No, no es que me haya dado por improvisar planes en Gijón,
lo que ocurre es que me enteré de una iniciativa con este nombre, que algunas
personas habían puesto en marcha en la palpitante (desde el punto de vista del
ciclismo urbano) ciudad de Gijón. La propuesta básicamente consiste en
dinamizar un proceso mediante el cual la gente se lance a utilizar la bicicleta
(para lo que sea), todos los días del mes de abril, y comparta con los demás su
experiencia a través de cualquier medio de información (preferentemente a
través de Internet). Inicialmente no le hice mucho caso por varios motivos: no
vivo en Gijón, no me quería comprometer a utilizar la bici a diario durante un
mes (cómo si no tuviera yo de por sí suficientes líos), y sobre todo, no soy
amigo (ni usuario) de aquellos medios de interacción virtuales basados
preferentemente en la viralidad aleatoria y en la habitual falta de
profundidad, rigor o un mínimo de “contenido”. Sin embargo, precisamente el
primero de abril, leí de nuevo la propuesta en el blog de un amigo, y se me
ocurrió un personal modelo de sumarme a la iniciativa, la cual, si que me
parece interesante y merecedora de apoyo. Allá va mi “diario”. En muchos más de
200 caracteres, todo junto, constituyendo de por sí una entrada de blog muy
“ciclista”.
Debido a haber tenido que dar cuenta de algunos
acontecimientos y citas recientes, este texto lo he pospuesto hasta ahora,
finales de mayo, pero creo que eso es lo de menos, la idea, desde el principio
era incluirlo con el mes de abril vencido. Eso sí, a lo largo del periodo en
cuestión, fui publicando una especie de diario visual, con texto mínimo y una
imagen para cada día. Esa colección de imágenes se corresponde con el diario
que expongo aquí de forma más completa, y se puede ver en el siguiente enlace.
Martes 1 de abril. He de buscar ideas para ser usuario ciclista
cuando no tengo que montar en bicicleta. El próximo domingo tengo una larga
patinada (muy larga…). Me preocupa una persistente molestia en la parte de
atrás del muslo. Aún así, pese a estar cargado, hoy he estrenado el compromiso
“30 días” con una salida de entrenamiento suave por carretera, dos horas y
media. En bici el bíceps femoral no me molesta, pero por si acaso… después me
he ido al “fisio” para ver si me lo deja algo mejor de cara al reto del
domingo. Ha sido un paseo caluroso muy primaveral. Ruta de carreteras perdidas
cerca de la costa. Mucho verde, incluido el del cuadro de mi cicloturista
británica.
Miércoles 2 de abril. Hoy he decidido descansar de
entrenamientos, a ver si mi pierna mejora para el fin de semana. Hace buena
temperatura, así que he hinchado las ruedas de la BTT de mi hijo, les he puesto
los arneses a Talisker y Macallan (los perros) y les he dado su paseo habitual
por “la Mies” y “la Cruz” desde la bicicleta, como un Musher. La verdad es que
para ser la primera vez apenas se han liado, aunque está claro que no es para
abusar de ello porque corren demasiado y se fatigan.
Jueves 3 de abril. Preocupado todo el día por mis molestias.
La de la pierna quizás remitiendo un poco, pero una punzada nueva en la espalda
¿consecuencia del “meneo” del “fisio”?. Así pues descanso y llovizna matinal. A
media tarde, ante un viento fresco y un día gris de intemperie norteña, he
cogido mi bicicleta azul “para todo” y me he dado un paseo tranquilo con
Myriam. Nos hemos asomado a los acantilados sobre la playa. Después hemos
tomado un té de frutos del bosque bien caliente. El regreso relajante con
viento de cola. Bici placentera sin pretensiones.
Viernes 4 de abril. Hoy salgo de viaje hacia Guadalajara
para el primer reto de la Challenge Rodador 2014. Pero por la mañana he
aprovechado para probar las ruedas nuevas de mis patines un poco y después para
dar una vuelta muy suave de carretera: una hora y media por un recorrido muy
variado y maravilloso que tengo por los alrededores de casa. En menos de 40 km
recorres dos mini puertos con sensación de puertos de verdad, ambiente campestre,
carreteras muy entretenidas, vaguadas que parecen valles y un entorno muy
rural. Una mañana preciosa de primavera, pedaleando de corto.
Sábado 5 y Domingo 6: no hay bici en absoluto, pero no es
que haya fallado, es que un viaje del que ya he rendido cuentas en “Randoneur”,
me ha hecho sustituir la bicicleta por las botas de montaña ligeras el sábado,
y por las ruedas de mis patines el domingo. Más detalles en la entrada correspondiente.
Lunes 7: de vuelta a la vida cotidiana, empieza una semana
de las de presencia en el centro de trabajo. En primavera esto ocurre una de
cada cuatro semanas, el resto son de movilidad por toda la provincia visitando
muchas instalaciones deportivas. Así pues me he dispuesto a ir en bici a
trabajar (lo he hecho bastante durante años, aunque no siempre es factible en
mi caso). Hacerlo ha supuesto, pedalear 6 km, cinco de ellos por un buen
carril-bici; subirme con la bici a “La Lancha”, un pequeño ferry local (la
mayoría de ellos aún de madera), para cruzar la Bahía; y pedalear desde el
centro de la ciudad hasta el Sardinero por el paseo marítimo, para después
afrontar una sucesión de empinadas cuestas hasta el destino. El regreso es
diferente: descenso urbano vertiginoso entre calles de la ciudad hasta el borde
del mar; lancha; y 7 km de vuelta pedaleando porque al ser la última lancha de
la tarde, la parada siguiente la eliminan. Como ya anochecía he regresado por
las aceras hasta la seguridad del carril. Aunque parezca azaroso, es un
trayecto muy interesante y agradable, casi una “aventura” o un viaje. Lo único
malo es que lleva su tiempo, pero a cambio disfrutas de la bicicleta en varias
dosis, del mar y, en mi caso, de la lectura en el barco.
Martes 8: aún ando descansando mis piernas del largo
esfuerzo del domingo, así que no entreno. Pero por la tarde, suficientemente
abrigado, y de paisano, he sacado mi Gazelle holandesa de caballero de los
cincuenta para desplazarme pedaleando hasta mi clase semanal de francés, en un
pueblo vecino a 2 o 3 km de casa. Ha sido agradable moverse sin prisa, sin
cambios de marcha, ni manetas de freno. Erguido sobre el asiento, con la
carpeta en el trasportín y volviendo de nuevo a casa con el aire fresco de la
tarde (nublada después de un día algo lluvioso), soplándome en la cara.
Miércoles 9: en otro precioso día de primavera y con las
piernas totalmente recuperadas del esfuerzo del domingo, he decidido volver a
mis entrenamientos. Y toca ya ir acumulando kilómetros de ciclismo. Y ya
puestos, me he arriesgado a incluir un puerto de cierto interés: Alisas. Y todo
ha ido muy bien, preciosa sesión, buenas sensaciones, tendones y musculatura
sin quejas. La verdad es que he disfrutado mucho y he regresado a casa con ganas
de más salidas, lo cual es buena señal.
Jueves 10: hoy he repetido trayecto al trabajo. La lectura
en el embarcadero y la “Lancha” es “Contrarreloj” de Eugenio Fuentes, novela
negra ambientada en el Tour de Francia. El regreso se ha truncado tras cruzar la
Bahía, con una intensa lluvia nocturna. Pero la casualidad estaba de mi parte
porque en el barco coincidía con mi hijo Jacobo, y como Cristina (la mayor),
tenía que ir a buscarlo a Pedreña, he aprovechado el coche para llegar a casa.
Viernes 11: ayer por la noche llovió mucho y no me apetecía
barro en mis planes de BTT de hoy. Además las nubes seguían amenazando. Pese a
ello, prefería hacer algo de bici, aunque no disponía de mucho tiempo. Así
pues, recurrí al simulador del ático, en el que de forma permanente tengo
colocada mi vieja Trek de carbono (carretera). Puse un precioso y largo
documental de Bill Mason, un naturista canadiense, pintor y experto en canoas,
que él mismo dirigió en los años ochenta, y me hice unos kilómetros en casa. No
me gusta “hacer rodillo” pero me ayuda a solventar el mal tiempo en invierno,
evitando abandonar la bicicleta varios días seguidos. Cuando doy con una
película que me interesa (como hoy), se me hace mucho más llevadero.
Sábado 12: Típica mañana de sábado sin madrugar. Ante un día
nublado e incierto, he sacado a los perros a pasear otra vez desde la bicicleta
de montaña de Jacobo. En cuanto la han visto se han mostrado excitados y
activos. Y de hecho han galopado a gusto tirando de ella. Parece que tienen
cierto espíritu nórdico. En Talisker es normal porque toda su vida ha corrido
con arnés conmigo. Primero con Oban como pareja, después sólo y más tarde con
Macallan. Es un perro más ordenado corriendo y va mucho más recogido que el
otro. El paseo ha sido el que hacemos andando de costumbre (a diario), que no
era cuestión de darles una paliza. Además, Talisker ya está muy mayor y hay que
evitarle esfuerzos excesivos.
Domingo 13: Ha sido un día muy familiar: levantarnos tarde,
cocinar y comer a base de tapas, vermut y vino incluidos con invitados de la
familia. Después de una amena, agradable y alargada sobremesa, a las seis de la
tarde me he puesto en marcha, con mi BTT. He hecho “mi circuito” de alrededor
de casa: dos horas y una variante nueva. Es mi trayecto favorito desde hace
décadas aquí, pero con el paso del tiempo, la proporción entre lo asfaltado y
no, ha ido pasando de un 20/80 % (aproximado) de entonces, hasta un 60/40 de
ahora. Sin embargo, algunos de los primeros asfaltos iniciales, se han ido
deteriorando tanto con el paso de tractores y la acción de la intemperie
norteña que se pueden considerar casi como “off road”, y los asfaltados
recientes son estrechos, acabados en plan barato y conservando el trazado y
pendiente originales de las pistas, por lo que no resultan desagradables. Por
si fuera poco, he variado el final, y huyendo de pistas me he decantado por
arriesgarme por el sendero costero sobre las playas y acantilados, descubriendo
que gracias a las brigadas de desbroce del ayuntamiento y al paso de
senderistas, se han vuelto 100% ciclables con un divertido toque trialero.
Total que “mi circuito” ha recuperado relación “off road” y quizá esté en un
(de nuevo aproximado) 40/60. En cualquier caso muy variado y fantástico:
ascensos, bosques, paisajes, montaña, pastos y prados, descensos, trialeras
asequibles y mucho mar. Por lo demás el día ha resultado precioso y soleado.
Lunes 14: el trabajo de hoy, de producción intelectual, y el
entrenamiento (hoy no tocaba bicicleta), han hecho transcurrir el día sin
contacto con la bici, hasta que bien entrada la tarde, me he escapado con
Myriam para dar un modesto paseíto por las praderas costeras. Ha sido “dar una
vuelta” con el viento de popa, haciendo que la holandesa se lanzara sin apenas
pedaleo a la ida, mientras que el regreso requería un esfuerzo nada apacible,
sólo compensado por el disfrute de contemplar, con la cálida luz del atardecer,
como el viento del este peinaba con garra la hierba que ya reclama las primeras
siegas.
Martes 15: pese a que hacía un día muy bonito para entrenar,
no me ha sido posible. El trabajo por la mañana y una visita familiar por la
tarde me lo han impedido. Sin embargo, de sobremesa me he regalado un paseo
ciclista, escogiendo las cintas asfaltadas más escondidas que enlazan los
pueblos del ayuntamiento, hasta dar con un agradable rincón de verde, flores
silvestres, fuente y bancos. Allí, al sol, he disfrutado de mi lectura antes de
regresar pedaleando, dibujando un bucle francamente bonito. Estamos a mitad de
mes y estoy cumpliendo con mi propósito.
Miércoles 16: ni una nube, sin viento, un día ideal para
ruta larga. He aprovechado para empezar con mis “cabalgadas” de larga duración
de la temporada con “la vuelta a los puertos”. Recorrido cercano a los 100 km
con tres puertos seguidos de media montaña. He comprobado que con mi bici de
viaje voy bastante más lento de media, aunque mucho más cómodo y sin dolores de
espalda. Alisas lo he subido acompañado por un veterano campurriano que me he
encontrado a pié de puerto. El resto sólo, disfrutando mucho.
Jueves 17: seguimos con días espectaculares, preciosos, luminosos.
Hoy, ya en vacaciones y habiendo entrenado otra modalidad, la bicicleta ha
quedado en un agradable paseo de tarde en pareja, entre los campos verdes de la
costa. El recorrido nos ha llevado a un bar “surfero” para tomar una caña de
cerveza local. A la vuelta, hemos parado en casa de unos familiares y nos hemos
demorado de tertulia en su jardín. Así pues, ya refrescaba mucho al atardecer, cuando
hemos llegado a casa.
Viernes 18: holgazaneando en vacaciones. He cogido una
bicicleta para ir a por el pan, la acción ha supuesto varias paradas sociales
con vecinos, familiares y “veraneantes” de Semana Santa. Además, me he acercado
a inspeccionar una BH Gacela de los 80 que me han pedido restaurar. Va a llevar
más trabajo del que imaginaba, ya que habrá que pintar el cuadro, en cualquier
caso, la bicicleta lo merece ¡y esos modelos “deportivos de chica”
especialmente! Tan sólo hay una pega definitiva: la pestaña derecha del eje
trasero del cuadro, está completamente abierta y doblada, si consigo
enderezarla, la bicicleta gozará de una nueva vida y quedará preciosa, si se
parte al intentarlo… adiós bicicleta.
Sábado 19: me he escapado un par de días a mi casita de las
montañas. Me encanta ir allí, disfrutar del paisaje, de su acogedor interior,
la chimenea… ¡tantas cosas! Por la mañana, después de desayunar, he salido a
hacer BTT. Esa comarca es un auténtico paraíso para la práctica de la bicicleta
de montaña, con gran cantidad de variantes, espacios por recorrer, bosques,
montañas asequibles, descensos, etc. Mi ruta de hoy, en solitario, ha tenido de
todo, pistas, senderos, prados abiertos, carreteras de montaña, bosques,
embalse y no sé cuántas cosas más. Hacía un día precioso y me he reencontrado
con un paisaje que ya estaba echando de menos. Al acabar, tras el aseo
pertinente y preparar unas enormes ensaladas, me he juntado a los demás y hemos
celebrado una gran comida familiar.
Domingo 20: llueve y estaba más que anunciado, así que
mañana perezosa y familiar. Jornada en la que parte del pueblo se va marchando
de regreso a sus casas finalizadas sus vacaciones. La tarde se abre, luce
esplendorosa sobre la brillante vegetación, regada por la mañana. He decidido
dar fin a la hibernación de mis bicicletas clásicas de carretera. Hoy le ha
tocado el turno a la Razesa, que no se movía desde l’Erorica del año pasado
(octubre). Bombeo de aire, cuatro gotas de aceite en la cadena y a rodar ligera
y agradable. Me la he llevado “de pueblos”. Unos 50 km de campiñas agazapadas,
huyendo de la operación retorno.
Lunes 21: nublado pero sin llover, vacaciones pero ocupado,
un rato de tarde para pedalear. Hoy he sacado de la hibernación la Super Cil de
corredor de Myriam, un retal de 1968 o 69, restaurado el año pasado. El
recorrido ha sido cercano, muy campestre, sin puertos porque los desarrollos de
la bici no se prestan para ascensos duros o largos, ni para sacar provecho de
los descensos… cinco coronas sin grandes saltos y dos platos con muy poca
diferencia en el número de dientes. Es pues una bicicleta a la que le va el
llano o como mucho el “rompepiernas” moderado. Todo ha ido bien salvo el cada
vez más lastimero chirriar, llorar y quejarse de los pedales, en especial el
izquierdo, que ha acabado muy trabado. Se ve que desde la actuación de la Anjou
Velo Vintage del año pasado (parcialmente bajo un aguacero), no la hemos
revisado. Mañana pues, tengo trabajo.
Martes 22: sin que ni mucho menos hayan ocupado
completamente mi jornada, las bicicletas han estado bastante presentes hoy.
Para ganar unos minutos me he acercado a comprar el pan en bici. Parte de la
mañana la he empleado en algunos arreglos: un zapato, unos frenos de patines y
reparaciones ciclistas. Básicamente instalar un tensor de cordón al sillín de
cuero de mi holandesa y desmontar completamente los dos pedales de la Super Cil
de ayer, para reponer toda su grasa consistente y volverlos a montar. La
actividad ciclista más seria ha sido por la tarde (¡otra preciosa tarde!). Como
el otro día disfruté tanto de mi recorrido de BTT, me entraron ganas de
repetirlo hoy. Además, se lo propuse a mi hijo Jacobo, y para mi sorpresa, no
puso peros y se animó a acompañarme.
Miércoles 23: día del libro. Mañana algo complicada. Con
retraso y fuerte viento en contra he pedaleado vestido de calle hasta el
embarcadero, donde he dejado la bici. He cruzado la bahía leyendo en la “Lancha”.
He recogido un libro de ensayo encargado y visitado a mi estimada librera. Para
regresar me he comprado un enorme helado de turrón. Lectura a la ida y a la
vuelta en el barco. La vuelta en bici ha sido fulgurante porque ahora el viento
soplaba de cola.
Jueves 24: visto y no visto, cometí el error (otros días
acierto) de dejar el entrenamiento para la tarde y aunque hacía estupendo
cuando salí, en seguida vislumbre en el horizonte unos negros nubarrones que se
cernían sobre “la Peña” y se acercaban peligrosamente. Opté por bucles de
secundarias cercanos y acerté porque tuve que volver “a plato”, huyendo del
aparato eléctrico, del chubasco (ambos leves) y del ambiente muy amenazador. El
viento se fue enrabietando cada vez más: de cara al principio, de cola al
regresar (así que entre su fuerza favorable y la motivación de eludir el
chaparrón ¡volaba sobre los tubulares!) y descontrolado y revuelto al llegar a
casa. He sacado del invierno la tercera clásica, la Alan ex-Teka que tanto
servicio me dio la temporada pasada. No he tenido más que hincharla y regular
un poco las tuercas del freno delantero para que no se quedara rozando tras
cada presión a la maneta. Pese a lo amenazador del tiempo, cierto gustirrinín
de épica de intemperie.
Viernes 25: Tras los nubarrones de ayer, hoy ha salido un
día fresco y ventoso, que poco a poco ha ido transformándose en soleado y
templado. He salido a correr y al pasar por los acantilados sobre una playa, el
mar estaba luminoso y muy espumoso por el fuerte oleaje. He pensado que era el
último día “laborable” de estas vacaciones, por lo que he decidido bañarme por
la tarde. El día claro nos ha mostrado la cordillera cantábrica blanqueada por
nieve de ayer, mientras que las playas estaban bonitas con la luz del sol. A
media tarde he pedaleado (menos de un kilómetro) hasta la playa más cercana, me
he instalado en nuestra cala habitual y me he dado un baño con el traje de
neopreno puesto. Agua fría y fuerte oleaje, pero revitalizador y estupendo
gracias a la cobertura térmica. Me he secado al sol, en bañador, mientras leía
un ensayo estupendo. Al final, el cielo se ha ido cubriendo y he regresado a
casa arropado por un jersey de lana gruesa y cuello alto (previsor que es uno).
Acabaré el día con un tinto para despedir una semana relajada y bicicletera.
Sábado 26: no hay bicicleta, por la mañana salimos de viaje
hacia Aranda, para participar en una prueba de patines al día siguiente.
Domingo 27: la prueba de patines ha estado bien. Una buena
“paliza”. El viaje de regreso ha sido cómodo y por eso, por la tarde he podido
darme un paseo cortito muy “holandés”: el cielo estaba plomizo y oscuro, el
viento inclinaba completamente la hierba (muy alta estos días), y he salido con
mi antigua “Gazelle”. Muy despacio para ir contra el viento, y casi sin dar
pedales para volver hasta casa. Los “deberes hechos”. Faltan sólo tres días
para cerrar mi compromiso.
Lunes 28: hoy tenía ganas de bicicleta, pero dos importantes
inconvenientes: por un lado el regreso efectivo al trabajo tras unas vacaciones
bien ejercidas como tales, lo cual ha supuesto bastante ocupación en la
reincorporación. Por otro lado el clima no ha acompañado nada, pues ha hecho un
día lluvioso con escasos y amenazadores descansos sin precipitación. Así pues
he solventado las ganas de pedaleo de la forma que menos me agrada, con el
simulador “indoor”. Afortunadamente he aprovechado el entrenamiento para ver
una ponencia que tenía pendiente desde hace días y acabar de disfrutar medio
documental canadiense que me ha encantado.
Martes 29: no hay bicicleta y esto se acaba. Me ha dado
mucha rabia no poder montar hoy. Demasiadas ocupaciones y una tarde-noche
impracticable por la lluvia. Trabajo, quehaceres, desplazamientos de trabajo,
clase de francés, etc. No quería fallar y hasta por la noche pretendía pasear a
los perros en bici y con un frontal, pero llovía demasiado entonces. Me queda
el consuelo de haber mantenido cierto activismo ciclista intelectual, pues he
trabajado algo en la revisión particular del Plan de Movilidad Ciclista de
Cantabria, he seguido leyendo un estupendo libro sobre el ciclismo urbano
actual y hasta he prestado una bicicleta para uso cotidiano como medio de
transporte a un surfista amigo de mi hijo, que va a pasar unos días de
vacaciones por aquí, y viene sin vehículo (a excepción de su tabla).
Miércoles 30: muy nublado, pero para cerrar mi participación
en el evento, he sacado la bicicleta con la que empecé hace un mes y con un
impermeable he rodado 5 kilómetros hasta el cajero, he comprado una necesidad
en un comercio local y he regresado parando de paso a por el pan. Ambiente
fresquito pero agradable. La experiencia global del “30 días en bici” interesante,
le veo pros y contras (como a casi todo), pero precisamente por ello, creo que
he dado con un ámbito en el que una dinamización medianamente planificada,
podrá cuajar el año que viene y generar resultados interesantes. Espero que no
se me pase el hacerlo.
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