(Nota: desde
que planteé el calendario inicial de 8 eventos, ya estoy en 11. Eso sin contar unos
10 que hay de por sí en Italia, donde esta modalidad parece haber causado
furor. No podré ir a todos (una pena) pero si voy a intentar ir al mayor número
posible de los que figuran en el calendario dinámico del blog. Lo que me
contraría un poco es que ya me ha aparecido una coincidencia entre dos eventos
muy atractivos, y ando con los dedos cruzados para que no ocurra lo mismo con
los dos que quedan por fechar. Por otro lado estoy encantado de la acogida, me
consta que hay varios que ya han localizado alguna bici que les puede servir
para participar, y creo que voy a tener compañía eventual tanto en las cortas
como en las largas. Precisamente sobre ese tema va la entrada de hoy).
“Chicas con las piernas cruzadas, chicas con las piernas
sin cruzar, chicas con piernas fantásticas, chicas con piernas asquerosas,
chicas que parecían chicas estupendas y chicas que debían ser unas brujas si
llegabas a conocerlas. Era un panorama muy bonito, si entienden lo que quiero
decir. En cierto modo, era también bastante deprimente porque uno no podía
dejar de preguntarse qué sería de todas ellas. Quiero decir cuando salieran del
colegio y la universidad. Te imaginabas que la mayoría se casarían con unos
imbéciles. Con tíos de esos que siempre están hablando de cuántos kilómetros
pueden sacarle a un litro de gasolina en sus malditos coches. Tíos que se
enfadan como niños cuando les ganas al golf o hasta a un juego tan estúpido
como el ping-pong. Tíos malos de verdad. Tíos que nunca leen libros. Tíos
aburridos…”
Salinger, J.D. (“El guardián entre el centeno”).
Aunque no me da lo mismo, hacerlo sólo o acompañado, tal y
como versaba el lema institucional de los 70: ¡lo importante es participar!. Si
no viene nadie, siempre es mejor tomar parte, que lamentarse por tener miedo a
la soledad y quedarse sin hacerlo. Por otro lado, tanto por las rutas de la
Península Ibérica, como en los eventos internacionales, el mero hecho de
aparecer sólo, facilita mucho que el resto del pelotón se dirija a ti para
entablar conversación, da menos apuro saludar a alguien con pinta de foráneo
que va desamparado, que acercarse a él cuando está bien rodeado por su grupo de
amistades. Vamos, que si en algunas de las citas me veo rodeado de amigos
¡fantástico!, pero tal y como me ha sucedido otras veces en viajes, pruebas
deportivas o reuniones, si aparezco allí en solitario, seguro que acabo
haciendo buenas migas con otros aficionados… y hasta practicando idiomas.
Pero en realidad el asunto de hoy no va sobre eso, estoy
seguro de que en alguna prueba viajaré a solas, así como también lo estoy de
que en bastantes otras voy a tener buena compañía con la que disfrutar y
divertirnos mucho. No, el asunto de hoy se refiere a comentar y valorar las
posibilidades que esta Challenge ofrece
para viajar por ella con tu pareja. En este sentido, estamos ante una decisión
y circunstancias muy personales. La decisión pasa obligadamente por los deberes
familiares de cada pareja, las aficiones, el carácter social de cada
acompañante y muchos más condicionantes que todos conocemos sobradamente. En
eso no voy a entrar ¡sería suicida hacerlo! Lo que quiero es reflexionar en
alto sobre diferentes posibilidades:
I. Pruebas en las que te plantas allí completamente
sólo. Pues nada, a disfrutar, empiezas a encontrar allí tipos raros vestidos de
ciclistas que parecen sacados de una colección de cromos (de cuando el ciclismo
era tan popular que hasta justificaba la edición de colecciones rivalizando
durante las grandes Vueltas incluso con el fútbol). Enseguida, lo sé por
experiencia propia, os vais a ir acercando tímidamente para saludaros, y tras
iniciar la conversación con la disculpa de qué cuadro tan bonito llevas, o de
dónde has sacado ese bidón, entabláis una conversación a la que se van uniendo
otros y en poco tiempo ya estás totalmente integrado en el paquete. Durante el
recorrido esto se va consolidando, no digamos ya en los avituallamientos
tradicionales, con el vinito y los manjares “de la tierra”. A ello se añade,
según cada caso, la cena de la noche anterior, el paseo con los espectadores de
época que en ocasiones acompañan al evento, la comida final, o lo que sea que
esté organizado, el caso es que siempre acabarás con amigos, entretenido y
disfrutando de un viaje ciclista (más recogido que los eventos masificados y
nada competitivo) que vivirás en el espacio ¡y en el tiempo!.
II.
Ocasiones en las que vas desparejado pero con
amigos. Pues risas desde antes, durante y después. No cabe duda, entre el viaje,
los preparativos de las bicis y la vestimenta, los prolegómenos de la prueba,
las anécdotas del recorrido, algún pique localizado si lo hay, el momento
socio-gastronómico del avituallamiento y todo lo que llega después, una vez
acabada la ruta, la diversión entre amigos está asegurada. En esto da lo mismo
haber quedado para una carrera popular, un día de pesca o una visita a Wembley
a ver un partido histórico… os lo pasáis bomba y da para contar después durante
años ¿alguien lo duda?
III. Y ahora abordamos la situación en la que, por la
razón que sea: porque nos apetece mucho, porque es la única forma de que nos
dejen ir, o por cualquier otro motivo o sin él, el caso es que hemos decidido
viajar allí en pareja. Pues en ese caso todo puede ir sobre ruedas (nunca mejor
dicho), ya que se nos presentan diversas posibilidades. La más clara es si nuestra
pareja (él o ella) es también ciclista. En ese caso, se lleva su propia
bicicleta y hace lo mismo que nosotros. Si el estado de forma de cualquiera de
los dos es bastante bajo, no pasa nada, varios de los eventos que componen la
Challenge, en especial los más largos, ofrecen otra u otras alternativas de
recorrido más cortas, así que cada cual puede realizar su “etapa” y vivir el
resto de la experiencia juntos. En muchos otros, mientras los “deportistas”
pedalean, para los acompañantes se organiza un concentración de época, con
bicicletas y vestimenta “de paisano” (“de vestir”), que consiste en reunirse,
exponer la bicicletas, posar para la prensa, relacionarse, dar un par de paseos
por algún casco antiguo, tomar un blanco o una caña y aplaudir en la llegada a
los “forzados de la ruta” cuando llegan. Una vez más, tras la etapa, todos
juntos otra vez y buena ocasión para presentar y que te presenten a los nuevos
conocidos que cada cual haya hecho. Por si fuera poco, en algunas de las citas
más importantes existen actividades suplementarias de gran interés: desfiles,
concursos de elegancia, comidas colectivas, e incluso una verbena (soirée)
ambientada en los años 50. Vamos que nuestro acompañante, salvo que sea un
cardo borriquero o una persona extremadamente insociable, no va a tener tiempo
de aburrirse.
Y con esto queda desmontada (espero) otra clásica
disculpa habitualmente esgrimida por nuestros conocidos para decir no a algún
plan atractivo, aunque por alguna otra razón (mayormente pereza, o simplemente que
no les gusta el plan y no te lo quieren decir tal cual) en realidad no se
animen a ir. Así que lo dicho, sólo o acompañado me acordaré (nos acordaremos)
de los que no vengáis mientras me río, pedaleo, sudo, degusto, me maravillo con
los tramos más bellos, conozco gente, bailo, aprendo y vivo.
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