“Todo
parece indicar que el misterioso mecanismo de creación que se aplica tanto a la
ciencia como al arte nace de relacionar dos fenómenos aparentemente inconexos;
y cuanto más inconexos aparecen, más imaginación hace falta para descubrir una
afinidad oculta, y más original resulta la creación”.
O.
TUSQUETS (“Todo es comprable”)
Me
declaro mutante. En el sentido que Alessandro Baricco en su libro “Los
bárbaros” explica sobre los cambios que actualmente se están produciendo en la
humanidad (ya lo cité como encabezamiento de alguna de mis entradas pasadas).
En pocas palabras alguien que según en qué aspectos de la vida podría ser
considerado un claro exponente de la innovación y el cambio (“un bárbaro”) o un
defensor de la tradición (“un civilizado”). Como muestra de ello hoy me voy a
entretener en un estúpido juego de niños. He decidido hacer un par de listas,
de diez objetos, cuestiones, asuntos o temas cada una, en las que mis
preferencias se decantan más por lo moderno y por lo antiguo. Para completar
esta reflexión superficial, incluiré también otra lista de cinco cuestiones de
difícil elección (para mí), además de finalizar con un pulso sobre un par de
“debilidades” de tecnología ciclista.
Culto a la capacidad de innovación del ser humano:
1. Internet,
por encima del resto de medios de comunicación, información, tecnología de
ayuda al trabajo colaborativo, etc. Reconozco que aunque me pudieran agradar o
simpatizar nostálgicamente otros recursos, este avance está suponiendo una revolución
humana total, con innumerables bondades y avances, tanto tecnológicos, como de
acceso horizontal, libertad, comunicación masiva, etc. Una verdadera “pasada”.
2. El
goretex. Toda la historia de la Humanidad ha hecho falta para diseñar un tejido
ligero que permita transpirar suficientemente y a la vez impermeabilizarnos y
protegernos del viento. Me confieso un fan incorregible de este tejido, tanto
para ropa deportiva como de “vestuario civil” en calzado, prendas exteriores,
guantes, etc.
3. La
tecnología de la fotografía. Pese a haber sido un gran aficionado a la
fotografía en los tiempos de las diapositivas y los revelados, y conservar
varias cámaras clásicas, tengo que reconocer que el soporte digital ha mejorado
enormemente su calidad, su ligereza, su sostenimiento económico, su
versatilidad, etc. Ha multiplicado por no se sabe cuánto la cantidad de
disparos e instantáneas que llegamos a capturar. La única pega que remotamente
podría encontrar, es que en la actualidad miramos menos nuestras propias fotos,
las cuales, en muchos casos, dejamos que se olviden en los laberínticos
directorios de nuestros discos duros.
4. La
medicina (no necesariamente el sistema sanitario que precisamente ahora está
viéndose limitado en prestaciones y atención), sus avances, su tecnología y sus
descubrimientos, sus tratamientos anti-dolor, etc. Afortunadamente este es un
campo que no para de avanzar y quiero pensar que siempre mejorando.
5. La
tecnología GPS como medio de orientación en la naturaleza. Incluyendo los
dispositivos personales asequibles para el gran público, que obtiene con ellos
una notable facilidad para el control de sus propios recorridos por entornos
naturales. Otros, imagino le darán más importancia a su uso en el coche. No es
mi caso, yo donde lo utilizo, disfruto y valoro es en la montaña, los bosques,
etc. De todas formas permítaseme un consejo: conservar y mirar los mapas nos
aporta una imagen y percepción de conjunto que rara vez asimilamos con la
utilización exclusiva del GPS.
6. El
material deportivo en general. Cada vez más ligero, con propiedades dinámicas
mejor adaptadas a los deportes para los que se fabrica. Con diseños mejorados,
reductores de los riesgos de lesiones o patologías específicas. En cuanto a la
evolución estética de los mismos, pues bueno, en eso… hay luces y sombras, como
en la moda.
7. El
ordenador personal, que me ha cambiado la vida disparando exponencialmente mi
productividad laboral, creativa, lúdica, de ocio, etc. La constante aparición
de todo tipo de herramientas de trabajo, la velocidad de procesamiento de
datos, la progresiva accesibilidad a los programas, etc. Me parece un avance
impresionante al que me sumé, considero que con bastante prontitud, y en el que
sigo pendiente de actualizarme constantemente.
8. Los
derechos de las personas, que aún con importantes lagunas geográficas y conatos
de amenazas actuales (incluso en los países más desarrollados y avanzados - Europa),
probablemente nunca han estado más respetados que en la actualidad.
9. El
lavaplatos. Típico electrodoméstico que permite
eludir con eficacia (la aspiradora en este sentido deja bastante que
desear) una tarea doméstica obligada y diaria (incluso en ocasiones, para
familias numerosas como la mía, puede que más de una vez al día). No le
encuentro ningún encanto romántico al ponerme a fregar vajillas sucias en el
fregadero, con sensación de derroche de agua, desperdicios en ocasiones poco
agradables, riesgos de colapso de tuberías y … dolor de riñones por la forzada
posición aerodinámica (cual triatleta sobre acople) que algunos fregaderos
demasiado bajos me obligan a mantener.
10. ¡He
visto la luz! Hasta ahora parece comprobado que las compañías fabricantes de
bombillas han estado estafándonos a todos los consumidores, fabricando lámparas
con fecha de fallo bastante bien programada, aún sabiendo fabricarlas con
duración mucho mayor por el mismo coste (y quizás hasta menor). Una de tantas
en este mundo en el que se premia la especulación en vez de perseguirla legal y
moralmente. Pero de lo que quiera hablar es de algo mucho más concreto para
todos los que hacemos deporte al aire libre: me refiero a la espectacular mejora
que ha supuesto la aparición de la tecnología LED para el alumbrado portátil.
Ya sea con frontales, luces para bicicletas, etc. Estas lámparas duran
muchísimo más, alumbran infinitamente más y gastan bastante menos batería que
todo lo que había hasta ahora. Gracias a ellas la espeleología ha abandonado
por fin su carburo, los ciclistas pueden rodar mucho más seguros y mucha gente
podemos plantearnos aprovechar la noche, los madrugones o los finales del día
para rodar, correr, caminar, pedalear, patinar, remar, etc. Un cambio
francamente importante y sin “peros” añadidos de “tapadillo”.
“Cualquier tiempo pasado fue mejor”… ¡No! Cualquiera
no, alguno en concreto.
1. El
cine, en concreto el cine de los años 50-60-70 tanto en los géneros del
Western, como bélico, musical, de aventuras, etc. Sigo prefiriendo las
películas de John Ford, Alfred Hitchcock y tantos otros, sobre las modernidades
efectistas de las 3D, las escenas exageradamente increíbles, excesivamente
rápidas y los guiones desestructurados o incoherentes. Pero, sobre todo, me
parece de un orden superior la filmación de escenas reales o con elaboradas
maquetas, que el exceso de “copiar y pegar” del que el cine actual abusa para
acumular caballos, soldados, barcos o lo que sea que haya que colocar en gran cantidad
para una escena.
2. Lo
siento por la mayoría, me van ustedes a perdonar, pero me quedo con mi cafetera
italiana “unidosis” bien gastada, mil veces antes que con la superventas
máquina “nespresso” (o como se llame). Me gusta más el café que me hace la
primera (lo he comprobado muchas veces ya, me ajusta mejor la dosis, me sale
mucho más barato y me permite seguir fiel al placentero protocolo que me supone
el prepararme un “cortado” (mi único café del día) de sobremesa, antes de
acometer las, la mayor parte de las veces, poco apetecibles tareas de las
primeras horas de la tarde.
3. La
“desmasificación” de gente. A ver si me explico. Me da la impresión, al menos
cuando comparo mi vida cotidiana actual con los recuerdos que conservo de
épocas anteriores de la misma, que antes no me encontraba las masificaciones de
gente que sufrimos ahora. La estación de esquí más cercana que tengo, las
playas de mi municipio, las tiendas, la montaña, los medios de transporte, los
eventos apetecibles, las exposiciones… ¡tantas cosas! Antes podías disfrutar de
la mayoría de esos lugares o situaciones con cierta o mucha tranquilidad, algo
que ahora en demasiadas ocasiones resulta imposible. Tanto es así, que a
algunos de estos placeres decido no acudir, en según qué ocasiones, porque no
me compensa vivirlos en régimen de multitud desmesurada. En otras muchas
circunstancias incluso no tienes ni opción de acudir o participar, salvo que lo
reserves o te prepares con una antelación irracionalmente anticipada. Lo
siento, no me gustan nada las aglomeraciones ni las colas.
4. El
tráfico. Tiene mucho que ver con lo anterior, actualmente se ha masificado
tanto que es más peligroso, pese a los avances en seguridad vial. Pero es que
además es infinitamente más aburrido, porque la mayor parte de las veces vamos
estabulados en carriles paralelos unidireccionales bastante ocupados. Otras
veces (demasiadas) nos vemos atascados o retenidos. El aparcamiento de antaño
(pronto y cerca del destino urbano o rural) hoy en día es impensable en la
mayor parte de las ciudades y algunos parajes. Y si algún día circulas por una
carretera disfrutando del paisaje, cada vez tienes menos posibilidades de
encontrar línea discontinua para adelantar a un tractor, camión o vehículo
exageradamente lento para tu ritmo de conducción, aunque este sea moderado.
Vamos que en mi caso particular (un ex - aficionado a los rallyes y al slot) la
conducción en coche ha pasado de ser una actividad habitualmente placentera, a
una rutina pesada, en ocasiones exasperante y prescindible. Un inciso: de todas
formas creo firmemente que hay que ir sacando cuanto antes los coches de los
núcleos urbanos, eso sí, con servicios sustitutivos eficientes, sanos y
agradables.
5. Ahora
un asunto que me duele de verdad: las verbenas populares. Antes tenían un
ambiente rural característico, con música en vivo de todas las épocas, pero con
un repertorio preferentemente marcado por los pasodobles, twist y demás estilos
de la música “popular”. Aquellas en las que la gente bailaba, charlaba, se veía
la cara, etc. Ahora han sido sustituidas en la mayoría de los pueblos por
festejos estandarizados en los que la oferta sonora se presenta en dos posibles
opciones: a) un enorme camión se transforma en escenario multi-efectista en el
que el noventa por ciento de la música se corresponde con ritmos caribeños o
centro-americanos (merengues, cumbias y demás), consiguiendo que sólo se animen
a bailar los “especialistas” que cada jueves se citan en los bares o academias
dedicadas a la enseñanza de tan empalagosas melodías (me cuesta especialmente
digerir esta tendencia cuando me encuentro en fiestas populares “montañesas”);
b) “macro-discoteca” cientos de adolescentes se adocenan en una oscura
explanada mientras un “pinchadiscos” con afán protagonista y pretensiones de
gran estrella musical, los agrede ruidosamente con constantes secuencias de
“bases”, mezclas y distorsiones entre las que de vez en cuando parece
reconocerse algún soniquete. Esta opción, ha conseguido eficazmente desterrar
de la zona de baile al resto de generaciones y franjas de edad.
6. Otro
asunto que en mi opinión ha ido claramente a peor es el trato con los
proveedores: compañías eléctricas, telefónicas, del gas, de transportes, etc.
Antiguamente llamabas por teléfono o te personabas en las oficinas y tratabas
con alguien de la compañía y con mayor o menor acaloramiento mutuo, zanjabas la
cuestión o el problema. Ahora no, ahora no hay oficina física a la que
dirigirse, y el proceso de reclamación o solicitud de información se convierte
en un incoherente peregrinaje telefónico o de pantalla a través de innumerables
filtros y subcontratas que nunca dan solución a la particularidad de tu caso y
que se desvían e inculpan unos a otros, de forma que finalmente no des con el
objetivo de tus intenciones. Sinceramente creo que las leyes actuales no
regulan este problema correctamente y en demasiadas ocasiones estamos
indefensos ante el nudo gordiano de subcontratas anidadas.
7. Este
punto, si cabe, es aún más personal que los demás. Y es que voy a hablar de
ropa. De ropa de vestir. De caballero para más señas. Seré muy breve, me gusta
más la pana, la lana, el tweed, los tejidos austríacos, la piel, la franela, el
algodón, el lino… y el corte clásico de la ropa que hace años se consideraba
elegante, que la mayor parte de diseños modernos que las multinacionales de
ropa intentan “colocarnos” temporada tras temporada. ¿Os habéis fijado en que
siempre hay algún diseñador que hace desfilar a alguno de sus “figurines” con
faldas para ver si cuela? He dicho que sería breve, no soporto llevar los
pantalones bajados (me parece ridículo y antiestético) y prefiero las viseras
clásicas europeas que las gorras de beisbol americanas.
8. Y
ahora polémica. Entre los productos tradicionales de la tierra o los platos
caseros de toda la vida y la “nueva cocina”, me decanto, de largo, por lo
primero. Pero vamos, sin dudarlo. No le hago ascos a nada, me gusta mucho
comer, disfruto con ello y estoy abierto a novedades, pero a la larga la
experiencia me va ratificando mi afirmación inicial. Además, la cocina
tradicional suele ir emparejada con la generosidad de las raciones, mientras
que la “nueva cocina” hace una interpretación muy sesgada del concepto de
minimalismo que en ocasiones se podría traducir por ruindad.
9. Imagino
que respecto a la calidad del aire estemos todos de acuerdo: hace años no
parecía preocupar tanto el efecto invernadero (o ni se había estudiado), la
polución de las grandes ciudades, etc. Puede ser que haya habido fluctuaciones
de los datos en las últimas décadas, pero en cualquier caso, la modernidad
parece mostrarse mucho más sucia (refiriéndonos a la atmósfera) que el pasado.
10. La
cortesía (la “buena educación”). Este es un concepto, una percepción, quizá un
ideal que en demasiadas ocasiones echo de menos. Creo que hay demasiada gente
soez, vulgar y maleducada, y pienso además que en los tiempos que corren está
de moda manifestarse de forma explícita, ruidosa, evidente y ostentosa cuando
se es así o se quiere ser así. Es algo lamentable, que además poco tiene que
ver con las clases económicas, algo con los estratos sociales desde una
perspectiva cultural y mucho con los diferentes modelos familiares y educativos.
La cuestión es que desde mi punto de vista, bajo mi interpretación de lo que
percibo actualmente y de lo que recuerdo de cuando era niño y joven, me quedo
con los modales de antes sin dudarlo. Y me refiero con ello a los de todas las
clases socioeconómicas y todas las edades.
Algunas cuestiones difíciles de resolver:
1. Los
soportes musicales. Ya sea como intérprete o cantante, no se puede contar
conmigo. No tengo ni idea, soy nulo, inoperante. No recibí formación alguna en
ese sentido, y aunque me encantaría ser capaz de hacer un poco de música, no
soy capaz. Sin embargo toda mi vida he sido muy aficionado a escucharla, en
vivo y “enlatada”, además de estilos muy diferentes: clásica, lírica, rock,
country, jazz, étnica, folk, etc. Y tanto me gusta que he coleccionado bastante
música a lo largo de mi vida, lo cual me hace poder comparar soportes. Y la
verdad, en esto me cuesta decidirme. Casi todos tienen pros y contras. Para
descartar alguno de salida, no tengo problema: las casettes, que se rompían e
iban perdiendo calidad a medida que “hacían kilómetros”. Descartar los “LPs” de
vinilo me cuesta un poco más porque nada los ha superado como concepto integral
de álbum con sus carpetas, letras, etc. Además me sigue agradando la liturgia
de ponerlo sobre el giradiscos, buscar cortes, darle la vuelta… incluso el
sonido me parece más envolvente, más cercano y hogareño (aunque esto quizá sea
un chorrada nostálgica). Pero hay un fallo importante: los discos se estropean
con facilidad, acumulan polvo, se saltan y se rayan. A día de hoy mi
preferencia son los “CDs”. Son super-fiables, fáciles de grabar, copiar,
mezclar, etc. suenan muy bien y se reproducen fácilmente en muchos
dispositivos. Pero resulta que ya no son modernidad. En dura pugna con ellos
están los “MP3”, es decir un tipo de archivos que utilizo más para trabajar que
por placer. Está bien porque “aligeran” la carga de datos y no parece notarse
su pérdida de calidad, lo que me pasa es que me da mucha pereza andar
gestionando archivos, descargando de la Red, preparando las recopilaciones,
etc. Así que hoy por hoy, para mero disfrute, me quedo con el “CD”. Finalmente,
lo que no soporto y me parece una imbecilidad es andar con el móvil escuchando
“politonos” o música directamente por el altavoz del móvil, que por muy
“inteligente” que sea (discrepo rotundamente), suena como un juguete con chip.
Aunque no venga al caso directamente finalizo la cuestión declarando que
prefiero siempre escuchar música de los altavoces que con cascos.
2. Ahora
toca hablar de motos. Tengo una BMW bastante moderna y estoy encantado con
ella. Me pasa como con las bicis, me duran muchísimo, en casi 30 años he tenido
cuatro motos diferentes. Aquí he de decir que en lo que se refiere a tecnología
“ciclo”, frenos, motores, etc. si se quiere tener una moto, esta ha de ser
actual, moderna y de calidad (mi estilo es de viajeras no super-pesadas o de
“maxitrail” para carretera; no quiero saber nada de “Rs”). Sin embargo, si me
pudiera permitir el lujo, el gasto, el tiempo y el sitio para una segunda moto,
tercera y así sucesivamente, estas serían todas clásicas: una bicilíndrica
inglesa, una Harley-Davidson con solera, un BMW “bóxer” sin inyección o una
Vespa. Me encanta su estética así como la velocidad natural que te piden cuando
vas de paseo mirándolo todo.
3. De
libros, autores, editores, libreros y demás elementos relacionados con ese
mundo podría escribir largo y tendido. Conozco algunos “ejemplares” (en el buen
sentido) de cada apartado citado. Pero claro en esta larga entrega de listas, sólo
opinaré sobre el puro soporte: ¿papel o “ebook”?. Bajo mi punto de vista el
papel para el placer y el “ebook” para el trabajo. En el electrónico almaceno,
leo y transporto archivos de lecturas relacionadas con mi trabajo, con mis
estudios o con mis modestas investigaciones. Sin embargo, la mayoría de las
novelas, ensayos o libros-objeto que leo por placer, ocio o cultura, los compro
en papel. Aún me resulta mucho más cómodo y agradable, además puedo “meter” el
lápiz para mis particulares anotaciones y doblar sus esquinas. Incluso algunos
poquitos, los tengo dedicados por sus autores (puro fetichismo, lo sé).
4. La
popularización de la práctica deportiva. ¡Hace falta ser estúpido! En qué lío
me acabo de meter. Si me dedico profesionalmente a la formación de técnicos
deportivos, a la Educación Física y al entrenamiento de deportistas, cómo voy a
tirar piedras contra mi propio tejado. Es decir ¡está claro! bienvenida sea la
popularización de la práctica deportiva. Además, es que es un valor (la
práctica sana y feliz) que intento transmitir como educador. Sin embargo he de
reconocer que aquí soy un poco esquizofrénico y conservo un “lado oscuro”
interior en el que lamento que determinadas actividades deportivas (como el
esquí por ejemplo, y algunas otras…) se estén desvirtuando, se estén echando a
perder (bajo mi personalísima óptica) o se estén poniendo incomodísimas por
culpa de la masificación. Afortunadamente el surf no me ha acabado de
enganchar, porque me empiezan a dar pena sus practicantes más longevos, tal y
como se están atiborrando las playas de nuevos “surferos”.
5. Acabo
esta lista hablando de un tema mucho más profundo y amplio: el desarrollo. No
el de la bicicleta, sino el del mundo o los países. Ese desarrollo que aún se
empeñan demasiados en interpretarlo como siempre creciente y acelerado, a causa
de lo cual tantos problemas tenemos hoy en día. No es este lugar para debates
extensos y profundos, por lo que me limitare a decantarme, así sin pulir, como
defensor de un desarrollo moderado, calmado, sostenible (pero de verdad) y en
el que la ciencia, la cultura y el humanismo primen sobre lo económico y lo
productivo. Con tal declaración ya habré conseguido que la mitad de los
lectores me odien, critiquen o dejen de leer. Sería excesivo por su parte, si
como he dicho, no hay sitio aquí para posibles matizaciones.
Y de bicicletas ¿qué?
Lo siento, mil perdones. Hoy el texto no era de ciclismo,
siento que si alguien ha leído todo hasta aquí con la esperanza de encontrar
algo al respecto, se haya quedado defraudado. Eso ya no tiene arreglo, aunque
me animaré a incluir una mínima compensación: de la tecnología ciclista lo que
más me gusta de la actualidad son los desarrollos disponibles para carretera.
Sea mediante “compact” o con triple plato, la verdad es que es un alivio y una
garantía para poder rendir a gusto en cualquier terreno cualquiera de nosotros.
Me niego en rotundo a admitir cualquier intento de cambio electrónico que no
sólo no hace ninguna falta, sino que además implica integrar un elemento
consumible en la bicicleta (las baterías). Quiero mencionar también que en los
años 80 hubo dos avances que para mí supusieron un cambio radical y estupendo a
la hora de rodar, me refiero tanto a los cambios sincronizados como a los
pedales automáticos. Pero para despedirme, como no puede ser de otra manera en
un blog dedicado al ciclismo “vintage”, quiero hacer público mi amor por unas
piezas que me resultan fascinantes en las bicicletas clásicas: ¡los racores!
Los cuales, en muchos casos, me parecen unas joyas de la metalurgia.
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