lunes, 15 de agosto de 2022

EN EL PAÍS DE LOS SOVIETS

Que me gustan los cómics no será novedad para mis lectores habituales. Ocasionalmente lo he mencionado, incorporando algunas referencias de novelas gráficas cuando consideraba que ello venía a cuento. De mi infancia y juventud recuerdo las revistas Trinca o TBO, las series de Hazañas bélicas, las de los Héroes Marvel (cuando eran en blanco y negro), El Capitán Trueno, Jabato, Roberto Alcázar y Pedrín, El corsario negro, El Sheriff King, Anacleto, La Rue del Percebe y tantos otros. Por encima de todos ellos, cuatro grandes obras de publicación permanente me entretuvieron sobremanera. Mortadelo y Filemón, como para casi todos los españoles de la época, siempre estuvo presente, haciéndome desternillarme de risa. Cualquier comentario se queda corto para intentar calificar la ingente obra de Ibáñez. Por “culpa” de mis dos hermanos menores, por casa pasó la serie íntegra (que es bien larga) del Teniente Blueberry. Magníficos dibujos para sofisticados guiones de “western” más adulto y actualizado. Pero hay que reconocer que a lo que mis familias nucleares (en la que nací y la que fundé posteriormente) han sido completamente fieles ha sido a las colecciones de Áxterix el galo y Las aventuras de Tintín.

Las aventuras de Tintín fueron obra de Hergé. Me siguen encantando sus volúmenes. A mí, a millones de personas, miles de adultos y a Steven Spielberg, quien reconoció que tardó décadas en osar siquiera intentar versionarlas en el cine. Tintín es cómic del denominado dibujo de “línea clara”. Un dibujo de gran calidad pero que evita perseguir un realismo excesivo o una gran sofisticación de matices. Los guiones del relato son buenos, pero lográndolo a través de la estructura y sucesión de acontecimientos, las recurrencias de un variado elenco de personajes, y moderadas y periódicas situaciones de intriga, acción y humor. Magistral. En mi casa tenemos la colección completa de Tintín. ¡Miento! Casi completa. Nos falta uno. ¡El primero! Uno casi apócrifo, incunable o secuestrado. Tintín en el país de los Soviets, publicado originalmente en 1930. Tintín nació en el seno de una publicación directamente integrada en un periódico conservador. Además, en su “ADN” el personaje surgió cargado de valores y competencias propias del ámbito Boy Scout. Así que no debería extrañar a nadie que el título y el desarrollo de su primera obra:

«[…] destaca por lo explícito y panfletario de la crítica realizada al régimen soviético, fruto del acentuado catolicismo de Hergé y de su pertenencia al grupo editor de “Le Vingtième Siècle”, de orientación muy conservadora y próxima a la Iglesia. Para entender mejor el nacimiento de esta historia, hay que recordar que tanto el asunto como el escenario le fueron sugeridos a Hergé por el director Wallez, al igual que sucedió con la siguiente aventura situada en el Congo». (Fernando Castillo. “Tintín-Hergé. Una vida del siglo XX”).

En aquella aventura, el texto no provenía del propio Hergé, sino de la adaptación de un texto de un cónsul belga que había vivido varios años en Moscú y produjo, a su regreso, una obra crítica con respecto al comunismo recientemente implantado en la URSS. Tintín viaja allí como reportero para conocer “la verdad” y trasladársela a la Europa “occidental”, eludiendo la vigilancia policial y evitando verse camelado por los responsables de las visitas “guiadas” oficiales para observadores extranjeros. Entre sus muchas peripecias también encontramos un fallido intento de prevención a un campesino “kulak”, al que el estado quiere requisar su producción de grano. Un reflejo naif de las acciones propiciadas por Stalin dirigidas, especialmente, contra los productores agrícolas ucranianos. Durante su regreso, Tintín vive algunas secuencias en Berlín. Lo que allí sucede (en realidad a lo largo de toda la aventura) tiene mucho que ver con el miedo occidental a la expansión soviética. Una “vocación” de comunismo imperialista que formaba parte de la ideología central durante el periodo de entre guerras y que como tal había sido incluso declarada por sus líderes (Trotsky sin ir más lejos). Precisamente, este miedo, unido a otras variables relacionadas con crisis económica y algunos otros factores, fueron importantes catalizadores del arraigo y rápido crecimiento de los fascismos europeos occidentales (¿han vuelto a sonar tales campanas cerca (unas y otras) recientemente?).

En general, la vida de Tintín, a excepción de su primera aventura, algunos guiños en otras y el retrato que ofrece de algunas dictaduras latinoamericanas, se mantiene lo más al margen posible de la actualidad política. No debería de extrañarnos porque la obra de Hergé sufrió dos parones importantes causados, sucesivamente, por la invasión nazi de Bélgica y la posterior liberación aliada. La primera le obligó a dejar una aventura a medias durante muchos años y a ser muy cuidadoso con los temas abordados en sus tiras. La segunda le costó una detención por presunto colaboracionismo, y bastante tiempo de “depuración” no oficial. Cualquier intento de enjuiciar al magistral autor desde la actualidad sería injusto, incompleto y falso. Si alguien tiene interés en ello, que se lea al citado F. Castillo que lo explica muy bien.

Portada del primer volumen de Las Aventuras de Tintín. (Imagen: Editorial Juventud).

El asunto de los soviéticos, los rusos (que no es lo mismo, pero tiene mucho que ver) y la evolución de los países del antiguo Bloque del Este, así como la existencia del Telón de Acero, son parte fundamental de la historia europea y mundial a lo largo de todo el siglo XX y, como ahora mismo podemos comprobar, con efectos directos sobre la evolución de los acontecimientos del XXI. Todo ese maremágnum de relaciones causa-efecto, de nudo gordiano o de sistema complejo, tiene también su impacto sobre lo deportivo, generando una serie de configuraciones, hechos y relatos que me han interesado bastante por la proximidad que tienen con algunos aspectos de mi desempeño laboral. Y la cuestión es que una lectura reciente me ha recordado el tema una vez más.

La lectura ha sido la última “entrega” de “monografías ciclistas” en la que se ha embarcado Marcos Pereda. Habiéndonos llevado anteriormente por el Giro, La Vuelta, El Tour, un variado surtido de clásicas y otras carreras, y el ciclismo colombiano (esa lectura la tengo pendiente), esta vez nos ilustra sobre La Carrera de la Paz, que fue el máximo exponente del ciclismo “del Este”, especialmente desde la perspectiva de las grandes vueltas por etapas. Una carrera en la que el protagonismo soviético es parcial y menos importante que el de los países más involucrados en su desarrollo: Polonia, Checoslovaquia y la República Democrática Alemana (RDA). Los “soviets” estuvieron, sí, pero llegaron más tarde, aunque una vez involucrados incorporaron equipos potentes, corredores de éxito y rico anecdotario.

El libro en cuestión es: Marcos Pereda: “La Carrera de la Paz. Rojos sobre ruedas, palomas en maillots”. Báltica. Madrid, 2022. En él, Pereda nos cuenta los orígenes de tan singular carrera ciclista, su desarrollo histórico y su final, con unos últimos años que desvirtuaron las esencias de lo que fue. También nos cuenta muchas sabrosas anécdotas de determinadas ediciones, etapas singulares, equipos concretos y un buen puñado de corredores. Lo más laureado, entretenido y curioso de la historia de aquella prueba tan peculiar y desconocida para el aficionado ciclista convencional. El autor es fiel a su estilo habitual, irónico, directo y sarcástico. Con un tono, quizás incluso más coloquial que en algunas ocasiones anteriores. Algo que no debe hacernos caer en el error de suponer una hipotética falta de rigor documental, aspecto en el que Pereda nunca falla. Una vez más, se informa bien, se “entera”, lo busca, lo desmenuza, lo reordena a su gusto y lo suelta vinculándolo ¡siempre! Con el contexto histórico general: político, bélico, cultural, geográfico y social. Independientemente de que al lector le caiga mejor o peor el narrador imaginario (no el autor), esto es, el tono personal que el autor consigue imprimir al texto, la obra es imprescindible dentro de una hipotética biblioteca de la cultura del ciclismo deportivo en español. Lo es porque el trabajo es bueno y completo, y la Carrera de la Paz merece estar en dicha “biblioteca”. Lo del tono lo digo porque hay lectores que gustan de “formas” serias y respetuosas para leer según sobre qué temas. Gente que no se toma la historia o el ciclismo legendario a broma. Otros, por el contrario, aprovecharán para informarse bien sobre este tema, a la vez que sonrían al leer, e incluso se carcajeen en algunos pasajes.

Portada del libro de Marcos Pereda. (Imagen: Editorial Báltica).

Volviendo al tema del deporte en la cultura comunista, la de antes y la de determinados coletazos que hoy en día sigue dando, es un asunto que da para mucho y que genera unas cuantas ramificaciones temáticas con bastante injundia. Sin considerarme en absoluto un experto en ello, sí que he abordado algunas de todas las posibles cuestiones en varias ocasiones y lugares. En este mismo blog ha habido entradas que se han centrado total o parcialmente en cuestiones relacionadas con el deporte comunista. En Al otro lado del telón de acero escribí algunas cosas sobre un histórico ciclista ruso, sus equipos de CRE y la Carrera de la Paz. Tristes noticias, entre otras personas, daba cuenta de tres malogrados corredores checoslovacos. Hay algún apunte ruso en el tratamiento que di al Dopaje. Volví a tratar muy ligeramente la Carrera de la Paz en ¡Rodando! (Cine y bicicleta). Mencioné al potente equipo “rojo” en CRE (LA KLASIKA). Y di cuenta de algunas espectaculares fugas de deportistas “del este” en Anécdotas de la Tierruca. Menciones, seguro que ha habido muchas más, pero no me he puesto a rebuscarlas por ahí. Lo que quiero dejar claro es que este asunto del deporte y el comunismo es un tema que me atrae. Y lo hace, especialmente, desde una perspectiva sociológica.

En cierta ocasión me encargaron dar una charla sobre el deporte y la problemática de los refugiados. La titulé Deporte y refugiados. Ídolos, exiliados, tránsfugas y mercenarios e, inevitablemente, tuve que incluir una mirada (entre otras muchas) al fenómeno deportivo en los países comunistas. También me sumergí parcialmente en esas aguas en dos momentos diferentes de mi libro Homo Skater. Uno en el capítulo titulado El Ejército Rojo, en el que repasaba la modalidad de hockey sobre hielo a través del cine, y acababa centrándome mucho en las relaciones USA-URSS y la Guerra Fría a través de ese deporte y sus películas. La otra fue, necesariamente, en el epílogo titulado La sombra Samaranch es alargada, porque es imposible desvincular cualquier biografía suya de sus estrechas relaciones con el deporte soviético, protagonizando una especie de “Transición deportiva hispano-soviética”.

Lo dicho, que todo este asunto me ha despertado siempre bastante curiosidad e interés. A mí, y a mucha gente con inquietudes por la historia, cultura o realidad deportiva internacional. Es más, considero que lo del deporte en estados comunistas es un tema clásico que reaparece cada cierto tiempo en la prensa, quizás a modo de oportunidad almacenada a la que poder volver cuando se siente cierta necesidad de generar contenido y no hay mucha actualidad a mano. En la prensa y en las tertulias particulares de cualquier grupo de ciudadanos, porque el tema suele dar mucho de sí. Generalmente, cuando hablamos del deporte al otro lado del Telón de Acero, ahora ya sin telón, y reconfigurado con la inclusión de China o algún otro candidato, suelen surgir varios asuntos recurrentes:

Uno es el supuesto “amateurismo” de los deportistas de alto nivel en los países comunistas. Un aspecto que siempre ha sido criticado desde “occidente”, pero que, tras un análisis no necesariamente profundo, enseguida encontraríamos como nuestros propios países han ido diseñando fórmulas para que nuestros deportistas de élite “amateurs” sean, de hecho, igualmente profesionales. Y muy vinculado a ello, durante gran parte de la segunda mitad del siglo XX, el morbo de los hipotéticos, quiméricos o, en algunas singulares ocasiones, reales enfrentamientos entre lo mejor del amateurismo comunista contra el profesionalismo oficialmente declarado (baloncesto, ciclismo, hockey hielo…).

Interesante y significativa imagen de un instante en uno de los partidos de las "Summit Series" de 1972. Enfrentamientos sucesivos entre el poderoso equipo soviético ("amateur") y la selección profesional de Canadá (lo mejor de lo mejor). Interesados en tan singular acontecimiento deportivo histórico, pueden profundizar más en ello leyendo "Homo Skater". (Imagen: nhl.com).

Otro tema más frecuentemente abordado por el periodismo es el del “Dopaje de estado”, especialmente asignado a la antigua RDA, a la URSS y, ahora, manteniéndolo vivo, a Rusia. Dopaje ha habido por todas partes. Lo sigue habiendo. De estado, de equipos muy profesionalizados, de proveedores médicos, occidental, oriental, asiático, norteamericano, etc. Quizás algún que otro país siga promoviéndolo u organizándolo de un modo centralizado y sistemático. Quizás también su persecución mantenga ciertos sesgos de tratamiento relacionados con intereses culturales o geopolíticos… En fin, mucho donde escarbar.

Uno de tantos enfrentamientos históricos entre Marita Koch (RDA, de azul) y Jarmila Kratochvilova (Checoslovaquia, de blanco), reinas de los 200 y 400m; y 400m y 800m, respectivamente. Aunque la alemana empezó a triunfar en los setenta, sus carreras se solaparon bastante durante los ochenta. Sobre la primera sobrevolaban las sospechas de dopaje de estado de la RDA. En cuanto a la checoslovaca, las sospechas provenían de su llamativo aspecto musculado y lo tardío (en edad) de sus éxitos. Sin pretender acusar a nadie (ellas son solo un ejemplo de poderío entre otros muchos de ambos sexos) la ciencia aplicable al dopaje estaba infinitamente más avanzada que la desarrollada para su control o detección, que era muy básica. (Imagen: ekipa24.com).
 

Históricamente, las fugas y deserciones de deportistas han dado mucho juego para relatos espectaculares, aunque es algo que ha perdido “punch” porque ha cambiado mucho la configuración de los países, sus regímenes de movilidad ciudadana, etc. Digamos que las fugas y deserciones actuales tienen poco que ver con el jugarse la vida y la muerte durante el proceso, y mucho más con el dinero y los intereses personales de los deportistas, y político-deportivos de los países receptores (España en esto, más que “progresar adecuadamente”, “destaca”). La RDA solía llevarse la palma en cuanto a casos espectaculares, pero también se fugaron futbolistas húngaros, gimnastas rumanas, etc. Algunos escapando directamente, y otros aprovechando las giras deportivas internacionales de sus equipos.

Ladislao Kubala, "crack" futbolístico del FC Barcelona en los años cincuenta. Se incorporó al fútbol español en plena dictadura franquista, en un "lote" de refugiados húngaros y tras una serie de avatares diplomático-deportivos de los que tanto el Real Madrid (Puskas) como el FC Barcelona (Czibor y Koksis) salieron beneficiados. (Imagen: lavanguardia.com).


Un cuarto asunto recurrente es el de la valoración cuantitativa de los resultados deportivos. El éxito de medalleros en campeonatos de mundo compuestos por muchas pruebas (atletismo, gimnasias, natación, etc.) y, especialmente, Juegos Olímpicos. Sobre todo ello me gusta leer, informarme, hablar e incluso escribir, se me ocurre bastante que decir o plantear al respecto, sin embargo, no lo voy a hacer ahora. No, en esta ocasión, es otro punto sobre el que quiero incidir. Un ámbito que resultó clave para parte de mi desempeño profesional: las ciencias del deporte y del entrenamiento.

He leído que la declaración de la formación de la URSS se produjo en diciembre 1922 (soy nefasto para memorizar fechas). Desde aquel momento histórico hasta el inicio de la II Guerra Mundial, los historiadores del deporte explican la evolución del deporte de estado en la URSS en tres fases. Previamente, el deporte se había visto sometido a las necesidades de estado de guerra, enmarcado en el Vsevobuch (una organización que buscaba proporcionar soldados en buen estado físico).

Durante la primera fase, pasada la guerra, se consideró imprescindible dar la espalda a los JJOO y a las organizaciones federativas internacionales en general y, simultáneamente, tratar de crear otra concepción deportiva próxima a constructos como los de deporte obrero y cultura física. El problema radicaba en que ninguna de las dos conceptualizaciones estaba claramente construida. Prueba de ello es que coexistían varias corrientes de interpretación ideológica del deporte. Por un lado, la higienista, que pretendía fomentar el trabajo de equipo y denostar el individualismo, además de considerar que el entrenamiento y el esfuerzo competitivos eran excesos poco saludables. Por el otro, el Proletkult, que preconizaba un deporte proletario antiburgués, pero que no aclaraba demasiado en qué debía de consistir.

En ese contexto de confusión y cierto desorden, surgieron dos organizaciones internacionales que pugnaron por liderar los movimientos deportivos de la izquierda en Europa. En 1921 se creó la Internacional del Deporte Rojo, con dirección (y evidente mando) en Moscú, a pesar de incorporar delegaciones de bastantes países, incluidos nórdicos y “occidentales”. Supuestamente complementaria y amiga, aunque pronto en pugna y evidente oposición y con puntos de vista diferentes, ya existía la Internacional Deportiva Obrera (posteriormente IDO Socialista) algo más “occidental” en sus componentes, y con dirección ejecutiva en Lucerna. Esta segunda fue la responsable de la organización de los denominados Juegos Olímpicos del mundo obrero. Mientras la “Roja” pretendía crear deportistas revolucionaros que hicieran la revolución por toda Europa, la “socialista” se centraba en un reformismo meramente deportivo y pacifista. Ante la disparidad de criterios, la Internacional Roja intentó introducirse en niveles nacionales de la otra, para tratar de ir transformándolos en organizaciones revolucionarias, constituyendo «la avanzadilla física del proletariado’. […] era ante todo, una oficina de agitación y de propaganda al servicio del Komintern». (André Gounot: “Entre exigencias revolucionarias y necesidades diplomáticas: las relaciones del deporte soviético con el deporte obrero y el deporte burgués en Europa (1920-1937)).

«Cada deportista obrero debe ser un soldado de la revolución mundial’ […] Esta concepción de una misión exclusivamente revolucionaria de la práctica deportiva va ligada al rechazo de todo contacto con las federaciones deportivas oficiales de otros países, y especialmente con el Comité Olímpico Internacional (COI). [… no participar en sus competiciones] por asociarlas a un chauvinismo intransigente, al espíritu de competencia, al individualismo y a la manía de los récords, es decir, a todos los síntomas de un capitalismo decadente». (AG).

En todo caso, todo ello caracterizado por intenciones poco o mal asentadas dentro de un contexto de gran desorden y conflicto interno, y cierta disparidad de modo de actuar con respecto a la Educación Física y el deporte en las distintas regiones. La solución vino en 1923 con la creación del Consejo Supremo de Cultura Física encargado de centralizar las tomas de decisión y definir la ideología deportiva de todo el estado soviético.

Por ejemplo, en 1924, una importante resolución declaraba que el deporte soviético debía desarrollarse «contra el entrenamiento racional, con vistas a la mejora de las marcas, cada vez más practicado en la URSS», y rechazaba los argumentos diplomáticos utilizados para competir contra naciones “occidentales”. Sin embargo, en 1926, se proponía hacer excepciones en aquellas modalidades en las que la URSS atesorara buen nivel, para «contribuir al prestigio del primer Estado obrero y así reforzar el movimiento deportivo proletario en los países capitalistas»; «vencer al capitalismo en los estadios». Aquello permitía participar en formatos burgueses si se optaba a ganar, pero, en general, mantenía un gran aislamiento deportivo internacional. En todo caso, la mencionada “excepcionalidad” suponía ser el primer germen de una política posterior de desarrollo del deporte de alto rendimiento que se iniciaría en torno a la década de los años treinta.

«En ciertas circunstancias, la participación de ajedrecistas procedentes de la clase obrera en los torneos burgueses sería políticamente beneficiosa, teniendo en cuenta que así se unirían a los trabajadores en torno a la idea de una solidaridad de clase, y en una oposición de clase a la burguesía. La Selección de Ajedrez considera, en consecuencia, posible, para las organizaciones de ajedrez proletarias, tomar parte en los encuentros internacionales a fin de que, por medio de las victorias sobre los maestros burgueses, la dignidad de las masas proletarias y la fe en su fuerza y los talentos de la juventud sean realzados». (En Shakhmatny listok 1925; en “La política exterior deportiva de la Unión Soviética durante el periodo de entreguerras (1917-1941)” James Riordan).

Ajedrez, fútbol y poco más. Tras una gira bochornosa de la selección de fútbol (bochornosa por causas que se me escapan, pero que debió de tener que ver con cuestiones multifactoriales de resultados, sobre todo comentarios políticamente inapropiados y, quizás, comportamientos poco dignos), las autoridades se preguntaban «¿Cómo continuar glorificando el deporte soviético cuando sus representantes le desacreditaban con su comportamiento, haciendo el juego a la argumentación antibolchevique de los socialdemócratas? […entre otras cosas se proponía] ‘recibir instrucciones lo más detalladas posibles’». (AG).

La reflexión tiene doble lectura. Una, de control intervencionista sobre el comportamiento futuro de los deportistas; y otra, nada desdeñable, un reconocimiento implícito a la importancia de la imagen internacional a través del deporte.

En otra línea de actuación, en 1928, a través de la Internacional del Deporte Rojo y el Consejo Supremo, se organizaron las primeras Spartakiadas. Esta especie de “juegos comunistas” nacieron con una evidente doble intención de alternativa o contraposición a los JJOO convencionales, y a los Juegos Olímpicos del mundo obrero (dependientes de la “socialista”). Las Spartakiadas prevalecieron sobre los segundos, aunque la participación extranjera de la primera edición alcanzó un escuálido 15% del total de atletas. En realidad, en lo deportivo no se diferenciaban demasiado de los JJOO. Sin embargo, proponían un ambicioso programa turístico-cultural integrado al deportivo. Más destacado papel de los desfiles (casi obsesión), instalación de ferias, rallyes de coches y motos, danzas folclóricas, recitales de poesía, conciertos… todo un complemento cultural. Y ¿recuerdan? Visitas guiadas al “país de los soviets”, a sus fábricas, granjas, etc. Como Tintín.

Cartel de la I Spartakiada de 1928. Arte y diseño gráfico "proletario" de gran interés, al que también hace referencia Pereda en un interesantísimo pasaje de su libro. (Imagen: ex.gallerix.ru; obra de S. Vlasov).


Casi inmediatamente después se consolidaba la segunda fase. Y es que el cambio no fue del todo repentino, sino fraguado poco a poco en la progresiva evolución a algunos de los factores ya explicados, además de la irrupción de otros de tipo externo. Se la sitúa con inicio teórico en 1929, aunque tiene mucho que ver con la doctrina de socialismo de un solo país expresada por Stalin en 1924. Dada la evolución de los acontecimientos internacionales, a pesar de la motivación de Trotsky de difundir una especie de revolución colonizadora y expansiva originada desde la URSS, Stalin había llegado a la conclusión de que tal idea se había vuelto inviable y entendía la necesidad de desarrollar una postura más defensiva, aislante y de fortalecimiento interno, en vez de expandir la revolución. Pese a ello, en lo que respecta al deporte y al asunto de si competir o no contra naciones y deportistas burgueses, se mostraba en desacuerdo con la Internacional “socialista”. Esta alegaba que tajantemente no, mientras que la “roja” mutaba hacía un sí, con el fin de tratar de establecer lazos con países y obreros “salvables”, lo que dejaba terminantemente fuera a las naciones fascistas, de preocupante crecimiento en Europa. Esta postura de interacción deportiva de competición se hacía extensiva hacia países fronterizos. Tanto buscando fomentar amistad, como en un intento de demostración de avances internos. Es decir, doble función: diplomacia y propaganda. En realidad, tampoco hubo mucho “encuentro” deportivo. Se dio especialmente con el fútbol, básicamente porque en esa modalidad eran buenos. Por otro lado, las giras del equipo nacional mostraron una errática evolución de los resultados. Se inició con goleadas escandalosas contra varios equipos finlandeses, sin embargo, durante la gira por Turquía, la escuadra soviética o perdía, o empataba o ganaba por la mínima. Dada la diferencia abismal de nivel entre los contendientes, estaba claro que los jugadores soviéticos seguían “instrucciones” para no humillar a los turcos. El fomento de encuentros deportivos internacionales tomó dos rumbos bien definidos: las proximidades europea y asiática.

Durante esta fase proliferó la utilización de discursos patrióticos y nacionalistas, utilizando al deporte como vehículo ensalzador de potencial, fuerza y dinamismo. Algo que hoy en día es habitual en la mayoría de países, incluido el nuestro. A pesar de una mayor disposición a competir fuera, esta se veía limitada al no pertenecer la URSS a las organizaciones deportivas internacionales, además de por frecuentes negativas de visados por parte de países “occidentales”, y a que la URSS solo lo proponía en disciplinas en las que eran muy competentes.

La tercera fase se desarrolló durante la década de los años treinta. En 1934 se pretendía estimular una especie de coalición “antihitleriana”, por lo que, en 1935, se procuraron intensificar los encuentros internacionales con el deporte “burgués”. De tal modo que las dos asociaciones (“roja” y “socialista”) seguían sin acuerdos de casi ningún tipo, salvo el de boicotear los JJOO de Berlín de 1936. En lo que respecta a la cuestión del entrenamiento deportivo, en la URSS, la vocación internacional (y la función propagandística que llevaba asociada) hicieron que se produjera un giro radical de concepto, ideología y determinación. A partir de entonces se trataba de hacer todo lo posible para evitar las derrotas, vista la importancia política de las competiciones.

«Hemos trabajado, y debemos seguir trabajando con más energía todavía, para que los deportistas soviéticos se conviertan en los mejores del mundo, de tal manera que, en los próximos años, la URSS llegue a ser el país con más récords del mundo». (Internationale Sportrundschau, 1935).

Para entonces iba quedando clara la pérdida de interés en el movimiento deportivo obrero internacional, y ganándolo en el “burgués”, aunque los equipos nacionales se prodigaban poco internacionalmente porque la URSS no se había integrado todavía en las federaciones deportivas. En 1937 se disolvió la Internacional Roja Deportiva, adiós al deporte “obrero” internacional. Esta tercera fase, o lo que de ella tiene que ver con un nuevo afán por el entrenamiento y el logro deportivo en competiciones internacionales, se vio aplazada al declararse la II Guerra Mundial. Tras su final, y un razonable periodo de asentamiento internacional, la URSS acabó confirmando su giro hacia el enfrentamiento deportivo global.

«En los años previos a la II Guerra Mundial, los anteriores estudiosos soviéticos del entrenamiento, junto a las aportaciones del fisiólogo EK Zhukov, DA Semenov, VA Petrov Grantyn, AN Krestovnikov, AA Ovanesyan, IM Koryakovsky, GV Vasiliev, BN Vzorov, VM Dyachkov, etc., habían publicado una significativa cantidad de trabajos con importante información sobre los conceptos básicos en los que se debería fundamentar la teoría del entrenamiento». (JM García Manso & N. Santana Suárez: “Planificación y programación deportiva”. Qunidió, 2021).

Efectivamente, la fase de interés por el rendimiento máximo se había iniciado antes del conflicto. En 1943, Vladimir Aleksandrovich Engelgart, fundador y primer director del Instituto de Biología Molecular de la Academia Rusa de las Ciencias (más tarde rebautizado con el apellido del científico), recibió el Premio Stalin por su trabajo Propiedades enzimáticas de la miosina y mecanoquímica de los músculos. Lo ganó en colaboración de su esposa Militsa Nikolevna Lyuvimoba y de Alexander Evseevich Braunstein. Este último fue uno de los miembros de la Academia de Ciencias de la URSS que, en 1973, mediante una carta publicada en el periódico Pravda, firmaba la condena del comportamiento antipatriota del académico Andrei Dmitrievich Sakharov (Premio Nobel de la Paz en 1975). Y es que Sakharov, además de doctor en física y matemáticas, era antimilitarista y pacifista, pero, hacía «declaraciones que desacreditan el sistema estatal y la política exterior e interior de la Unión Soviética». Según la carta, su defensa de los derechos humanos se había convertido en un modo de «desacreditar el honor y la dignidad de los científicos soviéticos». Asunto, este último, que luego repasaremos. Por ahora vemos interrumpidos los avances en ciencias del entrenamiento deportivo por culpa del conflicto bélico.

Una vez finalizada la guerra, la incorporación de los deportistas de la URSS a los eventos internacionales no fue inmediata. Su nuevo planteamiento estratégico requería gestionar la incorporación del país a los diferentes organismos y federaciones deportivas internacionales. Lo fue haciendo paulatinamente hasta que, en 1952, se incorporaba a los JJOO en Helsinki. Antes de aquellos JJOO, la URSS ya había empezado a destacar en los Campeonatos de Europa de Atletismo (1946), Halterofilia y Lucha (ambos en 1947) o Baloncesto (1947). Así que a Helsinki no fueron a probar sin más, que va. Para entonces, su desarrollo deportivo, basado en el científico-deportivo, ya estaba bastante consolidado, como quedó demostrado al encaramarse al segundo puesto del medallero total, a apenas 6 medallas de los EEUU. Todo ello parecía provenir de una reunión del Comité Central del Partido Comunista, celebrada a finales de 1948, en la que se planteó un plan para el desarrollo deportivo del país, basado en cuatro puntos clave: fomento del deporte popular, mejora del de élite, desarrollo de un plan estratégico para lograr la supremacía mundial en las competiciones deportivas, y puesta en marcha de un plan de infraestructuras.

Logo-cartel de los JJOO de Helsinki de 1952. (Imagen: wikipedia).


Este parece un momento apropiado para insertar un intermedio en el que hablar de la figura de Ivan Petrovich Pavlov (1849-1936). Y es que, alrededor de su figura se fue construyendo gran parte del desarrollo científico general (y deportivo) posterior de la URSS. Fue Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1904. Conocido por todo el mundo por su teoría del Condicionamiento Clásico, basada en su Ley del Reflejo Condicional, fue un experto en aparato digestivo, pero gracias a su descubrimiento más popular, empezó a establecer relaciones importantes entre la fisiología y la psicología, generando, a la postre, el desarrollo del conductismo y estimulando una amplia corriente de pensamiento científico sobre la importancia del entorno en el desarrollo de las personas. Al lenguaje, sin ir más lejos, llegaría a considerarlo como una función resultante de una cadena de reflejos condicionados, aunque esto sería pasada la revolución. Y es que la Revolución de Octubre de 1917 no le pasó factura personal, laboral ni científica.

«La Guerra civil rusa y la llegada de los bolcheviques no influyeron en sus investigaciones. A pesar de no sentir simpatía por el nuevo régimen, no sufrió represalias por parte de los comunistas. Después de la Revolución de Octubre fue nombrado director de los laboratorios de fisiología en el Instituto de Medicina Experimental de la Academia de Ciencias de la URSS». (Wikipedia).

«Pávlov era un amante apasionado de la actividad física. Frecuentemente planteaba que lo más preciado que posee una persona era el movimiento, ya que estimula las funciones de todos los sistemas del organismo. Hasta sus últimos años era asiduo a prácticas deportivas siendo especialmente aficionado al ciclismo. Tal era su pasión por este deporte que fundó una sociedad de médicos amantes del ejercicio y el ciclismo. El entrenamiento y el trabajo físico constante fueron claves para que Ivan Petrovich mantuviera una alta vitalidad toda su vida. Según él, era imposible ser vital sin lograr una sensación de “alegría muscular”». (García & Santana).

Lo de la bici empezó cuando esta se puso de moda en Rusia a finales del siglo XIX. Se compró una en 1898 y otras tantas para sus hijos, con los que empezó a salir de excursión por recorridos cada vez más largos, y acabaron reuniendo una especie de club de hasta quince miembros. Como anécdota, podemos señalar que, ante la aparición de la rueda libre, el paso del piñón fijo al libre, Pavlov comentó «Rodaremos por inercia, sin esfuerzo. ¿Para qué montar en bicicleta si no es para ejercitarse?». Además de montar en bicicleta, a Pavlov le gustaba nadar en el mar, cosa que hacía a diario en verano cuando se iba de la ciudad. También organizaba unas terriblemente competitivas partidas de gorodki, una especie de pasabolo losa en el que se lanza un palo en vez de una bola.

1929, cumpleaños de Pavlov (en el centro, con barba, sombrero y un palo en cada mano). Posando en medio de una partida de "gorodki". (Imagen: St. Petersburg Branch Archive of de Russian Academy os Sciences)
 

Pero la importancia de Pavlov en toda esta historia no es presencial, sino diferida. Para el mando soviético, Pavlov fue considerado como el fisiólogo más importante del mundo, además de uno de los científicos más preminentes. En definitiva, un icono (involuntario) de la excelencia científica soviética. Lo que actualmente suelen denominar un referente… y cuando se mezcla la política con la propaganda (casi siempre), la manipulación de la opinión pública, el pensamiento único (demasiado frecuentemente) y los referentes, pasa lo que pasa.

Y lo que pasó fue bastante preocupante. Desde un punto de vista ético, moral y, por ende, hasta científico. En los años 50, parte importante del sector científico soviético se vio sometido a presiones, censuras, anulación, defenestración y hasta detenciones por culpa de unas políticas empeñadas en preservar un pensamiento “oficial” y “único” que impregnaba todos los ámbitos de la vida.

«Campañas como la de la política del “realismo socialista” de ensalzamiento del líder y el partido, el decreto Zhdanov, la campaña anti cosmopolita o la campaña contra el nacionalismo burgués, fueron un lastre para el enorme potencial científico y cultural de los intelectuales soviéticos de la época. El régimen comunista soviético eliminó a muchos de sus mejores científicos, implantó una autarquía intelectual, aplastó la moral social y provocó un daño irreparable al país especialmente durante la época en que gobernó Stalin». (García & Santana).

Un elocuente ejemplo de ello fue lo sucedido en la reunión de la Academia de Ciencias de la URSS y la Academia de Ciencias médicas de la URSS en Moscú en 1950, conocida como La Reunión Conjunta Pavolviana (a pesar de que el científico llevara muerto década y media). Tal reunión fue propuesta y organizada por el gobierno soviético, encabezado por Stalin, para luchar contra las influencias occidentales en las ciencias fisiológicas rusas. En ella, los seguidores de Pavlov se rebelaron contra científicos que ellos consideraban que estaban abrazando ciencias “burguesas” (cibernética, fisiología, genética, etc.). Y no pararon hasta lograr defenestrarlos de diferentes formas.

«Durante la sesión, varios exalumnos de Ivan Pavlov atacaron a otro grupo de sus estudiantes (Leon Orbeli, Pyotr Anokhin, Aleksey Speransky, Ivan Beritashvili) a quienes acusaron de desviarse de las enseñanzas de Pavlov. Como resultado de esta sesión, la fisiología soviética se autoexcluyó de la comunidad científica internacional durante muchos años». (https://hmong.es/wiki/Pavlovian_session).

Según Viru (uno de los más relevantes científicos de la actualidad en bioquímica deportiva), en ella se suprimió el libre desarrollo de ideas científicas, y se cuestionaron las teorías de adaptación de Selye, las cuales, a pesar de sus fallos y revisiones, constituyeron el eje central del avance en las ciencias del entrenamiento a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Cualquier propuesta científica sospechosa de suponer un acercamiento (aunque fuera científico) a teorías de procedencia occidental o norteamericana, eran suspendidas, desechadas o anuladas. Como consecuencia de la reunión hubo destituciones, traslados forzosos, rechazos científicos y hasta detenciones.

«Durante las sesiones, un grupo de fisiólogos soviéticos (principalmente Bykov, Ivanov-Smolensky, Airapetyants, Razenkov y Asratyan) atacaron al grupo de científicos perseguidos o teóricamente revisionistas (león Abgarovich Orbeli, Pjotr Anokhin, Aleksandr Ginetsinski, AD Speransky, IS Beritashvili o LS Stern), a quienes acusaron de desviarse de las enseñanzas de Pávlov. Por sorprendente que nos pueda parecer, testigos presenciales señalaron que las sesiones fueron más parecidas a un Tribunal de la Inquisición que a una verdadera reunión donde se debatía sobre ciencia. Algunos de los científicos acusados se arrepintieron públicamente, admitieron su culpabilidad, renunciaron a sus ideas y prometieron reformarse y replantear sus posicionamientos». (García & Santana).

Aparte de la Inquisición, parte de la cita me recuerda un poco a algunos momentos del Planeta de los simios. Por cierto, el citado Stern llegó a ser arrestado (¿por científico?). Cuentan que parte importante del problema provenía de un constante inmiscuirse de Stalin en la ciencia.

«En mi opinión, el mayor daño a las enseñanzas del académico Pavlov lo hizo el académico Orbeli [...]. Cuanto antes se exponga a Orbeli y se elimine más a fondo su monopolio, mejor. Beritov y Stern no son tan peligrosos porque se oponen a Pavlov abiertamente y así facilitan la represalia de la ciencia contra estos aficionados de la ciencia [...]. Ahora algo sobre las tácticas de lucha contra los oponentes de la teoría del académico Pavlov. Al principio, es necesario sigilosamente recoger a los partidarios del académico Pavlov, organizarlos, asignar roles, y solo después de esto reunir la sesión de fisiólogos [...] donde será necesario dar batalla decisiva a los oponentes. Sin esto, puede fallar. Recuerda: el enemigo debe ser firmemente derrotado, con la confianza de un éxito total». Stalin “dixit”. (Сталин, Иосиф (2006). "Письмо Ю.А. Жданову 6 октября 1949 года". Cочинения. Т.18. Тверь: Информационно-издательский центр «Союз». págs. 535–536).

Suene como suene, eso de que, a los mandatarios, sean del signo que sean, les molesten las opiniones, hechos o resultados científicos, es algo mucho más frecuente de lo que parece. No hace falta salir al extranjero para comprobar, en pleno siglo XXI, como altos cargos de gobierno descalifican, cesan o hacen dimitir a científicos o técnicos de alto nivel cuando los resultados que hacen públicos (económicos, sanitarios, estadísticos, etc.) no son del agrado de los gobernantes o van en contra de sus intereses. La verdad es relativa, la realidad actual es el relato, ni los hechos ni la ciencia.

Entre los damnificados de aquella Reunión Conjunta había dos nombres que nos interesan especialmente. Pyotr Kuzmich Anokhin, biólogo y fisiólogo ruso discípulo de Pavlov, fue trasladado de destino a consecuencia de la reunión por defender posturas contrarias a lo “debido”. Sin embargo, su valía era tal que acabaron recuperándolo para la dirección del Departamento de Fisiología y Patología de la Actividad Nerviosa Superior en la Institución Central de Extensión para Médicos, donde publicó un trabajo muy profundo y completo sobre procesos de adaptación, homeóstasis, etc. Mucho que ver con Selye. De hecho, apoyándose en su trabajo y en su concepto de sistamatogénesis (1964), se desarrollaron las extrapolaciones necesarias para el desarrollo del mítico sistema de selección temprana de talentos deportivos de la URSS. Dicho sistema fue un pieza clave del “gran sistema deportivo piramidal soviético”.

El otro fue Pjotr Dmitrievich Gorinzontov. Él ya había pasado por prisión acusado de sabotaje contrarrevolucionario por la Comisaría Popular de Salud de la URSS. Su carrera científica empezó lejos de Moscú, pero sus logros hicieron que se le ofrecieran plazas y puestos de relevancia investigadora en la capital. Este hombre se mantuvo firme en sus postulados científicos no dando su brazo a torcer.

Gracias a ellos y a algunos otros, tiempo después, varios científicos (incluidos algunos de los anteriores acusadores) volvieron la mirada hacia los avances y teorías procedentes del exterior y se integraron notablemente en un sistema que, de por sí, y a pesar de la supervisión política, era muy avanzado. Como ejemplo de científico deportivo contrario a los postulados de Selye y, pese a ello, muy conocido y reconocido entre los entrenadores “occidentales”, podemos citar a Matveiev, uno de los “padres” de la Periodización del Entrenamiento. Su modelo, creado en 1964, fue el implantado por la recientemente creada Unidad Central de Planificación (deportiva). Para entonces, aquel feo asunto de la Reunión Conjunta ya había pasado, y los esfuerzos estaban netamente volcados en que las ciencias del deporte se centraran y especializaran en la obtención de deportistas excepcionales.

«En Rusia, el desarrollo libre de ideas científicas fue suprimido en 1950 como resultado de las acciones de la Sesión Conjunta de la Academia de Ciencias y la Academia de Ciencias Médicas de la USSR. La teoría de Hans Selye sobre el síndrome general de adaptación fue considerada no científica. Desde 1956 a 1958, Pjotr Anokhin y Pjotr Gorizontov presentaron argumentos definitivos para que los científicos aceptaran la citada teoría mientras que la significancia de las hormonas en las adaptaciones se convirtió en el tópico central de los estudios endocrinológicos (Boris Aleshin, Igor Eskin, Vassily Komissarenko, Samuel Leites, Michael Kolpacov). Más tarde, Felius Meerson hizo contribuciones esenciales a la significancia adaptativa de la síntesis proteica y a los sistemas limitantes por estrés. El área de la fisiología del ejercicio que trata las adaptaciones agudas y crónicas ante fuertes estresantes fisiológicos fue fundada por Leon Orbeli y desarrollada por Aleksei Krestovnikov. Vladimir Farfel, Nikolai Yakovlev y Nikolai Zimkin contribuyeron significativamente con esta área. Aunque la mayoría de sus publicaciones han permanecido desconocidas fuera de Rusia, es interesante destacar que muchos de sus resultados han sido “redescubiertos” por otros. Yakovlev también merece reconocimiento debido a que él estuvo entre los fundadores de la bioquímica del ejercicio contemporánea y porque sus investigaciones han proporcionado los fundamentos para las investigaciones actuales. Varias generaciones de jóvenes científicos han sido inspiradas por los científicos rusos arriba mencionados. Actualmente, sin embargo, las actividades de investigación científica no están más limitadas por presiones políticas sino en su lugar por falta de recursos económicos». (Atko Viru, 2002).

La cibernética, por ejemplo, quedaba también “autorizada”. García Manso sugiere que su desarrollo en el URSS proviene de la figura inicial de Nikolai Berstein, científico ruso considerado “padre” de la kinesiología y biomecánica genéricas (no deportivas). También fue responsable de grandes avances en control y aprendizaje motor. Diseñó sistemas de monitorización de movimientos y procesamiento de su información. Por otro lado, en el ámbito de la psicología, fue defensor del comportamiento generativo, constructivo y no reactivo (poco o nada pavloviano). Su influencia dentro del ámbito de las ciencias del entrenamiento deportivo fue enorme, especialmente a través del relevo tomado por Vladimir Dyachkov, a partir del cual se vio algo ramificada. En el entorno ucraniano destacaron Valentín Petrovsky (atletismo) y Anatoli Zelentsov, Valeri Lobanovski y Oleg Bazylevych (fútbol). En el soviético-ruso Yuri Verkhochansky y Vladimir Zatsiorsky entre otros (luego hablaremos más de ellos).

«Varias generaciones de jóvenes científicos fueron inspiradas por los “gigantes” rusos. Debido a que sus resultados han sido publicados primordialmente dentro de la literatura rusa, una barrera idiomática limitó enormemente la distribución y conocimiento de sus hallazgos […] En conclusión, una mente educada y curiosa puede encontrar oportunidades para actividades creativas a pesar de condiciones restrictivas y opresivas. Afortunadamente, las restricciones políticas para los contactos e intercambios científicos entre Rusia y otros países ya no están presentes como antes y durante la Guerra Fría. Actualmente, la efectividad de los trabajos de investigación está limitada solo por la disponibilidad de fondos. Sin embargo, las nuevas generaciones de científicos permanecen en deuda con los importantes trabajos de investigación de los “grandes” arriba mencionados». (A. Viru).

Entre 1973 y 1992 quedó totalmente implantado el modelo de Matveiev de periodización del entrenamiento, basado en un paradigma biológico del entrenamiento deportivo. Fue un periodo de altísimo desarrollo de las ciencias del deporte, en las que la URSS destacó por encima de cualquier otra potencia mundial y de la que los técnicos deportivos hemos bebido y seguimos todavía nutriéndonos bastante. Durante dicho periodo fueron muchas las obras que nos fueron llegando a “occidente”. Centrándonos en el caso de España, en el INEF de Madrid, en la década de los años 70, el centro de documentación llevó a cabo muchas traducciones que iban siendo publicadas en formatos muy económicos y rudimentarios.

Matveiev (izquierda) con Verkhoshansky (con una tarjeta en la mano). Están observando y manipulando una tarjeta perforada, los inicios de la cibernética y la computación. (Imagen. verkhoshansky.com).


Entretanto, en Cuba se publicaban algunas obras científico-deportivas procedentes de la URSS traducidas al castellano. Algunas de ellas eran, directamente, el compendio de signaturas importantes completas procedentes del Instituto Estatal Central de Cultura Física (orden Lenin) de Moscú. A mis manos llegó un ejemplar, obra de Zatsiorski, que, aunque publicado en La Habana en 1989, compilaba la documentación de un curso (asignatura) iniciado en 1975. El deporte de competición en Cuba se vio favorecido de la influencia científica directa de la URSS durante muchos años. A pesar de sus modestas cifras de tamaño y población, Cuba alcanza altos niveles de rendimiento. Prueba de ello es que haya sido, y siga siendo, uno de los principales proveedores de atletas para el equipo nacional… español.

A lo largo de la década de los 80 y 90, dos editoriales se empeñaron en aportar las obras traducidas de un importante contingente de autores procedentes del desarrollo deportivo del este de Europa. Martínez Roca publicó obras de Verjoshansky y otros autores, además de algunos procedentes de la RDA. Por su lado, Paidotribo fue publicando toda una “enciclopedia” procedente del trabajo realizado por los científicos de la URSS. Obras genéricas con Platonov a la cabeza, textos de fisiología (Mishchenko-Monogarov; ambos catedráticos de fisiología del Instituto de Cultura Física de Kiev) y, progresivamente, los compendios de todo el conocimiento especializado hasta la época por disciplinas deportivas, como por ejemplo carrera a pie (Zaporozhanov et al; los tres entrenadores del equipo nacional de la URSS y rector y profesores en Kiev), ciclismo (Polishuk; también docente en Kiev), natación (Fessenko; Kiev), fútbol (Godik (Moscú)-Popov (Kiev)), etc. Hay que reconocer que, durante este periodo, la evolución científica del deporte mundial (y el español) experimentó una aceleración sin precedentes gracias a todas las aportaciones provenientes del, hasta entonces casi oculto, entorno del Este. El caso de Vladimir Nikolaievich Platonov es muy especial. Sus textos eran de una calidad y profundidad únicas para el momento en que fueron publicados. Contienen ciencia y datos aplicables a la mayoría de las diciplinas deportivas. Es materia común, general, de base… ¡fundamentos! Cimientos del entrenamiento deportivo que, posteriormente, cada técnico debe aplicar a su especialidad. Fue rector del Instituto de Estado de Cultura Física de Kiev (sí, como tantos otros de… Ucrania), presidente de la comisión de teoría y metodología del deporte de élite del consejo científico de la URSS (¡casi nada! Probablemente la “gran autoridad” en esta materia) y presidente del consejo científico del deporte de Ucrania (otros tiempos, recientes, pero otros).

El gran Platonov, a quien tanto conocimiento debemos muchos. (Imagen: Platonov By Anastasiia Vorobiova - Own work, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=45363819)
 

Con la disolución de la URSS como país, la caída del Muro de Berlín y otros factores asociados, la apertura en lo relativo a las ciencias del entrenamiento deportivo se fue haciendo total y progresó a través de otras vías añadidas a las bibliográficas. Ya para Seúl 88 y con la vista puesta en Barcelona 92, el CSD había puesto en marcha el programa ADO, inspirado por algunos expertos del deporte en nuestro país. Asociado a él, inicialmente conllevó la contratación de varios técnicos de la antigua esfera de la URSS, de hecho, hubo toda una “fuga de cerebros” procedente de países del Este hacia los del oeste. Un entrenador de natación procedente de la RDA se vino a España con un software para analizar pruebas de lactato debajo del brazo. La copia corría como la pólvora por nuestro país en formato de disquete. La desbandada fue muy notoria. A un lado se les tentaba, y por el otro había dos tipos de motivaciones: la de abandonar un estilo de vida comunista, o la de incrementar ostensiblemente el nivel adquisitivo personal. El éxito deportivo derivado de esta maniobra en España tuvo luces y sombras, aunque en lo relativo a nuestra mejora de nivel científico-deportivo salimos muy reforzados. Aprendimos más y también nos dimos cuenta de que no todo lo proveniente del Este era mejor, había que integrarlo, seguir evolucionando y testear, constantemente, qué se hacía en otros países respecto a según qué facetas (Finlandia, Italia, etc. En aquella época).

Pasada la fiebre de Barcelona 92, una entonces emergente China como futura potencia deportiva se convirtió en mejor postor (mucho más tarde llegaron también los emiratos…). Mientras tanto, los EEUU, que en este tipo de cosas no suelen perderse, además de captar entrenadores (algunos) se centraron en científicos deportivos y autores. Poco a poco, lo más actualizado (lo vigente, lo contemporáneo, lo novedoso) de los Viru (Atko y Mehis; ambos profesores e investigadores especializados en bioquímica de la Universidad de Tartu en Estonia), Zatziorsky (profesor de Biomecánica en el Instituto Central de Cultura Física de Moscú, fue director del Instituto de Investigación en Cultura Física de toda la URSS, para, posteriormente, “fichar” por el departamento de Ciencias del Ejercicio y el Deporte de la Universidad del Estado de Pensilvania) o Verhonshansky (catedrático del Instituto de Cultura Física de Moscú en las décadas de los 70 y 80, posteriormente jefe del Centro de Teoría y Metodología del Instituto Ruso de Investigación del Deporte y, finalmente, miembro de importantes comités y asociaciones de investigación occidentales (incluidos los EEUU) además de asesor del Comité Olímpico Italiano), por citar a algunos de los más relevantes, empezamos a leerlo en inglés, publicado por Human Kinetics, y afincados, algunos de ellos, en universidades norteamericanas o investigando en colaboración directa con los científicos de sus departamentos.

No hay que olvidar que técnicos y científicos deportivos de valía en el Este también fueron surgiendo en Polonia, Lituania, Hungría, Bulgaria, Rumanía, Yugoslavia, etc. Pero no es cuestión de abusar aquí y ahora de listados y clasificaciones.

Menos conocida es la evolución de la psicología deportiva en el entorno de la URSS y sus países satélites. Sus avances se empezaron a fraguar a partir de la década de los 50. Pasados algunos años, probablemente una vez liberada dicha rama de la ciencia de los efectos de la Reunión Conjunta, se trabajó mucho en el ámbito de la preparación de cosmonautas. Fue a raíz del trabajo en dicho campo que el del deporte se viera beneficiado ya por algunas aplicaciones prácticas, las cuales ya eran un recurso habitual de los deportistas soviéticos en la década de los años 70. Se sabe que la preparación psicológica de los deportistas del Bloque del Este ha incluido muchas horas de programas de autocontrol, entrenamiento autógeno (relajación profunda), programación mental, entrenamiento ideomotriz (visualización) y auto-hipnosis. Los equipos deportivos nacionales y los centros de alto rendimiento contaban con nutridas cohortes de especialistas que asesoraban, educaban y entrenaban a los deportistas. Sin embargo, por las razones que sea, no ha sido este campo uno de los que resultaran más atractivos para los implicados en el deporte competitivo en “occidente”. Se conoce que el paradigma biológico dominaba globalmente y había mucha más curiosidad por conocer qué hacían los soviéticos en cuestión de fisiología, prescripción de entrenamiento, empleo de sustancias, etc.

Desaparecidos los “soviets” como tales. Cada país de su “paraguas” geopolítico fue evolucionado en lo deportivo en función de su transformación sociopolítica. En cuanto a resultados deportivos, Rusia ha seguido estando ahí. Sus medallas han mermado porque muchas de ellas corresponden ahora a otras titularidades nacionales, pero ellos siguen siendo una potencia de las más importantes cuantitativamente hablando. Ni que decir tiene que ni se fueron todos sus celebros, ni se ha dejado de invertir en deporte de competición. Recientemente, Putin ha seguido haciendo demostraciones públicas de utilización de los éxitos deportivos internacionales como discurso interno de nacionalismo y como medio de propaganda. El problema, hasta hace muy poco, era que había surgido una “guerra” entre el deporte ruso en general y varias organizaciones deportivas supranacionales a causa de recientes nuevas sospechas sobre un sistema de dopaje de estado implantado en Rusia. Sobre el asunto hay noticias y comentarios para dar y tomar. Lo que no hay tanto es alguna investigación seria y rigurosa sobre, quién sabe, si pudieran darse posibles motivaciones de algunos agentes internacionales en señalar y vigilar expresamente a Rusia (y solo Rusia) mientras otros, sucesivos y cambiantes países, acaban yéndose de rositas. No estoy acusando, únicamente haciéndome preguntas porque hay determinados hechos deportivos que me resultan muy difíciles de explicar. La cuestión es que dicha “guerra” en Rusia ha acabado llegando al Kremlin, tocando, emocionalmente, incluso a Putin, que se ha sentido muy molesto y agredido a causa de las múltiples sanciones y descalificaciones aplicadas (seguramente con razón) al deporte ruso, no permitiéndolo tomar parte en algunos de los eventos más importantes del deporte mundial.

Por si todo ello fuera poco, a consecuencia de la invasión rusa de Ucrania (la guerra, o incluso ese “no pasar nada allí” que algunos declaran), surgen una serie de efectos globales que también acaban afectando al deporte ruso y al mundial. Dentro de lo general, se menciona un claro giro asiático en las relaciones internacionales de Rusia (vuelta a la “fase deportiva II” en la época del socialismo de único país) y se ha producido un reforzado renacimiento de una OTAN que parecía languidecer. La actualidad parece mostrarse como un regreso a una lógica (ilógica) de relaciones internacionales que caracterizó al siglo XX. Una nueva edición de la Guerra Fría. Y, como siempre, esto es algo que, poco a poco (y en algunos casos de repente), hasta se refleja en el deporte. Porque al mencionado asunto del dopaje ruso (ambas partes posicionándose), se acaba de añadir el de las exclusiones de deportistas rusos (muchos de ellos a título individual) como medio de “sanción” política “occidental” a equipos y deportistas rusos, etc. No sé dónde vamos a ir a parar, pero la cosa pinta fea. En lo deportivo, quizás nos estemos acercando hacia un remake de alguna de las tres fases de entreguerras. Es lo que menos me preocupa. Sinceramente, en lo que a mí respecta, donde realmente me parece angustioso es en el ámbito general. El de la vida y la muerte de las personas. Todo ello dentro de un macro escenario informativo (y desinformador) en el que resulta imposible fiarse de nadie y en el que, en cada lado, la ciudadanía es moldeada y persuadida con versiones unidireccionalmente dirigidas.

Mientras tanto, gente sufriendo y gente muriendo. Guerra y deporte se mezclan por azar y sin pretenderlo. El 1 de marzo de 2022 fallecía Oleksandr Vasylovich Kulyk en una escaramuza en los inicios de la guerra de Ucrania. Era el padre del ciclista Andriy Kulyk (campeón de Ucrania en 2019). OV Kulyk fue técnico del equipo nacional de ciclismo de la URSS. Responsable de la dirección de algunas medallas olímpicas y de campeonatos del mundo y declarado Entrenador de Honor de la URSS en 1988. Posteriormente, desmantelada la URSS, dirigía un programa nacional para el desarrollo de deportistas jóvenes en Ucrania.

 

Kulyk (abajo a la derecha) en un libro de honor del deporte soviético (fuego "ex-amigo"). (Imagen: Бубка С. Н., Булатова М. М. Олімпійське сузір'я України: Тренери).