Hola amigos, confío en vuestra paciencia y en que no os olvideís del blog hasta que regresen nuevas entradas en enero, con la llegada de 2015. Por el momento me tomo vacaciones, mientras tanto podéis entreteneros con la lectura de episodios anteriores, que hay de sobra.
Y para los que prefieran leerlo en papel... YA ESTÁN PUBLICADOS LOS DOS TOMOS:
Un año más, llega el momento de cerrar la temporada sobre
ruedas. Se me hace difícil hacerlo por escrito. No sé muy bien cómo enfocarlo.
No estoy seguro siquiera de que haya que ensayar un texto a modo de colofón. El
año anterior lo tenía más claro, me apetecía tratarlo como un balance de datos.
Por un lado de cifras de kilómetros, pruebas, países visitados y viajes. En
plan de cuantificación, como para demostrarme a mí mismo que había realizado
algo grande. Por el otro, repaso que denominaba cualitativo, en el que
embarcaba en algunas reflexiones personales. En línea de… qué había significado
la experiencia completa para mí y todo ese tipo de cosas. En esta ocasión me
siento mucho menos atraído por echar cuentas, aunque haré un esfuerzo por
hacerlo, pero incorporando algunos detalles numéricos diferentes y saltándome otros.
Y después de los recuentos ya veremos, me dejaré llevar por el teclado.
No sé cuántos kilómetros de eventos oficiales he realizado,
y tampoco me apetece calcular los acumulados en mis desplazamientos. Sin
embargo si sé (de una forma aproximada) que en total (entre eventos,
entrenamiento, etc.) he completado 4000 km en bicicleta y probablemente unos
2900 km patinando. La cifra no está nada mal. Respecto a la bici, no es ninguna
maravilla en comparación a lo que realizan cada año multitud de aficionados,
aunque en mi caso, teniendo en cuenta que puedo ser considerado como una
persona “multi” o “polideportiva”, poco fiel a un único entretenimiento activo,
os aseguro que está muy bien, y que además, al haberlos realizado por muy
diferentes territorios y casi siempre con la presencia de puertos de montaña o
perfiles muy variados, han sido en su mayoría, kilómetros muy exigentes. Y en
lo que se refiere a los patines, la cifra me resulta, simple y llanamente,
inimaginable a priori, y por lo tanto, completamente inesperada a posteriori.
Una de las cosas que he aprendido a lo largo de esta segunda temporada es que
con un poco de práctica y entrenamiento, la autonomía (referida a capacidad de
recorrer largas distancias) que se puede llegar a alcanzar sobre unos patines,
es bastante cercana a la que habitualmente se logra en bicicleta. Los patines,
si las condiciones del terreno y el pavimento no lo impiden, permiten mantener
medias de desplazamiento nada despreciables, ligeramente más lentas en mi caso,
con respecto a la bicicleta, pero dignas de tener en cuenta si les dedicas
algunas horas. Por si esto fuera poco, he comprobado que la práctica del
patinaje de largo recorrido no es muy fatigante cuando me la planteo como un
ejercicio de larga distancia. Marco un ritmo llevadero y el gasto energético me
resulta menor que en la bicicleta y posturalmente me canso bastante menos. Al
final los pies pueden quejarse un poco, pero tardan en hacerlo. En definitiva,
una sorpresa muy agradable que además, al permitirme alternar las modalidades,
me ha facilitado enormemente ser constante con mi improvisada preparación. Los
patines han llegado a mi aventura sobre ruedas para quedarse, no pienso separarme
de ellos en adelante. Pero es que además han hecho algo más que eso, me han
convencido de que aún tengo que llevar un poco más allá esa diversificación,
haciendo un hueco para alguna otra modalidad deportiva más, de esas que tanto
me gustan y que además casan de modo perfecto con el ritmo y la dinámica de
viaje a escala humana.
Volviendo a las cifras, de forma progresiva y natural, y sin
esfuerzo dietético alguno, porque no me he privado de nada (ni en cantidad ni
en tipo de productos), he llegado a perder 5 kg y 200 gr de peso corporal, de
enero a septiembre. Eso en el momento en que más delgado he estado, que fue
allá por julio. Ahora la cosa se ha quedado en torno a 4 kg aproximadamente. La
verdad es que la gente me ha empezado a ver más flaco (sobre todo en julio),
aunque yo me encuentro estupendamente bien. El peso no es algo que me obsesione
ni muchísimo menos. No me hubiera dejado a mí mismo haberlo reducido más, sin
embargo reconozco que aunque en otoño, poco a poco, quizá vuelva a subir un
poco, preferiría que el aumento se quedara en un par de kilos a lo sumo. No
pienso pesarme, así que lo dejaré en manos de mantenerme activo, propósito que
resulta muy fácil de conciliar con mis preferencias vitales y que a lo largo de
los próximos meses me gustaría cumplir a base de caminatas de montaña, algo de
BTT y lo que se tercie de ocio activo.
Si las cuentas no me fallan he participado en 18 actividades
oficiales o privadas (aunque más o menos programadas) dentro del calendario al
que me ha dado por llamar Rodador 2014. Tres de ellas (la excursión “Delibes”,
“La Montañesa” y “El Paso de la Vaca pasiega I”) eran sencillas reuniones de
amigos. Pero su carácter no les resta importancia desde mi personal punto de
vista, de hecho han constituido momentos especialmente emotivos y placenteros
para mí. Tanto es así, que pase lo que pase el año que viene, en lo que a mí
respecta, los dos que dependen de mi exclusiva iniciativa, se volverán a
celebrar. Así pues, han sido 15 las convocatorias “públicas” en las que he
tomado parte, todas ellas con personalidades, formatos y cualidades de lo más
dispar.
Cuatro fueron sobre patines: tres eventos de resistencia y
un viaje de varios días. Lo del viaje resultó fascinante, una especie de
abducción a un escenario y ritmo de vida muy diferente al cotidiano. Un regreso
personal a la rutina cotidiana del viajero nómada, del peregrino deportivo. El
tipo de experiencia que siempre me atrajo a la hora de practicar deporte, por
encima de cualquier otra expresión. Es algo que quiero recuperar en lo sucesivo,
lo cual forzosamente tiene que suponer que sacrifique notablemente la
participación en eventos de tipo puntual. Estos me han ayudado mucho a lo largo
de estos dos últimos años y me han aportado mucha felicidad, placer y alegrías,
pero su función ya está cumplida, puede que haya llegado el momento de que
queden en segundo plano y cedan protagonismo a otras formas de actuar.
El resto de eventos (11) fueron todos en bicicleta, aunque
pudiéndose distinguir en tres distintas categorías, si atendemos a la propuesta
inicial de mi calendario. Por un lado, fácilmente distinguible, estaban lo que
suelo denominar como “tweed rides” (concentraciones de bicicletas clásicas).
Esas reuniones nada deportivas y bastante fiesteras en las que nos juntamos con
bicicletas “ciudadanas” o “rurales” de otras épocas, ataviados con “galas” de
aire retro. Aún reconociendo que todo este lío, este blog o estos libros se
desencadenaron por su causa, su carácter poco o nada deportivo, me las hace
menos atractivas. En la primera de las celebradas este año (Velilla) me lo pasé
francamente bien, mientras que en las dos siguientes, una en Francia y otra en
España, mi entusiasmo fue más moderado. A favor tienen que me adoro el tipo de
bicicletas empleadas, así como el vestirme de época, y sobre todo, que
representan la única oportunidad de compartir la actividad “bicicletera” con
algunos amigos a los que tengo un afecto muy especial. Por el contrario
encuentro que los organizadores andan algo faltos de imaginación a la hora de
proponer actividades o entretenimiento dentro de los propios eventos, y que al
final, las reuniones acaban repitiéndose un poco en cuanto a su dinámica. No me
apetece abandonarlas, pero si me he propuesto que en el futuro dos serán los
criterios que marquen mi asistencia. Uno, que el desplazamiento (en coche) no
sea excesivamente largo. Y dos, tratar de conseguir convencer a bastantes
amigos o familiares, para, en cierta medida, constituir nuestra propia fiesta,
dentro de la cita. Candidatos para ello no me faltan, pero vivimos una época en
la que a algunos casi hay que llevarlos de las orejas para que disfruten de la
vida.
Me dio por calificar como “clásicas” a aquellas citas en las
que, siendo convocadas como marchas retro o no, alcanzaban la categoría (casi
íntima) de reto personal, por su kilometraje (100 millas) y por su carácter o
carisma. En total fueron tres, y hay que nombrarlas a todas porque se han
ganado a pulso la mención sin excepción. L’Eroica Brittania, el GPCC y el Paso
de la Vaca Pasiega I (aunque este último ya lo contabilicé como no oficial).
Las tres experiencias me resultaron de excepcional calidad vital, cada cual a
su modo, han resultado ser, sin dudas ni peros, de las mejores experiencias del
año. La cita británica le da mil vueltas (en mi opinión) a su mítica predecesora italiana, fue una
verdadera maravilla organizativa, de recorrido… de todo. El GPCC es una
“prueba” interesante y singular, que este año además alcanzó proporciones
épicas y legendarias a causa del desenlace final, provocado por los caprichos
atmosféricos, una experiencia de esas de las que casi todos huiríamos de
conocerlas de antemano, pero que se te quedan grabadas con satisfacción para
siempre, una vez que te ves inmerso en ellas. En cuanto a mi quedada montañosa,
poco que decir, que fue un auténtico banquete paisajístico y de esfuerzo, de lo
más gratificante, y todo ello en una atmosfera social minimalista y muy-muy
personal. Como ya comentará en su día, una excelente “triple corona” de
clásicas de 100 millas (centurias que dicen los americanos) que a punto estuvo
de ser cuádruple… en cuanto a la inclusión de tramos no asfaltados (considerablemente
largos por cierto) en dos de ellas, mi opinión personal es que es todo un
acierto, que las dota de mayor carisma y entidad.
Lo demás (6, no cuento ya La Montañesa), fueron genuinas
marchas cicloturistas retro. Tres nacionales, dos francesas y la belga.
Empezando por esta última, tengo que decir que probablemente haya sido la que
me haya resultado más atractiva desde el punto de vista ciclista. Lo tenía
relativamente fácil: sus 100 km le aportaban un carácter deportivo interesante;
la inclusión y posibilidad de visita de los míticos muros flamencos de pavés le
añadían un importante componente iconográfico; la sensación de viaje lejano, a
una cultura marcada, en especial desde el punto de vista ciclista; y las
circunstancias que allí se dieron… fueron todos ingredientes que se mezclaron
con facilidad para hacer que aquello resultara, simple y llanamente, maravilloso.
En Marmande lo pasé fenomenal con la compañía y me gustó que Myriam
experimentase una cita, algo deportiva, con la autonomía que da conducir su
propia bicicleta. Y la Bearn Cyclo Cassique, fue un recorrido muy bonito que se
vio enriquecido por nuestra visita al hogar de un espectacular coleccionista y
por el exigente ascenso a Larrau a la mañana siguiente. En cuanto a las citas
españolas, cada cual a su manera, todas funcionaron bien: La Histórica de Soria
porque siempre acaba reuniendo un colectivo humano que consigue generar un
ambiente especialmente agradable, además, tratándose de una de las primeras
citas del año, se respiran muchas ganas de pasarlo bien, y muchos proyectos (de
bicis que restaurar o de participaciones a las que asistir)entre todos los que acudimos allí a pedalear;
La Monreal me pareció más “pequeña” (en todo) de lo que presuponía, eso le da
un aire muy familiar (literalmente), puede que no sea una cita por la que
merezca la pena el esfuerzo de hacerse muchos cientos de kilómetros de viaje,
no lo sé, pero nosotros le sacamos mucho provecho, porque nos sirvió de punto
de encuentro entre amigos, estuvimos muy a gusto y aprovechamos para completar
el desplazamiento con una cita pirenaica de esas que uno recuerda toda su vida;
en cuanto a La Retrovisor, tengo la impresión de que ha empezado con muy buen
pié, porque reunió ingredientes que la gente suele considerar como muy
atractivos (organización, participación suficiente, recorrido singular y
convivencia con un nutrido grupo de estrellas del ciclismo), en mi caso, todo
ello fueron cualidades secundarias, ya que por encima de cualquier otra cosa,
para mí supuso una especie de homenaje social, al poder encontrarme rodeado de
amigos de aquí y de allá, en una atmósfera practicante (la del ciclismo retro) que
se ha convertido en parte importante de mi vida, a lo largo de estos dos
últimos años.
Un asunto importante que quiero dejar claro, es que lejos de
lo que pudiera parecer o suponerse desde un principio, esta temporada no se ha
parecido casi nada a la anterior. Poco ha sido lo repetido, y en tales escasas
oportunidades las circunstancias, los recorridos o la compañía, han facilitado
que la experiencia se diferenciara bastante de la precedente (me refiero a La
Histórica, Anjou Velo Vintage, l’Historique y La Montañesa). Si a eso añadimos
que el resto ha sido viajar a lugares diferentes, participando en eventos
distintos e intercalando una modalidad deportiva casi completamente ajena al
ciclismo, el resultado ha acabado adquiriendo una entidad propia y unas
connotaciones suficientemente alejadas de la Challenge Retro 2013, algo que de
por sí explica que una persona tan poco dada a lo repetitivo como yo, haya
vivido esta segunda “edición” como un programa vital excitante, cargado de
situaciones únicas, irrepetibles y plenas. La experiencia es un grado, y la
“especialización” adquirida el año anterior, me ha servido en este segundo
programa para moverme mejor y aplicar algunos “trucos” eficaces tanto en los
viajes, como en las estancias y participaciones. Aún así, la diferencia de carácter
y ambiente entre muchas de las citas, ha resultado de lo más diverso, lo cual
me ha hecho estar siempre atento a su proceder y a sus propuestas.
Un punto positivo es que el desarrollo de todo esta
aventura, no me ha supuesto tener que asumir gastos significativos en lo que al
material deportivo se refiere. Para el patinaje apenas he necesitado hacerme
con un par de frenos nuevos, uno de los cuales lo acabo de colocar, y un juego
de ruedas y rodamientos también nuevos. El juego viejo lo he estirado todo el
año para entrenar, y el nuevo me ha servido para “competir” y para el viaje por
Finlandia. Ahora mismo el nuevo se ha convertido en el de entrenamiento y
deberé adquirir otro si quiero participar en algo el año próximo. En cuanto a
la bicicleta, me compré una bici de cicloturismo (Dawes) nueva. Pero dicha
adquisición no tuvo nada que ver con todo esto, sino que obedecía a la
necesidad de renovar mi montura de carretera, momento que he aprovechado para
hacer realidad una idea que perseguía desde hace años: decidirme por una
bicicleta de cicloturismo puro. Ya que estaba, la he empleado bastante para
entrenar (aunque poco a poco fui regresando a las clásicas para tal menester) y
como solución ideal para algunos eventos puntuales (GPCC, “Delibes” y Paso de
La Vaca Pasiega). El veredicto de su elección ha sido totalmente satisfactorio.
El resto de eventos los he afrontado con mis bicicletas de años anteriores
(Gazelle holandesa para un Tweed Ride, el tándem Dawes para dos marchas retro,
la Alan en Marmande y, pese a que ya la daba por retirada, la Razesa en unas
cuantas “pruebas de fuego” (la Retro Ronde y su pavés, la Monreal y el
Aubisque, y la Bearn Cyclo Classique con el añadido de Larrau). Parece
increíble pero no “consigo separarme” de esta máquina a la que tanto cariño la
tengo. Ahora mismo tengo pensado retirarla definitivamente y colgarla en una
pared de mi casa de pueblo, con sus dorsales y algunas fotos, bien aseada y a
la vista de mis visitas. Creo que finalmente podré sustituirla sin salir
perjudicado, aunque en estos momentos no hay otra que me ofrezca aún sus
cualidades preferentes de desarrollo, robustez, etc. (la carga emotiva creo que
ninguna la llegará a alcanzar jamás). Lo que pasa es que ya me estoy temiendo
la lata que me van a dar todos los amigos que la conocen bien, cuando la
empiecen a echar de menos. En un par de concentraciones de clásicas de paseo he
tomado parte con una Orbea de los 60 que funciona, aunque me pide una profunda
puesta a punto y adecentamiento. No tengo tiempo pero sé que lo haré. Su adquisición
fue una oportunidad y no una necesidad, en el mismo lote llego una BH Gazela de
señora de la misma época, la cual se ha convertido en la bicicleta permanente que
utiliza Myriam para tal tipo de celebraciones. A Inglaterra no llevé bicicleta,
opté por el alquiler para ahorrarme gastos y muchos trastornos durante el
viaje. El alquiler resulto caro, lo cual me supuso ni perder ni ganar, aunque
en todo lo demás acerté plenamente y salí beneficiado. A eso puedo añadir que
el sufrimiento se lo llevó una bici ajena (un respiro para mi querida Razesa) y
que de paso disfrute de rodar con una bicicleta clásica británica en su propio
territorio. Por último tengo que añadir que para La Montañesa empleé una
Peugeot que he restaurado. Apenas ha supuesto gastos, pues fue un regalo que me
hicieron. La bicicleta va bastante bien y me ofrece parecidas prestaciones que
la Razesa lo cual puede convertirla en una buena sustituta, pues siendo de la
misma edad aproximada, está mucho más “joven” por el escaso uso al que ha sido
sometida. El problema es que cierta peculiaridad genuina de la marca (de esos
detalles que le añaden valor pero suponen una pega en cuanto a los recambios)
me impide por el momento, dar con una corona de 28 dientes que se pueda montar.
La distribución geográfica de mis andanzas ha variado un
poco con respecto al año anterior, aunque no demasiado. Entonces me moví
también por España y estos meses pasados lo he hecho igualmente, apenas
cambiando algunos de los escenarios provinciales y autonómicos por otros. Los patines
me han hecho ampliar bastante el disfrute de la península. Gran Bretaña
(incluso Manchester) han repetido con un viaje aunque, salvo la coincidencia
del punto de llegada y partida, el resto de detalles y escenarios fueron
completamente distintos. Francia se queda como estaba, tres entonces y tres
ahora, cambiando completamente de destino en la última de ellas. No he repetido
en ninguno de los países centroeuropeos ni en Italia, todo ello lo sustituí por
un especial viaje a Bélgica. Esto me permitió reducir bastante el número de traslados
en avión, que el año anterior me acabaron saturando bastante. Mención aparte
fue el viaje del Finline, una especie de exotismo escandinavo, que se ha salido
bastante del “molde” habitual del resto de viajes de estos dos años.
Aún a pesar de que sin una segunda lectura no puedo estar
seguro de ello, me da la impresión que mis entradas (capítulos) se han caracterizado
por una menor carga cultural en general. De ser así esto no ha sido algo
planeado o pretendido, simplemente fruto de las circunstancias vividas en los
viajes, muchos de los cuales han presentado oportunidades deportivas o de
cultura ciclista que no he querido desaprovechar y que lógicamente he relatado.
Empecé con las mismas intenciones que el año precedente, pero el guión lo marca
“la ruta” y el blog se acaba configurando como una especie de “road-movie”
(este año hasta con banda sonora incluida). A cambio, el peso del contenido
“cultural” relacionado con el ciclismo (o el patinaje como novedad) se ha visto
proporcionalmente ampliado. No sé si esto será bueno o malo, dependerá de cada
lector particular, yo he disfrutando mucho en ambos casos. Otra circunstancia
que, especialmente los últimos meses, ha podido intervenir en este giro de
contenido que creo haber percibido, es el hecho de que, quizás debido a mi cada
vez mayor presencia dentro del mundillo del ciclismo retro, varios viajes y
algunos encargos, me han permitido conocer a gente muy interesante, sobre la
que he podido escribir y con la que he podido aprender muchas cosas. Todo ese
proceso me ha facilitado nuevas lecturas, encuentros, charlas y contactos, con
los que nutrir mis textos. Para mí ha resultado una experiencia novedosa y muy
enriquecedora. Tengo la sensación de haber “crecido” algo más en este tipo de
materias sobre las que me ha dado por escribir.
En lo puramente deportivo, mi balance es sencillo y tajante
en las dos disciplinas practicadas. Sobre los patines he conseguido un grado de
mejora técnica, de seguridad y de autonomía francamente notorio, se me ha
abierto un mundo de posibilidades al respecto. Y además he hecho pedazos todas
mis previsiones sobre mi capacidad de afrontar largas distancias. En cuanto a
la bicicleta tengo la impresión de haber dado un paso importante, de haber
culminado una temporada “de altura”. Pensar que he acumulado esa “triple
corona”, que he rodado con garantías por los muros belgas y que he coronado con
éxito algunos colosos pirenaicos, y la mayor parte de ello, rodando sobre una
bicicleta clásica (o similar), se me antojan pruebas suficientes para dicho
calificativo. Me he vuelto a demostrar que la persona sigue siendo lo esencial,
por encima de la máquina, su tecnología y sus propiedades, y por si fuera poco,
en varias ocasiones me he sorprendido al comprobar que el lograrlo con el tipo
de bicis con el que lo he hecho, me ha generado aún más satisfacción.
Definitivamente me estoy convirtiendo en un proscrito del crecimiento
económico, un objetor del consumo.
En cuanto al blog y sus lectores, un año después puedo
analizar algunas cosas. Para empezar considero que fue un acierto haber editado
y publicado toda la temporada anterior en formato de libro impreso.
Evidentemente no ha resultado negocio alguno en materia de ventas (apenas unas
decenas), sin embargo me ha servido para materializar un recuerdo y confeccionar
un objeto con importante carga emotiva para mí y quién sabe si de memoria
histórica para mis descendientes. Gracias al papel, algunos lectores por
quienes siento gran aprecio y cariño, han llegado a serlo. Son ese tipo de
personas que disfrutan de la lectura sosegada y reflexiva, pero que no pueden
ni quieren adaptarse a las nuevas tendencias electrónicas para dicho acto. Les
comprendo porque a mí es algo que también me sucede. De hecho, cuando alguna
vez he querido releer mis experiencias del año anterior, sin dudarlo me he ido
al sillón o al jardín, pero con el libro. Entre tanto, el blog ha crecido
claramente en número de visitas. Si bien tal dato no ofrece garantías de
calidad sobre la naturaleza de tales visitas, si parece sugerir que este
espacio de comunicación se ha ido asentando y ha ido generando su parcelita
(modestísima) de público. De lo único que puedo dar fe es de que me consta que
tengo algunos lectores muy fieles, a los cuales, su lectura semanal les
satisface. Admito sin reparos que tal circunstancia me aporta una buena
inyección de autoestima e igualmente satisfacción.
Gráfico comparativo de visitas al blog durante las temporadas
2013 y 2014.
La gráfica de recuentos mensuales muestra un aumento
progresivo de visitas. Dicha progresión es algo de lo que llegué a dudar al
final del año anterior, al comprobar que tras el pico de mayo, las cifras
descendían de nuevo y se estabilizaban el lo que ya consideraba como techo del
“sitio”. Noviembre, y por supuesto diciembre se resintieron por mis
“vacaciones”, pero al reiniciar la actividad, mes tras mes (a excepción de
aquel especial mes de mayo), los recuentos fueron superando con amplitud los
valores del primer año. Por si esto fuera poco, la tendencia del 2014, ha sido
de crecimiento sostenido a lo largo de todos los meses del año transcurridos
hasta ahora, aunque cuento con un seguro nuevo descenso vacacional. Lo de
septiembre es un caso aparte, las cifras no se deben a mí, sino a determinada
entrada que realicé con ocasión del homenaje a una persona muy querida y
popular. Fueron sus conocidos quienes generaron tal salto cuantitativo en el
recuento. En cualquier caso todo esto no son más que números y no hay que
darles demasiada importancia, especialmente cuando soy consciente de que el
número de visitas está directamente relacionado con el esfuerzo difusor que yo
mismo, o algunos allegados se empeñen en hacer, y en mi caso, os puedo asegurar
de que es prácticamente nulo. No tengo pretensiones al respecto, simplemente me
ha gustado comprobar que visitas está
habiendo, lo cual puede querer decir que lectores… alguno habrá.
Pero si hay algo que definitivamente ha supuesto un cambio
radical de un año a otro, no es otra cosa que el factor compañía. Durante 2013,
acudí a bastantes eventos completamente solo, allí conocí gente y en todos
ellos disfruté de lo lindo porque soy consciente de que me desenvuelvo muy bien
en soledad, es un estado del que me gusta disfrutar cuando me lo encuentro. Aún
así me dio cierta pena el sentir que demasiadas personas a las que estimo se
estaban perdiendo algo interesante y recomendable. En 2014 todo ha sido diferente,
tan diferente que no he participado solo en ninguno de los eventos, formales o
informales a los que he acudido. He ido en pareja, con único amigo, con
excelentes nuevos amigos, con diferentes miembros de mi hogar, con familia
extendida y finalmente hasta con amigos del trabajo y conocidos de variados
entornos. No sé si ello se ha podido deber a mi insistencia, aunque no lo creo,
pues considero que fui mucho más pelma y traté de ser bastante más persuasivo
la temporada pasada. Es más, este año apenas me he preocupado de convencer a
nadie, y a veces ni siquiera he divulgado mis intenciones, pero se ve que
algunos estaban pendientes de mis tejemanejes y se acabaron decidiendo a
probar. Me he alegrado especialmente de poder contar con la presencia de
determinadas personas muy allegadas, y espero poder volver a disfrutar juntos
de actividades similares en el futuro. Por otro lado se ha ampliado
notablemente (sobresalientemente es más exacto) mi círculo de conocidos, tanto
dentro del mundo de la bicicleta como del patinaje. También he podido disfrutar
del contacto con personas singulares por sus méritos, lo cual ha sido grato y enriquecedor.
Pero quizás lo más destacable es que este año, puede que a raíz de una pequeña
semilla que germinó en la Toscana durante la última cita de la Challenge
Randoneur, sea el hecho de que con el paso de los meses hemos acabando
constituyendo un fantástico grupo de nuevos y estupendos amigos, los cuales
cada vez vamos coincidiendo más, y al que poco a poco se van incorporando
nuevos y entusiastas miembros. El grupo se ha ido haciendo fuerte gracias al
aporte de la personalidad y los valores de cada cual y al potente componente
vital de cada nueva experiencia que compartimos. Hay gente de diversa
procedencia geográfica, laboral, académica y vital, pero es algo que no nos
preocupa y apenas interesa. La cuestión es que tras décadas de vida, con
heridas a cuestas o sin ellas, hemos regresado a aquella inocente niñez que
nunca deberíamos haber abandonado del todo, y hemos vuelto a encontrar algo a
lo que jugar y excelentes amigos con quienes hacerlo. Y estoy seguro de que
este juego y estas compañías, nos están ayudando a todos a disfrutar más de la
vida y puede que hasta ser personas un poco mejores o al menos más humanas.
No sé qué pasará el año que viene. Ignoro si seguiré
escribiendo o no. Probablemente sí porque me gusta hacerlo. Estoy seguro que
participaré en algún evento, aunque creo que bastantes menos. También cuento
con diversificar un poco más mi práctica deportiva habitual. Ya veremos, pero
hay un par de cosas que tengo bastante claras. Una ya la he comentado con
anterioridad, eso de recuperar mi espíritu de viajero nómada. La otra tiene más
que ver con las personas y con mi propia vida. Quiero incorporar en una
importante medida a mi familia en esta dinámica de alegrarse uno la vida con
los viajes culturales-deportivos. No quiero que se lo pierdan. Sé que con
algunos me va a costar más que con otros. Sé que no todos están preparados para
todo tipo de actividades. La cuestión es poder animar a cada cual para que tome
parte en aquello que mejor se ciña sus posibilidades y forma de ser. Hace
tiempo que le doy vueltas al asunto, luego la vida familiar pone sus obstáculos
y las inercias completan toda la labor destructiva, pero estoy dispuesto a
pelear por salirme con la mía, y este año he visto algunos síntomas de
esperanza. Mi hija la pequeña tomó parte y disfrutó (a pesar de la paliza y la
total falta de preparación previa) de un viaje y evento de patinaje. Mi hijo se
lo pasó de lo lindo en La Retrovisor, y ha sido precisamente él,
unilateralmente, el que me ha pedido más. Y en cuanto a Myriam, pese a que se
ha venido a unos cuantos viajes, creo que podemos trabajar juntos en que pueda
disfrutar aún de mayores y diferentes oportunidades de participación.
Doy por finalizado el balance, doy por concluida la
temporada. Ha sido un proceso largo e intenso del que salgo satisfecho,
reforzado y encantado. He atesorado montones de recuerdos valiosos de personas,
lugares y sensaciones que me acompañarán el resto de mi vida. Ahora toca descansar
de tanto trajín, ordenar las ideas y dedicarse plenamente a otras tareas y
quehaceres que ahora mismo reclaman toda mi atención. Mis dudas al comienzo de
esta última entrada, se fueron disipando a medida que iba pensando y
escribiendo sobre el asunto, y al final hasta me he tenido que poner freno,
para no convertir todo ello en un testamento eterno y sin final. Tengo claro
que volveré a recopilar todos los escritos del año en una nueva obra impresa,
otro tomo para la estantería. Así, si alguna vez me encuentro en casa,
encerrado por la oscuridad, un tremendo temporal o alguna convalecencia, sus
páginas me permitirán regresar mentalmente a los lechos de ferrocarril del Peak
District, los muros de Flandes, el paso del Aubisque hacia el Soulur o el
archipiélago finlandés.