martes, 15 de septiembre de 2020

RETROACTIVIDAD

Según la RAE:

1. f. Cualidad de retroactivo. [De retro- y activo. Adj. Que obra o tiene fuerza sobre lo pasado].

2. f. Der. Extensión de la aplicación de una norma a hechos y situaciones anteriores a su entrada en vigor o a actos y negocios jurídicos.

¡Me vale! (“te lo compro” que dicen ahora los “millennials”). De retro, en dos de sus significados: antiguo, clásico, vingate; y anterior, pasado, etc. Y activo, esto creo que no hace falta ni explicarlo. Y en segundo lugar, extensión o aplicación de una norma (en este caso actividad variada) a hechos y situaciones anteriores

Según “Randoneur”:

1. f. Actividad relacionada con el ciclismo retro.

Y es que esta entrada lo integra todo, tal y como voy a tratar de explicar. Este blog, que ya carga con más de un lustro de producción, nació con la vocación de estar dedicado al ciclismo retro. Con el tiempo, sin dejar de lado, ni muchísimo menos, su objetivo primigenio, fue incorporando, progresivamente, otras temáticas como el patinaje, el piragüismo, el multideporte y algo de reflexión personal  y  de cultura (más o menos deportivas). De un modo casi paralelo, mi propia actividad deportiva evolucionó de estar principalmente centrada en la participación en eventos de ciclismo retro a diversificarse mucho, llegando incluso a abandonar completamente el acudir a tales citas “oficiales”. Esto último, abandonar las marchas cicloturistas retro, no fue una declaración de principios, ni tampoco una decisión concreta. Simplemente fue resultado de una evolución personal en mi práctica deportiva, unida a una creciente diversidad de intereses. Aunque algo ayudó, ya lo comenté en su día, el hecho de que la mayoría de eventos retro fueran evolucionando hacia un diseño en el cual el componente social (incluido el gastronómico) fuera primando sobre (y, a veces, minimizando) el puro desempeño físico o deportivo. El caso es que, por unas cosas u otras, me he mantenido realmente (de hecho) alejado de lo que podríamos denominar como el “círculo del ciclismo retro”, tanto el nacional como el internacional. Pese a ello, puedo afirmar con rotundidad que me mantengo tan aficionado a ese tipo de ciclismo como siempre. Sigo escribiendo sobre él, leyendo mucho al respecto, disfrutando de mis bicicletas antiguas, utilizándolas, rescatando y rehabilitando algunas, etc. Incluso participando en algunas citas ciclistas (no retro) organizadas, tomándomelas como retro por mi parte.

Pero lo que motiva esta entrada es una sucesión de casualidades que ha provocado que, al igual que aquel supuesto abandono no fuera fruto de una toma de decisión inamovible, el pasado verano, sin proponérmelo, haya vivido una significativa sucesión de actividades bastante relacionadas con el “mundillo retro”. De ahí el doble (o triple) sentido de actividad retro, de ciclismo retro, de volver la vista (y la actividad) atrás y de rencontrarme con personas vinculadas a todo ello.

Precisamente el blog fue el responsable de los dos primeros encuentros retro del verano. El primero de ellos fue con una especie de fan. Javi Blasco es un hombre mayor que yo. Digamos, en lo que a afición ciclista se refiere, que de una generación anterior a la mía, aproximadamente. Los avatares de su vida son interesantes. Ante una buena pluma, incluso podría sacarse una novela de ellos, aunque la mía no da para tanto. Aquí lo que interesa es que consiguió contactar conmigo porque quería conocerme y, sobre todo, agradecerme que, a través de alguna de las lecturas del blog, le hubiese hecho desempolvar su vieja Razesa de los años ochenta para empezar a pedalear, varias décadas después, con la intención de vivir en primera persona el mundo del ciclismo retro internacional. Uno de esos testimonios que le hacen a uno sentirse bien y pensar que su afición comunicativa merece la pena. Y es que Javi tiene un puntito internacional, especialmente vinculado con Alemania. Cosas de la vida, las empresas, el trabajo y las migraciones del pasado hispano. El caso es que nos intercambiamos algunos correos y, finalmente, concertamos una cita con un doble objetivo: conocernos y visitar con él el museo de Santiago Revuelta. Fue una jornada agradable. Primero visitamos el museo, que no tiene desperdicio. Acto seguido nos sentamos con Santiago en su despacho para disfrutar de su generosa conversación. Y cerramos el encuentro yéndonos a comer los dos, para intercambiar opiniones, aficiones, preferencias ciclistas y retazos desordenados de nuestras vidas. Desde entonces nos seguimos escribiendo. Muy de cuando en cuando, pero manteniendo el contacto. En eso de su desembarco pleno en el mundillo retro Javi ha tenido momentánea mala suerte. Su temporada estaba programada con un calendario muy atractivo y ambicioso que la COVID-19 se encargó de desbaratar. Ya sé que le ha pasado a todo el mundo, profesionales incluidos, pero es que él casi empezaba en esto. De todos modos, por lo que me cuenta, no se ha desanimado y pretende resarcirse.

 

Javi Blasco posando con uno de sus ídolos: Bahamontes. (Imagen: Javi).

Otro que me localizó a través del blog fue Ricardo López-Dóriga, hijo y nieto de dos proactivos promotores del ciclismo cántabro de mismo nombre y apellidos. El proceso fue más directo en este caso porque Ricardo vive en la provincia. Quedamos, directamente, para tomar un café, cita a la que ambos acudimos en moto. Y es que los dos somos moteros. Él, sobre todo, motero. De hecho, no lo podemos considerar ciclista, aunque sí relacionado con las bicicletas vintage, porque, desde que se jubiló, negocia con la compra-venta de piezas de bicicletas antiguas. Y es que como es motero ¡auténtico! Disfruta de despiezar estructuras dinámicas: motos y bicicletas. Eso es, junto con la genealogía, su principal afición, cada vez que se baja de devorar kilómetros en su Honda Pan European. Con Ricardo, el encuentro se fue disparando de modo uniforme y permanentemente acelerado. Y es que fuimos encontrando muchos puntos de conexión e interés compartido. Y descubrí que, aunque con estilos probablemente muy diferentes a la hora de expresarnos, tenemos un rasgo de pensamiento común: tendemos a encontrar y establecer conexiones aparentemente inverosímiles, entre ideas o hechos alejados, dentro de una especie de ecosistema narrativo caótico. Me lo pasé genial con él. Tanto, que los encuentros se van repitiendo y van generando, a su vez, el conocer a otras personas que, hasta ahora, no podría calificarlas como convencionales. Todo un hallazgo.

Ricardo López-Dóriga (el abuelo) posa con varios ciclistas. De izquierda a derecha: Isidro Bejerano (Liérganes; sigue existiendo su taller), José Gutiérrez (Sarón); Ricardo López-Dóriga (entonces Presidente de la UVE – Comité nº 6 de Santander), Fermín Trueba y Pepín Gándara (Torrelavega). (Imagen: "Vicente Trueba. La Pulga de Torrelavega". Ángel Neila Majada).

Entretanto, anduve dando algunos pedales. Tanto en bicicleta de montaña como de carretera. Y esta última, cada vez que la utilizo, suele serlo, casi siempre, en versión retro. O al menos parcialmente retro. Me explico. Hasta ahora, casi siempre que salía a practicar ciclismo de carretera por mi cuenta lo hacía en una Colnago que restauré hace tiempo. Es una bicicleta vieja que, cambiándola de pedales pasaría cualquier filtro de participación en eventos retro, aunque, técnicamente, no lo es. Tiene cableado “exterior” y palancas de cambio del tipo de ciclocross antiguo. Todo aparentemente válido. Sin embargo, yo sé que es un poco posterior a 1987 y que su cuadro es de aluminio. De todas formas da lo mismo porque es muy bonita, de aspecto muy clásico, nunca la utilizo en eventos retro “oficiales” y tampoco la quito los pedales automáticos Look de segunda generación que lleva. Pero, ahora mismo, tampoco la saco a la carretera por una serie de circunstancias asociadas. Una, cada vez hago menos kilómetros al año, por lo que supongo que cada vez rindo menos sobre la bicicleta. Dos, sigo cumpliendo años, con una consecuencia similar a la anterior. Tres, no me resisto a seguir metiendo puertos de montaña en mis escasas salidas. En definitiva, que necesito desarrollos más blandos cada vez. Por eso, desde que puse en marcha una Vitus, es la que vengo utilizando ahora como “mi bici de carretera”. También con pedales automáticos (muy viejos), pero con cuadro “permitido” en tales eventos. Y es que esta Vitus es de, aproximadamente, 1984.

Y aunque ya digo que cada vez salgo menos a rodar por carretera por mi cuenta, de vez en cuando surgen planes con otros, me apunto y voy… de esa guisa, que si no es retro, resulta, cuando menos, totalmente obsoleta. Una de ellas surgió cuando, de víspera, mi amigo Pablo me comentó que al día siguiente iba a ir desde Galizano a Villasana de Mena en bicicleta para recoger el coche que tenía allí. Y me ofrecí a acompañarlo. Salimos escogiendo carreteras perdidas entre los pueblos hasta cerca de La Cavada. Él sobre una Gravel Specialized con cubiertas de carretera y frenos de disco. Todo modernidad. Yo con la Vitus. Fue un día de mucho calor, algo aliviado por la brisa. Minutos después pasamos por Liérganes y nos encaminamos, sin remedio, hacia el puerto de Lunada. Rompepiernas ascendente hasta el puente de piedra, duras rampas de Linto, paso por Las Vegas (las de aquí, que nada tienen que ver en apariencia con las de “allí”) y primeras curvas de ascensión hasta San Roque de Río Miera, donde repostamos agua. El resto lo de siempre: un puerto tan largo como hermoso. Alucinante, fantástico, exigente, entretenido… duro. Pero lo superamos. Y nos tiramos hacia la Meseta, descendiendo por la vertiente sur, en pos del Valle de Mena. La falta de kilómetros nos acabó pesando. Personalmente más en los pies y en el culo que en las piernas o el aliento. Y es que la falta de largas jornadas de ciclismo la suelo notar más en las incomodidades “de detalle” que en lo otro. Y esto es algo que, recientemente, me ha hecho pensar mucho sobre la literatura ciclista en general. La cual, aun resultando atractiva y, en bastantes casos, muy brillante, demasiadas veces deja entrever que no está siempre escrita por verdaderos practicantes de un ciclismo de carretera, digamos, agonístico. Y es que cuando escriben sobre sufrimiento, siempre se centran en las piernas y su musculatura, o en el corazón y la respiración, alguna vez en la zona lumbar y, ocasionalmente, en la falta de voluntad. Pero raro es que hablen del insoportable frío de algunas bajadas. No me refiero a las míticas etapas de tormenta de nieve, sino a un frío inesperado que castiga a los corredores en muchos descensos, y que el espectador no es capaz de imaginar. Y menos aún de los dolores de postura o asiento (salvo que previamente haya transcendido que determinado corredor tenga un problema “ahí”), de cervicales que han tenido que mirar demasiado tiempo hacia adelante en posición muy agachada. Del corrosivo sudor salino, ese que abunda cuando uno ya va más que “tostado”, que se mete en los ojos, provocando un escozor permanente que te obliga a irlos cerrando alternativamente, porque los guantes están ya tan empapados que no secan la frente más. O de los pies, ese terrible dolor de la punta de los pies, o de la base del metatarso, que de vez en cuando, en jornadas desmesuradamente largas, con calor asfixiante y quizás otras causas añadidas, aparece y resulta agudamente agresivo. Y es que el ciclismo es duro, muy duro, y lo es en modos más variados de los que se cuentan.

Dolores aparte, llegamos a Villasana a la hora prevista, nos pudimos dar un baño en la piscina de la familia de Pablo. Todo un ejemplo retro de instalación acuática de los años sesenta. Rincón que me hizo recordar la película “El Nadador”. Más tarde, incluso nos dieron de comer. Acogedores los Goicolea. Después vino la siesta, un recorrido cultural por la zona y el regreso en el coche que habíamos ido a buscar.

Con Pablo, en la cota superior del Portillo de Lunada.

Alrededores de Villasana de Mena, el primer lugar donde aparecieron referencias escritas de la palabra Castilla. (Imagen: Pablo).

Con la misma bicicleta, pero un maillot sintético de réplica del Fagor, me presenté a pedalear con Bernardo, quien, siempre que nos visita desde Francia, se empeña en que lo acompañe a subir Alisas. Su puerto de siempre desde que le compraron su primera bicicleta cuando tenía unos catorce años. Con él el contraste siempre resulta mucho más acusado pues utiliza bicicletas de última generación, de alta gama y con todos los adelantos técnicos. En este caso una Look con cambio electrónico y calzado, vestimenta, casco, ordenador y alimentación acordes con los tiempos actuales. Ya sé que está feo decirlo pero, pese a todo, siempre me toca esperarlo en las cumbres. Pero esta vez hay que felicitarlo porque al llegar arriba me sugirió descender hacia el interior, lo cual, allí, supone tener que ascender un par de puertos más para regresar. Olé chaval. Fueron Cruz Unzano (hay disparidad de criterios a la hora de escribir el nombre) y Fuente las Varas. La jornada fue durilla pero disfrutamos mucho los dos. Una buena mañana de ciclismo recorriendo un clásico que por aquí solemos denominar “la vuelta a los puertos”, que puede obtener variadas configuraciones dependiendo de dónde salgas, en qué sentido la hagas y si introduces algún bucle más. Y una reflexión “retroactiva” que siempre me vuelve cada vez que me mezclo con alguna de mis bicicletas “churras” entre otras “merinas” ajenas: que esto de montar en bici es un deporte magnífico y asequible a más no poder. Que para disfrutarlo basta con liberarse de complejos, comprar un culote y un casco básicos, y agenciarse una bicicleta (que si tiene treinta años es probable que incluso alguien te la regale), ponerla a punto uno mismo y salir a recorrer maravillosos kilómetros de aire libre y parajes despoblados, disfrutando, y huyendo de zonas en las que a la gente le da por hacinarse. Esto último, por cierto, lo de las zonas de hacinamiento social, ha experimentado un notable y amenazante repunte este verano a lo largo de todo el litoral cántabro. Montar en bici en serio (devorando puertos de montaña y kilómetros de carreteras secundarias) puede ser todo lo barato o caro que uno quiera. No hay disculpa para ello. Y en ambos extremos se disfruta… y se sufre.

Bernardo coronando Alisas. Aquí lo retro es la relación entre el ciclista y el puerto.

En medio de las dos salidas que acabo de describir se produjo otra, sorpresiva y repentina, que supuso todo un regreso a la convivencia con el mundillo retro. Me enteré de casualidad gracias a un aviso-invitación de Javier, que siempre está al loro de todas estas cosas. Yo no me suelo enterar de nada porque no estoy en ningún grupo o red social relacionada con el ciclismo antiguo. De un grupo de whatsapp mayoritario e inicial que se creó hace años me salí en el momento que empezaron a llover por allí insultos cruzados entre algunos miembros. El odio español (en realidad global, aunque en esa gran dimensión lo llaman “hate”) germina hasta en los espacios de ocio y supuesta felicidad. Total, que Javier me comentó que, al día siguiente, Carlos había organizado una quedada de colegas del ciclismo retro para dar otra vuelta a los puertos, aunque esa vez en sentido contrario. Pero como no era Javier quien convocaba, pedí permiso a Carlos formalmente, y ante su amable respuesta, me presenté en La Cavada a la hora convenida. Razesa “de casi siempre” y maillot de punto de Delmer Bikes, el que en más ocasiones he lucido por eventos retro nacionales e internacionales. El grupo era variopinto, con bastantes caras conocidas y otras nuevas para mí. La mayoría con bicicletas y atuendo retro, aunque otros con material actual, seguramente, el que tenían a mano en su lugar de veraneo. Había gente que se había acercado desde diferentes provincias, lo que demuestra afición y ganas de “jugar” a esto. Me lo pasé muy bien porque a lo largo de los tres puertos y las esperas de reagrupamiento pude intercambiar posiciones y conversación con gente muy diferente. Además, a todos los conocidos hacía mucho tiempo que no los veía. Carlos lo había organizado todo muy bien, con cuidados detalles. Como un avituallamiento completo que un coche de asistencia nos ofreció en la cima de Cruz Unzano, en el monumento que, recientemente, han erigido allí como homenaje al poderoso ciclista que fue Gonzalo Aja, miembro del mítico KAS de la primera mitad de los años setenta, tras su paso por el Karpy. Aquel que sufrió una escabrosa anécdota en el Tour de Francia de 1974, en el que estaba clasificado segundo en la general, pletórico de fuerzas, a un aproximado minuto y medio de Merckx, y fue embestido lateral y sospechosamente por otro ciclista belga. Una anécdota de la que actualmente se escribe poco o nada, a pesar de la proliferación de títulos de temática ciclista “revival” en el mercado editorial.

Tras las bebidas, los embutidos y la quesada, nos volvimos a poner en marcha para cerrar las ascensiones del día con la cara sur de Alisas. Y arriba se puso a llover: tuvimos suerte. No porque lloviera, sino porque no lo había hecho en todo el recorrido hasta ese momento, pese a la previsión de lluvia constante que había. Así que descendimos con cautela, nos adecentamos en nuestros coches y comimos (fenomenalmente) en un restaurante de La Cavada. ¡Planazo!. Gracias Carlos, me encantó revivir toda esa atmósfera.

Antes mencioné el Karpy, y viene a cuento repetirlo porque por allí rodaban algunos de sus organizadores y/o espíritus simpatizantes. Por ejemplo Asel Zulaika, o Carletti y Maribel, pareja con la que solíamos coincidir Myriam y yo en algunos eventos por territorio vasco, o en Soria, o en otros lugares. También Álvaro, con quien, por cierto, subiendo Fuente las Varas, mantuve una agradable conversación. Entre otras cosas me comentó que le haría ilusión verme en alguna futura ocasión por La Karpy, evento retro al que nunca he asistido. Más ilusión me ha hecho a mí que quiera verme por allí. Su proposición ha sido todo un halago. Por supuesto que iré, trataré de hacerlo lo antes posible (a ver si pasa todo esto de la pandemia). No haber acudido antes a una cita de la que tan bien he oído hablar y que tan cerca me queda no ha sido más que una cuestión de “timing”. La prueba nació cuando yo ya andaba cada vez más de “retirada” de este tipo de eventos. La primera vez coincidió con un plan que tenía comprometido con bastante gente desde mucho tiempo antes, y para la segunda yo ya andaba completamente desligado. Pero ante tan amable invitación, espero pedalear con ellos pronto.

 

Maribel, Víctor y Pirelli, coronando Fuente las Varas.


Germán coronando Alisas: muy apasionado de lo cántabro.


Carlos, en Alisas con una reciente adquisición (Razesa). Excelente afitrión.


Asel Zulaika con los colores del Karpy y rodando sobre una clásica italiana (Olmo).


Luisi y Álvaro, mano a mano.


Monumento dedicado a Gonzalo Aja.

Ya a mediados de agosto llegaron las fiestas de los pueblos. Las de los pueblos de media España. En tales fechas siempre me instalo unos días en el de mi madre. Este año no había fiestas. Ni los homenajes patronales, ni la Feria del Queso, ni la multitudinaria comida familiar que siempre celebramos y a la que mi madre sería la primera vez que no acudiese en noventa años. Pero nosotros, una parte pequeña de toda la familia, fuimos a nuestra casita para tratar de mantener, con cierta normalidad emocional, una tradición familiar por la que sentimos apego. Lo que sí hice fue salir una mañana en bicicleta con dos de mis hermanos, algo que venimos repitiendo allí desde hace algunos años. Aunque la disparidad de rendimiento es abismal (Jorge nos da mil vueltas), disfrutamos pedaleando en grupo, tranquilos y charlando. En esta ocasión, además, se nos unió una sobrina. Todos ellos con sus bicicletas actuales y yo con la que tengo en el pueblo, una Peugeot de triple plato de los ochenta. Una bicicleta lenta pero bonita. Y, lógicamente, me enfundé el maillot del damero de Peugeot. Nos hizo una mañana preciosa y dimos cuenta de un recorrido por Reinosa, Olea, Barruelo, Brañosera y el Valle de Campoo, superando holgadamente los 1000 metros de desnivel positivo, antes de descender hasta casa (en mi caso a Pesquera). Y allí se quedó la bicicleta, esperando hasta el próximo rencuentro, el cual, demasiadas veces, no se vuelve a producir hasta un año después. Da lo mismo, cada vez que me monto en esa bicicleta la disfruto con ilusión. Me encanta como quedó. Una rehabilitación que fue difícil y partió de una máquina en bastante mal estado.

Mi Peugeot.


Posando en Brañosera. Todo queda en familia.


Momento de partida en Reinosa. (imagen: Guti).

Y el pasado verano, como todos, como la constante en mi vida que es, también tuvo lecturas. Y una de ellas, “Bucle”, fue del tipo ciclista retro. Bueno, no exactamente. O sí. Luego lo veremos. Antes una pequeña reflexión.

La literatura ciclista cómo género, descontando la crónica deportiva o la narrativa vinculada a la prensa escrita, no existía en España hasta hace unos 10 años. Esto es una afirmación personal, y la cronología es laxa, aproximada. Lo sé porque, por motivos docentes, llevo más de tres décadas siguiendo muy de cerca la publicación de libros de narrativa deportiva, con especial atención a los de ciclismo, y hasta hace, insisto, a grosso modo, una década, el catálogo era tan-tan reducido que no podíamos considerarlo como género. De hecho, ni la propia temática deportiva en general podía llegar a ser considerada como tal. Pero de repente todo cambio de la noche a la mañana. Quizás porque tenía que ocurrir. Porque en algunos otros países europeos de tamaño similar al nuestro y afición velocipédica pareja, el ciclismo, como asunto literario, presentaba una diversidad de títulos notable. En realidad, desde mi punto de vista, envidiable. Pero ya digo que ese estado de la cuestión mutó de improviso y a los “cuatro títulos” clásicos que había y los escasos restos descatalogados de intentonas fracasadas previas (algunos de ellos francamente buenos), se empezaron a añadir cada vez más títulos. Parte del protagonismo lo asumió un libro muy ameno que se convirtió en un éxito algo inesperado, difundiéndose mucho a través del boca a boca y convirtiéndose, de paso, en una especie de liebre a seguir para editores consagrados y aspirantes a serlo. A ese libro hay que añadir la coincidencia temporal de un par de micro-editoriales (quizás alguna más) con mucha vocación y romanticismo, pero pocos medios. Una muy rápida y productiva, y la otra parsimoniosa pero más estética. Ambas tuvieron el gran mérito de hacer crecer el nicho y, y esto me parece verdaderamente importante, recuperar clásicos y obras casi perdidas, re-editando y traduciendo textos que habían pasado casi inadvertidos en nuestro país. Inmediatamente la oferta se vio enriquecida con otras dos fuentes de publicación. Por un lado las editoriales “genéricas”, que descubrieron, o incluso encargaron, algún texto sobre ciclismo. De tales maniobras surgieron algunos títulos muy buenos, otros no tanto y varios bodrios. Por otro lado, también aparecieron obras singulares. Libros que divulgaban o contaban alguna historia ciclista muy contextualizada. Escritos o recopilados por alguna persona que llevaba años centrada en dicho asunto y que, con pretensión de aventura narrativa y editora única, aprovechaba la coyuntura del mercado para publicarla por fin. Gracias a ello, también pudimos acceder a textos (casi monográficos) con fundamento y contenido, aunque no siempre con buena narrativa, sobre corredores, equipos o asuntos concretos que, en otro contexto, nunca hubiesen aparecido. Y así, poco a poco, el “subgénero” nació, creció y… (todo esto es un análisis personal basado en una interpretación no sometida a rigor científico alguno) se convirtió en burbuja. Y es que me da la impresión de que la oferta creció tan rápido que, enseguida, abrumó a la demanda, la cual, no nos engañemos, en España parece muy modesta. Durante todo el proceso aparecieron varias biografías. Las biografías de ciclistas, por lo general, son libros que interesan, casi exclusivamente, a los fans del biografiado. También vieron la luz textos claramente dirigidos a captar la atención de los “hipsters”. Pero los “hipsters”, como cualquier otra tribu urbana temporal, es público que bebe y vive de, por y para las tendencias, por lo cual suele ser frenéticamente cambiante e influenciable por las modas. Otro gran tema abordado por la literatura ciclista reciente en español (o recientemente traducida) ha sido la que trata, se apoya o inspira en el ciclismo clásico, antiguo, etc. (retro). De eso, afortunadamente para mí, porque me gusta, ha habido mucho. Pero, tampoco su “target” potencial de lectores es demasiado amplio. Es una afición de “frikis” que, en el fondo, no somos tantos. Ni en Europa ni, mucho menos, en España. Basta con hacer una temporada retro nacional para darte cuenta de que enseguida vas a conocer a casi todo el “pelotón”. Y a todo esto hay que añadir una circunstancia más. No creo que haya estudio riguroso al respecto, pero para mí alcanza el estatus de certeza: los ciclistas, en general y salvo contadas excepciones, no leen. No son aficionados a la lectura. Ni los profesionales, ni los amateurs, ni los cicloturistas de marchas, ni los que hacen de la bicicleta su afición casi religiosa, etc. Y es que las cifras no casan. Ni el número de ventas de títulos sobre ciclismo con respecto a las decenas de miles de ciclistas que inundan las carreteras españolas cada fin de semana. Ni los dineros gestados en consumo de material ciclista en relación con las cifras de negocio que mueve la literatura ciclista. Ni los números de ventas o consumo de texto (en papel o bites), con los de visionado de imágenes o interacción de lecto-escritura en micro-mensajes.

Así que la burbuja editora explotó en algunos casos, y perdió presión en otros. Digamos que, poco a poco, parece haber ido alcanzado el nivel de inflado apropiado al terreno por el que rueda. Un buen ejemplo de posicionamiento en el “pelotón” editorial, así como de aguante, resistencia y dosificación de la cantidad de “ataques” (nuevos títulos) propiciados, lo parece estar mostrando la editorial Libros de Ruta. La entidad actúa como editorial y como tienda. Da la impresión de haberse convertido en la principal superviviente en el sub-género, haciéndose con un liderato que pinta para largo. Es buena noticia porque presentan varias bondades. Los libros están bien editados, con presentaciones cuidadas y variadas. La oferta temática es amplia, así como la diversidad de autores. Además traducen textos extranjeros y tiran también de producto nacional. Y, por último, y esto es muy importante, mantienen un ritmo productivo vivo, sacando títulos cada no demasiado tiempo.

Finiquitada la reflexión, ahora hablaré del libro que la ha provocado y que encaja en este verano retroactivo. El propio autor, Marcos Pereda, con el que tengo amistad, me avisó de la reciente publicación de su libro “Bucle”, editado por Libros de Ruta. Aunque siempre ando enfrascado en lecturas de toda índole y con amenazantes pilas de libros esperándome por diferentes rincones de la casa, no dudé en adquirir un ejemplar. No lo hice por compromiso sino porque hasta ahora ¡y con esta van cuatro! Los libros de Marcos no me han defraudado. ¡Y acerté!.

“Bucle” ni es propiamente un libro, ni es de ciclismo retro. Aunque sí que lo es. Depende de la óptica con la que se miré y los antecedentes del lector. No es un libro nuevo, o una “obra” nueva con sentido de unidad, porque se trata de una recopilación de artículos escritos por el autor para diferentes revistas en las que el ciclismo tiene cabida. Y no es de ciclismo retro, porque es de ciclismo atemporal: pasado y presente, con artículos de todas las épocas. Si el lector es un acérrimo seguidor de Pereda, de quien lee todo lo que publica en los medios, el texto no le aportará nada nuevo. Sin embargo, si como es mi caso, es alguien que no lee las revistas en las que él escribe, el libro entero supondrá una novedad. Una sabrosa, variada y trabajada novedad. Yo apenas leo revistas. En realidad nunca lo hago, salvo artículos sueltos que alguien con garantías me recomienda expresamente, o cuando los encuentro porque ando estudiando o indagando sobre un tema concreto. Así que para mí el libro supuso total novedad.

En casos como el mío, imagino que mayoría, el texto merece mucho la pena si te gusta leer sobre ciclismo. Apenas le encuentro un defecto y medio. El primero no lo es si se tiene en cuenta lo anterior, es decir, la naturaleza de la obra, que es una recopilación de artículos. Por eso, no debe reprocharse que el lector encuentre algunas secuencias, datos o anécdotas que se puedan repetir en ciertos capítulos, ya que pueden estar relacionados con algunas de las historias contadas en ellos. Eso es algo que nos va a ocurrir con cualquier recopilación de artículos de prensa que leamos de un mismo autor, ya sea este Pérez Galdós, Arturo Pérez-Reverte o las recopilaciones de cuentos de Gloria Fuertes.

En cuanto al medio, se queda en simple aviso. Me explico. Es un texto generoso porque contiene muchas páginas (eso es cuantitativamente bueno). Y requiere presencia de ánimo por parte del lector. No porque sea difícil (en absoluto) sino porque al haber sido creado en formato de artículos, el autor imprime ritmo y pasión a cada uno de ellos y, a la larga, si se leen demasiados seguidos, el lector puede acabar, emocionalmente, agotado (esto es cualitativamente bueno). Vamos, que no es una novela ni un ensayo que obedezcan a un hilo conductor permanente, o a una estructura interna premeditadamente diseñada con anterioridad. Por el contrario, resulta ideal para disfrutarlo (a tope) en espacios y momentos personales que cada lector guste de utilizar para lecturas cortas. En la cama antes de dormir. En el metro, tren o lancha al ir y volver de trabajar. Hay otras opciones, que eso es cuestión de cada uno.

Además de ritmo, Marcos aporta esencias, estilo personal, sorna, humor, lenguaje épico, vena artística, etc. Se le nota que lo ha escrito sintiéndose como pez en el agua. Deja claro que el género de los artículos de prensa es un entorno que domina muy bien y al que sabe sacar jugo. Además de resultar divertidos y/o elocuentes, los artículos demuestran estar muy fundamentados. Ser fruto de estudio e investigación bibliográfica y periodística, algo que para mí resulta importante. Cuando pasa por alguna anécdota ciclista muy conocida, alguno de esos múltiples iconos de la memoria ciclista colectiva, lo hace dando su toque personal o incluso, en ocasiones, desvelando detalles que demasiados han tratado de ocultar. Pero es que además nos presenta muchas novedades, muchas historias de ciclismo clásico que no conocemos. Porque las ha buscado y rebuscado. Llevo décadas de lecturas ciclistas, y varios años de estudio de ciclismo antiguo (no hay más que repasar el índice de este blog), pues aun así, en “Bucle”, me he topado con mucho contenido que no conocía. Material del bueno, con enjundia. Nada de esto es “propaganda” de amiguete. Nunca juego a eso. Mi blog es libre de compromisos, así que me basta con omitirlo si no quiero hablar mal de algo. No, en este caso tres conclusiones directas para el autor: una, enhorabuena, buen trabajo; dos, gracias por escribir sobre ciclismo; y tres, por favor, sigue en ello.

Como despedida comentar que, pese a que “Bucle” es una recopilación de artículos sobre ciclismo en general, cuando uno repasa su contenido se percata del mayoritario peso que tienen en él las historias de ciclismo pionero, antiguo, clásico o no demasiado reciente. El presente o el más cercano son minoritarios. Y es que puestos a contar historias con gancho, épica, realidad inverosímil, etc. El ciclismo retro resulta una fuente inagotable, a la vez que el contemporáneo parece hacerse cada vez más tecnológico, controlado, “mecanicista”, estadístico, etc. Sobre esto creo que hay cierto acuerdo entre quienes escribimos sobre ciclismo, así como por parte de muchos de los espectadores que tienen edad suficiente como para haber vivido varias épocas de ciclismo competitivo. Y además está lo otro, lo que Marcos nos advierte en su introducción, que en el pasado, antes de que hubiera irrumpido el gran hermano de la televisión o las redes sociales, la realidad y la ficción, la verdad y la leyenda, eran los materiales que se utilizaban para obtener las aleaciones con las que se construyó la historia de este deporte. Antes, hasta el realismo tomaba, en el ciclismo, el atributo de mágico. Ahora es mucho más difícil. Todo está registrado: las acciones, las conversaciones… hasta el propio esfuerzo.

"Bucle". (Imagen: librosderuta.com).

 

4 comentarios:

  1. Buena cronica. Me gusta la descripción de la piscina

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  2. Pues entonces deberías ver (con paciencia) este videos:

    https://youtu.be/a54cRG9qM0E

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  3. Gracias por tus palabras, Jose, fue un placer "organizar" la quedada. Y magnífica crónica, como siempre.

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  4. Gracias a ti por organizarlo. A ver si cerramos ciclo viral de una maldita vez y vuelve la actividad retro-ciclista habitual, para dejarme caer por alguna marcha de vez en cuando. Un abrazo.

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