"¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, oscuros encanares,
ariscos pedregales, calvas sierras,
caminos blancos y álamos del río,
tardes de Soria, mística y guerrera,
hoy siento por vosotros, en el fondo
del corazón, tristeza,
tristeza que es amor! ¡Campos de Soria,
donde parece que las rocas sueñan,
conmigo vais! ¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas!...
[…]
¡Oh!, sí, conmigo vais, campos de Soria,
tardes tranquilas, montes de violeta,
alamedas del río, verde sueño
del suelo gris y de la parda tierra,
agria melancolía
de la ciudad decrépita,
me habéis llegado al alma,
¿o acaso estabais en el fondo de ella?
¡Gentes del alto llano numantino
que a Dios guardáis como cristianas viejas,
que el sol de España os llene
de alegría, de luz y de riqueza!"
grises alcores, cárdenas roquedas
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, oscuros encanares,
ariscos pedregales, calvas sierras,
caminos blancos y álamos del río,
tardes de Soria, mística y guerrera,
hoy siento por vosotros, en el fondo
del corazón, tristeza,
tristeza que es amor! ¡Campos de Soria,
donde parece que las rocas sueñan,
conmigo vais! ¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas!...
[…]
¡Oh!, sí, conmigo vais, campos de Soria,
tardes tranquilas, montes de violeta,
alamedas del río, verde sueño
del suelo gris y de la parda tierra,
agria melancolía
de la ciudad decrépita,
me habéis llegado al alma,
¿o acaso estabais en el fondo de ella?
¡Gentes del alto llano numantino
que a Dios guardáis como cristianas viejas,
que el sol de España os llene
de alegría, de luz y de riqueza!"
Antonio
Machado (Campos de Soria)
Debo llevar bastante tiempo haciéndome mayor. Lo digo
porque desde hace algunos años hay varias actitudes personales ante la vida que
me han ido cambiando. Mi escala de valores se ha ido transformando mucho:
reduciendo el materialismo a favor de lo emocional; la ambición caracterizada
por un deseo insaciable de acumulación de acciones, experiencias, trabajos,
kilómetros, descensos… por la sostenibilidad que permite mantener y asegurar
que los placeres de la vida y la felicidad perduren (calidad vital por encima
de cantidad); cambiando el tipo de personas por las que sentía admiración
antes, en relación a las que me provocan ese sentimiento ahora, casi siempre
más “populares” las de antes y más difíciles de conocer las de ahora; una cada vez
más acusada tendencia a vivir en el medio rural y menos en el urbano... El
valor que le asigno en mi vida al dinero y al poder, y a casi todo lo referente
a ellos también se ha transformado (totalmente a la baja). Eso es fácil de
decir cuando uno no se encuentra sumido en la pobreza o cerca de ella (al menos
por el momento), pero la verdad es que toda esta metamorfosis empezó a operarse
en mí mucho antes de que la consabida crisis económica que nos asola, empezara
ni siquiera a imaginarse en la ficción de algunas mentes avispadas. De hecho,
cuando aún parecíamos disfrutar de una bonanza económica fastuosa, mi tranquila
percepción del entorno ya se podía describir como un escenario de auténtica
crisis social, de valores, educativa y de la felicidad.
Desde hace más de una década, vengo reflexionando, y
manifestando en conversaciones de mucha confianza, que no me creo que un
elevado porcentaje de las personas que viven en las grandes metrópolis
españolas (Madrid y Barcelona especialmente, aunque también muchas otras),
tengan necesidad de hacerlo allí. Hay quién de verdad no le queda más remedio
por cuestiones laborales, pero sostengo que en gran parte de los casos, se debe
a pura inercia y el hacerlo les supone una vida muchísimo más cara e infeliz
que la que podrían desarrollar con similares recursos personales o de unidad
familiar (no me refiero simplemente a la nómina), en muchos otros entornos
geográficos de nuestro país. La vida en las grandes capitales es mucho más
cara, dura, incómoda y crispada. No aporta, ni mucho menos más libertad, ya que
la actual dictadura normativa que sufrimos resulta bastante más implacable en
ellas. Y todo ese cuento de que te permite un desarrollo cultural mayor, es
eso… un cuento, porque de todos es sabido que al teatro, a las exposiciones,
etc. de las grandes ciudades, vamos más los de fuera, de visita, que los
residentes, quienes al final no van nunca a nada. En España sigue habiendo una
obstinada tendencia a agregarse o apelotonarse en grandes núcleos urbanos, no
siempre bien urbanizados, comunicados ni dotados de servicios; o a amontonarse
todos al borde del mar. Esto ha desestructurado el país desequilibrando el
asentamiento de la población, algo bien diferente de lo que ocurre en Francia,
y numerosos países europeos donde las opciones de interior, ciudad pequeña o
entorno rural son concebidas como normales, modernas y acertadas. Cada cual que
siga su camino y tome sus decisiones: la calidad de vida (real) está en juego.
Y puestos a beberse una caña o tomarse un vino, los prefiero de calidad, a
precio más que razonable, en un entorno agradable, sin codazos, sin
frustraciones de aparcamiento y con gente mental y socialmente sana alrededor.
Esta reflexión viene motivada porque hoy voy a escribir
sobre Soria. Provincia elegida por ser escenario de La Histórica, una de las
próximas citas que me esperan en la Challenge. Para mi Soria evoca conceptos
como felicidad, naturaleza, sencillez, humanidad, tranquilidad, sostenibilidad,
paraíso, etc. Hace años que creo firmemente que los mejores países para vivir
(y por ende las mejores comarcas) son aquellos que se encuentran lo
suficientemente alejados del desarrollo puntero y del subdesarrollo extremo,
los cuales muestran, cada uno a su modo, enfermedades sociales endémicas
importantes. Cada vez que escucho o leo información bien documentada sobre
Soria, me convenzo más de que estamos ante un ejemplo de equilibrio de
convivencia humana en la que el entorno, la naturaleza, la cultura, las
costumbres, el clima, las relaciones sociales, el ritmo, la salud… y un sinfín
de características fundamentales para la vida, se configuran en una rúbrica
inigualable, y a día de hoy rayana en la perfección. Mi interpretación de su
realidad (quizá desinformada o errónea) es de que Soria sí que es “país para viejos”,
para jóvenes, para niños y para personas felices en general.
La provincia es una auténtico paraíso natural (no es un
lema simplemente). Llena de bosques, es de los lugares donde menos incendios
hay (la gente feliz no es incendiaria). Tiene pueblos adorables, campos,
montañas, agua y una capital de escala humana, que se traduce en un lugar
fácil, agradable y económico para vivir. Soria ha recibido premios, menciones y
reconocimientos europeos e internacionales como ejemplo de territorio y
comunidad sostenibles. Y no hablamos de un área pobre desde un punto de vista
puramente económico. Hablamos de un ejemplo de comarca en el que las personas y
el territorio se respetan y se hacen la vida fácil mutuamente.
Una de mis canciones favoritas de la música española de
todos los tiempos habla sobre Soria. No hago listas al respecto (me parece una
solemne tontería) pero si tengo claro que hay algunas canciones que se hacen un
sitio importante entre mis favoritas y allí se instalan de por vida, aunque
puedan pasar años sin que vuelva a escucharlas. Ejemplos de ello son “Los
Mimbrales” cuando la canta Carlos Cano, la versión original de “La chica de
ayer” de Nacha Pop” y entre algunas otras… ”¡Voy camino Soria!” de Gabinete
Caligari. Me encanta su ritmo, su combinación instrumental, su letra y su
originalidad. No me puedo resistir a dejar de mencionarlo, e incluso a
incorporarla a esta entrada. Para quien le apetezca, puede desde este momento
leer y escuchar a la vez.
Mi relación con este territorio empezó de pequeño cuando
durante algunos años mis tías y mi abuela vivieron en la capital, y mis padres
nos llevaban de vez en cuando a verlas y pasar unos días con ellas. Tengo muy
buenos recuerdos de entonces, de una Semana Santa en la que empezamos a
familiarizarnos con la ciudad y sus alrededores. Entre otros parajes visitamos
la iglesia-cueva de San Saturio al borde del Duero, construcción sorprendente
para unos niños como nosotros y combinación religiosa-rupestre que después he
visto repetida en Covadonga, Valderredible, Ojoguareña y tantos otros lugares,
cargados de misticismo. También fuimos a las ruinas de Numancia, que nos
emocionaron gracias a que nuestra infantil y entusiasmada imaginación se había
previamente encargado de “colorear” el lugar con batallas y héroes (sin duda
espoleada por la influencia, nada sutil, de la consabida enciclopedia escolar
Álvarez, que otra cosa no sé, pero lo que eran héroes “nacionales”, los tenía a
montones). Jugamos una tarde entre las hileras de columnas y capiteles de
varios estilos del claustro de San Juan de Duero, desnudo ante el cielo,
arraigado en la hierba y cerca del río. Me encantan esos vestigios románicos,
góticos o medievales en general que se encuentran semiderruidos y conviven
integrados en la naturaleza. Tal como me ocurrió hace años al encontrar el
esqueleto de piedra de una iglesia gótica en Whitby, la combinación de los
restos de arquitectura en piedra, con el pujante verde asilvestrado me seduce.
Conocimos las dehesas y campos de los alrededores de la ciudad, y la mítica
Laguna Negra en la Sierra de Urbión, que el día que la visitamos nos recibió
como de boda… completamente blanca y congelada por una capa de hielo. Mis
recuerdos de aquella época son ya borrosos y confusos, pero felices.
Poco después mi hermano Juan y yo fuimos enviados de nuevo
allí a pasar el verano con la abuela y las tías. Tendríamos alguna edad
indeterminada entre los 10 y los 14 años (no puedo precisarlo), y a esa edad,
ya me diréis qué pueden hacer en Soria, en verano, dos chavales de Santander…
¡pues pasarlo en grande! Fue un veraneo fantástico lleno de piscinas, libertad
urbana y campestre, nuevos amigos, ocio cultural suave y entretenimiento.
Recuerdo dibujar paisajes y edificios: el pórtico románico de la Iglesia de Santo
Domingo, el Palacio de los Condes de Gómara y la propia ermita de San Saturio.
Recuerdo jugar al fútbol en “escampados urbanos”, comprar botellas de refrescos
en una fábrica de hielo y beberlos tumbados a la sombra en la hierba del Parque
de la Dehesa con los amigos. También recibir un regalo de pichones vivos dentro
de una caja de cartón (un agradecimiento rural de la familia de alguna alumna
que quería demostrárselo a mi tía materializado en forma de presente), que mi
abuela mató pacientemente y mi otra tía cocinó con arroz blanco. Y una ciudad
agradable, segura, tranquila, familiar, abierta y en la que el transporte
urbano se hacía simple y llanamente innecesario. ¿Qué Soria no es una de las
numerosas ciudades españolas catalogadas como Patrimonio de la Humanidad? ¡Ni
falta que le hace!
También conozco su provincia, y jamás me ha defraudado. Ya
he comentado algo del ciclismo que he hecho por allí en la entrada que escribí
sobre puertos de montaña, pero he de añadir que también he pedaleado (y cargado
con la bicicleta de montaña) por los cordales de la Sierra de la Demanda entre
Burgos y Soria con algunos amigos. Recuerdo además una preciosa etapa sin
puertos, en bicicleta de carretera, discurriendo toda ella por los extensos
pinares ubicados al sur de la carretera que va desde Vinuesa a Quintanar de la
Sierra. Conectando tramos de carreteras secundarias, con pistas asfaltadas y
otras sin asfaltar, haciendo oídos sordos de algunos compañeros (y amigos) algo
más sibaritas que yo, lamentándose por el estado del firme o sufriendo por sus
bicicletas. Se ve que mi afición a los tramos más clásicos y al concepto
“free-ride” y “dirty-road” del ciclismo de carretera, ya estaban instaurados en
mi personalidad.
La moto ha sido otro medio de transporte con el que he disfrutado
de lo lindo por la red de carreteras de esta provincia. En cierta ocasión la
cruzamos de sur a norte, regresando con calma de un viaje por El Maestrazgo y
por Cuenca. Aquella vez viajábamos dos parejas en sendas motos (la eterna
K-75…), rodando por “España a lo ancho” (término que escuché por primera vez al
carismático José Luís Algarra quien nos descubrió una España llena de secretos
mágicos a través del cicloturismo más esencial). Es decir, escogiendo rutas
olvidadas, tortuosas, recónditas, solitarias y sumergidas en parajes naturales
aún preservados y en rincones legendarios de cultura casi olvidada. Más
recientemente, Myriam y yo solos (también en moto, otra BMW más moderna)
comenzamos a los pies de los Picos de Urbión, un largo viaje siguiendo al río
Duero desde su nacimiento hasta su desembocadura en Oporto. Así que trazamos la
amplia curva que el río dibuja por Soria, y que nos trasladó por sus montañas y
por sus campos más al sur, permitiéndonos conocer y disfrutar de poblaciones
interesantes como Almazán, San Esteban de Gormaz, Burgo de Osma, etc.
La montaña y el caminar tampoco pueden obviarse cuando
decides entretenerte por estos territorios. Los Picos de Urbión ofrecen muchos
itinerarios realmente atractivos y reconfortantes, donde se integran los
bosques, las rocas, la vegetación de montaña y el agua que brinca y se hace
camino por diferentes recovecos. ¡Un paraíso senderista! de verdad. Así
anduvimos buscando las fuentes del Duero. En otra ocasión, en un entorno más
seco y caluroso, bien distinto, pero no menos espectacular, estuvimos
recorriendo parcialmente el Cañón del Río Lobos, por su lecho, bordeando la
capilla levantada allí por los caballeros templarios y avanzando bajo los
acantilados que esconden el río, que no parece detenerse en su vocación de
excavar.
Siempre que he ido allí he querido volver. Siempre se me
han quedado cosas pendientes. Cumbres a las que subir, lugares que visitar,
recorridos por hacer, productos que degustar y estados de ánimo que recuperar.
En esta ocasión, la celebración de La Histórica me provoca una doble
motivación. Por un lado avanzar un poco más en el calendario de Clásicas
ciclistas. Por el otro, una nueva disculpa para visitar esta provincia que
tanto me gusta y tan buenos momentos me ha proporcionado cada vez que la he
visitado. Echando un vistazo al recorrido he podido ver que voy a conocer
algunas localidades en las que no he estado anteriormente, por lo que volveré
enriquecido. El planteamiento de la ruta y su filosofía tiene una apariencia
francamente sana, sugerente y apetecible. Nos proponen un recorrido mixto con
algunos tramos no asfaltados, localidades de cierto renombre y un perfil
asumible. La idea de incluir avituallamientos de carácter “clásico”, con
productos de la tierra en lugar de suplementación alimenticia tecnológica, lo
hace todo más atractivo, y espero que todo se preste para que todos podamos
entablar allí nuevos lazos de amistad o camaradería. Todo pinta a que nos lo
vamos a pasar muy bien, y con ese ánimo saldremos de casa, tratando de
aprovechar un buen fin de semana de entretenimiento y disfrute.
Ya me parece sintomático el hecho de que los sencillos
contactos electrónicos que he podido mantener con Alberto Faricle, me han dado
muy buena espina. Yo ya había escuchado muchas alabanzas respecto a su evento,
procedentes de algunos ciclistas clásicos habituales a las escasas pruebas que
hay en España. Pero además, en el trato por correo electrónico, me ha parecido,
a simple vista, una persona entusiasta, llana, sencilla, abierta y con ganas de
recibir a los demás ¡un anfitrión! Precisamente esto me hizo, tras algunas
dudas, sacrificar un viaje a Bélgica, donde en las mismas fechas se celebra la
Retro Ronde, para no perderme La Histórica, y apoyar con nuestra presencia, la
consolidación de esta ruta soriana. Alberto me animó a ello, me dijo que no me
sentiría defraudado y estoy seguro de ello. Es pura intuición, pero sospecho
que estamos ante otro “ciclista singular”. Hay eventos tras los cuales existe
un amplio entramado organizativo, hay otros sin embargo detrás de los cuales
hay alguna persona entregada (tal fue el caso de Sean y su Pendle Witches),
quizá Alberto sea uno de esos ejemplos.
Por si a alguien le quedan dudas o le aborda la pereza de
cara a asistir y participar a esta nueva cita, aquí os dejo el video de resumen
de la edición anterior, para que disfrutéis del ambiente, a ver si las imágenes
son capaces de ser más persuasivas que yo.
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