Salir a remar en kayak es algo muy
especial. Para un fan de los deportes cíclicos de larga duración que se
practiquen al aire libre, resulta casi inevitable encontrar placer en su
práctica. Al igual que la bicicleta te permite devorar kilómetros a través de
grandes espacios, las embarcaciones ligeras te ofrecen la oportunidad de
desplazarte tranquilamente por la superficie horizontal del agua. Cuando
corremos, patinamos o pedaleamos, lo hacemos imponiendo un constante ciclo de
movimientos repetidos a nuestro cuerpo, y en cada una de esas actividades,
buscamos nuestro propio ritmo, hasta que este se adecúa a nuestro estado de
ánimo del momento, nuestra condición física, el entorno que recorremos o la
exigencia de cada circunstancia particular. Remando en piragua ocurre igual,
las variables son similares: frecuencia de palada (cadencia), amplitud de
palada (zancada/desarrollo), impulsión… todo ello desde un punto de vista del
esfuerzo de larga duración, la resistencia o las distancias amplias. En este
caso nuestros “pistones” son los brazos en vez de las piernas, aferrados y
sincronizados con la parte superior de nuestro cuerpo, componiendo el llamado
“tren superior”. Ello conlleva una ligera diferencia: es más difícil que
nuestro pulso cardiaco suba tan alto como con nuestros esfuerzos de piernas,
pero a cambio, la fatiga muscular local, se hace más presente, y puede
alcanzarnos antes, si abusamos de las pretensiones de querer acelerar. La pala
ejerce las funciones del “movimiento central” de la bicicleta, bielas
incluidas, o de los patines y sus ruedas. Deben transmitir el impulso de
nuestro cuerpo sobre la superficie, pero sin frenarnos torpemente, aprovechando
lo más eficazmente nuestra potencia. Por lo demás, en tierra las ruedas deben
rodar alineadas del modo más fino posible, al igual que la proa intenta cortar
el agua, evitando cabeceos, escoras o derivas innecesarias. Una síntesis de
fuerza y delicadeza, empleados en un entorno de paisajes y naturaleza.
Paseando a Cristina,hace ya más d e15 años.
¡No es Canadá! era de viaje por el Navia.
Para hablar de kayak, antes que nada
hay que aclarar la nomenclatura básica. La palabra ideal probablemente sea
piragüismo, la cual se refiere al conjunto de embarcaciones de propulsión
humana que utilizan palas, es decir, elementos de remada que no se apoyan sobre
ningún pivote que haga palanca en el casco de la embarcación. Si hay pivote
(tolete, en los botes o traineras), estaríamos hablando de las modalidades de
remo, que ya sea en banco móvil o fijo, son una actividad bastante diferente. Ya
dentro del piragüismo tenemos dos grandes tipos de embarcaciones: los kayaks y
las canoas. Y a ambos tipos pretendo referirme yo, cuando en general me acerco
al deporte del piragüismo, aunque con clara predilección sobre el primero de
ellos. El kayak se identifica porque utiliza una pala de doble hoja, que el
palista introduce alternativamente en el agua generando dos impulsos (derecha e
izquierda) sucesivamente. En la canoa las palas tienen una única hoja que se
utiliza constantemente. Esto hace que el ciclo de movimiento en kayak conste de
dos paladas, mientras que en la canoa, de una sola. En el mundo de las
competiciones, las embarcaciones se definen por medio de iniciales y cifras: K
para los kayaks y C para las canoas, acompañadas del número que corresponda con
la cantidad de tripulantes del barco en cuestión (K1, K2… o C1, C2).
En otro orden de cosas encontramos
varios tipos de práctica. Competitiva o de ocio. Y dentro de cada una de ellas,
una amplia variedad de disciplinas que van desde las modalidades olímpicas
hasta pruebas incluidas en el repertorio de otros deportes ajenos al piragüismo
(como es el caso de las pruebas de “Ski” en el Salvamento Deportivo de aguas
abiertas). Sin entrar a dar cuenta pormenorizada de todo ello, si me apetece
destacar que también en el piragüismo deportivo, al igual que ocurre con el
ciclismo, el patinaje o la carrera a pié, existen pruebas clásicas, las cuales
toman el formato de los “descensos internacionales”. Seguramente el lector
enseguida enlace mentalmente con el del Sella, pues es la prueba más
carismática de todo el calendario internacional, hasta tal punto que resulta
mundialmente conocida para el gran público, sea el mismo aficionado o no a este
deporte. Por otro lado, prácticamente todo el piragüismo, competitivo o no,
podría enmarcarse dentro de dos grandes grupos asociados al entorno de su
práctica: las aguas tranquilas y las aguas bravas (a pesar de que las
supuestamente tranquilas, en ocasiones no lo estén tanto).
Personalmente practico un piragüismo
casi exclusivamente de kayak, en absoluto competitivo y siempre en aguas
tranquilas. He tenido algunas experiencias en canoa, pero siempre a resultas de
algún plan insertado en algún viaje, y utilizando para ello embarcaciones
alquiladas. Jamás he tomado parte en competición alguna, quizá porque al ser
este un deporte minoritario, aún no ha generado o desarrollado el fenómeno del
“deporte popular de competición”. Tampoco es algo que me llame la atención ni
me interese, aunque no me importaría nada tomar parte (de forma popular, claro
está, en algún descenso de arraigo histórico). En cuanto a lo de las aguas, por
tranquilas se entienden lagos, pantanos, ríos sin rápidos o con rápidos leves,
desembocaduras, bahías o el propio mar, pero eludiendo el oleaje rompiente.
Tales entornos, en ocasiones se pueden complicar a causa del viento, las
crecidas, los temporales o el oleaje, pero cada barco y cada practicante tienen
sus propios márgenes de adaptación al medio, y en función de los mismos y de
las previsiones deberá obrar en consecuencia antes de lanzarse a la práctica.
Habitualmente yo remo (en kayak) por
la bahía de Santander. Es un territorio suficientemente amplio como para hacer
itinerarios de varias horas, en diversas direcciones. Cambia mucho en función
del momento y coeficiente de la marea, pero, salvo en circunstancias de vientos
muy fuertes (sur o suroeste), resulta habitualmente practicable. Embarco
siempre en algún punto del sur de la Bahía, porque es lo que más cerca me queda
de casa, y desde allí puedo navegar hacia la ciudad, hacia el oeste o bordeando
el Puntal de arena que protege la bahía del mar abierto. La verdad es que es un
privilegio disponer de un paraje así tan cerca, allí puedo entrenar, disfrutar,
pasear tranquilamente o incluso cruzar la canal de entrada del puerto, para
tomarme un aperitivo en una playa de la ciudad. La Bahía tiene muy poco tráfico
durante todo el año, sólo está frecuentada en los días buenos de verano, pero
en cualquier caso se puede navegar por ella con seguridad y sin agobios, aunque
personalmente prefiero la compañía de las aves en las tres estaciones no
estivales, que los cruces, ruido y oleajes provocados por las embarcaciones de
ocio motorizado (¡cuánto mejor los veleros!).
Cuando el coeficiente de marea es alto
(más de 70) y la hora me coincide, no dudo en remontar la ría de Cubas
(saliendo desde el mismo punto de embarque). Es la desembocadura del río Miera
y ofrece un agradabilísimo trayecto de unos 7 km de longitud (ida, y otro tanto
de vuelta), con el agua absolutamente plácida. El río dibuja algunas curvas
angulosas al principio, separadas entre sí por largos tramos rectos muy anchos.
Poco a poco la frecuencia de las curvas aumenta (se acortan las rectas) y la
anchura del cauce se va reduciendo. La primera parte muestra un panorama amplio
y despejado, pero cuando el río se hace estrecho, coincide con la aparición de
arbolado frondoso en ambas riberas y el recorrido se vuelve especialmente
recogido y hermoso. Cada vez que remo allí vuelvo con el ánimo renovado, me
encanta. El trayecto termina en aquel lugar en el que ese día y en ese momento,
el caso de la embarcación se encalla en el lecho del río y ya no puede avanzar
más. Alguna vez me he adentrado un poco más intercalando algunos porteos, pero
he llegado a la conclusión de que no merece la pena, porque la ganancia es poco
sustanciosa en metros de recorrido.
Con Tonino en la zona frondosa del Cubas.
A mar abierto no salgo prácticamente
nunca. Principalmente por tres razones: primera, las condiciones de navegación
son muchísimo más volubles, por lo que se reduce el número de días en los que
se podría salir con seguridad (esto no quiere decir que no haya muchos días
estupendos para hacerlo); segunda, porque en el Cantábrico, aún estando la mar
apta para el kayak (con mi nivel) puede que el embarque y desembarco desde la
costa se vea complicado por las olas rompiendo en la playa o rocas (depende del
día); tercera, y esta es la más importante, porque me tengo prohibido a mí
mismo salir a la mar en solitario, y al final remo muchos más días solo que con
compañía. Total, que aprovecho poco el mar propiamente dicho, aunque cuando
surgen oportunidades con otros palistas, las cojo al vuelo y disfruto de la
variedad.
En ocasiones me he trasladado con mis
piraguas a pantanos o embalses cercanos, pero es poco común. Lo he hecho para
viajes de varios días, porque si no, no me parece que me merezca la pena
conducir con el “barco” encima del techo del coche (aunque no me molesta
hacerlo unos pocos kilómetros cada día que salgo por las inmediaciones). Eso
sí, si surge plan de viaje itinerante o “exploración” de otra costa, pantano o
río para cierto tiempo, estoy dispuesto a llevar el kayak a donde sea.
En cuanto a la modalidad en sí, desde
el punto de vista del entrenamiento, el kayak de ocio me resulta muy
agradecido, porque no me exige mantenerme en un estado de forma específico. Te
permite igualmente navegar rápido o despacio. El peso afecta muy poco para mi
nivel de rendimiento, lo único que exige algo de adaptación reciente es la
tolerancia postural de la espalda, algo que tan sólo noto cuando lo practico
más de una hora seguida. De todas formas, con unas pocas sesiones seguidas
alargando la distancia, pronto estoy en condiciones de poder palear durante
varias horas. El hecho de ir sentado ayuda mucho. A nivel muscular, se puede
remar con suficiente eficacia sin que los miembros se te agarroten, pues el
verdadero salto de calidad requiere tanto desarrollo muscular en los brazos y
tronco que sólo es apto para gente muy entrenada específicamente, algo que no
ocurre con los deportes de “piernas”, donde el espectro de niveles de forma que
van desde el practicante eventual hasta los competidores, es mucho más continuo
y progresivo. Con todo ello, este ejercicio proporciona un buen trabajo de
resistencia muscular y postural del tren superior y el tronco, además de una
carga aeróbica muy ligera que puede alargarse durante muchísimo tiempo. No es
pues una opción especialmente recomendable para bajar el peso corporal o crear
base para el ciclismo u otros deportes de resistencia por impulsión del tren
inferior, pero resulta un buen complemento para equilibrar el desarrollo o
mantenimiento de nuestro cuerpo desde una óptica algo más racional. Por otro
lado los riesgos de lesión son casi inexistentes para las personas de niveles
no competitivos.
Así pues mis “entrenamientos” son
siempre salidas de duración larga (ente una y hasta varias horas), a ritmo
tranquilo y por lo general continuo. Algún día descubro unas buenas sensaciones
y me puede dar por apretar el ritmo durante algunos “largos” de distancia o
duración indeterminados. En tales casos poco frecuentes, el arrebato de
intensidad lo acometo de dos maneras sutilmente diferenciadas: ya sea a base de
una especial concentración y desempeño de fuerza durante la tracción (pala en
el agua), o bien con un aumento de la frecuencia de palada. En ambos casos la
velocidad del barco mejora sensiblemente, pero la fatiga a nivel muscular se
dispara y se hace sólo tolerable durante pocos minutos (todo ello sin que las
frecuencias cardiaca o respiratoria se alteren demasiado). Al practicar esta
modalidad en entornos naturales, hay otros factores que de forma inevitable te
endurecen la sesión o fases de la misma. Aquí evidentemente no hay cuestas,
pero las corrientes, y en especial el viento, se erigen en sustitutos
comparables.
Pero por encima del concepto de
entrenamiento, e incluso me atrevería a decir que también del paseo deportivo “disfrutón”,
el piragüismo cobra especial emoción y plenitud cuando se realiza en formato de
viaje. Eso sí que se convierte en una experiencia absolutamente nómada. Vas
recorriendo un territorio a través de sus aguas, en tu ligera y humilde
embarcación, integrándote completamente en el paisaje. El agua se convierte en
la vía de traslado, así que has de mantenerte ligado a ella, dependiente y
ajustándote a aquellos puntos concretos en los que se den posibilidades reales
y seguras de desembarco. Esta cuestión logística y necesaria de controlar y
depender de los puntos de embarque es aplicable tanto a la navegación fluvial
como a la costera e incluso a la de las grandes masas de agua interior (lagos o
embalses). Otro asunto interesante es la relación que el palista establece con
su embarcación, la cual se convierte simultáneamente en medio de locomoción,
instrumento de rendimiento, transmisión directa de sus movimientos, y en cierto
modo su hogar, el almacén de todas sus pertenencias. El kayak además da
libertad y a la vez nos ata. Libertad para moverte por la superficie del agua,
para meterte casi por cualquier sitio y hasta para desembarcar para evitar o
superar algún obstáculo imprevisto o insalvable portándolo algunos metros. Por
otro lado nos hace esclavos del recorrido, pues su tamaño y peso no permiten
que podamos cargar con él demasiada distancia, ni tampoco meterlo dentro del
transporte público, y menos aún alterar el trazado por cualquier superficie que
no sea la del agua. Así pues el barco te liga al curso de las aguas o al dibujo
costero, según los casos. El equipaje que uno puede acarrear dependerá mucho
del tipo y duración del viaje, así como de la capacidad práctica de carga de la
piragua. Pero por lo general, si uno se apaña bien, hay más posibilidades que viajando
en bicicleta o cuando uno se desplaza con el petate a cuestas. Eso es gracias a
que remando, el exceso de peso nos afecta mucho menos. Los aspectos de
seguridad cobran especial importancia al hacerlo sobre el agua. El riesgo
principal sería el ahogamiento en el ámbito de las personas, y el hundimiento o
pérdida parcial del equipaje si nos referimos a lo puramente material. Lo del
mar no necesita explicación, mientras que en el caso de los ríos, rápidos u
otros accidentes de riesgo inesperados, crecidas repentinas, o los peligros
previos o posteriores a las inmediaciones de una gran presa, todos ellos representan
potenciales fuentes de atención y previsión. Suelo comentar que me parece
lógico que nuestro idioma asigne los mismos términos referidos al manejo para
la navegación náutica y aérea: tripulación, navegación, nave, embarque… en
ambos casos se da la circunstancia de que lo peor que le puede pasar al medio
de transporte es que quede a la deriva, o parado y sin gobierno, y por tanto
pueda terminar hundido o desplomado. Ni sobre el agua, ni en el aire, existen
el concepto ni el utensilio del freno, no puedes detenerte de repente en
cualquier sitio y bajarte… Para acabar con esto de los viajes en piragua,
quisiera señalar que ofrecen una perspectiva diferente, un curioso punto de
vista poco corriente, el que se obtiene desde la superficie del agua, mirando
casi todo hacia arriba. Esta forma de ver las cosas ofrece panorámicas muy
diferentes a las habituales, y nos hace ver las cosas de otro modo. Ello se
hace especialmente patente en el caso de la navegación por ríos, los cuales nos
van descubriendo sus encantos y peculiaridades de forma casi inversa a nuestras
visitas habituales, ya sea en sus cañones, estrechamientos, desembocaduras,
etc. No han sido demasiadas las veces que he podido disfrutar de algún viaje de
varios días en kayak o canoa, pero cuando lo he llevado a cabo, me han llenado
plenamente. Personalmente siempre lo he experimentado en cursos fluviales, y es
algo que recomiendo a todo el mundo.
Nuestra embarcación pertrechada en un viaje de cuatro días.
Aunque a priori pudiera parecer lo
contrario, el piragüismo (al menos por Cantabria) no es un deporte exclusivo
para el verano. De hecho, a mí me gusta especialmente en otoño y primavera. Y
esta temporada lo estoy practicando bastante en invierno, con resultados más
que satisfactorios. Miles de esquimales de todas las épocas no pueden estar
equivocados. Si no te caes al agua, en invierno no se pasa frío, porque la
modalidad permite vestirse adecuadamente. En realidad resulta casi más fácil
protegerse del frío que del exceso de calor o de sol en algunas jornadas muy
concretas del verano. Además, en temporada no estival, la fauna se exhibe de
manera mucho más generosa, con variedad de aves migratorias, y ¡muy de cuando
en cuando! hasta algunos tipos de mamíferos acuáticos en nuestra bahía
(delfines o alguna foca despistada). Así pues lo puedo practicar todo el año,
aunque como toda modalidad deportiva, esta también tiene sus excepciones, que
según mi criterio son: los vientos fuertes, la lluvia copiosa y desagradable, o
las tormentas con aparato eléctrico. Unas cuantas, pero a larga, muchas menos
de lo que parece. En ocasiones he remado de noche con frontal o luna llena
(experiencia casi mágica) e incluso con densa niebla (peligroso en zonas con
tráfico, pero toda una experiencia de orientación y exigencia sensorial en areas
donde tengas la tranquilidad de que no haya barcos). Por cierto que, otra pega
del verano es que proliferan los “smokers”, aquellos que se desplazan en
embarcaciones a motor y que resultan especialmente molestos cuando sus
evoluciones son erráticas, ruidosas, excesivamente rápidas, abundantes y
desconsideradas, y tales características se dan preferentemente en verano, pues
la mayoría de los patrones de fuera de temporada no son “smokers” sino
marineros.
¡En invierno! con Jacobo y Ana cuando eran pequeños.
En cuanto al material y a modo de colofón
práctico o modesta guía de recomendaciones me permito apuntar algunos consejos,
aunque no voy a entrar en detalles específicos para viajes o especialidades
concretas de uso. Del material tan sólo decir que conviene llevar un cabo de
remolque, un recipiente con agua para poder beber (en esto resulta mucho más
importante la bebida que la comida) y una pala en buen estado (incluso una
desmontable de repuesto para largas singladuras porque, aunque es raro, la pala
a veces se rompe). Lo de la ropa depende del tipo de embarcación y del clima
reinante, pero en el caso de barcos en los que no resulte habitual volcar,
siempre ropa transpirable y que nos proteja del sol o del frío según los casos.
En invierno es mejor que los tejidos externos sean un poco hidrófugos, no necesariamente
impermeables, pero sí de esos que repelen un poco las gotas en vez de calarse
por completo. Yo para las piernas utilizo mallas cortas o largas y para la
parte del superior nada, camiseta, térmica y/o chubasquero transpirable según
los casos. Hace falta un calzado que pueda mojarse y nos sirva para desembarcar
casi en cualquier sitio: tipo chanclas con sujeción en verano y escarpines de
neopreno en invierno. Un sombrero o gorra para el sol en verano, así como gafas
de sol. Y por supuesto, un chaleco salvavidas que, en algunos casos, puede
además servirnos como almacén de algunos elementos útiles: cámara de fotos,
etc.
En el kayak siempre llevamos dos tipos
de equipaje. Tanto si salimos a dar una vuelta como si nos embarcamos en un
viaje, lo poco o mucho que llevemos, básicamente se puede clasificar en dos
categorías: lo que se puede mojar y lo que no se debe mojar de ninguna de las
maneras. En ambos casos lo colocaremos en función de las posibilidades de carga
de nuestra embarcación y del grado de necesidad de acceso a ello durante el
trayecto. Lo que varía es que el de la segunda categoría deberá ir siempre
guardado dentro de un contendor estanco. En esto se ha avanzado mucho y algunos
kayaks disponen de compartimentos estancos y además tenemos bidones, bolsas,
sacos y contendores de todas las formas y tamaños. Os puedo garantizar que tanto
para llevar las llaves del coche, un teléfono o todo un equipaje de ropa
semanal, esto ya no representa ningún problema.
El tipo de barco ideal depende del uso
que le vaya a dar cada cual. Yo ya he explicado el mío: no competitivo, de
aguas tranquilas y para ocio, entrenamiento o viaje. En tal caso hay varias
decisiones que tomar:
- Material: mi consejo es la fibra de vidrio, con buen compromiso entre la rigidez, resistencia, durabilidad, ligereza y facilidad (y economía) de reparación en caso de rotura grave. Nunca he utilizado de carbono, pero imagino que todo se complica un poco más además del precio. En cualquier caso la mayoría son, efectivamente, de fibra de vidrio. Lo que no recomiendo son las de “plásticos varios” porque resultan muy pesadas, y aunque son mucho más resistentes no suele hacer falta tanto, además algunas con el tiempo acaban algo deformadas.
- Kayak mejor que canoa. La palada alternativa genera mucha mayor velocidad con similar resistencia, e incluso más naturalidad y comodidad postural. Además los kayaks son (salvo excepciones) mucho más cerrados, por lo que te mojas muchísimo menos. Las canoas suelen tener mucha mayor capacidad de carga, más plazas (1, 2 o 3 personas) y casi siempre son más estables, pero por el contrario resultan muy lentas, poco eficaces para el uso individual, y poco adecuadas para el entrenamiento. Resultan ser una buena segunda opción como embarcación familiar o para viajes.
Jesús y yo con nuestros kayaks de mar, dos modelos muy clásicos. - Huir de kayaks de ocio, generalmente auto-vaciables y muy estables. Son típicos en establecimientos de alquiler. La gente se siente muy segura en ellos, pero en realidad don unos “muertos” en los que se rema mal y se avanza muy poco. Si alguien se aficiona con uno de ellos, normalmente acaba vendiéndolo para comprarse un kayak “de verdad”.
- Ojo con los de competición. Cuanto más rápidos más inestables. Yo que llevo muchos años paleando no soy capaz de mantenerme sin volcar en uno de competición pura. Y los de iniciación a la competición te empiezan a dar problemas cuando las aguas no se muestran tan “tranquilas” como esperabas. En este sentido ahora están muy de moda los kayaks cerrados de tipo “ski”, que se utilizan en travesías de mar abierto y competiciones de salvamento. Los he probado poco pero no me convencen para mi uso, porque por un lado no me resultan suficientemente estables y además vas sentado “al aire”, sometido a los golpes de agua, mojándote. Si vuelcas te puedes subir de inmediato y nunca se hunden, por eso hay gente que los usa con traje de neopreno, pero es que el traje de neopreno no sirve para esfuerzos de larga duración porque te deshidrata.
- Así que mi consejo es un kayak tradicional de fibra (con hueco en la cubierta para meterte dentro), un buen cubre-bañeras que lo haga estanco contigo montado, y de una longitud de un poco más de 5 metros (en cualquier caso más de 4 m porque si no es difícil que vayas en buena línea recta). Con un compromiso adecuado entre estabilidad, velocidad y capacidad de carga. Para los denominados Kayaks de mar, tal compromiso está muy bien logrado y hay infinidad de modelos adecuados. Ya puestos, estaría bien que vaya suficientemente equipado y que, desde luego, tenga compartimentos estancos. Pero si eres de interior, poco a poco aparecen modelos que, sin ser típicos de mar (que también valen para interior), empiezan a reunir esas características.
- El debate de si con o sin timón sigue vivo después de muchas décadas. Personalmente, para el mar los prefiero sin timón, si el kayak tiene suficiente longitud y la obra viva de la popa (lo que va sumergido) con un poco de forma de quilla o timón fijo, el manejo de su dirección se hace pronto eficaz y sencillo. De todas formas para río es habitual que dispongan de timón.
- ¿Individual o doble?. Individual resulta imprescindible porque por mucho que coincidas y te compatibilices con la pareja elegida, la vida va encargándose de desajustar horarios, apetencias, estados de ánimo, preferencias y demás. Y las dobles suelen tener muy malas prestaciones (o absoluta imposibilidad) en uso individual. Eso sí, si vas a tener más de una, pues ¡adelante con una doble!, porque funcionan fenomenal y ofrecen la siempre atractiva opción de remar acompañado.
En mi casa hay tres piraguas, aunque
una, que es la típica de iniciación a la competición, no la utilizamos nada más
que cuando organizamos algo muy tranquilo y con gente invitada. Fue la primera
que tuve y ahí se ha quedado, postrada en el jardín a resguardo del viento. De
verdadera utilización tenemos dos (colgadas en el garaje). Por supuesto un
kayak de mar individual que utilizo muy a menudo, desde hace ya casi 25 años,
que no ha requerido prácticamente mantenimiento ninguno (esto es una de las
mayores ventajas de este deporte), y que es mi embarcación “estrella”. Y además
una piragua doble, que está en el límite entre canoa y kayak, ya que teniendo la
forma de casco, anchura central y estabilidad de una canoa, la cubierta es
bastante cerrada y su diseño está planteado para remar con palas dobles. Esta
embracación mide poco más de 4,5 metros, y aún siendo más lenta, presenta un
excelente equilibrio como embarcación “para todo”: desde uso familiar, a
viajes, salidas largas cañeras y “aguas que empiezan a dejar de ser tranquilas”.
Esta es aún más antigua que el kayak de mar, y nos ha dado un juego
espectacular. Su mantenimiento es menor todavía (inexistente), tan sólo una vez
tuve que llevarla a reparar porque un percherón desbocado, con carro de labor
incluido, la pasó por encima pisoteándola… de verdad que lo de la resistencia
de la fibra de vidrio resulta impresionante, pues apenas hubo que resolver unas
pocas magulladuras.
Versatilidad de nuestro kayak doble.
En su día estuve interesado en
adquirir un kayak doble desmontable. Hace algunas décadas había dos
fabricantes, uno alemán y otro francés, que las ofertaban. Solían aparecer en
las expediciones del National Geographic y otras entidades prestigiosas. El
problema es que resultaban carísimas. Gracias a varias de las grandes
superficies deportivas de la actualidad, ahora hay varios modelos que aparentan
suficiente calidad y prestaciones a precios muy asequibles. No descarto adquirir
una en un futuro, como embarcación para viajes, ya que además de ocupar poco en
cualquier hogar, hacen que el transporte para largas distancias se resuelva con
un par de bultos o mochilas. Se basan en una estructura rígida interior por
piezas, toda ella cubierta por una lona especial y una especie de cinturón
interior hinchable que da tensión al conjunto. El sistema, en el fondo, es una
actualización del esquema que utilizaban la mayoría de las tribus esquimales
para construir sus eficaces kayaks. Aunque en mi caso no es algo para lo que
tenga prisa, la opción desmontable podría ser una buena posibilidad para
algunos con problemas de espacio y distancia de acceso al agua.
Creo que este es el primer capítulo
que dedico entera y verdaderamente al piragüismo. No me arrepiento de ello, ni
tampoco que haya acabado resultando tan largo.
Eso es algo que dejó de preocuparme hace mucho, porque como lector entiendo
que, a quién le gusta de verdad leer, la extensión de los escritos le trae al
pairo. Los ciclistas monotemáticos (no es una denominación peyorativa, es que
si digo “exclusivos” le daría un segundo sentido que no pretendo) quizá hayan
desertado por el camino. Pero si alguno queda aquí, atento a este último
párrafo, quiero confesarle que, en mi opinión, el kayak es, en definitiva, la
bicicleta del agua.
Me alegra leer este artículo.
ResponderEliminarEn mi juventud navegaba con Vaurien en el superpuerto de Bilbao y despues algo mas en Donosti. Tentados estuvimos de comprar un velero (80.000 ptas del año 1984) pero los problemas de almacenaje nos desanimaron. Cambiamos de medio y pasamos all Wind-Surf algo mas comodo de manejar y tambien apasionante, hasta que me robaron la tabla (BIC marine , 3,60 m 130l, 8 foot strapd orza escamoteable...) y ahi se acabó la experiencia marina.
Hasta hace 5 años en que comenzamos a remar y... volvimos a la carga con la compra de kayaks y otra decepcion, Queriamos llevarlas a Palencia y usarlas alli (tenemos embarcadero!!) pero navegabilidad del canal de castilla precisa de mucho papeleo, ¡¡matriculacion de la piragua!!, limitaciones de uso...Y vuelta a desechar.
Tu articulo me ha despertado el gusanillo.
Si algun dia necesitas alguien para no ir solo... ya sabes Yo remo pero voy con las manos en los bolsillos
MUY INTERESANTE. Uno no sabe lo que se pierde hasta que lo prueba
Precisamente hace muy poco la Confederación Hidrográfica del Duero ha cambiado de actitud administrativa y aplica a cauces lo que hasta ahora solo valía para pantanos: basta con un permiso de navegación (creo que es gratuito) que solo requiere solicitud y responden en 15 días. Te asignan número de matrícula, sí, pero puedes pitarla a rotulador permanente en el caso (el de la embarcación no el de la bici...), y te vale para todo el año.
ResponderEliminarRecojo el guante y ya remaremos juntos por la Bahía de Santander, Ría de Cubas y si se tercia una sorpresa que te encantará...
Ya le tenía ganas a una entrada sobre remo. Me uno a la propuesta de Javier y te recuerdo ese plan de viaje/travesía por el Canal del que alguna vez hemos hablado... Salud y pedales (o remos, en este caso).Manu.-
ResponderEliminarHola José. Tenemos un conocido común que trabajó como yo en Telefonica y afición común por la bicicleta además de la navegación. Me ha gustado tu exposición del tema canoa vrs layan aunque yo he optado por una canadiense doble Old Town hace un par de meses.
ResponderEliminarPuedes ver alguna de mis aficiones en http://javi-blogs.blogspot.com.es/?m=0
Ya me dirás qué te parece. Te seguiré de cerca aunque ahora paso temporadas en Cáceres. Un abrazo
Hola Javi, encantado de saludarte.De inmediato he situado a nuestro amigo común. Con canoas abiertas como la tuya tengo algo de experiencia. Son estupendas para muchas cosas como viajes muy largos con mucho material, vida familiar, pesca, etc. (he visto los ejemplares enormes en tu blog). Hace años estuve a punto, precisamente, de adquirir una Old Town, pero al final acabé con la verde de fibra semi-cerrada, que va bien cuando hay mucho porteo. La vela la tengo abandonada, me saqué el PER hace unos años, pero la verdad es que no le he sacado partido. No da tiempo para todo. Un placer saludarte, estaré atento a tus movimientos.
ResponderEliminarUn placer y nos seguimos mutuamente. Disfruta de Asturias. Da para mucho
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