miércoles, 15 de julio de 2020

CANOA CANADIENSE (Parte III de III)

Tras haber visto todos los documentales de Bill Mason llegué a varias conclusiones respecto a la canoa canadiense. Una es que la propuesta de utilización que de ella hace es, precisamente, la que a mí me interesa (aunque sin pretender arriesgarme a afrontar el nivel de dificultad de algunos de los rápidos en los que él se mete). Y otra es que, puestos a elegir una canoa, me fio bastante de sus recomendaciones. Y aunque en una de las películas se le ve con una de aluminio, algo más larga (calculo que de unos 17 pies) porque viajan con más de una, llevan otra de madera y lona, de unos 16 pies. Y esa es la que utiliza en el resto de las ocasiones, tanto en uso doble como individual. Hay que tener en cuenta que en la época en la que Mason rodaba sus documentales aún no se había extendido el empleo de la fibra de vidrio, ni quizá iniciado el del polietileno, aunque, de todas formas, él se declaraba fan de los materiales tradicionales. En esto último no creo que sea cosa de hacerle caso, habiendo como hay, hace tiempo, materiales más resistentes, ligeros y exentos de mantenimiento. Pero, en cuestión de formas y medidas, sus consejos son claros: diseño canadiense clásico (que muchos llaman “Prospector”, aunque hay varios tipos muy similares entre sí), de unos 15 o 16 pies (más o menos 5 metros) de eslora y unos 90 cm de manga, altura de borda aproximada de 35 cm, elevación de proa y popa, y simetría de formas para poder invertir el sentido de navegación del barco, en función de si se utiliza en solitario o en pareja. La canoa que suele aparecer en sus películas era su favorita, una “Fort” del color rojo característico de muchas canoas canadienses, que actualmente reposa y es exhibida en el Canadian Canoe Museum de Peterborough (Ontario) gracias al patrocinio de la firma Nova Craft. Se trata de una Chestnut Prospector de 16 pies, bautizada con el nombre de “Pall”.

Puede que sea la canoa más famosa de Canadá. Fue construida por la empresa Chestnut de Fredericton (New Brunswick). Permaneció en al seno de la familia Mason en Meech Lake, al norte de Ottawa, desde 1973. Mason la utilizó en casi todas sus películas y en sus solitarios viajes por la costa norte del lago Superior, y en los viajes familiares por Algonquin Park o río Pukaskwa abajo. El casco fue acumulando “heridas de guerra” y reparaciones, pero permaneció siempre unida a su dueño y, posteriormente, a la familia. Este concepto, el de sencillo barco de expansión y disfrute familiar, es una de las razones que me ha ido animando a acercarme, de nuevo y con mayor decisión, al mundo de la canoa canadiense.  Cuentan que Bill tenía tanto aprecio a su “Pall”, que bailó con la canoa sobre sus hombros, en plan porteo, durante la boda de su hijo. Y que su mujer Joyce liberó las cenizas de Bill desde la canoa en 1989. Siguiendo la tradición familiar, Becky, hija de Bill, incorporó a la canoa en un ballet interpretado para el Trent-Severn Waterway en Peterborough en 1999. La ruta Trent-Severn es un recorrido de 386 km que “conecta el lago Ontario en Trenton con Georgian Bay, Lake Huron, en Port Severn. Sus principales vías fluviales naturales incluyen el río Trent, el río Otonabee, los lagos Kawartha, el lago Simcoe, el lago Couchiching y el río Severn” (Wikipedia). Iniciada con fines miliares, esta ruta ha acabado convertida en un recorrido turístico ideal para todo tipo de embarcaciones de recreo. Posteriormente, la familia donó la canoa al Canadian Canoe Museum, con el que colabora económicamente el fabricante Nova Craft, para su mantenimiento, exhibición, etc. En una especie de apadrinamiento.

Bill Mason en acción (Imagen: coppercanyoncanoe.com).

La canoa de Bill Mason exhibida en el museo. (Imagen: Nova Craft).

Durante la lectura de los libros que fui citando en el artículo precedente, me fueron entrando muchas ganas de volver a practicar este tipo de remada. Después vino el ponerme a escribir, algo que no hizo sino incrementar mi motivación al respecto, y la puntilla llegó cuando me puse a recuperar estampas fotográficas de viajes en canoa de hace tantos años. En pareja o en familia. Cargados de buenos recuerdos prácticamente olvidados. Así que, finalmente sucumbí a los cantos de sirena y decidí comprar una canoa canadiense de estilo clásico para casa. Tal y como acabo de adelantar un poco antes, tenía muy claro el tamaño, la forma y el material (polietileno). En cuanto al color, había tres opciones: rojo característico de la gran mayoría de las canoas canadienses (un guiño o apego a la tradición); verde oscuro precioso (la otra opción tradicional que ofertan la mayoría de los fabricantes); o “todos los demás colores” que apenas ofrecen algunas marcas que se salen de la tradición. Si por mi fuera, estaba claro, a ser posible, una dificilísima decisión entre el rojo y el verde, cada vez más próxima al primero.

Así que, ni corto ni perezoso, me puse a ello, a ¡intentar! comprar una canoa de tales características en España, asunto que ya anuncié que se convierte, casi, en misión imposible. Y no por una cuestión de precio, sino de simple distribución. Como ya adelanté en capítulos anteriores, en nuestro país hay poca tradición de turismo piragüista, y la poca que existe, tiene mucho más que ver con el kayak. Lo primero que hice fue echar un vistazo a la oferta del momento en páginas de 2ª mano. Apenas encontré nada interesante: algunos engendros, viejos ejemplares de fibra de vidrio (de molde) que no me interesaban, un par de caprichos artesanos de madera, evidentemente caros, y alguna Coleman, que resultan muy pesadas y voluminosas. Ya daba esa opción por agotada cuando, de repente, y muy cerca de casa, alguien vendía varias canoas canadienses rojas y verdes, con las medidas y forma que yo andaba buscando. Prácticamente nuevas, a buen precio y con las palas incluidas. La única pega era que su armazón (estructura) de aluminio estaba cubierto de fibra de vidrio en vez de polietileno. Una pega menor que estaba dispuesto a asumir, teniendo en cuenta todas las demás ventajas de la operación. Me puse en contacto con el vendedor particular y, todo estaba a punto de cerrarse en acuerdo cuando, al día siguiente, me comunicó que ya no estaban disponibles, que las habían vendido sin él saberlo. Mala suerte, se ve que debía de ser un lote, y que eran varios los que intentaban venderlas simultáneamente.

Después vino la búsqueda a través de Internet. Empecé, iluso de mí, dirigiéndome hacia marcas de cierta referencia. Resultó que tanto Old Town, como Venture (un fabricante británico que presenta modelos muy similares) comparten al mismo distribuidor oficial en España. Así que me puse en contacto con él, pero me contestó que ahora mismo no las trae porque la guerra de aranceles las ha convertido en excesivamente caras. Seguí indagando por Internet, obviando el asunto de las marcas y tecleando conceptos más genéricos. La respuesta del buscador fue muy pobre, con muy pocas tiendas y la mayoría de ellas centradas en kayaks. El proceso se iba complicando cada vez más. En una tienda catalana especializada encontré una Old Town… ¡nada, ya no las tenían! Se había quedado anclada en el catálogo virtual, algo que me ocurrió alguna vez más con otros sitios. Evidentemente, me encontré con las ofertas chinas: precios muchísimo más baratos, diseños calcados de lo que buscaba y… un pero importante: todas las que me podían interesar se ofertaban en lotes. Para ser compradas debían ser encargadas en pedidos de varios ejemplares. Buena solución para las empresas del ramo, pero no para mí.

Como en otras ocasiones, recordé que una de las ventajas de la globalización es que te pueden atender en comercios de otros países, y me pareció natural recurrir a Francia, donde se utilizan bastante este tipo de embarcaciones. Encontré varias tiendas con bastante oferta (y amplia escala ascendente de precios). Dos de ellas disponían de modelos tipo Prospector (lo que buscaba), a precios razonables, tanto en Venture (algo más caro), como en Nova Craft. Me las prometía ya muy felices hasta que la primera de ellas me respondió que, actualmente, el stock de “Prospectors” en Francia era cero (aunque sonaba muy genérico supongo que se referían a ellos). Su responsable quedó en avisarme de la llegada de un lote de canoas usadas en oferta. La otra tienda disponía de una Venture Prospector por la que me interesé y esperé respuesta.

Entretanto, continué con la búsqueda on-line. Otra empresa (española) me ofreció unos modelos procedentes de Italia (Rainbow Apache). Tenían buena pinta, los asientos podían configurarse a mi gusto y las traían a un precio razonable. Poco a poco, parecía que podía conseguir el objetivo. A la vez, regresando a la estrategia de las marcas, busqué Mad River (porque es todo un superventas global de origen californiano) y encontré unidades (en ambos casos del modelo Journey de 15 pies) en dos catálogos nacionales a los que escribí. En uno de ellos tenían alguna disponible y en el otro no.

La cuestión quedaba así: yo pretendía una canoa tipo Prospector, de 16 pies, asientos madera y nylon, bastón de porteo, fabricada en polietileno y, preferentemente, roja o verde oscura (cualquiera de los dos colores tradicionales de las canoas canadienses). Y me encontraba ante las siguientes opciones:

- Rainbow Apache, italiana, de 16 pies en rojo o en verde. Era algo más barata (a falta de confirmar los portes) aunque venía con unos refuerzos bajo los asientos que el resto de los fabricantes no utilizan, un pequeño detalle que no me convencía mucho, pero, en cualquier caso, era una opción.

- Mad River Journey 156 (un poquito más corta de lo que quería) en verde. Aunque ligeramente más cara, su precio incluía los portes. Así pues, ya iban dos, al parecer tendría canoa.

- Venture Prospector 165 en Polietileno Corelite X (un poco más rígido, ligero y caro) en verde. Podría ser la opción ideal porque, además, gracias a ese material, aún siendo la más grande, era la más ligera. Lógicamente era algo más cara que las demás, y me faltaba por saber el coste de los portes.

- También surgió en España una Old Town Penobscot 164 a un precio similar a la anterior, pero con portes incluidos. Quizás roja o verde, no llegué a saberlo porque, finalmente, no me contestaron. El problema con esa opción era que el modelo Penobscot tiene muy poco “rocker” (arrufo), lo cual es una gran ventaja para que el casco sea muy direccional, pero no lo que yo buscaba, ya que para largas distancias lineales prefiero seguir con el kayak. Para la canoa prefería algo más juguetón (sin pasarse), más polivalente.

- Además, estuve esperando a la oferta de 2ª mano procedente de Francia.

Así pues, acabé creando una pequeña tabla con las opciones, medidas, peso, color y precio, y la fui dando vueltas hasta que tomé la decisión. Descartada la Old Town por “incomparecencia” del vendedor, la comunicación con el comercio francés de la Venture quedó interrumpida unilateralmente por su parte: dos opciones menos. Por mi parte decidí descartar la Rainbow y, como no volví a tener noticias de la “oferta” del otro comercio francés, ya estaba decidido a encargar la Mad River cuando, en el último momento, la oferta francesa llegó en forma de Nova Craft Prospector 16, verde, poco usada, y a un precio bastante ajustado. Tenía asientos de sintéticos, pero me prometieron unos de madera y lona. Así que la encargué sin dudarlo.

Prospector 16 de Nova Craft. (Imagen: Nova Craft).

El diseño Prospector fue creado, originalmente, por la Compañía de Canoas Chestnut. Y es el más popular del mercado internacional. Réplicas del mismo son producidas por la práctica totalidad de los fabricantes de canoas del presente y del pasado desde su aparición en 1923. “Aunque fue un fan del resto de su flota personal de canoas, el autor y director de cine Bill Mason sugería que el modelo Prospector era la opción más polivalente «si únicamente pudieras tener una canoa»”. (Nova Craft).

La Chestnut Canoe Company se estableció en Fredericton (Canadá) a finales del siglo XIX, convirtiéndose en uno de los principales fabricantes de canoas canadienses de madera y lona. Se mantuvo activa hasta 1979. Cuando Chestnut creó este modelo le asignó el código “Fort” para las ventas vía telegráfica (el actual on-line de hace un siglo). Lo diseñó buscando una mayor capacidad de carga en comparación con el resto de sus modelos de similar longitud. Los hermanos Chestnut recibieron la inspiración de ponerse a fabricar canoas a través del río Saint John. Su territorio estaba muy vinculado con el área estadounidense de Maine, donde estaba afincada la firma Morris. La puesta en marcha se debió, básicamente, a que la importación directa de las canoas de Morris salía demasiado cara por cuestiones de aranceles, así que decidieron fabricar ellos mismos, imitando los modelos de Morris. Como curiosidad podemos añadir que cuando la empresa empezó a crecer de forma seria, ficharon a algunos especialistas de la empresa Old Town en el vecino EEUU, y aquella respondió levantando otra factoría en territorio canadiense. A lo largo de su historia, Chestnut mantuvo una intensa competencia con un par de empresas canadienses más, con las que se alternaron también alianzas y fusiones, llegando incluso a estar todas ellas bajo el paraguas de un mismo holding.

Al igual que algunas otras empresas de canoas que actualmente se han convertido en clásicas, como es el caso de Mad River (1971) y de Venture (1971, con su primera canoa en 1977), Nova Craft nació al comienzo de la década de los setenta (1970), produciendo, a pequeña escala, canoas de fibra de vidrio en un garaje cerca de London (Ontario, Canadá). Con el paso del tiempo su prestigio fue creciendo, y con él las dimensiones de la compañía, diversificando cada vez más la oferta de modelos y materiales de fabricación. De hecho, su catálogo actual es francamente amplio, con embarcaciones que van desde lo más específico hasta ejemplares muy populares. En cuestión de canoas canadienses tradicionales, ofertan auténticas virguerías acabadas en materiales de última generación con relaciones de peso/robustez muy atractivas pero precios descorazonadores. También un surtido muy interesante de complementos para cada canoa. Afortunadamente, dentro de su catálogo, incluyendo el caso de la prospector 16, además de presentar una gama de acabados amplia, mantienen el “estándar” popular de polietileno de triple capa que ofrecen la mayor parte de los fabricantes. Actualmente es la solución más barata, corriente y demandada. Sus ventajas son un nivel de robustez y durabilidad altísimo, sin prácticamente mantenimiento, aunque más pesada que en otros materiales. Pero, claramente, es lo que yo buscaba. Una especie de canoa “utilitaria” de tamaño medio.

“El caballo de trabajo del norte de Canadá”. Así define el fabricante a este modelo de canoa, del que se tiene la certeza de ser el más replicado por la generalidad de fabricantes de canoas del mundo. “La Chestnut Prospector es tan popular que, probablemente, haya sido descrita por escrito más que ninguna otra canoa. Nuestra versión de este venerable diseño es fiel al original. Desde 1984 hemos seguido el camino de continuar con la tradición para que futuras generaciones de palistas puedan disfrutar este icono de la historia canadiense” (Nova Craft). Sin duda una presentación sugerente, aunque no deje de ser publicidad de marca.

Los comentarios anteriores, y algunos otros que no es cuestión de trasladar aquí, no hacen más que ratificar los criterios de mi decisión de elección y son válidos para cualquiera de los modelos Prospector de la mayoría de los fabricantes (si realmente han diseñado una Prospector) y, desde luego, para toda la gama de calidades de Nova Craft. En concreto, la mía, la básica-popular, es la Prospector 16’ SP3, que viene a significar 16 pies de eslora y fabricada en polietileno de triple capa. Su carta de presentación afirma cosas como esta: “Para una familia buscando una canoa que puedan dejar rodando alrededor de la cabaña, tendrán una canoa que deberá durar una vida”.

Especificaciones:

Peso

38,6 kg

Eslora

15,4 pies (476 cm)

Manga

91,4 cm

Fondo en el centro

35,6 cm

Fondo en los extremos

58,4 cm

Rocker (arrufo)

7,6 cm

Capacidad

408 kg

Casco simétrico

 

Travesaño de porteo

 

Por fin llegó la canoa. La recibí ilusionado, aunque con algunas sensaciones un poco contradictorias. Efectivamente, estaba semi-nueva, prácticamente nueva en el interior, y con algunas rozadoras leves por el exterior del casco. Sin duda, tras muy poco uso. La pega era que vino con los asientos de “plástico”, muy cómodos, pero nada estéticamente comparable a los de madera. Eso sí, me regalaron los dos de madera con los correspondientes errajes y piezas de instalación, pero sin instalar. La pega no iba a ser colocarlos, sino que como debían de provenir de un stock que estaba en las últimas, ambos eran de proa, y para poder instalar uno de ellos en popa, me temo que tendré que hacer algo de bricolaje. A cambio, a favor, que tengo dos juegos de asientos: tradicionales de madera y anatómicos sintéticos. Posada en el jardín la canoa resulta inmensa. Larga y muy ancha en su zona media. Sin duda con una gran capacidad de carga. Es muy bonita y elegante. Tanto, que el resto del día me sentí bastante nervioso ante la obligada espera hasta su posible utilización y prueba. Las palas, esas sí, eran nuevas. Unos preciosos ejemplares de madera muy bien trabajada y terminada.

Y al final la probamos. Una tarde que se fue enrareciendo progresivamente y a punto estuvo de dar al traste con nuestros planes. Había hecho una magnífica jornada de playa, pero a media tarde entró una virazón de clima. El cielo se cubrió y el viento se arremolinó con furia. Nosotros asumimos la situación y seguimos leyendo en el porche, dando por hecho que ya no saldríamos a estrenar la canoa. Sin embargo, una vez que el viento acabó por decidir desde que dirección soplar, la atmósfera se calmó y nos animamos a probarla. El barco pesa lo suyo, no resulta nada sugerente para porteos y desde luego, de acometerlos, tendrían que ser en pareja. Pese a ello, dos personas pueden manejarla sin dificultades. Myriam no tuvo problemas en las ocasiones en las que la subimos y bajamos del coche. En el agua la canoa se mueve bastante por su sección casi elíptica. Se mueve, pero resulta tremendamente estable. Uno se puede poner de pie en ella si tiene un poco de cuidado. Cuando van dos tripulantes, cada uno en su asiento, hay bastante distancia entre ellos (de hecho, cumpliría con el “distanciamiento covid”).

Myriam a proa de nuestra nueva canoa en la Bahía santanderina.

En seguida nos pusimos a remar recordando tiempos pasados ya muy lejanos. La superficie del agua estaba algo inquieta y cambiante por el tráfico de embarcaciones de recreo (era sábado) y por la brisa. Navegamos en contra de la marea y la canoa avanzaba con calma, pero sin pausa. Un avance mucho más parsimonioso que con un kayak, pero un avance constante. Mantener un rumbo rectilíneo en condiciones de aguas algo movidas requiere atención permanente y correcciones sucesivas, ya sea a base de palada trasera en “J” o incluso, cuando no queda más remedio, retención de la pala en forma de timón. Lleva trabajo y ciertas dotes de sensibilidad, y lo malo es que a veces hace que el casco pierda parte de su inercia. Pero, teniendo en cuenta que se trataba de la primera experiencia, la cosa promete.

Paleando a popa con Pedreña al fondo.

Disfrutamos de un agradable paseo por la Bahía santanderina hasta el Puntal, donde nos dimos la vuelta para regresar con la marea a favor. ¿Resultado? Mayor velocidad, así como más dificultades de mantenimiento del rumbo. Otro punto a favor es que la canoa se muestra muy marinera, esto es, que asume perfectamente el oleaje, dejándose mecer con naturalidad, sin que se perciba el mínimo riesgo de inundación por encima de la borda. Tal es así que regresamos de nuestra pequeña excursión totalmente secos. La primera impresión confirma mis expectativas al comprarla: un barco estable, cómodo, con gran capacidad de carga y sin mantenimiento. Lento y tranquilo, pensado más para un disfrute sin prisas que para buscar logros cuantitativos en escalas de tiempos o distancias. Si pretendes correr, te vas a machacar sin sacarle partido. Por el contrario, si estás dispuesto a remar con tranquilidad y aspirando a objetivos de índole más placentero, es una embarcación ideal, muy familiar y amable. Lo que buscaba. Una canoa que pide a gritos explorar cauces desconocidos, y estibar en ella enseres de acampada y viaje nómada. Un barco ideal para emular a los protagonistas de esta serie de capítulos dedicados a la canoa canadiense.

Es habitual encontrar amigos en el agua. En este caso nos retrataron desde su trainera con Santander al fondo. (Foto: Chepe).

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