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viernes, 22 de mayo de 2015

21. RENACIMIENTO

"Los embajadores" Hans Holbein el joven
(National Gallery, Londres).

Mi padre era partidario de una formación integral de las personas. Entendiendo por ello una educación bastante completa, con ingredientes tecnológicos, técnicos, lingüísticos, artísticos, físicos y humanísticos, hasta conformar una buena base de partida, sobre la que más adelante poder cimentar una intensa preparación profesional. Incluso, dentro del periodo universitario, abogaba por dotar a los estudiantes de una visión amplia del conocimiento especializado, que no cerrara vías que a lo largo de la vida profesional pudieran necesitar ser abiertas. Él ironizaba con ello, y me comentaba que en algún punto intermedio se encontraba la virtud. ¿En algún punto de medio entre qué?. Y entonces venía su sentencia: “el extremo de la generalización del conocimiento viene representado por aquellos que no saben nada sobre todo tipo de asuntos”. Aquí es donde yo me permito incluir algunos ejemplos: políticos atrevidos que aseguran tener razón al legislar cómo tenemos que vivir todos los demás en cualquier aspecto de la vida; algunos jueces que se permiten la osadía de juzgar cuestiones de bastante calado profesional, sin tener el mínimo conocimiento técnico, científico o específico de ello; o periodistas que pretenden ilustrarnos a todos y crear opinión pública sobre cualquier tema que les caiga entre manos. Todos ellos ejemplos de profesiones en las que la tendencia a creerse siempre con la razón está presente en una proporción notablemente elevada entre sus practicantes. Pero mi padre continuaba con su declaración. Faltaba la segunda parte: “pero casi peor es el super-especialista, aquel que cada vez sabe más sobre menos cosas, y que si no tiene cuidado, puede acabar sabiéndolo todo sobre nada”.

Repasando mi trayectoria vital, tanto la laboral como la ociosa, he de decir que me gusta profundizar en los contenidos, pero que no puedo vivir ceñido a pocos temas. Necesito variedad, abanico de alternativas y campos de acción, tanto en lo relativo al conocimiento profesional, como a las aficiones. El asunto profesional no viene a cuento aquí, pero respecto a mis aficiones, a través de mis escritos queda claro que tanto en lo cultural como en lo deportivo, estas son bastante diversas y simultanean especialidades diferentes. No pretendo convencer a nadie de que este sea el camino correcto. En realidad no hay itinerario acertado. Si uno pretende alcanzar las máximas cotas de rendimiento deportivo deberá, necesariamente, especializarse al máximo. Pero si lo que se busca es la salud, la forma física integral o la diversión, es casi seguro que cierto grado de variedad resulte imprescindible.

En el mundo laboral, el presente está resultando de lo más incierto. Por un lado la oferta de empleo existente se apoya en gran medida en la necesidad de cubrir puestos muy especializados. Por otro lado, la duración de dichas necesidades es cada vez más efímera y el perfil especializado cambia constantemente. Dice un reciente estudio norteamericano de previsión educativa que más del cincuenta por ciento del alumnado que actualmente inicia sus estudios en primaria en aquel país, desempeñará en el futuro trabajos que aún no existen como tales. Todo ello parece sugerir que hacen falta personas que sean capaces de especializarse en cosas muy diferentes en muy poco tiempo. Algo francamente difícil de conseguir y que en muchos casos puede acabar produciendo expertos temporales en minucias vitales. Reflexiones de este tipo son las que sugiere Richard Sennett, uno de mis pensadores contemporáneos favoritos. Sennett es un defensor del amor al trabajo manual especializado  (y de cierta amplitud) de los artesanos; y un activo crítico de la evolución que está experimentando la fuerza laboral desde hace décadas. Siendo un experto, un sabio con merecido reconocimiento internacional, el mismo es un buen ejemplo de amplitud de miras, de conocimiento extenso: largo (profundo) y ancho (amplio) a la vez. El cuadro renacentista que encabeza este capítulo es una clara muestra de ello. En su libro “Juntos. Rituales, placeres y política de cooperación”, utiliza dicha obra (el lienzo) para ilustrar los cambios experimentados por la humanidad durante el Renacimiento. Esa “utilización” se convierte, desde mi punto de vista, en una fascinante explicación artístico-cultural-sociológica de una obra pictórica que de otra forma, para mí, casi hubiera pasado desapercibida. La lectura de Sennett no me la hubiese pasado de largo, porque ya me conquistó como fan desde mi encuentro con “El artesano”, pero gracias a él “descubrí” mi admiración por el cuadro de Holben.

El Renacimiento fue una época histórica de grandísimo interés, una transición humana que, entre otras cosas, sirvió para dar cerrojazo a la Edad Media y espolear muchos avances científicos y culturales. La producción artística durante este periodo pareció dispararse y nos dejó un espectacular legado en cualquier tipo de disciplina. Confieso que no es precisamente  el arte renacentista, el que más inclinación personal me estimula, pero como en el de cualquier otra época, hay muestras del mismo que me apasionan. Ya que esta temporada ilustro los escritos con encabezamientos pictóricos, me voy a permitir el lujo de exponer algunos detalles al respecto de esta particular época histórica. Una de las innovaciones más señaladas que surgió durante el Renacimiento en la pintura fue la utilización de la perspectiva, con ella las obras ganaron profundidad, realismo y empezaron a abandonar parte del “infantilismo” previo.
Innovadora perspectiva en "Lamentación sobre Cristo muerto"
de Andrea Mantegna

Casi paralelamente al nacimiento de la imprenta, el concepto de la difusión cultural a través de las copias se fue estableciendo y generalizado para los grabados. La profesión de creador de grabados se desarrolló y aportó un gran número de artistas de impresionante valía, como fue el caso del alemán Durero. Tanto trabajando sobre madera, como posteriormente sobre planchas de metal, aquello, lo de la producción de arte, cultura y conocimiento copiable y multiplicable, supuso un cambio radical para la humanidad, un cambio que en la actualidad, estamos aún asimilando en su versión “2.0”, tan sólo porque ha pasado de afectar a unos pocos ámbitos, a casi todos los demás.

 "Liebre joven" una espectacular muestra en acuarela de
Durero como pintor.
 "San Antonio" grabado de Durero.

"La Melancolía" otro conocido grabado de Durero.

Una de las aplicaciones en las que el grabado mostró más utilidad fue en la divulgación cartográfica. Se empezaron a dibujar mapas y planos. De territorios, de ciudades… del Mundo. Juan de la Cosa, Santoñés (por lo tanto vecino cercano, en diferido), dibujó la primera carta de navegación mundial conservada, que incluía al continente americano. Sin duda consecuencia de su presencia en numerosas exploraciones pioneras de descubrimiento, incluyendo los dos primeros viajes de Colón y una expedición de Alonso de Ojeda. La escuela mallorquina de cartógrafos, alcanzó una fama y prestigio extraordinarios durante la baja Edad Media, anticipándose a lo que pronto llegaría. Sus portulanos contenían buenas dosis de componente artístico, combinado con el conocimiento incipiente del asunto y los datos aportados por los cada vez más aventurados viajeros. Aquella escuela estaba especializada en la descripción cartográfica del entorno Mediterráneo y posteriormente fue perdiendo fuelle cuando las miras de los estados y reinos se trasladaron hacia las Américas. A ello hay que añadir el efecto de las persecuciones religiosas hacia algunos de sus más destacados expertos, pero su actividad sobrevivió algunos siglos más y su influencia sobre otros referentes de la cartografía europea fue incuestionable[1]. Por su parte el flamenco Mercatone (Gerhard Kramer) sentó importantes cimientos para la cartografía, con su elaborada propuesta de proyección de la superficie esférica de la Tierra sobre un imaginario cilindro del que se podrían extraer planos rectangulares. Su obra fue promovida por Carlos I y Felipe II, siendo entonces Flandes parte del Imperio Español. Y así podríamos continuar con muchos más ejemplos de avances personales u organizados en lo que respecta a la elaboración de mapas, planos y cartas. Por otro lado, como las ciudades se fueron erigiendo en centros de desarrollo humano, económico, social, cultural, de poder, etc. acabaron generando una geografía más localista que nacional. Ello es patente al comprobar actualmente la cantidad de planos de ciudades renacentistas que han sobrevivido hasta nuestros días. Todo ello sin evitar que se abordase la creación de los primeros atlas mundiales. Si el GPS o Google Earth nos parecen actualmente un adelanto cercano a la ciencia-ficción, no debería costarnos imaginar lo que debió suponer para aquella época tanta revolución cartográfica. Y ligado a todo ello, los viajes, los grandes viajes, los descubrimientos intercontinentales, las rutas comerciales, etc. fueran quizá la génesis de cierta vocación humana a desplazarse a lo largo y ancho de todo el planeta, algo que también actualmente se ha convertido en rasgo común del comportamiento humano.
El emncionado mapa del mundo de Juan de la Cosa.

Ejemplo de mapa medieval urbano: Amsterdam[2]

En aquella brillante época histórica, surgieron muchos genios, algunos de ellos precisamente caracterizados por una sorprendente polivalencia o pluridisciplinariedad. Personas capaces de mostrar genialidad, o al menos destacada competencia, en varios campos artísticos, científicos, culturales o productivos diferentes, a la vez. No tengo el suficiente conocimiento en la materia como para afirmar que dicha amplitud de capacidades fuera un rasgo generalizable a la población de la época, aunque durante mi periodo escolar me comentaron que así fue, al menos entre las clases urbanas más avanzadas. El caso es que si algo me atrajo especialmente del renacimiento fueron tres características que quiero resaltar:

  • La comentada superación del estancamiento cultural medieval.
  • La defensa, respeto o consideración de que la polivalencia humana es una posibilidad viable que no tiene porqué implicar merma cualitativa.
  • La recuperación de un bagaje de conocimiento y pensamiento antiguo (el clásico) que aún tenía mucho que ofrecer y que ser aprovechado.

Como ejemplo de amplitud de desempeños, Leonardo da Vinci puede valer como caso elocuente. Su obra y su excelencia son mundialmente conocidas. Por eso quiero destacar de la misma un par de detalles discretos, pero de lo más significativos para los asuntos que me suelo traer entre manos en este espacio narrativo. Entre su extensa obra gráfica de grabados[3], dibujos y croquis, encontramos toda una anatomía avanzadísima para la época, en la que los dibujos de los paquetes musculares, no tienen mucho que envidiar de los que nos ofrecía el Kapandji a algunos estudiantes en el Siglo XX (hablo de aspecto anatómico visual).
Apuntes anatómicos de Leonardo da Vinci.

El otro es una premonitoria colección de diseños de cadenas de transmisión, que en opinión de varios expertos historiadores del ciclismo, representan ser el germen del actual sistema de transformación del trabajo muscular humano en propulsión ciclista. Casi medio milenio de adelanto. En cuanto al diseño de la hipotética primera bicicleta, atribuido a Leonardo por la aparición de un simplón y esquemático garabato en uno de sus códices más famosos, ya se ha descartado como autoría del genial florentino y se sugiere que puede proceder más bien de cierto “vandalismo” cómico de algún jovencito mucho más reciente.
Bocetos de cadenas de transmisión por
Leonardo.

En cuanto a lo de recuperar valores, oficios, conocimientos… clásicos; si trasladamos dicha actitud ideológica, a la que actualmente planteamos algunos aficionados de lo retro en el mundo ciclista, podemos fantasear con la idea de estar viviendo una especie de renacimiento del pedal que no sólo abarca la restauración y utilización lúdica de bicicletas “clásicas”, sino que además se manifiesta a través de cierto desarrollo o crecimiento de lo que algunos denominan "cultura ciclista". La multiplicación de libros editados sobre el tema (novelas, recuperaciones históricas y ensayos incluidos), la aparición de micro-editoriales especializadas, cafés o “rincones-culturales ciclistas”, convocatorias y/o revitalización de eventos, festivales, salones, etc. Todo son muestras de un aparente renacer de la bicicleta en el entorno urbano y social. Prueba objetiva de ello es que tras haber pasado una “Etapa Media”, durante la cual desaparecieron casi todas las tiendas pequeñas especializadas exclusivamente en bicicletas, anuladas por el tirón de las grandes superficies comerciales, las tiendas (¡y talleres!) de barrio o centro urbano, surgen ahora como hongos y van reapareciendo por todas las ciudades, basando su negocio, no ya sólo en la venta indiscriminada, sino también en el mantenimiento, la reparación, la transformación o la restauración. De igual modo resurgen los desaparecidos artesanos, no los mismos en persona, sino nuevas generaciones que se enamoran de oficios desaparecidos y hacen de ellos su pasión: vuelve a haber constructores manuales de cuadros a medida, pintores, trabajadores del cuero. Y entre ellos toda una cohorte de diseñadores de perfil tecnológico o bien artístico, que cada año, cada mes, cada feria del sector, lo intentan con nuevas, originales, prácticas o renovadoras propuestas para la bicicleta o su parafernalia auxiliar. Lo mejor es que ello va de la mano de una reconquista del espacio urbano. Aunque las ciudades en las que la bicicleta muestra una presencia evidente y cotidiana aún son las menos, éstas son percibidas por la sociedad como ejemplos de vanguardia cívica y urbanística. La cantidad (y variedad de edad) de usuarios habituales de bicicletas en una ciudad, se ha convertido en un indicador de calidad de vida, y este proceso parece ser que no tiene marcha atrás, a pesar de una aún mayoría de ciudadanos reticentes al paulatino abandono del coche. La irrupción de las bicicletas eléctricas está favoreciendo el cambio, porque se ha convertido en una excelente oportunidad de ventas para muchos fabricantes, interesados en que la bicicleta esté de moda. Las tiendas que no apuestan por el modelo “taller” incorporado, en muchos casos optan por concepciones estilo “boutique” ciclista. En definitiva, muchos síntomas de que algo está ocurriendo.

Mi experiencia personal me lo sigue sugiriendo. Tras haber proyectado el documental “Retrovisión” por varias localidades, hecho que jamás hubiera sospechado que llegara a ocurrir, está semana he tenido la oportunidad de hacerlo en Madrid. Ha sido en el centro, en un local de moda que, con estética y fundamentación conceptual ciclista, ofrece una amalgama de servicios urbanos que integran la hostelería, la dinamización social, la promoción de la bicicleta y la cultura. El lugar me resultó tan agradable, tan interesante, tan animado… y me ofreció tan amable acogida, que no puedo menos que decir su nombre y recomendar su visita: "La Bicicleta Café y Workplace", en pleno animado centro de Madrid, en la Plaza de San Ildefonso, muy cerca de Callao. Allí se programan muchas actividades relacionadas con este fenómeno al que he llamado "Cultura Ciclista". En un acto promovido por la editorial La Biciteca y arropado por el destacado local, en esta ocasión nos reunimos Alejandro, Iñaki y yo, para dar contenido a una encantadora velada en la que primero se presentaron sus dos magníficos libros y después se proyectó el documental. Había gente, poquita, pero variada, y la mayoría completamente nueva para mí. A donde quiero ir a parar es a que este entretenido deambular, con una película casera debajo del brazo, hubiera sido impensable en cualquier otra época de mi vida. Hasta yo estoy disfrutando de algunos efectos de este… ¿renacimiento?
La Bicicleta Café (foto: Mahoumadrid)

Ignoro si cuando se consolide del todo la presencia de la bicicleta en nuestros núcleos urbanos, la implantación seguirá avanzando hacia el mundo rural y la comunicación interurbana. Eso sería lo ideal, también ha empezado a ocurrir en otros países, aunque me temo que aquí resultará mucho más difícil o improbable, pues harían falta varios cambios de actitud: por parte del lobby de la automoción (fabricantes, conductores, administraciones de tráfico, políticos…), de las empresas ferroviarias, e incluso de una ciudadanía que, en nuestro país, aún se empeña en dar la espalda al mundo rural y prefiere desenvolverse en el extrarradio del extrarradio del extrarradio... de una gran ciudad, en vez de entre los prados, montañas o bosques, que pueden ofrecer innumerables pequeñas localidades, cuya vida y masa crítica social convendría recuperar.

Nada de lo aquí expresado puede ser aplicado al ámbito de los patines en línea. Se trata de un “mundo” infinitamente más pequeño, que jamás ha tenido desarrollo alguno como medio de transporte. Presenta además muchas barreras de cara a su potencial utilización como costumbre cotidiana: barreras prácticas de indumentaria, de dominio técnico y de infraestructuras. Tampoco sueño con una revolución del patinaje (en tal caso sería revolución y no renacimiento, pero eso es ya otra “historia”), pero confieso que siento envidia y admiración por el desarrollo que esta modalidad deportiva ha alcanzado en Francia, con una espectacular oferta de “randonnées” no competitivas de larga distancia por toda su geografía, una amplísima red de carriles utilizables para viajar sobre ruedas y bastantes paseos urbanos (periódicos) sobre patines en grandes ciudades como París u otras.

En cuanto a las piraguas, tampoco le veo posibilidad alguna como medio de movilidad ciudadana. Y en lo que respecta a su transformación o crecimiento como medio deportivo de viaje o entrenamiento a través de los desplazamientos más o menos largos, es una práctica de lo más minoritaria. En mi opinión la gente no sabe lo que se pierde, y no es consciente de ello, porque aunque parezca mentira pensarlo en verano, de vacaciones y con la playa como referencia, en realidad, por lo general, en nuestro país, a nivel urbano, vivimos “de espaldas al mar” o al “espejo de agua” (río, lago, etc.). Los espacios acuáticos cercanos a las poblaciones los hemos utilizado como fuente de recursos, como destino séptico, etc. siempre pensando en su inagotable capacidad para cubrir nuestras necesidades y absorber nuestra inmundicia. Pero verdaderamente, como espacio de ocio activo y disfrute personal, salvo el masivo modelo playero, siempre ha sido cosa de minorías. En este sentido el surf sí que está experimentando una verdadera efervescencia, aunque creo que acabará moderándose, tal como en su día ocurriera con el windsurf pasados los 80. El kayak de mar ha mostrado un notable ascenso en usuarios, casi todos ellos ajenos al mundo competitivo. Siempre en localidades costeras desde luego, pero todo ello dentro de tasas de participación minúsculas, alimentadas a base de usuarios bastante autónomos, de mediana edad y cierta actitud aventurera. A inmensa distancia de poder considerarse como un fenómeno social. Entre tanto, los descensos turísticos de los ríos asturianos se han convertido en un atractivo turístico más, pero que no pasa de asimilarse, por parte de los usuarios, como una actividad singular para hacer una vez ocasionalmente. La cuestión es que, o mucho me equivoco, o nunca verán mis ojos un crecimiento destacado de la práctica popular del piragüismo, pero es algo que no sólo no me preocupa demasiado, sino que más bien me tranquiliza sentir.




[1] http://www.balearsculturaltour.net/PALMAGOTICA/cartografia.php?idioma=es
[2] SWIFT, M & KONSTAM, A: “Ciudades del Renacimiento”. Ullmann. Londres, 2008.
[3] NATHAN, J & ZÖLLNER, F.: “Leonardo da Vinci. Obra gráfica”. Taschen. Colonia, 2014.

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