además,
sinceramente, no creo que puedan bajar mucho más de donde ya están instaladas.
También sé que el conjunto pesa mucho más que cualquier otra de
carretera, pero eso me da lo mismo si dispongo de desarrollos que poder mover.
A cambio supongo que me pueda permitir el lujo de poder mantener el ritmo de
mis compañeros más habituales, así como gozar de la comodidad y ausencia de
nerviosismo que le confiere su geometría alargada (especialmente en las vainas
traseras, para dar espacio a las alforjas con respecto a los talones).
Algunos ya lo habréis adivinado, mi Dawes será la elegida
para acometer los intentos del GPCC y del Paso de la Vaca Pasiega. La primera
con unos cuantos kilómetros de rudo firme sin asfaltar y la segunda con tramos
terriblemente “pindios” (como decimos por la tierruca). Para despedirme,
comentar que tengo un amigo, al que echo mucho de menos en todas estas zarandajas
y planes sobre ruedas, que tiene precisamente una Dawes Galaxy desde el 92
aproximadamente (entonces no se denominaba Classic, porque los diseñadores no
tenían que afanarse en dar un aspecto clásico a las bicicletas). Siempre admiré
su bicicleta. Lamentablemente apenas la usa. A ver si con las nuestras le
animamos a que desempolve la suya y nos hacemos alguna escapada “dawensoniana”.
! Qué bici más bonita !
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