[Notas prácticas:somos varios los que ya nos hemos inscrito a la Maratón de Vitoria de patines, recuerda que el precio sube a partir de final del mes de marzo. Otros eventos requieren inscribirse antes de que se acaban las plazas. He descartado asisitir a la Travesía de las Landas en patines (lo dejo para la temporada que viene con más calma y preparación), pero me estoy inscribiendo en algunas clásicas europeas de bicicleta. Quién tenga dudas que contacte
¡Última hora! acabo de descubrir una prueba de patines muy atractiva y de fácil asistencia para el día 6 de abril en la zona del Tajuña (al este de Madrid). Se llama "101 km Rolleando" (http://www.101kmskating.com/p/ultimas-noticias.html); la anuncian como de caracter muy popular así que Jesús y yo, hambrientos de a actividad "oficial" en estas fechas del año, nos hemos pre-inscrito].
¡Última hora! acabo de descubrir una prueba de patines muy atractiva y de fácil asistencia para el día 6 de abril en la zona del Tajuña (al este de Madrid). Se llama "101 km Rolleando" (http://www.101kmskating.com/p/ultimas-noticias.html); la anuncian como de caracter muy popular así que Jesús y yo, hambrientos de a actividad "oficial" en estas fechas del año, nos hemos pre-inscrito].
No soy aficionado a las teorías de la conspiración. Sin
embargo, a nivel familiar, jugando mentalmente con mis hijos, o incluso de vez
en cuando con algunos amigos, en ocasiones sí que utilizo dicho formato para
divertirme. Vamos, que lo que si me va es ir creando y complicando
progresivamente disparatadas teorías alrededor de algún anclaje real del que
quiero reírme. Podríamos calificarlo como una especie de género denominado algo
así cómo “Teorías cómicas de la conspiración”. Jamás escribo sobre ellas. Me
limito a ir componiendo alguna y la estiro en tiempo lo que da de sí, pero
siempre de forma verbal, utilizándola para amenizar o insuflar de buen humor,
momentos familiares cotidianos, estableciendo iconos de complicidad familiar
periódicos. Casi siempre se trata de un humor no exportable, ya que se va
generando poco a poco, en un contexto bastante íntimo o particular (la familia,
los compañeros de trabajo, etc.), y en demasiadas ocasiones puede que absurdo
para quien no disponga de claves suficientes para interpretarlo o encontrarle
sentido.
Un ejemplo reciente tiene mucho que ver con el tiempo. El
clima. O mejor dicho la información meteorológica. Más concretamente la
televisiva. Y para ser exactos la programada por Televisión Española en la 1
por la noche. Sí, Mónica y compañía. A medida que han ido pasando los años, el
Telediario ha ido cediendo progresivamente un mayor porcentaje de su espacio
temporal hacia las noticias deportivas (por llamarlo de alguna manera, ya
hablaré sobre ello en alguna futura ocasión). Hasta haber llegado a un punto en
el que el deporte ocupaba en ocasiones hasta un tercio del tiempo total
disponible para todo el conjunto informativo. Pero en la actualidad, las
noticias no deportivas están sufriendo otra importante reducción porcentual, a
manos de la información meteorológica, la cual ha llegado a rivalizar en
atención y tratamiento con el deporte, y más de una ocasión superándolo. Desde
hace no mucho tiempo, la información meteorológica nos la dan dos veces, y además
seguidas. Es algo cuya causa no acabo de comprender muy bien. El caso es que al
final del Telediario, pero se supone que dentro de él, hay un espacio en el que
nos informan de cómo ha sido el día en las diferentes regiones del país desde
un punto de vista climático. Y acto seguido, una vez finalizado el noticiario,
hay otro espacio añadido en el que se nos informa de los mismo, aunque poco a
poco van añadiéndole otros contenidos. La acumulación de tiempo televisivo que
este conjunto de información meteorológica ha ido acaparando es llamativa. En
poco más de un año, se ha pasado de 3 o 5 minutos a duraciones de 10 a 20. Todo
ello dirigido por la tal Mónica quien ignoro de que poderes sobre la
administración mediática goza, para castigarnos así, con tanta contundencia y,
lo que es peor, reiteración.
Y aquí viene la teoría intrigante: sospechamos que al final
va a haber un examen. Y la mayoría de los telespectadores relajados, poco
atentos o adictos frecuentes a las “pellas”, vamos a suspender sin remedio. Y
seguramente nos castiguen por ello vía hacienda pública, o través de cualquier
otro brazo “armado” de la administración. La cosa parece ser evidente. El
espacio del tiempo incluye cada vez más contenidos que, a modo de programa
académico, son vinculados a diferentes materias o asignaturas: refranero o
literatura, toponimia o geografía, cartografía, meteorología, imagen, historia…
hasta recientemente “meteorología forense”. Quienes no tengamos claros
conceptos ya corrientes en “clase” como ciclogénesis explosiva, hectopascales,
u otros mucho ejemplos, creo que ya hemos perdido el tren del aprobado. Hace
poco hasta tuvimos prácticas de laboratorio con matraces y todo. Incluso una
actividad extraescolar en la que nos llevaron a la nieve (aunque no nos dejaron
esquiar). El corcho de clase lo decoramos con nuestras propias fotos, aunque al
igual que sucediera en el colegio hace años, suelen exhibirse las fotos de los
mismos empollones de siempre… Y lo más aterrador de todo es que esta especie de
academia camuflada nos abruma con una compleja combinación de estrategias
escolares ancestrales y ultramodernas. Por un lado no se cansan de repetir y
repetir las lecciones, y por el otro pretenden seducirnos con detalles de redes
sociales, “Twitters” y demás. En fin de semana todo este proceso se relaja
bastante, pero en jornadas lectivas… es tremendo. Están consiguiendo hacer de
la información meteorológica una cultura nacional, a este paso vamos acabar
todos hablando del tiempo, como los británicos del tópico, en vez de sobre muchas
otras cosas. Entretanto, lo que no ha variado demasiado es su grado de acierto
en los pronósticos. Al menos en provincias tan variables y diversas como la
mía, conviene consultar otras fuentes.
Sea bienvenida tanta ironía para compensar un poco el clima
que hemos estado sufriendo este invierno por el Cantábrico. Como autóctono,
residente y enamorado de esta costa, no soy persona que se queje prácticamente
nunca del clima. Es más, debo ser de los pocos que disfruta del mismo en casi
todas sus expresiones, que lo considera una bendición y que no añora otros más
secos, soleados, tropicales, tórridos, polares, ecuatoriales, continentales,
etc. Me gusta la nieve, no me molesta demasiado la lluvia, prefiero las
temperaturas suaves (por arriba y por abajo), etc. Gracias a un clima variable,
gozamos de un paisaje acorde con el mismo. La diversidad nos exige ser
adaptativos y versátiles con el ocio, y eso es algo que me gusta. Soy inquieto.
Sin embargo, este año, como alguna vez ocurre cada cierto número indeterminado
de años, hemos estado sufriendo un clima caracterizado por una larga sucesión
de borrascas con un marcado componente de viento sur o suroeste. Y esa es, casi
con total probabilidad, la característica climática que menos me agrada de las
de por aquí.
El viento sur en Cantabria es un fenómeno de atributos muy
marcados, caracterizado por fuertes velocidades del aire que pueden oscilar
tranquilamente entre los 70 y los 130 km/h de manera bastante habitual. Es un
viento que proviene de la Meseta, atraviesa las alturas de nuestra cordillera y
se acelera progresivamente mientras desciende por laderas y valles, hasta
hacerse fuerte y molesto en la costa. Normalmente se identifica por resultar
seco y cálido. Para hacerse una idea no hay más que saber que en día de sur,
localidades como Santander, alcanzan en pleno invierno temperaturas máximas de
20-22 grados. De hecho siempre hubo una leyenda urbana que decía que la
presencia de viento sur en la ciudad podía ser considerado como un atenuante
judicial en algunos casos, pues “como todo el mundo sabe” trastorna a la gente
o acentúa los brotes de locura que en mayor o menor medida todos padecemos. Este
viento puede romper estructuras, desprender cornisas, estropear fachadas y cometer
todo tipo de fechorías. Las brigadas se mantienen alerta ante su presencia y
han de acudir a realizar podas de urgencia o retirar troncos o quimas de calles
y carreteras.
Hay quien le saca ventaja. Los aficionados a la fotografía
tienen a su disposición excelentes jornadas despejadas, exentas de nuestra
calima o bruma habitual. La visibilidad atmosférica aumenta y el sol puede
lucir con calidez. Además, el viento, salvo que lo persigas con estrategia,
normalmente no sale en las fotos. Son casi las únicas personas que sacan
provecho de estos aires. Bueno, ellos y los escasos windsurfistas que aún
perviven por la bahía de Santander. El Campanero, Paco, algunos otros e incluso
Juan Luís si anda por aquí, sacan sus tablas y sus velas tan planas y surcan el
oleaje roto a toda velocidad. Recientemente se les unen algunos jinetes del “kite”,
aunque cuando realmente pega fuerte, quizá sea Abel el único arriesgado de
todos. Es curioso como en esos días el mar puede incluso estar tranquilo pero
la superficie de la bahía se vuelve rabiosa e incontrolada.
Todo esto, en principio, fiel a mi declarada vocación de
amoldarme al clima, me daría igual. Sin embargo, cuando la pertinencia de este
viento se hace cargante, acabo sucumbiendo y sintiéndome un poco harto de ello.
La razón no es otra que la incompatibilidad que el mismo mantiene con la
mayoría de mis aficiones deportivas. Para empezar, este viento es el principal
responsable de que la nieve de las montañas se funda a gran velocidad, siendo
capaz en un solo día, de hacer desaparecer decenas de centímetros de espesor.
En ocasiones (extrañas, como este año), viene instalado en algún tipo de frente
y es capaz de dejarnos precipitaciones de nieve. Lo hace cargando más laderas
orientadas al sur, que las que lo están hacia el norte, las cuales
habitualmente gozan de más nieve. Es algo que está bien porque puedes disfrutar
de itinerarios no tan habituales. Sin embargo, su presencia, con nieve o sin
ella, hace impracticable el esquí mientras sopla.
Pero es que además, respecto al resto de disciplinas, tan
sólo me deja correr. La bicicleta con sur es engorrosa, desagradable y
peligrosa, pues vayas por donde vayas el viento intenta tirarte o convierte tu
avance en un calvario sin sentido, en el que las habituales sensaciones de
libertad y ligereza del pedaleo, se transforman en una especie de trabajos
forzados absurdos, pesados y trabados. De la piragua ni hablamos… el vuelco
está garantizado, e intentar palear contra esas velocidades del aire puede
acabar propinándote algún estacazo en la cabeza con tu propio remo. Y en lo que
respecta a los patines, qué puedo decir, que resulta un sacrificio y una
tremenda frustración, pues cada vez que te da de frente (o a la ida o a la
vuelta), vas casi literalmente andando. Y no hay nada más absurdo que ponerse
unos aparatosos patines para caminar.
El caso es que así viene marcado el invierno, con surada
tras surada, separadas entre sí por breves precipitaciones de norte (lluvia y
más lluvia) o algún viraje de oeste que enfría el aire, reduce su velocidad
sólo un poquito y nos llena de nubes. Un escenario francamente malo para
entrenar. Sin embargo, nuestra capacidad de adaptación parece no tener límites.
No me preguntéis cómo lo estoy consiguiendo, porque ni yo mismo lo sé, pero el
caso es que entre el rodillo, el remoergómetro, los patines, los esquís de
travesía, las zapatillas de correr, etc. el caso es que entreno casi a diario,
y salvo que no practico casi ciclismo, voy acumulando horas de ejercicio
variado y cada día me voy encontrando mejor. Lo de la bicicleta no me preocupa,
estando en forma, a pocos días que la utilice, en seguida alcanzo una
resistencia suficiente para poder acometer mis retos. Además la cogeré con
muchas ganas a causa de la prolongada espera. Y en cuanto a los patines, será
un incógnita, pues podría decirse que los días que me los pongo, me someto a
sesiones de castigo ante eólicos embates. Sobrevivo, la cuestión será comprobar
más adelante, cuando el viento esté ausente, si eso me habrá convertido en un
patinador fuerte y eficaz o en alguien torpe incapaz de saber rodar con estilo
en condiciones adecuadas para la velocidad.
Afortunadamente la primavera está siendo “anunciada” por un clima de lo más conveniente para entrenar. Los vientos del sur o del oeste han dejado de acercarse cíclica y reiteradamente. Nos ha llegado buen tiempo y sobre todo soplos del norte y del nordeste, mucho menos fuertes. Aunque a veces llueve, aunque las temperaturas son bajas por la mañana o al anochecer, resulta mucho más fácil practicar deporte al aire libre, en la mayoría de las modalidades que me gustan. Reconozco que estoy enlazando unas cuantas semanas bastante buenas en este aspecto. ¿Habrás dicho el sur adiós para esta primavera?.
Afortunadamente la primavera está siendo “anunciada” por un clima de lo más conveniente para entrenar. Los vientos del sur o del oeste han dejado de acercarse cíclica y reiteradamente. Nos ha llegado buen tiempo y sobre todo soplos del norte y del nordeste, mucho menos fuertes. Aunque a veces llueve, aunque las temperaturas son bajas por la mañana o al anochecer, resulta mucho más fácil practicar deporte al aire libre, en la mayoría de las modalidades que me gustan. Reconozco que estoy enlazando unas cuantas semanas bastante buenas en este aspecto. ¿Habrás dicho el sur adiós para esta primavera?.
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