viernes, 31 de enero de 2020

CONEXIONES PIRAGÜÍSTICAS


Como viene siendo habitual desde hace tiempo, con una frecuencia de una jornada cada dos años, el COE organizó en diciembre de 2019 una actividad de reciclaje o formación permanente para el “exalumnado” de sus programas de Máster en Alto Rendimiento Deportivo. La oportunidad suele ser tan buena, y presentar un elenco de intervinientes de tanta calidad y prestigio, que es raro que falte a tales citas. Para aquella más reciente, los responsables de la entidad habían diseñado una sucesión de tres mesas redondas, compuestas por tres entrenadores cada una de ellas. Todos ellos (mujeres y hombres) entrenadores del máximo nivel, de diferentes modalidades deportivas, y todos ellos responsables directos de algunos de los deportistas individuales o equipos más exitosos del deporte en España. No es este el espacio idóneo para relatar lo que dio de sí tan sugerente jornada. Únicamente diré que mereció la pena el viaje hasta Madrid. De lo que aquí se trata es de otra cosa. Ni más ni menos que de jugar un poco con varias conexiones, en este caso relacionadas con el piragüismo, que se dieron en relación con aquel viaje. Algunas durante el mismo, mientras que otras, provenientes del pasado, encontraron entonces cierta vinculación. Vamos pues con el juego.

En torno a un año antes (aproximadamente), Keko Calderón, buen amigo y buen maestro de la palada de pista, me avisó de la venta de un kayak de mar de segunda mano. Más por curiosear que por otra cosa, y sobre todo pensando en el potencial interés de algún familiar o amigo, me acerqué al lugar donde vendían aquel kayak, para verlo, incluso probarlo. Era un barco pequeño, pero precioso y muy bien acabado y equipado. Me resultó raro encontrar un kayak de aspecto muy groelandés, pero con una eslora de apenas cuatro metros y medio (4,6 m) y una estrecha manga proporcionada a su longitud (50 cm). Todo él estaba terminado en color hueso, lo que le confería una apariencia “Inuit” francamente atractiva. Únicamente una parte central de la obra viva de su casco se había dejado sin pintar, mostrando el material del que estaba hecho el kayak: carbono-kevlar. Entre las recogidas dimensiones y el material de fabricación, la embarcación me resultó de lo más ligera, para tratarse de un barco equipado con línea de vida, tambuchos con tapas, etc. Lo acarreé hasta una rampa de acceso a una ría y salí a remar con fuerte viento de costado. El kayak oscilaba mucho. Se me hacía muy nervioso, aunque todo quedaba en inestabilidad primaria, pues las inclinaciones laterales no pasaban de ciertos grados que me pudieran hacer volcar. Así pues, la “secundaria” se me antojó más que suficiente como para considerar la embarcación lo suficientemente estable como para navegar por el mar en condiciones normales. Para colmo, a pesar de su reducida eslora, y del viento reinante, el casco facilitaba sorprendentemente el mantener un buen rumbo en línea recta. Así, pues, tras unos minutos de prueba, la observación general del kayak y conocedor del comedido precio, decidí adquirirlo “por si acaso”.

Después vinieron algunas salidas más largas y todo fue encontrando explicación. El kayak me resulta muy cómodo de postura y asiento. Entro en él muy ajustado, y es tan estrecho y bajo que me transmite una sensación de enorme contacto con el agua, de respuesta inmediata. Lo de su inestabilidad primaria y estabilidad secundaria proviene de la forma de su casco, muy tradicional, con dos bordas casi verticales y sendos ángulos repentinos hacia un ángulo central de quilla. En cuanto a su prestación direccional, se debe a que la “quilla” permanece muy marcada casi hasta el final de la popa, creando una especie de aleta posterior. Las primeras salidas me resultaron tan agradables que decidí quedarme el kayak y actualmente lo tengo como “barco personal”.

Todo este proceso me hizo indagar un poco sobre el fabricante del barco: Fun Run. Resultó ser una pequeña empresa especializada en kayaks de mar, localizada en un pueblo muy cercano a Aranda de Duero. ¡Kayak de mar en Castilla!. Repasé su catálogo en Internet, y cuando más veía, más atractivo me resultaba, así que supe esperar y, en cuanto tuve la ocasión, que fue aquel desplazamiento al COE, a Madrid, me puse en contacto con ellos para ver si podía hacerles una visita.

Cerrada la cita, a la ida me desvié en Aranda y me acerqué hasta el polígono industrial (de dimensiones rurales) de Fresnillo de las Dueñas, en la margen izquierda del Duero. El taller consta de dos modestos edificios, algo acoquinados ante un despliegue de industria de apariencia algo química y agresiva alrededor. Enseguida me recibió Javier, con aspecto de estar metido en faena, espolvoreado de polvo blanco en sus ropas de trabajo, como si se tratara de una figurita de un Belén de la cercana Navidad, pero en escala humana. Lo primero que hizo fue enseñarme el taller, una planta alargada en la que había varios kayaks en diferentes fases de proceso constructivo, bastantes moldes amontonados y algunos barcos prácticamente acabados. La verdad es que eran preciosos, atractivos… sugerentes. A medida que los íbamos viendo, me explicaba sus propiedades, diferentes según el modelo del que se tratara.

Según afirma su página web, Fun Run “Es una microempresa dedicada al mundo del kayak de mar. Fun Run inicia su andadura a principios de los ´90, un largo camino de aprendizaje en el campo de los materiales compuestos y en el diseño, 20 años de experiencia ya nos avalan. [...] No se puede hablar de Fun Run sin hablar de su fundador Javier de la Puente, nacido en Aranda de Duero en el año 65.  Fun Run es el fruto de la simbiosis de 2 pasiones, el mundo del kayak y el campo de los materiales compuestos, Javier tiene algo más de 20 años de experiencia en ambos campos. Si bien el principal esfuerzo se centra en el campo del kayak de mar, cuenta en su palmarés laboral experiencias tan variadas como la fabricación de piezas en composite para el mundo de la competición a motor, diseño y fabricación de esculturas urbanas para campañas publicitarias, innumerables diseños en pieza industrial, sin olvidar sus logros en el campo de las expediciones polares. Co-diseñador del catamarán polar junto a R. Larramendi, el vehículo que ha cruzado los polos movido por energía eólica, íntegramente fabricado en Fun Run, también el pulkayak, un híbrido entre trineo y kayak especialmente diseñado para expediciones en banquisa, es un trabajo de la empresa”. (www.funrunkayak.com).

Y aquí salta otra conexión. Además de las exploraciones polares, Ramón Larramendi explota un albergue en Groenlandia, desde el que oferta cierta variedad de trekkings y configuraciones de viajes, algunos de ellos, precisamente, con los kayaks como protagonistas. El caso es que mi amigo y vecino Pablo Goicolea ha trabajado para Ramón en más de una ocasión, inicialmente como guía de periplos itinerantes y, posteriormente, todo un verano como guarda del albergue en Groenlandia. Pablo es uno de mis habituales compañeros de fatigas ciclistas y sobre esquís de travesía, aunque recientemente también sale a palear conmigo por aguas del Cantábrico.

Una de las claves del buen hacer de Fun Run es su apuesta por la tecnología, aplicada en varias de sus vertientes: el apoyo al diseño y la simulación, al dominio de las propiedades y aplicación de los materiales, y el acabado de las piezas. Pero es que además, hablando con Javier, se percibe que detrás de todo ello hay mucha reflexión y análisis sobre el comportamiento de navegación de los kayaks. Así pues, charlando, resulta fácil decantarse (teóricamente) por un modelo u otro, a la hora de decidir cuál de ellos resultaría más apropiado para el particular uso que cada cual fuera a dar a su barco. Y a ello habría que añadir las variadas opciones de configuración posibles: timón o no, orza abatible o no, tipo de material de construcción… y en cuanto a la estética: colores a elegir.

Y lo que son las cosas, allí me enteré que el mi “nuevo” kayak es un Spartan, lo que significa que está diseñado para mujer de tamaño mediano o incluso ligero. Partiendo de ese dato, dice mucho en favor del constructor que, pese a que lo navegue pasándome del peso previsto, y con un centro de gravedad menos ventajoso que el de las damas, el barco mantenga buenas propiedades de comportamiento. Así que todo se andará, y habrá que buscar el momento idóneo para adquirir uno nuevo más adecuado para mí (creo que ya sé cual me gustaría).

Otro detalle que pude ver “in situ” fue su propuesta de kayak rígido desmontable en tres piezas de rápido ensamblaje. Está muy bien pensado, y la apariencia del barco montado resulta impecable. En cuanto al sistema de ajuste, parece simple, sólido y sin necesidad de herramientas para montar o desmontar las tres grandes piezas en que se divide el bote. Y lo mejor de todo: es aplicable a cualquiera de los modelos elegidos por el cliente. Para pensárselo, desde luego que ya no es problema de dimensiones de garaje o trastero.

Me hubiera quedado allí mucho más tiempo, haciendo preguntas, indagando sobre la historia del fabricante, entresijos del diseño y la fabricación, o sobre las andanzas polares de sus proyectos singulares. Pero Madrid me esperaba y además, les había pillado en plena faena y no quise molestar ni hacerles perder el tiempo. Bastante agradecido estoy de haberlos podido visitar.

 
 Disfrutando de mi kayak Fun-run por la Bahía de Santander.

Mi viaje continuó, y al día siguiente por la mañana, en la sede del COE, tal y como estaba previsto, surgieron algunas conexiones más, relacionadas con el piragüismo. Empiezo a explicar aquellas que tienen que ver con las Aguas Tranquilas. Mi primera “relación” con nuestro flamante y mediático medallista olímpico Saúl Craviotto fue indirecta y poco afortunada. Resulta que en cierta ocasión, pensando en posibles ponentes para conformar una actividad de formación para técnicos deportivos, se me ocurrió sugerir un par de nombres de deportistas bastante mediáticos en aquellas fechas. Un hombre (Craviotto) y una mujer (de cuyo nombre no quiero acordarme). Mis funciones se limitaron a sugerir los nombres y fue después la gente de la Consejería de Educación la que intentó ponerse en contacto con ambas celebridades deportivas. Pero en ningún caso logró establecer conversación de forma directa, sino por mediación de sus respectivos agentes. Tal y como se ha puesto el deporte de élite hoy en día, parece ser que no es posible “sobrevivir” en el medio sin la figura del agente, quién, básicamente, se encarga de dos labores fundamentales: filtrar la atención con los medios, los fans, las redes sociales, etc. para que los deportistas puedan seguir entrenando y compitiendo sin perturbaciones que los distraigan o hagan perder el tiempo; evitar que cometan errores o deslices que deterioren su imagen pública; y, muy importante, seleccionar la presencia o participación en eventos y citas que puedan resultar lucrativos, o fomentar el desarrollo de acuerdos comerciales con patrocinadores. Esto último busca hacer lo más rentable posible el periodo en el que un deportista logra mantener cierta fama exitosa, algo que, por ley de vida, suele ser un periodo relativamente corto, si lo comparamos con las etapas productivas de profesiones más convencionales. Así que, nos guste o no, hacen bien en aprovecharlo. En nuestro caso lo que ocurrió es que los representantes pidieron un montante de dinero bastante exagerado (más elevado en el caso de ella que en el de él; probablemente porque su agente debía de ser consciente que la casi obligada necesidad de incluir mujeres deportistas en cualquier evento actual, favorece el que puedan solicitar más). Desde luego mucho más de lo que sería razonable gastar por parte de una entidad pública, dedicada a la educación (pública) por asistir un par de horas a un acto de formación de alumnado en un centro educativo (público). Máxime cuando en ambos casos se trataba de deportistas que cobran becas reguladas por organismos públicos (o subvencionados públicamente). No es que estuvieran obligados a tener que acudir, ni mucho menos, pero nos hubiera sentado mucho mejor que hubiesen declinado el hacerlo por cuestiones de agenda y preparación, que planteando unas tarifas tan elevadas. De todas formas, lo que no quiero es que, de todo aquel asunto, permanezca alguna duda sobre el talante de sendos deportistas, o la más mínima animadversión hacia ellos, pues hay que recordar que, en ambos casos, con quien se trató el tema fue con sus representantes. Por lo que es muy posible que los deportistas en cuestión ni se llegaran a enterar de la propuesta.

Mi segunda “proximidad” con Saúl Craviotto fue una vez que participé en el Descenso Internacional del Sella. Yo estaba situado casi a cola del orden de salida, al disputarlo (es un decir) en la categoría de K1 veteranos. El y su padre partían desde la zona delantera así que no los vi en ningún momento. Pero al hijo sí que lo escuché, pues fue el encargado de hacer el pregón previo a la salida. Fue un pregón simbólico por su fugacidad. Lógico, teniendo en cuenta que nada más pronunciar las palabras, el pobre hombre tenía que bajar del puente de Arriondas, a toda pastilla, abrirse paso entre el gentío, para llegar a tiempo a la zona de salida, donde le esperaba su padre para palear juntos en un K2.

Con Craviotto padre coincidí en otra ocasión en el flamante estadio de piragüismo que acogió las competiciones de dicha modalidad en los JJOO de Barcelona 92. Acudí allí con mi club, hace relativamente poco tiempo, porque se nos había planteado una atractiva doble posibilidad: por un lado poder competir en una auténtica pista de velocidad; y por el otro probar a hacerlo en un K4. El viaje fue una paliza, pero mereció la pena porque, por lo menos para un piragüista “pardillo” como yo, permitió que accediera a un buen puñado de experiencias por lo general muy alejadas de las posibilidades cotidianas. Aquel día todo fueron regatas de 200 metros en línea recta. La pista disponía de anchas calles y unos pontones de salida fijos a los que había que acceder marcha atrás. No había viento ni corriente, con lo cual las condiciones eran perfectas para desarrollar la máxima velocidad… si es que tu técnica, dominio y cualidades físicas así lo posibilitaban (lo que no es mi caso). Para empezar disputé una serie eliminatoria en un K4 de veteranos que, en nuestro caso además, fue mixto. Keko (exdiploma olímpico en sus años mozos) iba a proa, con Javi (piragüista curtido y experimentado) a popa. En medio una ya bastante formada Aura de “dos”, y “yo” de tres para completar la tripulación. El resultado pasó desapercibido, pues no fue ni bueno ni malo. Pudo haber sido mejor, pero es que partimos con dos inconvenientes importantes, uno previsto y otro imprevisto. El primero es que no habíamos podido remar juntos antes de la prueba porque el barco era prestado y no estuvo listo de reparaciones hasta la noche anterior al viaje. Lo repentino sobrevino cuando remábamos en dirección a la zona de salida, y fue que a Keko se le rompió uno de los dos anclajes de la barra de apoyo de los pies, por lo que tuvo que remar como pudo toda la regata, mientras gobernaba un timón muy poco obediente. Pese a todo ello, la regata me resultó muy divertida. Todo un breve, pero tremendamente intenso, episodio de energía, frecuencia de palada, salpicaduras y sensación de velocidad. Auténtica secreción de adrenalina deportiva en un escenario olímpico. A media prueba a punto estuvimos de salirnos de nuestra calle por estribor, pero lo salvamos y acabamos la eliminatoria en alguna posición intermedia.

 
 El K4 al completo, de regreso de la la serie de velocidad.

Aquel día hubo del orden de sesenta regatas sin solución de continuidad, por eso de aprovechar el viaje en mi club, también me habían apuntado a una eliminatoria de K1 veteranos. Lo malo fue que como el remolque había viajado cargado de barcos, únicamente disponía de una piragua en la que apenas lograba mantenerme en equilibrio en condiciones de máxima tranquilidad de agua, escaso desempeño de velocidad por mi parte y, desde luego, ausencia de maniobras. Yo me temía lo peor y pasó lo que tenía que ocurrir: remé tranquilo hacia la zona de calentamiento pero, al intentar remar marcha atrás (ciar), y colocar la popa del kayak contra el pantalán de salida, volqué hasta dos veces seguidas. Aunque los árbitros se mostraron pacientes y pretendieron esperarme en una tercera tentativa, me apiadé de mis contrincantes directos de serie y opté por señalar mi retirada. La anécdota “conectada” de todo aquello es que en la calle de mi derecha había un piragüista veterano de aspecto muy fibroso y trabajado, barco afilado e impecable, y cara de gran concentración competitiva con altas dotes de motivación… era el padre de Saúl Craviotto.

Pero el bochorno se me pasó por la tarde pues volví a embarcarme con Aura para disputar una tercera regata: final directa de K2 mixto veterano. Disfruté como un enano porque paleamos muy rápido. Tanto que, aunque el nivel supongo que no era gran cosa, acabamos pillando “chapa” y a punto estuvimos de quedar segundos. Lástima que un par de veces estuvimos cerca de desequilibrarnos, y sendos apoyos mermaron nuestra excelente progresión. En cualquier caso fue otro momento genial, un magnífico colofón para aquel pasó por un escenario de historia olímpica.

 
Con Aura en el K2, terminada nuestra final en el Canal  Olímpico.

En el caso de Madrid (ya llego a ello), la ocasión tampoco me sirvió para conocer a Saúl Craviotto en persona, pero si para ahondar algo en su figura, y es que uno de los técnicos invitados era Miguel García, entrenador de Saúl y del “K4” olímpico español.  Autoridad para hablar del campeón no le falta pues están juntos desde que el medallista olímpico era junior. Un asunto que resultó interesante fue cuando explicó que el boom mediático extradeportivo de Craviotto (anuncios televisivos, su participación en Master-cheff, etc.), estuvo claramente programado desde la perspectiva de la planificación deportiva. Para ello se escogió un año post-olímpico. Algo que para muchos deportistas que basan sus carreras deportivas con los JJOO como eje de referencia prioritario, suele ser bastante habitual: el emplear dicho año como periodo de transición, descanso relativo, innovación en la preparación, etc. Eso sí, Miguel García nos aseguró que calcularon mal el impacto mediático que aquello podría alcanzar. Al parecer se quedaron muy cortos. Entre otras cosas se percataron de que las medallas olímpicas de un deporte modesto no alcanzan ni de lejos las dimensiones de popularidad que genera un programa de televisión de gran audiencia. En el lado positivo estuvo el retorno en forma de interés por parte de potenciales patrocinadores. Quizás en algún deportista con otro tipo de personalidad aquello hubiera podido desencadenar efectos negativos de cara al rendimiento, pero según parece, Saúl Craviotto es bastante “cuadriculado” (en un buen sentido) para los principales aspectos de su vida: el deporte de competición, su familia y su trabajo. Por lo visto es muy metódico y ordenado para sus rutinas, horarios y programas, por lo que aquellos asuntos se los debió de tomar de un modo exclusivamente profesional y sin dejar que interrumpieran sus principales objetivos vitales. En eso, la figura de un representante eficaz aparece como prácticamente imprescindible en el deporte de élite actualmente. Algo que corroboraron algunos otros entrenadores que pasaron por allí aquel día. Con respecto a lo que pueda dar de sí el rendimiento de Saúl en Tokyo 2020, el tiempo lo dirá. La clasificación de un K4 español en 500 metros ya está asegurada, así como la presencia de seis piragüistas varones en aguas tranquilas (hasta ahora han sido siete quienes han generado esas seis plazas). La evolución de resultados de Craviotto, acorde con la del piragüismo nacional de “tranquilas”, nos mantiene habitualmente en vilo, pues salta con facilidad del éxito a la frustración y viceversa, podría calificarse como de ondulante. En cierto modo, gracias a los esporádicos “fracasos” (no es justo valorarlos como tal), se generan los posteriores éxitos. Si no hubiera derrotas, muchos deportistas (y Craviotto dicen que es un claro ejemplo de ello) no se atreverían a afrontar cambios importantes en su preparación, por miedo a introducir variaciones en un método que haya demostrado éxito, lo cual, en una disputa tan abierta como son las pruebas de piragüismo de velocidad, en las que todo se decide en cuestión de décimas de segundo, puede ser un error que se pague caro, por puro estancamiento.

Finalizadas las intervenciones de Miguel García, me llevé una buena impresión de su persona. Tanto a nivel general, como en su faceta de técnico. También me ayudo a humanizar mucho más la figura Saúl Craviotto, más allá de su rol de deportista de élite y no digamos de “celebrity”. Me alegro por ello, con tantas conexiones, no descarto que algún día pueda encontrarme con él, a través de terceros, de modo casual e informal. Nunca se sabe. En cualquier caso: toda la suerte del mundo para Tokyo.

 
 Miguel García (a la izquierda) departiendo con los entrenadores de Carolina Marín y Javier Gómez-Noya. (Imagen: COE).

Saul Craviotto en acción. (Imagen: elplural.com).

Y a otra piragüista a la que se la espera en los próximos JJOO con justificadas expectativas es a Maialen Chourraut, nuestra brillante campeona en la modalidad de slalom de aguas bravas. No me encuentro muy cómodo escribiendo sobre su persona porque me consta que es muy reservada y muy celosa de su vida privada, de su entorno personal cotidiano y familiar. Pero, por otro lado, no pretendo adentrarme demasiado en todo ello. Lo que conozco se hizo medianamente público con la intervención de su entrenador (y marido) Xabi Etxanz, en aquella misma jornada técnica. De sus comentarios se desprendía que Maialen debe de ser una persona excepcionalmente fuerte psicológicamente, algo que, según él, muchas veces marca la diferencia entre el éxito final y el quedarse cerca. Parte de su labor como entrenador consiste en “frenar” su exceso de celo, trabajo y empeño, derivados de un doble componente de hiper-exigencia en el entrenamiento, y de disfrute sobre el kayak en acción. En los momentos previos a la acción competitiva, esta piragüista “no está para nadie”, y es mucho mejor que nadie “no habitual” aparezca por allí. Mucho mejor si se respeta al máximo la “normalidad” de lo conocido. Lo mejor, por lo visto, es dejarla sola con ella misma. En contraste, antes de que el cronómetro se ponga en marcha, cuando Maialen ya se encuentra subida al kayak, flotando cerca de la salida, ya se siente en su elemento y todo parece fluir a su alrededor.

La kayakista vive en la Seo d’Urgell donde puede entrenar a diario en el canal de aguas bravas que se creó para los JJOO de Barcelona 92. Se trata de una modalidad muy técnica en la que las repeticiones son innumerables, todas ellas con su correspondiente feed-back referido a la ejecución, y lo más próximo temporalmente a la misma. También incorporan mucho trabajo de visualización a su entrenamiento, el cual, por determinación personal de la deportista, se incrementa más aún como consecuencia de algún resultado peor de lo esperado o alguna frustración. Una especie de crecerse ante la adversidad, tratando de convertir en fortalezas lo que haya podido parecer un punto débil. Una filosofía muy espartana que en tantos casos se ha conocido a lo largo de historia del deporte.

Por el momento, las dos principales facetas de la vida de esta fantástica piragüista son su hija (Maialen Chourraut decidió ser madre en plenitud de su carrera deportiva) y su entrenamiento al máximo nivel. Lo primero es cosa suya, y hasta ahora los hechos han demostrado que no ha perjudicado a sus éxitos en lo segundo. Y eso a pesar de haber pasado de dormir casi 12 horas diarias (incluyendo siestas y reposos entre duras sesiones de entrenamiento) a, en ocasiones, apenas 5 o 6, entre desvelos y atenciones maternas. En cuanto a lo segundo, reconozco que envidio muy especialmente su pericia y su dominio. Desde niño siempre me sentí atraído por el piragüismo de aguas bravas, aunque, lamentablemente, no tuve ocasión de iniciarme en él. No es cosa de ponerme ahora, cuando me sobran actividades que practicar y no estoy en la mejor edad como para aprender lo más básico de una disciplina tan “bravía”. Pero siempre he pensado que alguien con buen dominio de ese deporte, debe de disfrutar tanto como yo lo hago cuando acometo un bonito y variado descenso de nieve virgen lejos de las pistas. Ambas son acciones imposibles para quién no posea los rudimentos técnicos necesarios, pero endiabladamente placenteras para aquellos que sepan evolucionar por tales entornos con facilidad. En su caso, admiro la integración de su dominio con lo atractiva que me resulta la modalidad… se lo tiene que pasar en grande, jugando entre rebufos, olas y rocas. Cuánto me alegro por ella.

 
 Xavi Etxanz posa a la derecha de todo. Lo acompañan el entrenador de los karatecas españoles más laureados y una de las entrenadoras del equipo nacional de gimnasia rítmica. (Imagen: COE).

 Maialen en su espumoso elemento. (Imagen: Getty, para Mundo Deportivo).

El resto de aquel fin de semana no tuvo desperdicio, aunque creo que no trajo consigo ninguna conexión más relacionada con el piragüismo. No hubiera sido normal, bastantes hubo ya, especialmente si tenemos en cuenta que se trató de un fin de semana de tierra adentro, marcado por motivos formativos y culturales. Para no haber tenido planteamiento de acción deportiva alguna, no estuvo nada mal.

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