(Antes de responder, quiero agradecer la amplia respuesta de conocidos que os habéis manifestado dispestos a seguir el blog e incluso tomar parte en alguno o varios eventos de la Challenge. Desde aquí os animo igualmente a que aportéis comentarios a las entradas y a que le deís difusión - al blog o a la Challenge - entre aquellos de vuestros amigos que pudieran tener interés en ello).
“De manera que, resumiendo, la civilización nos enseña un
descenso consciente y culto al pasado, con el objetivo de llevarlo de nuevo a
la superficie en su autenticidad. Los bárbaros construyen con los escombros, y
aguardan balsas flotantes con las que construirse la casa y decorarse el
jardincito. Requiere tanto esfuerzo la primera solución, y es tan lúdica la
segunda, que a los órganos de control de la civilización (escuela, ministerios,
medios de comunicación) les cuesta mucho trabajo impedir a toda la colectividad
deslizarse pendiente abajo hacia la barbarie”.
Alessandro Baricco (Los
bárbaros).
Es una buena pregunta, mejor dicho, es ¡la pregunta! En unos
tiempos actuales en los que la “carrera armamentística” de los aficionados al
ciclismo (tanto de carretera como de montaña), lleva varios años disparada,
renovando constantemente materiales, diseños, componentes, modas, estéticas,
geometrías y demás; resulta que vengo aquí con manías de viejo apegado a un
pasado rudo, oxidado y chirriante. Pues sí, cosas de la vida, a otros les da
por los coches, las motos o los muebles antiguos. La verdad es que todo tiene
cierto sentido, y hoy voy a tratar de explicarlo desde mi punto de vista:
a)
Para empezar, confieso que el ciclismo contemporáneo
me divierte y me emociona mucho menos que el pasado, tanto el que viví de niño
(gracias a la cuneta y al periódico – con aquellas crónicas tan literarias,
dramáticas y elegantes), como de joven y universitario (con la telefonía móvil
irrumpiendo y dando emocióna a tiempo real en el mundo radiofónico), y
finalmente de adulto (gracias al salto cualitativo que dio la televisión
sustituyendo las cámaras fijas por las de las motos y los helicópteros). Si a
eso añado el hecho de que ahora mismo no soy capaz ni de enumerar a los
ganadores de los últimos Tours de Francia, ya que aquellos se mueven y se
cambian con el tiempo como consecuencia de las investigaciones antidopaje,
resulta que no me es nada fácil mantenerme como aficionado, ni vincularme
emocionalmente con el estado actual de un deporte que siempre me ha encantado.
Lo del dopaje es algo terrible, y lo peor de todo es que forma parte de la
cultura propia del ciclismo. Hay dopaje en muchos otros deportes, probablemente
tanto como en el ciclismo. Pero para el ciclismo es parte de su sub-cultura, su
iconografía, sus dramas, sus leyendas, su rendimiento, etc. Y eso hace que pese
a que se busquen culpables constantemente en el seno del pelotón, éstos no se
acaban nunca porque están por todas partes: entre los corredores, directores
deportivos, gestores, responsables de organizaciones deportivas, agencias,
médicos, laboratorios, periodistas… y lo peor de todo… ¡globeros! Si, demasiada
gente se toma o “se mete” lo que no debe, para ganar al vecino, al colega o
para intentar subirse al podio de una carrera de aventura, una marcha
cicloturista o un evento popular multitudinario. Dopaje ha habido desde
siempre, una lectura histórica a las crónicas de las primeras décadas ciclistas
del siglo XX, ya habla de prácticas fraudulentas. Tanto en consumo de productos,
como en trampas directas. Resulta hasta gracioso verlo ahora desde la
perspectiva de la actualidad. Pero hoy en día las trampas me parecen más
deliberadas por lo sofisticadas, más de laboratorio, e infinitamente más falsas,
al estar magnificadas por los medios de comunicación. Salta la liebre de la
trampa por todas partes, nadie se libra, en los principales eventos
profesionales, y lo que es peor aún, en las pruebas no profesionales en las que
se supone se reúnen ciudadanos corrientes y molientes. Total que con el tiempo,
retrocedo, y me he vuelto más de queso manchego, fiambres ibéricos y porrón a
la hora de reponer fuerzas, en vez de geles o barritas energéticas. De igual
forma que he buscado eventos que ofrezcan ese tipo de avituallamientos y que no
establezcan clasificación general, sino un reto por delante cuya única
finalidad sea que yo mismo, y mi bicicleta (ambos considerablemente obsoletos y
cascados) seamos capaces de terminar, por nuestros propios medios y sin
trampas, cada una de las etapas que propone esta Challenge.
b)
Otro asunto que me cansa y aburre tremendamente
es que por ejemplo ahora casi todas las bicis sean preferentemente blancas, y
hace 10 años negras y construidas o simuladas en carbono. Que te resulte casi
imposible ir a comprarte un manillar de corredor que no sea negro o blanco,
acabado en acero quiero decir. Es una forma de expresarlo. A lo que me refiero
es a que la presión y la obsesión por el crecimiento económico de las empresas,
ha llegado también al de los fabricantes del material deportivo, y antes de dar
tiempo a asentar las mejoras técnicas, los diseños y las novedades, ya los
están cambiando de nuevo, para crear moda lo antes posible tratando de buscar
consumo compulsivo. Hay una cosa evidente ya: no se mejora técnicamente a la
velocidad que parece mostrar el mercado, es más, en algunos detalles no sólo no
se mejora, sino que la prisa nos obliga a pasar por empeoramientos (los
ejemplos los podemos discutir en persona que aquí no me caben). Y lo peor es
que pretenden defenestrar diseños o materiales que resultan fantásticos aunque
el tiempo pase por ellos. Por poner un ejemplo: una bicicleta de carretera
Macario, en buen estado, con buenos componentes de los 80 y en un color elegante
es una preciosidad, y seguro que funciona a las mil maravillas, y puede que te
haga disfrutar mucho más que algo de gama media de la actualidad. Otro ejemplo:
una Alan ex-profesional que tengo en el garaje, es más ligera que la Trek de
carbono de gama media-alta que me compré unos 15 años después. La segunda tiene
desarrollos más adecuados, cambios “sincro” en las manetas, pedales automáticos
y me es mucho más útil y cómoda, pero con ambas disfruto mucho cuando las saco
y puestos a rendir, os aseguro que no hay demasiada diferencia. Por eso tardo
en cambiar de bicicleta más o menos 15 años. Pero es que además, a las
bicicletas, al contrario que a las bombillas, impresoras y muchos otros bienes
de consumo, no les ha llegado aún el mal de la obsolescencia programada, y si
las cuidas y mantienes un poquito, resulta que duran toda la vida, y como con
ellas (debo ser un enfermo emocional) cuánto más las he utilizado, más
establezco cierto apego sentimental, me parece un crimen tirarlas, destruirlas,
inutilizarlas… o venderlas, ya que para cuando ya habría decidido hacerlo, su
precio sería irrisorio. Así pues, esta Challenge, se me antoja también una
magnífica excusa para sacar a relucir algunas de esas viejas máquinas.
c)
Luego está el asunto de la ruta. No es casual
que uno de los últimos gritos comerciales en ventas de bicicletas sea el de los
modelos free-ride (¡Cuánto he suspirado por algún modelo así antaño!).
Básicamente son buenas bicis de carretera, con geometría de carretera, pero
cuadros un poco más robustos, potentes frenos tipo ciclo-cross, pasos de rueda
generosos como para poder montar mayor variedad de neumáticos y por supuesto
roscas para portabultos o guardabarros delante y detrás. Esto nace por dos
razones: porque las de carretera actuales se han convertido en réplicas de alta
competición (aunque la mayoría sigue haciendo medias de 28-30 km/h), prescindiendo
de algunos de los detalles prácticos que he enumerado en las otras; y porque
algunos preferimos los paisajes, los parajes solitarios y apartados, las
ausencias de guarda-raíles y cunetas polvorientas llenas de restos de
catadriópticos de coches, y mantenernos lejos del tráfico abundante, agresivo,
peligroso, ruidoso y pestilente. Y para ello hoy en día buscamos rutas rurales,
carreteras secundarias o descatalogadas, pasos de alta montaña, pistas
semi-asfaltadas, rutas con baches, etc. Por encima de todo la belleza. Y
casualmente, todas estas pruebas seleccionadas para componer la Challenge,
apuestan por itinerarios bellos y apartados, en algunos casos incluso con
tradicionales tramos de carreteras sin asfaltar, pero que en su día fueron
escenario del paso de los corredores legendarios.
Podría seguir con argumentos y detalles, pero imagino que
no hace falta, los convencidos ya lo estarán casi desde el principio del texto,
o incluso desde que dieron con el blog, mientras que los no convencidos no lo
estarán nunca, no entienden el ciclismo sin el carbono, ni los eventos sin el
chip, me llamarán seguramente retrógrado o “friki” cuando precisamente soy
capaz de hacer de los retos de chip parte de mi ocio, aunque de lo retro
también ¿no sé quién de nosotros será entonces más cerrado de mentalidad? El
caso es que este año he decidido volver a jugar a ser Coppi, Merckx, Perico,
Ocaña, Bartalli, Anquetil… pero montando en bici, en vez de con las chapas o
los escuálidos ciclistas de plástico que tenía de pequeño.
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