(ADVERTENCIA: este texto presenta algunas imágenes de desnudos humanos. El lector está advertido. La mayoría de las imágenes están compuestas de modo que unas zonas corporales tapan discretamente otras tradicionalmente más conflictivas, pudendas, etc. Pero alguna hay en que no. En todo caso, todas ellas son imágenes de intención artística tomadas por profesionales de la fotografía con prestigio. Por si acaso no quedara suficientemente claro, la parte inicial de esta entrada queda catalogada con ◊◊).
Décadas después del “destape” que caracterizó a algunos ámbitos del arte y la cultura española durante la Transición (especialmente al cine, pero no exclusivamente), la casualidad ha querido que, en una rápida visita a Madrid, al aprovechar para ir un par de veces al teatro, me encontrara con escenas de desnudos en las dos representaciones. A mí los desnudos no me molestan, pero tampoco los voy buscando. Prueba de lo segundo es que una de las obras estaba a cargo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, de la que, sinceramente, uno no se espera encontrarse con un desnudo. Total, que, de dos… dos. Cien por cien, aunque la muestra, evidentemente, no sea significativa. Eso sí, en algo hemos avanzado. De los tres actores que se mostraron desvestidos, dos eran hombres y una mujer, algo poco frecuente en otros tiempos.
De nuevo la casualidad quiso que aquella visita a los teatros de la capital se produjera poco después de una lectura en la que me encontré con la historia de una esgrimista olímpica que, siendo de origen judío, participó en los JJOO de Berlín representando al que entonces era su país: Alemania. La historia de esta deportista fue bastante peculiar y contradictoria. Se llamaba Helene Mayer, pueden ustedes leer al respecto de su biografía. Aquí me limitaré a señalar algunas pinceladas que muestran cómo se vio sometida a las presiones de una especie de “fuego cruzado” ideológico. Entre las aficiones iniciales de Helene, como para algunos otros personajes que desfilarán en este artículo, estuvo la danza. Sin embargo, pronto se enamoró de la esgrima, disciplina en la que alcanzó un nivel de élite mundial. De hecho, mientras las cosas estuvieron tranquilas para los judíos en Alemania, gracias a sus éxitos deportivos, su aspecto físico y su posición familiar, la chica gozó de enorme popularidad y de la simpatía de las autoridades. El “judaísmo” de Helene le venía por su padre. Su madre era cristiana y Helene… ni fue educada en la fe judía, ni sentía interés alguno por la historia del pueblo judío o la religión. Sin embargo, luego vino lo que vino y, en ese tipo de situaciones, lo que uno diga o piense importa bien poco para quienes andan buscando justificaciones para la barbarie. El caso es que con el paso del tiempo se dio la circunstancia de que Helene, viviendo en los EEUU, era la mejor tiradora alemana. Tal situación, unida a las presiones que el COI ejercía sobre el gobierno de Alemania, de cara a que permitieran que atletas de diferentes razas y de procedencia judía pudieran participar en los JJOO de Berlín (1936), acabó haciendo que Helene compitiera en Berlín defendiendo los colores de su país. ¡Su querido país! Porque, todo hay que decirlo, Helene amaba Alemania. Aquello le supuso presiones y malestares provenientes de todos lados: de los nazis por su ascendencia judía, de los judíos por prestarse al juego de los nazis, de la prensa americana inventando bulos sobre su persona y su familia, etc. Muchos fueron quienes utilizaron su participación para favorecer intereses muy dispares, mientras que ella participó por su amor a la esgrima, el honor y la experiencia olímpica, etc. Consiguió la plata, lo cual le supuso una bronca de algún entrenador alemán por no haber logrado el oro, además de un momento tenso que pasó a la historia: cuando, subida a uno de los cajones de podio, levantó el brazo ejecutando el saludo nazi ante Hitler mientras sonaba el himno húngaro de la medallista de oro. Todavía traen cola los comentarios y las interpretaciones al respecto. Que si vaya desfachatez, que si traidora, que si estaba presionada por amenazas contra su familia, etc. Finalmente se volvió a los EEUU, donde hizo carrera como entrenadora de esgrima, se nacionalizó y vivió suspirando por su Alemania natal, a la que siempre echó de menos.
Helene, muy elegantemente vestida, haciendo el saludo nazi en el podio durante los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. (Imagen: rarehistoricalphotos.com) |
Pero Helene está aquí por su desnudez. Desnudez voluntaria. Motu proprio o inducida por otros, el caso es que a Helene le debía gustar posar para las cámaras. Hay multitud de fotografías suyas de diversos autores. Muchas de esgrima y algunas en desnudos artísticos “de autor”. También alguna otra en plan de modelo vestida.
Helene en acción en su sala de esgrima en los EEUU. Fotografiada por Emilie Romaine en 1958 (Imagen: westcoastfencingarchive.com). |
Retrato de Helene, también tomado por Emilie Romaine. (Imagen: westcoastfencingarchive.com). |
Leyendo sobre Helene, recordé retratos de deportistas famosos que habían posado desnudos para las cámaras de fotógrafos también reconocidos mediáticamente. Cada dos por tres, alguna revista o entidad promueve una serie de desnudos (más o menos explícitos, más o menos artísticos) y los publica con intenciones publicitarias, morbosas, recaudadoras, culturales o artísticas. Los hay mejores y peores. Si somos capaces de inhibir el factor de interés morboso o de absurdo culto a la popularidad, el resultado acaba dependiendo de la técnica, creatividad y competencia artística de quien fotografía. La revista ESPN The Magazine, publica una amplia serie de deportistas famosos de ambos sexos posando desnudos, cada cierto tiempo.
La jugadora de baloncesto Angel MacCoughtry fotografiada por Art Streiber para ESPN The Magazine. (Imagen: xgames.com). |
Michael Phelps zambulléndose en fotografía de Carlos Serrao para ESPN The Magazine. (Imagen: xgames.com). |
La surfista Coco-Ho, retratada por Morgan Maasen para ESPN The Magazine. (Imagen: xgames.com). |
Espectacular fotografía realizada por Steve Lippman, del navegante Jimmy Spithill a la caña, para ESPN The Magazine. (Imagen: xgames.com) |
Nuestro conocido Serge Ibaka bajo el punto de vista de Peter Hapak, para ESPN The Magazine. (Imagen: xgames.com). |
Doble o nada: Travis (piloto) y Lyn (patinadora) Z-Pastrana congelados en el aire por Martin Schoeller para ESPN The Magazine. (Imagen: xgames.com). |
Hay muchísimas más fotos del mismo tipo en cada serie publicada, las anteriores son únicamente algunos ejemplos. A continuación una pocas más de otra edición para la misma publicación: ESPN The Magazine.
La gimnasta Aly Raisman en acción. (Imagen: culturainquieta.com; no hay mención de autoría). |
El tenista Stan Wawrinka ¿finalizando un revés?. (Imagen: culturainquieta.com; sin mención de autoría). |
Grupo de altetas polacas de una larga serie de deportistas fotografiados por Dominika Cuda para otra entidad. (Imagen: elnortedecastilla.es). |
El asunto de los desnudos “deportivos” creo que puede estar proliferando por un cúmulo de intereses integrados. Puede que los modelos quizás se animen a ello como estrategia de promoción personal añadida, provocando algo de morbo entre los aficionados, especialmente si son deportistas no tan famosos o dedicados a modalidades poco mediáticas. En el caso de los más famosos, tal vez, quién sabe, sea su aparentemente insaciable ego el que pueda estar incidiendo. A los espectadores pudiera atraerles la descontextualización “picante” de las propuestas (el mencionado morbo) o un mayor o menor acusado voyerismo. En cuanto a la tercera “pata”, los fotógrafos, la posibilidad de poder trabajar con modelos de cierta fama y alcance mediático. ¿El resto? Publicaciones deseosas de inventar lo que sea para aumentar sus tiradas o audiencias, etc. Y a todo esto podemos añadir las justificaciones solidarias, que también se dan. Es de suponer que el asunto debe funcionar a todos los niveles, porque le hecho es que se repite con cierta frecuencia.
Fuera de esta tendencia, siempre ha habido artistas de la fotografía que han retratado personajes y deportistas famosos desnudos. El caso de Cunningham con Helene Mayer es uno de ellos, pero también es algo probado por la mundialmente reconocida Annie Leibovitz, probablemente la retratista más valorada del mundo en activo. No es que ella frecuente los desnudos como género fotográfico, nada de eso, esta fotógrafa trabaja el concepto y la alegoría, situando a los personajes en contextos muy concretos, que la mayoría de las veces no tienen que ver con el desnudo. En cuanto a los deportistas, apenas alcanzan a ser un pequeño porcentaje de los famosos que retrata.
Lance Armstrong en bicicleta llenando una doble página de la revista Vanity Fair. Retratado por Annie Leibovitz. (Imagen: pinterest). |
Pero ya decía que tampoco es nuevo todo esto. George Leigh Mallory, el famoso alpinista sobre el que se especula que pudiera haber sido el primer ser humano en haber coronado el Everest (en 1924), junto con su compañero de cordada Andrew Irvine, no parecía ponerle ascos a posar desnudo en fotografías y retratos pintados. Se le puede ver en varias obras realizadas por su amigo pintor Duncan Grant, así como en posados fotográficos formales e informales.
La fotografía utilizada como portada para una biografía de George Mallory fue una de aquellas en las que posó desnudo. (Imagen: itisalwayssunrisesomewhere.wordpress.com). |
Aquí está Mallory completamente desnudo a la derecha (un compañero lo está de cintura para abajo) en plena caminata mochilera en zona de aproximación del Himalaya. (Imagen: thewildcone.com). |
Como acabo de afirmar, la desnudez de los cuerpos deportivos no es nueva, ni mucho menos. Hubo periodos en los que los juegos celebrados en la Grecia clásica se disputaban con los atletas desnudos. Ello conllevaba que, salvo sacerdotisas, jovencitas, solteras o que reunieran las condiciones que se prescribieran en diferentes épocas y lugares, las mujeres (especialmente las casadas) tenían prohibido el acceso a los mismos como espectadoras. Quizás para que no establecieran comparaciones con lo que tenían en su propia casa… Así que, en el fondo, que a bastantes deportistas (a Venus Williams le debe gustar especialmente porque ha sido fotografiada de esa guisa, como una “Venus desnuda”, por varios fotógrafos diferentes) les dé por posar desnudos. No debería de extrañarnos si lo consideramos como una vuelta a los orígenes o un homenaje al pasado clásico, aunque no creo que vayan por ahí los tiros.
¿Y que pasa cuando compiten vestidos? Pues de todo. Capitalismo publicitario, tecnología del rendimiento, estética aumentada, nacionalismo (macro, meso o micro), corporativismo y mucha tendencia inducida hacia el consumo de distinción identitaria. El ejemplo del balonmano se ha convertido, desde mi punto de vista, en el más nefasto resultado estético de cómo especular sin gusto sobre la superficie del tejido de los uniformes. Los trajes de muchas modalidades evolucionan en función de la búsqueda de aerodinámica, termorregulación, etc. Hay prendas que realzan la belleza de los cuerpos que visten, haciéndolos más atractivos que si fueran desnudos. Los uniformes, escudos y colores tratan de enardecer el apego nacionalista o corporativo (de club, equipo o marca) a diferentes niveles de escala (local, regional, estatal, pan-continental, etc.). Además de todo esto, cada modalidad trata de desarrollar una tendencia de estilo propia que genere la distinción identificativa suficiente como para hacer que sus aficionados o practicantes vistan bajo ese patrón, distinguiéndose de los otros patrones (y modalidades), lo cual genera el curioso fenómeno de que todo el mundo se vista distinto salvo respetando la igualdad de su “sector” o, si ustedes lo prefieren, vista de forma casi idéntica dentro de una amplia diversidad de modalidades deportivas que se diferencian mucho entre sí. Esto hace que a los practicantes de determinados deportes (muchos) se les distinga perfectamente. A veces incluso cuando van “de paisano”.
Si nos remontamos en el tiempo y recorremos la historia del arte hacia atrás, comprobamos que la figura humana, femenina y masculina, está presente en obras de casi todas las épocas, desde la actualidad hasta la antigüedad. Ha sido objeto artístico en la pintura y la escultura, además de en artes posteriores como la fotografía o el cine. Reparos de moralidad o recatos culturales aparte, la desnudez humana suele sugerir belleza. El cuerpo humano suele ser un motivo de interés estético. Produce atracción y placer en su contemplación. Pero es algo que ni mucho menos se limita a los cuerpos desnudos. Todo lo contrario, la vestimenta, la ropa, ha sido un complemento estético esencial en lo que a la interpretación de la belleza humana se refiere. De ahí que, a lo largo de la historia de las civilizaciones, haya generado tendencias, escuelas de confección y dedicaciones expertas que han sido admiradas por la población. En la actualidad, la moda, el diseño y la costura han alcanzado, prácticamente, el reconocimiento de arte. Las autorías han ido cobrando más reconocimiento e importancia con el transcurso del tiempo. Una buena prueba de ello es que durante aquella visita cultural que realicé a Madrid, el componente teatral se vio complementado por la asistencia a dos exposiciones dedicadas, expresamente, a dos diseñadoras de ropa.
María Sybilla Sorondo Myelzwynska, es una diseñadora de moda que, aunque nacida en los EEUU, se instaló muy jovencita en España y se nacionalizó aquí. Tiene mi edad, y la parte principal de su desarrollo como creadora textil se produjo en Madrid, conviviendo con la onda de la Movida Madrileña, entendida esta como algo culturalmente integral, mucho más allá del panorama puramente musical. Las fechas me hacen suponer que durante cinco años deambulé por algunos mismos lugares que ella. Es una mujer extremadamente tímida. Morena, muy delgada y con un semblante que, a pesar de mostrarse retraído en las fotografías y filmaciones, sugiere albergar una personalidad interesante. La Comunidad de Madrid le ha dedicado una ambiciosa exposición en un espacio fantástico: el antiguo depósito de agua del Canal de Isabel II. Es un edificio de ladrillo rojo cara vista, en forma de torre cilíndrica, rodeado de zona ajardinada. En realidad, la torre, si el observador lo pretende, podría incluso representar el modelado de un vestido de noche gigante, ya que los largos tirantes laterales parecen descender cual pliegues, plisados o pinzas de falda, desde un imaginario corpiño o fajín bordado, hasta el suelo. Por dentro, el espacio expositivo es original y maravilloso. Circular, amplio en dimensión horizontal, e inmenso en la vertical. Una estructura metálica nos traslada a figuraciones similares a las de ingenios dignos de Julio Verne, remaches propios del Nautilus o de la Torre Eiffel. El interior se encuentra casi en penumbra, con una iluminación muy tenue. La exposición va ascendiendo planta por planta, aportando algo de información textual y, especialmente, una larga colección de vestidos de mujer que muestran el quehacer creativo de las diferentes épocas en las que se suele explicar la vida profesional de la diseñadora. Y es que Sybilla, a causa de su compromiso artístico, no siempre ha sido capaz de maridar de modo prolongado su labor creadora con las demandas empresariales del negocio o los inversores. Por eso, de vez en cuando, cortaba por lo sano y desaparecía.
Exterior de la sala de exposiciones del Canal de Isabel II en Madrid. |
Muy valorada internacionalmente (además de, por supuesto, en España), Sybilla ha encontrado un especial refugio de reconocimiento y de negocio en Japón, hallando además mucha inspiración en la cultura nipona para su oficio. Antes de visitar la exposición, algo habíamos leído sobre cierta posible influencia de Balenciaga en algunas de sus creaciones. No parece una exageración, allí pudimos reconocer algunas formas en “globo”, detalles variados y remates de espaldas similares a los que el verano pasado contemplamos en una visita al museo del guipuzcoano en Getaria. También ella, como él, dio rienda suelta a la búsqueda, experimentación y utilización de una casi infinita variedad de tejidos y texturas. La cantidad de conjuntos allí expuestos es amplísima. No todos han de gustarnos, pero hay auténticas maravillas (muchas). En el piso final de esta torre casi diáfana interiormente, una discreta escalera permite acceder a una cúpula metálica enorme. La han convertido en espacio circular de proyección. El visitante se recuesta sobre una especie de divanes y atiende a un documental de gran formato y en doble encuadre que explica algunas pautas de lo contemplado durante la visita. La podemos ver a ella, así como a algunos de sus colaboradores (se menciona su especial relación con varios fotógrafos). Para quién no pueda acercarse a la muestra, el documental está disponible en Internet, pero no es lo mismo que verlo allí… en grande, en curvo y después de haber admirado sus creaciones.
La comisaria de la exposición, Laura Cerrato Mera, escribe en uno de los párrafos del folleto informativo:
«Alrededor de 80 conjuntos de indumentaria y 80 documentos nos ayudan a entender su universo a través de cinco secciones: El Hilo que Hilvana, El Hilo que Urde, El hilo que Trama, El Hilo del Tiempo y Un Hilo de Voz».
Dicha secuencia de hilos se repite y se explica, sucesivamente, en los distintos paneles informativos que presentan cada una de las secciones. Mi procedencia familiar hizo que la propuesta verbal me llegara al alma. Y es que provenimos de Santiurde, donde “el que no la trama la urde”.
¿Inspiración japonesa?. Espacios para el arte. OI 1991/92 Colección TEATRO Fotografía: Julio Limia Dirección de arte: juan Gatti. (Imagen: flickr.com/photos/espaciosparaelarte). |
Icónica imagen compuesta por la fotógrafa Ouka Leele*. Esta foto es Moda España 1986. (Imagen: flickr.com/photos/espaciosparaelarte). |
*Ouka Leele (nombre artístico de Bárabara Allende Gil de Biedma) es una artista que en las décadas de los años ochenta y noventa destacó especialmente en su faceta de fotógrafa. Dentro de su variopinto y peculiar estilo fotográfico-pictórico (en el que cultivó los retratos de tono irrverente, familiares, interiores, naturalezas muertas, fotografías únicas Polaroid de gran formato, etc.) también plasmó algunos desnudos y, como en el caso anterior, fotografía de moda. La imagen de arriba es un excelente ejemplo de sus composiciones más corales "situacionales", que están entre mis favoritas. En esa línea, fueron también muy famosas una sobre "Peor imposible" (tuvo encargos de portadas para discos de varios artistas en plena Movida Madrileña), así como "Rapelle-toi, Bárbara (los leones de la Cibeles Atalanta e Hipómenes)" en la fuente de la Cibeles, en 1987. Otra hermosa composición grupal es "El sueño de una noche de verano", creada exprofeso para la cartelería de la obra del mismo nombre que se representó en el Teatro Español (Plaza de Santa Ana, Madrid) en 1986. Recuerdo haber ido a verla, y haber disfrutado mucho con su puesta en escena de toques fantástico. Quiso la casualidad que poco después, un amigo, fotógrafo local de mi ciudad, me invitara a colaborar con él, en la elaboración de un "book" profesional para una de las actrices que había participado (creo que recordar que la que hacía de Helena). Aun conservo algunas de aquella fotografías.
Detalle de la proyección en la cúpula. |
Interior del espacio expositivo. |
Propuestas muy "españolas". |
Reminiscencias de Balenciaga. |
La otra exposición dedicada a los vestidos era más mediática y se ubicaba en el Museo Thyssen. El título da pistas bastante claras sobre lo que el visitante puede encontrar allí: “Picasso/Chanel”. La muestra lleva al espectador a través de un recorrido en el que conviven permanentemente creaciones de ambos. Cuadros del pintor malagueño con vestidos de la diseñadora nacida en Saumur (localidad que no es la primera vez que aparece en mis textos, ni seguramente será la última). Según propone la exposición, Chanel se inspiró bastante en la obra del pintor a lo largo de varias de sus fases, principalmente en las de los cubismos analítico y sintético, así como también en la de grandes volúmenes femeninos neoclásicos en paisajes de playa.
La relación entre ambos fue bastante estrecha, el pintor introdujo a la diseñadora en los círculos artísticos y sociales de París, en los que él ya estaba bien establecido. En parte fue por la amistad que Gabrielle Chanel mantenía con la bailarina Olga Khokhlova (primera esposa de Picasso), que era fiel cliente suya. La exposición recorre varias salas. Las primeras están dedicadas a comparar obras en diferentes fases. Resultan esclarecedoras y muy interesantes, y eso a pesar de que no se conservan demasiados ejemplares de vestidos de Chanel, precisamente por el carácter práctico y de “mucho uso” de sus propuestas.
Personalmente, aún me interesaron más las últimas estancias. Estaban dedicadas a una colaboración tripartita de arte integral. Jean Cocteau era amigo y admirador de los dos genios ensalzados en la exposición (Chanel y Picasso) así que cuando estrenó su “Antígona” en 1922 en París (adaptación contemporánea de la de Sófocles) les ofreció a ambos que colaborasen. A Picasso a través del diseño de los decorados y las máscaras, y a Chanel del vestuario. El triunfo fue enorme y, en concreto, el de las propuestas de Chanel: apoteósico. Sus ropajes inspirados en la Grecia clásica fueron especialmente alabados.
Para las fiestas de los "años 20". |
Elaboradísimo conjunto con tejido espectacular. |
Diferentes épocas con soluciones similares ¿Influencias? en todo caso arte de la confección. (Montaje propio). |
Más ilustrativa aún resulta la sala dedicada a una segunda colaboración entre los tres artistas. En ese caso un ballet: “Le Train Bleu”.
«[…] producido por Diághilev en 1924, con libreto de Cocteau, inspirado en el deporte y la moda de baño; “Dos mujeres corriendo por la playa (La carrera)”, un pequeño gouache que Diághilev descubrió en el taller de Picasso, se convirtió en imagen para el telón de la obra, y el pintor aceptó también el encargo de ilustrar el programa de mano, mientras que Chanel entusiasta deportista, creó trajes para los bailarines inspirados en modelos deportivos diseñados para ella misma y para sus clientes». (Museo Thyssen).
En aquella producción se integraron más elementos. Al menos dos de tendencia social: el despegue vacacional de clase alta de la Costa Azul francesa, y un veloz crecimiento de la práctica deportiva como recurso de ocio, diversión y hedonismo. Y por supuesto, un arte más que añadir al aportado por los tres genios arriba citados: la danza. Nada menos que representado por los Ballets Rusos, una compañía que en aquella época causaba furor entre las clases más aficionadas a los productos y espectáculos culturales en occidente.
En una sala podemos encontrar los “cuadros playeros” que inspiraron la estética del montaje, varios modelos de trajes de baño diseñados por Chanel para la obra, conjuntos deportivos de hombre y mujer, así como varias fotografías de los ensayos y la representación. Es muy probable que a la diseñadora aquel proyecto la entusiasmara especialmente, ya que ella misma practicaba la Euritmia (no sé si escénica, terapéutica o ambas). Recibía lecciones de Elise Toulemont (“Caryathis”) en Montmartre. La Euritmia fue una escuela de movimiento muy relacionada con la música, la gimnasia, la educación física y la danza. Fue desarrollada por Émile Jaques-Dalcroze. Pretendía educar integral y corporalmente a través del movimiento rítmico. En pleno apogeo de su método, fueron muchas las figuras de la danza que pasaron por las instalaciones que Dalcroze tenía en Hellerau. Entre ellos, Diághilev y Nijinsky ¡nada menos!. Los principales exponentes del expresionismo alemán en la danza, Rudolf von Laban y Mary Wigmann, se inspiraron parcialmente en los fundamentos de Dalcroze. Todo esto quiere decir que Dalcroze y su Euritmia fueron una de las múltiples corrientes que interactuaron entre sí para configurar el cambiante panorama evolutivo del ballet contemporáneo y las gimnasias artísticas y deportivas. Así pues, Chanel se movía muy cerca de, o estaba bastante integrada en, esa vorágine de desarrollo velozmente cambiante en lo que se refiere a la utilización del cuerpo como vehículo de expresión artística. Sabemos también que asistió al estreno del ballet “La Consagración de la Primavera” y que amadrinó económicamente a Igor Stravinsky (y hay quienes especulan con que fueron amantes).
Un detalle que puede escaparse muy fácilmente en la visita a la exposición es una libreta de apuntes de Picasso que reposa en una vitrina. Está abierta y en ella se pueden apreciar bocetos relacionados con otro famoso ballet.
«El sombrero de tres picos es un ballet del compositor español Manuel de Falla y coreografía de Léonide Massine basado en la novela homónima del escritor decimonónico Pedro Antonio de Alarcón. Tras su estreno en Londres el 21 de julio de 1919, la obra tuvo un rotundo éxito, elogiándose la acertada síntesis de música, baile, drama y decorado. Este estreno tuvo lugar en el Alhambra Theatre de la capital británica bajo la batuta de Ernest Ansermet y decorados y figurines de Pablo Picasso». (Wikipedia).
Figurines de Picasso para el vestuario original de "El sombrero de tres picos". (Imagen: recursos.march.es). |
En 1958 Antonio Ruiz Soler creó una coreografía de “El sombrero de tres picos” basada en la danza española. Mediados los ochenta, el Ballet Nacional de España representó la obra con esa coreografía “española” para el FIS (Festival Internacional de Santander), que entonces se celebraba en un teatro “efímero” (desmontable) en la Plaza Porticada de la ciudad. Bailaron con un vestuario basado en los diseños de Picasso, todo un alarde de fantasía y colorido. Tuve la suerte de asistir, recuerdo que invité a mi madre.
Volviendo a nuestros protagonistas, “Le Train Bleu” tuvo un estreno conflictivo. Hubo críticas dispares, pero la procesión fue por dentro. Muy mal ambiente y una desagradable lucha de egos artísticos contaminaron todos los preliminares. Cocteau quería una interpretación casi “cinematográfica” en la que “números” o “pasos” breves, tuvieran el efecto de planos de película (creo que quedaría empachado si ahora levantara la cabeza y viera en que fulgurante sucesión de microplanos se han convertido muchas escenas de las películas de acción actuales). Así que constantemente pretendía hacer cambios con respecto a las coreografías de Bronislava Nijinska (primera bailarina y coreógrafa), que acabó de los nervios y llorando. También la gran figura emergente de la compañía, el bailarín Anton Dolin sufrió tanto que se puso a llorar alguna vez. Dicen que Chanel cumplía sus funciones con mando firme y rápida gestión, muy ejecutiva, pero que hasta el último momento tuvo que andar retocando ropa, y que el tejido de los trajes de baño no resultaba apropiado para determinados momentos y acciones de los pasos a dos (porteos quizás…) porque se deslizaban. En fin, todo un desafío artístico complejo que acabó levantando el telón y convertido en un hito más dentro de la historia de la danza.
Conjuntos deportivos expuestos. |
Bañadores. |
Conjunto de deporte en seda, 1927. (Imagen: museothyssen.org). |
“Le Train Bleu” se estrenó en París en 1924. Sin embargo, en algunos aspectos, no suponía tanta novedad como desde la perspectiva actual nos pudiera parecer. Once años antes, en 1913, también en París, se había estrenado el ballet “Juegos”, contextualizado con tenistas en un parque en penumbra. Se interpretó con vestuario tenístico de la época, y con una raqueta durante gran parte de la coreografía creada por Vaslav Nijinsky y representada por los Ballets Rusos. La música fue compuesta por Debussy, gran admirador de las compañías rusas promovidas por Serge Diaghilev. Y fue la música lo que se salvó de la crítica y de la acogida del público, ya que ni una ni otro estaban aún preparados o educados para asimilar una nueva forma de danza:
«”Juegos” es tal vez el ballet de cuantos compusiera Nijinsky que resulta menos conocido y comprendido, injustamente, desde luego, pues en la evolución de la escuela moderna de danza, representa la nueva etapa que ha quedado marcada por el nombre de Nijinsky. “Juegos” era un verdadero desafío lanzado a las tradiciones coreográficas tan hondamente arraigadas y que, hasta entonces, nadie se había atrevido a discutir siquiera». (En “Nijinsky y los Ballets Rusos”. José Ramón Sánchez).
«Nijinski, al mismo tiempo que compone la coreografía del Rito de la Primavera, prepara la de Jeux, una obra difícil, que confunde por la mezcla de movimientos “modernos” (inspirados en el tenis, el golf y los principios de Jaques-Dalcroze) y danza académica (las chicas bailan en puntas, pero con los pies paralelos)». (https://es.frwiki.wiki).La visión de la pieza resulta de gran interés. Está disponible en youtube interpretada por alguna compañía actual. Dura unos 20 minutos. Las mencionadas “puntas” casi pasan desapercibidas porque se utilizan muy poco. Hay mucho tobillo en flexión, movimientos circulares de caderas nada ortodoxos entonces, y un amplísimo repertorio de gestualidad “rígida” que fue característica de la danza contemporánea durante el resto del siglo XX. Sin duda, una propuesta adelantada para su época y, vista ahora, una excelente lección práctica de lo que fue un cambio drástico en la historia de la danza.
La exposición finaliza, esta también, con una proyección de video. Es larga (unos 25 minutos), pero merece la pena. Se trata de la interpretación que el Ballet de la Opera de París hizo en 1994 de “Le Train Bleu”, respetando la coreografía, decorados y vestuario original (réplicas). El resultado es estupendo, entre otras cosas porque el realizador acierta de pleno al jugar con los planos abiertos para las partes de danza colectiva, los encuadres más cerrados en el caso de las interpretaciones individuales y a dos, y una frecuente captura de primerísimos planos en los que las primeras figuras nos deleitan con una expresividad facial muy acertada.
Momento de la interpretación de 1994. (Imagen: search.alexanderstreet.com) |
Lo que empezó con cuerpos desnudos ha finalizado con cuerpos vestidos, pero, en todo caso, cuerpos en movimiento. Teatral inicialmente, practicando deportes después y danzando finalmente. En medio están los vestidos, los trajes de noche, las telas que se adaptan a los cuerpos y que realzan, subrayan o complementan sus movimientos, sus poses estáticas, su “estar en la vida”. Hay quien no acaba de considerar como arte a la alta costura. Para mí sí que lo es, con una dificultad añadida: el movimiento humano, que es el al que ha de adaptarse la creación e incluso, el que debería ser facilitado y realzado por la ropa. Nada se queda quieto en estas creaciones, no están vivas, pero parecen estarlo al vestir cuerpos dinámicos. Dificilísimo. Por eso, la profusión de intentos vanos, horteradas o propuestas poco prácticas y nada favorecedoras, derivadas, la mayoría de ellas, de las prisas que la moda exige o de las ganas de llamar la atención a falta de creatividad artística, enturbia el panorama con frecuencia, como ocurre en otras artes. Pese a ello, de vez en cuando surge la genialidad y nos seduce, como es el caso de estas dos mujeres: Sybilla y Chanel.
Muy interesante señor. Con respecto a lo qe comentas de los equipamientos textiles, merece la pena ver, por su desafortunado diseño, el del equipo ciclista femenino de Colombia. El museo Balenciaga es un museo a mi entender muy logrado en contenido pero con un edificio faraónico en su concepto.
ResponderEliminarUn saludo
TCFCPP