Aunque el ciclismo retro sigue
formando parte de mi práctica ciclista, me ha llegado el momento de soltar
lastre. Circunstancias de la vida: reorganización espacial en el hogar,
apego a una amplia diversidad de modalidades deportivas, etc. El caso es que,
vía aplicaciones de compraventa de internet, pongo varias bicicletas (y algo de
ropa ciclista) retro a la venta. Además, porque nunca se sabe dónde pueden
surgir las personas interesadas, expongo aquí un recuento-inventario de lo que
pongo a la venta:
Procedimiento de los interesados:
Abstenerse curiosos. Tampoco regateo ni hago
envíos. El material está en Cantabria.
Contactar vía comentarios de la entrada (pueden
dejar dirección de email porque no haré público el comentario).
Expongo las pegas detectadas en el material,
pero no las arreglo porque no tengo tiempo, ganas ni sitio que utilizar como
taller.
En cuestión de semanas empezaré publicarlo
también en las webs de compraventa.
Kit retro A: Peugeot.
Descripción: Bicicleta Peugeot azul clara de
1975; completamente original, componentes españoles (fundamentalmente vascos
(más concretamente de Eibar)); talla 52 o 53 x 55 (ojo, tirando a larga); para
descripción más pormenorizada visitar el enlace de 1975. El “kit” se completa
con un maillot antiguo de punto (a juego con la bicicleta) talla M (la
cremallera no abre, pero se viste bien). El maillot es original Peugeot
(incluye un pequeño león en el pecho izquierdo) al que le encargué un bordado
textil en el pecho con la leyenda Peugeot. El conjunto se completa con una
gorra ciclista Peugeot bicolor en azul y blanco, de bastante buena calidad.
Pegas: las cubiertas son las originales, están
lógicamente cuarteadas. Si alguien fuera hacerle un uso verdaderamente activo,
debería ponerle otras. El pedal izquierdo se atasca, probablemente esté a falta
de algún rodamiento. Las opciones pasan por ponerle pedales antiguos (o réplicas)
en buen estado, o abrirlo y arreglarlo. Lo dejo en manos del comprador,
actualmente no tengo tiempo ni sitio para asuntos de taller.
Descripción: Bicicleta Super Cil naranja de los
años 60; completamente original (componentes en su mayoría de Eibar) excepto el
sillín (de cuero y más antiguo que la bici), la cinta del manillar, las gomas
de las manetas de los frenos y las cubiertas (que van a juego). Talla 51x53
(ojo, engaña porque aunque es baja, resulta bastante larga). El “kit” se
completa con un maillot de lycra, réplica de Fagor y una gorra ciclista.
Pegas: la biela izquierda tiende a acabar
generando holgura en su tornillo pasante de apriete. Tal vez necesite repaso (y
quizás de los pedales), aunque la utilicé sin contratiempos en un GPCC y en una
Anjou Velo Vintage. Lo dejo en manos del comprador, actualmente no tengo tiempo
ni sitio para asuntos de taller.
En la foto no aparece el sillín de cuero ni una cinta de manillar acorde a su época.
Bicicleta Gazelle.
Descripción: bicicleta Gazelle clásica holandesa
de “caballero” negra de 1952. Completamente original excepto su sillín de cuero
antiguo, tal vez los pedales (también antiguos) y las cubiertas, que se han ido
renovando con el uso. No tiene freno delantero y el trasero es de contrapedal. Es
de talla muy grande. Una auténtica holandesa de pedigrí.
Pegas: nada destacable tratándose de lo que es,
salvo que los cables de la dinamo andan desconectados.
Descripción: Bicicleta Gitane modelo “Route de
France” de 1980, completamente original, es un modelo de cicloturismo con
triple plato, guardabarros, portaequipajes, etc. Componentes típicos franceses
de la época. Talla 56x58 (grande). Una auténtica bicicleta de viaje.
Pegas: revisar el desviador delantero para meter
el plato más pequeño. Lo dejo en manos del comprador, actualmente no tengo
tiempo ni sitio para asuntos de taller.
Descripción: Bicicleta BH de doble barra baja tipo años 70, está bien
pintada con posterioridad. Componentes de gama baja, etc. Talla. Está
prácticamente sin utilizar.
Pegas: recomiendo una revisión (prueba) a fondo
de los frenos, etc. Porque sus componentes son básicos, el montaje general de
la bicicleta fue ajeno, y en casa prácticamente no se ha utilizado. Pese a
ello, bien puesta a punto, me parece una elegante bicicleta para uso ciudadano,
más ligera que muchas de las actuales.
Enlaces propios de interés: sin enlaces (algún día colgaré fotos).
Tenía una deuda pendiente con
Ampuero desde mis veinte años. En aquella época fui un par de veces a sus
fiestas. Una vez acampando cerca del río y otra en coche con desplazamiento de
regreso de madrugada. Entonces, ni encierro, ni toros, ni nada… noche, alcohol
y, si se terciaba, chavalas. Errores de juventud y testosterona que hacen que
uno se pierda lo mejor, la esencia de la fiesta, lo que justifica la visita,
porque lo otro, en realidad, lo hay en cualquier parte, no hace falta moverse
de casa.
Así que unos cuarenta años
después me planté en Ampuero a vivir un día completo de sus fiestas con la
mejor compañía posible: Tarzán. Este Tarzán es uno de los Tarzanes de
Ampuero, esos hermanos Aja cuyo primogénito fue de los primeros en correr
los toros por delante de la manada. Enamorados de su fiesta, a la que llevan
acudiendo décadas con entusiasmo. Nuestro anfitrión, que no es el mayor de los
hermanos, ya no corre el encierro. Recientemente octogenario (nadie lo juraría
al verle moverse) lo dejó hace pocos años, tras un lance algo comprometido con
el vallado. Pero allí vuelve, año tras año, a vivir la fiesta al completo. Y
fue él a quién tuvimos por suerte como cicerone.
Myriam posando con Tarzán.
Ya en busca del café matinal, con
las calles mostrando la tímida y limpia animación de la gente más madrugadora,
nos topamos con una memoria local viviente. Nos explicó el origen de los
encierros. En 1940, hubo que mover unas reses por culpa de una crecida del río,
y lo hicieron montando un recorrido por las calles. A raíz de aquello, a
alguien se le ocurrió la idea de organizar un encierro anual, por lo que, en
1941 se llevó a cabo el primero, que resultó muy localista: con monchinas (esa
raza tan montaraz, caliente y poco de fiar, que los ganaderos prefieran que
muevan sus perros) y un entramado de trazado levantado a base de ucálitos
(mis hijos, a quienes criamos durante tres años en una casa de labranza, en un
claro de monte de eucaliptos de Ribamontán, les encanta escuchar esa expresión.
No en vano, el grupo de teatro de nuestro municipio se apoda Ucálito).
Paseamos parte de la mañana
disfrutando de los detalles de arquitectura de la villa. Abundan en ella las
grandes casas de indianos, algunas fachadas de solana abalconadas, tan típicas
de la cuenca del Asón, y algunos singulares edificios de pisos de época
modernista. Tarzán vivió algún tiempo en el abuhardillado de una imponente
casona de indiano, y otro tiempo, en el último piso de un edificio de
transición situado en un extremo de la plaza. Como no soy experto en el asunto,
he preguntado al respecto del edificio a mi amigo Pedro, arquitecto, y me ha
ilustrado con la siguiente información.
«Es una manera de hacer que tiene
varias denominaciones porque mezcla elementos y no se adscribe a un movimiento
concreto. Racionalismo, cubismo, Decó… Después del regionalismo de los años 20,
las nuevas influencias europeas se incorporan a veces de una manera ecléctica,
algunas veces solo en la decoración. Bandas que remarcan lo horizontal con
ideas expresionistas frente a la verticalidad, ornamentación geométrica frente
a la clasicista, ausencia de alero, cubierta plana (al menos en apariencia),
paños planos, ventana en esquina, etc.».
Versión urbana de una casa de solana del Asón.
Casa de indiano pariente de los Tarzanes, ahora de otros propietarios.
Los dos Tarzanes mayores posando para el hijo de Chus en el jardín de la casa del indiano. (Imagen: reducida de copia de Bernardo Aja Maruri).
Contemplamos también la iglesia
levantada junto a un río y supimos que ha sido rehabilitada y reparada gracias
al enamoramiento que Michael Nyman experimentó por Ampuero, sus costumbres,
ambiente y cementerio. Para ayudar en tales labores, el compositor dio
conciertos benéficos cuya recaudación se empleó en diversos arreglos del
templo. Conocí la música de Nyman en los ochenta porque la coreógrafa y
bailarina Carmen Werner[1],
con quien tuve cierta amistad, utilizaba algunas de sus composiciones para sus montajes
de danza contemporánea. Su marido de entonces me regaló algunos vinilos
tempraneros, por lo que yo, con el paso de los años, seguí parte de la obra de
Nyman en la época de los CDs. La relación de Nyman con Ampuero se vuelve algo
más cercana en el caso de Tarzán, pues su hijo fotógrafo-artista, residente en
México, conoce personalmente al músico.
Iglesia de Ampuero.
Mi primer vinilo de Michael Nyman, todo un descubrimiento.
A medida que se acercaba la hora
del encierro, nuestros paseos ya discurrían por el recorrido, donde el ambiente
se animaba por momentos y las charangas iban y venían constantemente cruzándose
por la misma calle, aportando colorido y musicalidad al epicentro de la fiesta.
Nosotros, como la mayoría, ataviados de blanco y pañoleta, como mandan los
cánones. Son minutos de jolgorio, alegría y saludos, porque, aun no siendo de
allí, siempre se encuentran caras conocidas con las que hay que detenerse. Por
ejemplo Adrián, seguro que el más rápido de todos los corredores allí
presentes, lo digo porque el castreño es atleta especialista en 100 y 200m,
poseedor eventual de récords de la región, y actualmente nuestro mejor
exponente internacional en competiciones de skeleton… sí, esos locos que se
tiran en trineo por una especie de tubería de hielo.
Charangas cruzándose constantemente.
Por si la sonoridad festiva fuera
insuficiente (para nada era así) allí rondaba una pareja al pito y al tambor,
acometiendo tonadas muy de la tierra, y claro, como no pueden evitarlo, porque
lo llevan en los genes, las cuatro mujeres que nos acompañaban a Tarzán y a mi
durante toda la jornada, se lanzaron a bailar jotas montañesas.
Bailoteo irresistible.
Los "culpables" del arranque.
Llegado el momento preciso,
tuvimos el privilegio de acompañar a unos familiares de Tarzán a subir a su
piso para disfrutar desde allí de una vista privilegiada del encierro. El
edificio es imponente. Ya el portal le deja a uno impresionado con un enorme
mamparo de varios vidrios transparentes, enmarcados todos ellos en molduras de
madera que dibujan arabescos y perfiles de estilo modernista o Art Noveau.
Ascendimos dos plantas por una hermosa y generosa escalera con amplio patio
central, y nos invitaron a pasar a un inmueble que, entre galerías y balcones,
tenía vistas hacia tres de las orientaciones cardinales. Así pues, miradores
para la recta inicial (y final) del recorrido del encierro, su curva esquinera
de 90 grados, y parte de la recta principal. Todo ello multiplicado por dos, ya
que el de Ampuero parece que es el único encierro con trazado que se transita
en ida y vuelta. Así que allá que nos instalamos, en un balcón sobre la
angulosa curva y vista preferente al paso del puente.
El encierro se resolvió con
rapidez y, suponemos, bastante limpieza. Hacía buen tiempo y el espectáculo
resultó radiante y muy animado. Agradecimos el favor a la familia extendida
propietaria del piso y nos fuimos con algunos de ellos a tomar el vermú a un
bar de su preferencia. Y es que no hay como ir con los que saben, en
este caso locales, porque suelen decantarse por lugares agradables. Este era un
bar tranquilo, con sombra, a orillas del río y animación sin exceso. Prefiero
no dar nombres para evitar esa actual plaga de influencers que, faltos
de imaginación y personalidad, tienden a fagocitar los disfrutes de los demás y
a hacerlos públicos a gran escala, contaminando todo aquello que tocan y, en la
mayoría de los casos, echándolo a perder.
Con nuestros magníficos anfitriones.
A la hora de comer, buscando
descanso y calma, nos acercamos a recoger nuestras bolsas y nos plantamos en el
parque de arbolado que está situado en la ribera del Asón, cerca de la presa.
Instalados a la sombra, algunos aprovechamos para darnos un refrescante baño en
la presa, dejando que los chorros de agua nos masajearan toda la espalda. Acto
seguido, mantas desplegadas y a comer: bocadillos, jamón, ensalada de tomate
propio, patatas fritas, pechugas de pollo, melón… bota con syrah arreglado con
moscatel, y unas copas de clarete de Toro bien frío. ¿Y después? La duda
ofente… ¡siesta en la hierba!
De picnic
Cambiando el kit de picnic
por el de corrida (almohadillas e impermeables), nos tomamos un café en un bar
y rondamos por los alrededores de la plaza admirando de cerca el plantel de
lusitanos de Guillermo Hermoso. Un rato después, acceso a la plaza y cierta
espera de más (9 minutos) para que diera comienzo la corrida.
El rejoneo resultó regular. No
malo, pero he visto muchos mejores, y al propio Guillermo Hermoso en faenas
notablemente más meritorias. El primero lo resolvió sin grandes florituras y
muy trabado en los lances de regate frontal porque el toro no arrancaba y el
jinete tuvo que rehacer la maniobra repetidas veces. Mató a la tercera. Su segundo,
excesivamente premiado, resultó más vistoso. Muerte inmediata, aunque, quizás,
causada por cierto desvío pulmonar, a juzgar por las llamativas emanaciones de
sangre por la boca del animal. Aquí Guillermo se lució algo más con un par de
piruetas de caballo tordo ante el galope del astado y, sobre todo, con una
larga y precisa secuencia cambios de grupa nítidos, claramente marcados y muy
bien ejecutados por parte de uno de sus caballos azabaches. Su lance a dos
manos no fue lucido, pero el chaval cumplió en general, porque ya tiene oficio
más que suficiente y buenas monturas.
El Cordobés pasó por Ampuero sin
pena ni gloria. Hay que agradecerle que nos regalara una serie de capote con
cada uno de sus toros, aunque ambas pudieron haberse prolongado más, de no
haber sido por la intervención de su cuadrilla. En el primero, porque fue un
subalterno quien quiso lucirse algo más de lo debido y, aunque apuntaba
maneras, el respetable enseguida le puso en su sitio a base de improperios. En
el segundo, porque un capotazo absurdo de otro ayudante le robó el toro al
torero antes de lo debido, cuando ambos, diestro y morlaco, estaban funcionando
bien. Lo de la cuadrilla del Cordobés rozó el patetismo en el tercio de banderillas
(sin comentarios). En cuanto a la muleta, su primer toro tenía concentrada
fijación con el trapo, pero apenas embestía, por lo que el maestro enlazó pocos
muletazos y abuso en exceso de alardes de valentía estática, plantándose
delante de su cara y haciéndolo seguir al trapo con la mirada. No estuvo
acertado con la estocada y la faena resultó pobre en conjunto. Su segundo toro
era más espabilado. Demasiado, cara alta y disperso en su atención, así que con
él no hubo chulería ante los pitones. A cambio, el torero supo bajarle la cara
con la muleta y lo lidió a cierta distancia, pues el animal amagaba con pararse
a media embestida. Pero el problema principal lo puso el torero no sabiendo
componer, es decir, dar por finalizadas, de forma clara, cada serie. Después de
enlazar algunas embestidas fluidas, parecía cerrar con un pase y… ¡no!
Pretendía rematar con otro, pero ya no salía, y entonces intentaba más acciones,
y aquello perdía fluidez y esa artística alternancia entre acción y pausa que
algunos grandes maestros manejan tan bien. No me gustó. Ese lo mató bien, y un
miembro de la cuadrilla, por fin, ejecutó un impecable, fulgurante y limpio
descabello.
Lo mejor de la corrida, de largo,
fue la actuación de Manuel Escribano. Profesional, completo y estiloso.En orden inverso a tales calificativos, se
puede explicar que el diestro se mueve con arte de bailarín, no hace
aspavientos ni muestra brusquedades, lleva el salón a la plaza; es
completo porque trabaja el capote (algo que, actualmente, se echa bastante de menos
en demasiadas corridas), tiene repertorio de muleta y sabe matar, pero es que
además fue él quien despachó los seis pares de banderillas de sus dos toros, y
lo hizo con elegancia, clase, repertorio y excelente puntería ¡sí señor!; dicho
todo lo anterior, la profesionalidad no hace falta comentarla, pero quedó
subrayada con la paciencia mostrada en la furgoneta, a la salida de la plaza,
atendiendo con eterna sonrisa a la afición. En conjunto fue mejor su primer
toro que el segundo. En todo menos en la estocada que, aunque profunda y a la
primera, provocó una hemorragia de boca excesiva. La segunda faena se vio
ligeramente penalizada por la falta de arranque del toro en distancia (caso de
las banderillas, aunque Escribano supo adaptarse con calidad) y por la pérdida
de concentración de parte del público, más preocupado por algo de lluvia y por
salir de la plaza con descortés antelación y prisa. Aún así Escribano fue
doblemente premiado en ambos toros.
Un lance del rejoneo.
Salida a hombros.
El triunfador atendiendo a nuestra cazadora de famosos.
La plaza de Ampuero es generosa
en espacio para el asistente, y su diseño garantiza perfecta visión aunque haya
gente delante. No se llenó (serían tres cuartos) y el ambiente lo levanta una
animosa banda a la que felicito desde aquí, porque el público, de media de edad
bastante avanzada, se mostró poco elocuente (salvo para pedir premios). Lo que
falló fue la solidaridad y el respeto hacia los demás cuando empezó a llover
(último toro). Fue entonces cuando a algunas señoras se las notó mucha más
preocupación por su inversión reciente en peluquería, que por el disfrute de
los demás, y se abrieron algunos paraguas. ¡A ver si los prohíben de una vez en
las plazas, que hay medios sobrados para no mojarse si uno es prevenido!
Tras el festejo taurino, aún
tuvimos ganas y energía para volver a tomar algo a la plaza del pueblo e
incluso para bailar un ratito. Después, nos despedimos de Tarzán y su
compañera, les agradecimos cariñosamente sus atenciones y allí les dejamos
dándole al baile. Mi jornada en las fiestas de Ampuero fue memorable. La deuda
queda saldada y me alegro de haberlo hecho. Merecen la pena si se afrontan como
se debe. Las fiestas populares son un patrimonio cultural valiosísimo que
debemos cuidar y, en lo posible, tratar de disfrutar respetando sus esencias
más arraigadas. Su valor no se alcanza por la cantidad (de gente, presupuesto,
etc.) sino por la calidad de lo propuesto, el arraigo popular y cultural, etc.
Y, desde luego, no me cabe duda, ya lo he experimentado en numerosas ocasiones,
el mejor modo de conocer y disfrutar de una fiesta de estas características es
hacerlo con algún asiduo o agente local infiltrado. El nuestro fue
Tarzán, uno de su estirpe.
A la estirpe, al completo, Salvador, Jesús y Chencho Aja, les fue concedido el galardón Encerrona de Oro (otorgado por la revista del mismo nombre) en 2012, por su larga trayectoria como corredores en los encierros de Ampuero. Desde los años sesenta hasta los noventa.
Chus, de rojo, nuestro anfitrión, corriendo en 1981.
Chencho, el más joven, en los ochenta.
Salvador, el pionero de la familia, en el centro de la imagen con camisa blanca. Años sesenta.
Los tres hermanos, alineados horizontalmente delante de los toros. De izquierda a derecha: Salvador, Chus y Chencho.
[1] Carmen
Werner obtuvo la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes 2020, y fue Premio
Nacional de Danza, otorgado por el Ministerio de Cultura en 2007.