jueves, 17 de enero de 2013

3. PARTICIPAR SÓLO O ACOMPAÑADO


(Nota: desde que planteé el calendario inicial de 8 eventos, ya estoy en 11. Eso sin contar unos 10 que hay de por sí en Italia, donde esta modalidad parece haber causado furor. No podré ir a todos (una pena) pero si voy a intentar ir al mayor número posible de los que figuran en el calendario dinámico del blog. Lo que me contraría un poco es que ya me ha aparecido una coincidencia entre dos eventos muy atractivos, y ando con los dedos cruzados para que no ocurra lo mismo con los dos que quedan por fechar. Por otro lado estoy encantado de la acogida, me consta que hay varios que ya han localizado alguna bici que les puede servir para participar, y creo que voy a tener compañía eventual tanto en las cortas como en las largas. Precisamente sobre ese tema va la entrada de hoy).

“Chicas con las piernas cruzadas, chicas con las piernas sin cruzar, chicas con piernas fantásticas, chicas con piernas asquerosas, chicas que parecían chicas estupendas y chicas que debían ser unas brujas si llegabas a conocerlas. Era un panorama muy bonito, si entienden lo que quiero decir. En cierto modo, era también bastante deprimente porque uno no podía dejar de preguntarse qué sería de todas ellas. Quiero decir cuando salieran del colegio y la universidad. Te imaginabas que la mayoría se casarían con unos imbéciles. Con tíos de esos que siempre están hablando de cuántos kilómetros pueden sacarle a un litro de gasolina en sus malditos coches. Tíos que se enfadan como niños cuando les ganas al golf o hasta a un juego tan estúpido como el ping-pong. Tíos malos de verdad. Tíos que nunca leen libros. Tíos aburridos…”
Salinger, J.D. (“El guardián entre el centeno”).

Aunque no me da lo mismo, hacerlo sólo o acompañado, tal y como versaba el lema institucional de los 70: ¡lo importante es participar!. Si no viene nadie, siempre es mejor tomar parte, que lamentarse por tener miedo a la soledad y quedarse sin hacerlo. Por otro lado, tanto por las rutas de la Península Ibérica, como en los eventos internacionales, el mero hecho de aparecer sólo, facilita mucho que el resto del pelotón se dirija a ti para entablar conversación, da menos apuro saludar a alguien con pinta de foráneo que va desamparado, que acercarse a él cuando está bien rodeado por su grupo de amistades. Vamos, que si en algunas de las citas me veo rodeado de amigos ¡fantástico!, pero tal y como me ha sucedido otras veces en viajes, pruebas deportivas o reuniones, si aparezco allí en solitario, seguro que acabo haciendo buenas migas con otros aficionados… y hasta practicando idiomas.
Pero en realidad el asunto de hoy no va sobre eso, estoy seguro de que en alguna prueba viajaré a solas, así como también lo estoy de que en bastantes otras voy a tener buena compañía con la que disfrutar y divertirnos mucho. No, el asunto de hoy se refiere a comentar y valorar las posibilidades  que esta Challenge ofrece para viajar por ella con tu pareja. En este sentido, estamos ante una decisión y circunstancias muy personales. La decisión pasa obligadamente por los deberes familiares de cada pareja, las aficiones, el carácter social de cada acompañante y muchos más condicionantes que todos conocemos sobradamente. En eso no voy a entrar ¡sería suicida hacerlo! Lo que quiero es reflexionar en alto sobre diferentes posibilidades:
I.                 Pruebas en las que te plantas allí completamente sólo. Pues nada, a disfrutar, empiezas a encontrar allí tipos raros vestidos de ciclistas que parecen sacados de una colección de cromos (de cuando el ciclismo era tan popular que hasta justificaba la edición de colecciones rivalizando durante las grandes Vueltas incluso con el fútbol). Enseguida, lo sé por experiencia propia, os vais a ir acercando tímidamente para saludaros, y tras iniciar la conversación con la disculpa de qué cuadro tan bonito llevas, o de dónde has sacado ese bidón, entabláis una conversación a la que se van uniendo otros y en poco tiempo ya estás totalmente integrado en el paquete. Durante el recorrido esto se va consolidando, no digamos ya en los avituallamientos tradicionales, con el vinito y los manjares “de la tierra”. A ello se añade, según cada caso, la cena de la noche anterior, el paseo con los espectadores de época que en ocasiones acompañan al evento, la comida final, o lo que sea que esté organizado, el caso es que siempre acabarás con amigos, entretenido y disfrutando de un viaje ciclista (más recogido que los eventos masificados y nada competitivo) que vivirás en el espacio ¡y en el tiempo!.
II.               Ocasiones en las que vas desparejado pero con amigos. Pues risas desde antes, durante y después. No cabe duda, entre el viaje, los preparativos de las bicis y la vestimenta, los prolegómenos de la prueba, las anécdotas del recorrido, algún pique localizado si lo hay, el momento socio-gastronómico del avituallamiento y todo lo que llega después, una vez acabada la ruta, la diversión entre amigos está asegurada. En esto da lo mismo haber quedado para una carrera popular, un día de pesca o una visita a Wembley a ver un partido histórico… os lo pasáis bomba y da para contar después durante años ¿alguien lo duda?
III.              Y ahora abordamos la situación en la que, por la razón que sea: porque nos apetece mucho, porque es la única forma de que nos dejen ir, o por cualquier otro motivo o sin él, el caso es que hemos decidido viajar allí en pareja. Pues en ese caso todo puede ir sobre ruedas (nunca mejor dicho), ya que se nos presentan diversas posibilidades. La más clara es si nuestra pareja (él o ella) es también ciclista. En ese caso, se lleva su propia bicicleta y hace lo mismo que nosotros. Si el estado de forma de cualquiera de los dos es bastante bajo, no pasa nada, varios de los eventos que componen la Challenge, en especial los más largos, ofrecen otra u otras alternativas de recorrido más cortas, así que cada cual puede realizar su “etapa” y vivir el resto de la experiencia juntos. En muchos otros, mientras los “deportistas” pedalean, para los acompañantes se organiza un concentración de época, con bicicletas y vestimenta “de paisano” (“de vestir”), que consiste en reunirse, exponer la bicicletas, posar para la prensa, relacionarse, dar un par de paseos por algún casco antiguo, tomar un blanco o una caña y aplaudir en la llegada a los “forzados de la ruta” cuando llegan. Una vez más, tras la etapa, todos juntos otra vez y buena ocasión para presentar y que te presenten a los nuevos conocidos que cada cual haya hecho. Por si fuera poco, en algunas de las citas más importantes existen actividades suplementarias de gran interés: desfiles, concursos de elegancia, comidas colectivas, e incluso una verbena (soirée) ambientada en los años 50. Vamos que nuestro acompañante, salvo que sea un cardo borriquero o una persona extremadamente insociable, no va a tener tiempo de aburrirse.
Y con esto queda desmontada (espero) otra clásica disculpa habitualmente esgrimida por nuestros conocidos para decir no a algún plan atractivo, aunque por alguna otra razón (mayormente pereza, o simplemente que no les gusta el plan y no te lo quieren decir tal cual) en realidad no se animen a ir. Así que lo dicho, sólo o acompañado me acordaré (nos acordaremos) de los que no vengáis mientras me río, pedaleo, sudo, degusto, me maravillo con los tramos más bellos, conozco gente, bailo, aprendo y vivo.

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