Por qué patines, se habrá
preguntado más de uno al reencontrarse con el blog un año más. Hasta cierto
punto es una pregunta lógica para un ciclista convencional. Lo digo porque una
gran cantidad de aficionados al ciclismo, lo son en exclusiva, no reparten su
pasión con otras modalidades. Puede que se reconozcan puristas, en el sentido
de considerar tal calificativo como inseparable del concepto de dedicación
deportiva exclusiva. Esto no es algo propio únicamente de los ciclistas más
convencidos y dedicados, es un rasgo común a muchos otros deportistas de todo
tipo de modalidades, que se centran en una de ellas únicamente, ofreciéndola
todo su tiempo, dedicación, interés y quizá hasta seguimiento mediático. En el
desempeño profesional lo podría llegar a entender (aunque me consta que a
muchos grandes campeones les encanta disfrutar de varias modalidades
deportivas, que por lo general practican con bastante buen nivel; como ejemplo
ciclista valga el mismísimo Eddy Merckx de quien cuentan que practicaba con
maestría fútbol, boxeo y carreras de cross). Demasiadas veces no queda tiempo
para más. Y en el caso de los ciclistas muy aficionados puede que hasta también
(por la necesidad temporal que exige la acumulación de kilómetros de
entrenamiento), pero en muchos otros deportes… En fin, quién se limite a una
modalidad deportiva, que la disfrute, se lo deseo de todo corazón. No puede ser
de otra manera, somos libres, diferentes y nadie debería poner en duda nuestras
preferencias. Sin embargo, personalmente, quizá por mi carácter, educación o lo
que sea, me gusta la variedad, he practicado muchas modalidades deportivas en
esta vida y me he sentido más pleno con unas u otras en función de las
diferentes edades y circunstancias cambiantes de la misma. Y me niego a
renunciar a las actividades que me gustan o me apetecen.
Y patinar es una de ellas. No es
desde luego uno de mis deportes favoritos en cuanto a su práctica (el esquí, la
bicicleta, el kayak, la montaña… lo superan habitualmente), sin embargo si está
entre esas actividades de entrenamiento aeróbico que me gusta retomar de vez en
cuando. Y si no lo hago más a menudo, creo que sólo es por dos razones, aunque
poderosas. La primera es que tal y como me sucede con la bici y la piragua, las
sesiones de patines realmente las disfruto más cuando implican un
desplazamiento variado, casi “viajado”, no una sucesión de vueltas a un
circuito corto. Y claro, reconozcámoslo, aunque las rutas adecuadas para
patinar van aumentando, en mi entorno aún son escasas y su repetición acaba
aburriendo. La segunda razón tiene que ver con la climatología que caracteriza a
mi región. El patinaje al aire libre tiene dos enemigos climáticos importantes:
el viento y la lluvia. El primero te desgasta enormemente (personalmente creo
que afecta a la sensación de avance incluso más que cuando vamos en bicicleta);
y por aquí algo de viento hay casi siempre, aunque llevadero, excepto este
invierno, que se ha convertido en una sucesión de vendavales del sur o
suroeste, uno tras otro y sin descanso. En cuanto a la lluvia, es otra
característica típica del Cantábrico. Y el problema viene porque en cuando el
pavimento está un poco mojado, la posibilidad de propulsarse sobre él con las
ruedas de los patines se desvanece. Aparte de las dificultades e inestabilidad
por riesgo de deslizamiento en curvas que pueda provocar el suelo mojado, lo
peor es la limitación casi absoluta de apoyo lateral para impulsarse,
especialmente cuesta arriba. Esto se acentúa cuanto más suave y mejor es el
firme elegido para patinar, claro. Ignoro si la cuestión de la superficie
mojada tiene solución técnica de material o no. Por lo que en su día pregunté a
un buen proveedor madrileño, me parece que no. Sin embargo este es un deporte
muy popular en países húmedos del norte de Europa (Holanda, Alemania,
Dinamarca, etc.), no sé si ellos habrán dado con alguna solución o es que sólo
patinan sobre ruedas en verano, haciéndolo en invierno sobre hielo o con esquís
nórdicos. En cualquier caso si alguien tiene buenas pistas al respecto, que no
dude en ilustrarnos ¡por favor!
Patinar es especial. Para empezar
ofrece otro punto de vista diferente. Aunque similar en altura al de la
bicicleta, el hecho de no ir sentado, llevar los brazos sueltos y, normalmente,
utilizar un margen de la calzada o carriles separados, me da la sensación que
te hace percibir el panorama de otra forma. Pero más singular aún es la
sensación de ir deslizándote libremente por la acción del movimiento de tu
cuerpo y de tus piernas. No hay golpeo sobre el firme, ni pedaleo lineal, sino
un suave deslizamiento, en parte lateral y en parte frontal que requiere (y
esta es una de las claves) un equilibrio bien mesurado entre la energía de
impulso y el mantenimiento de un dejarse ir delicado y sin perturbaciones. Aquí
sí que se puede distinguir fácilmente a la vista a una persona que patina con
clase, elegancia y… ¡eficacia! Y da una envidia… Las rectas te permitan
concentrarte en esta combinación tan difícil y cargada de sabiduría corporal
entre el impulso y el deslizamiento (la energía y la delicadeza). Las curvas te
obligan a negociar las trazadas intentando minimizar al máximo la pérdida de
inercia, ya sea dejándote ir o cruzando las piernas en elegantes pasos mientras
te inclinas hacia el interior. Los descensos te aportan alta sensación de
velocidad, cierta producción de adrenalina y hasta la posibilidad de regalarte
sucesiones de virajes al más puro estilo del esquí alpino.
Entre sus peculiaridades hay
varias que a mí siempre me llaman la atención. Podemos empezar por mencionar la
sorprendente capacidad de acumulación de kilómetros que ofrece esta modalidad.
Es fácil de calcular, los patinadores profesionales se desplazan a velocidades
que oscilan (en función de la distancia a completar) entre los 40 y 60 km/h.
Esto hace que los aficionados lo hagamos entre los 20 y los 40, variando
bastante en función de nuestro nivel y características del recorrido o las
condiciones reinantes. Personalmente soy un aficionado muy básico y
permanentemente desentrenado de forma específica (vamos, que nunca he entrenado
patinando de continuo), lo cual me sitúa entre los 20-25 km/h de media en sesiones
de una o dos horas sin paradas. En definitiva, que al final, si hubiera trayectos
suficientemente largos y entrenamiento para aguantarlos, estamos hablando de
autonomías y distancias muy similares a las del ciclismo. Por ello mismo en
nuestro calendario llegamos a encontrar pruebas de hasta 135 km en una jornada.
Esto es lo primero que sorprende en nuestro país, a los no iniciados, pues casi
todos tenemos el pre-juicio de que eso de patinar tiene más que ver con
juguetear un poco en el parque de debajo de casa. Además, en mi ciudad, cuando
yo era pequeño, en realidad las que patinaban eran las niñas ya que nosotros
éramos más de monopatín (entonces “Sancheski” y ahora “Skateboard”). Esto me
lleva a una segunda característica propia del patinaje de “velocidad” (en mi
caso lo denominaría de distancia, ya que la otra escasea), que no es otra que
la equiparación o incluso en ocasiones inversión de porcentajes de
participación femenina y masculina en la práctica. A muchas mujeres les encanta
patinar, probablemente porque lo hicieron de pequeñas, y por tanto, se les da
bien y tienen psicomotrizmente adquiridos los automatismos de movimiento que
hacen falta para hacerlo de forma eficiente, y eso les permite disfrutarlo
mucho. La consecuencia es que muchas de ellas pueden rendir sobre los
itinerarios tanto o más que los varones, lo cual facilita la cooperación en los
grupos, la variedad en los mismos y la integración entre sexos en la práctica.
Evidentemente a nivel profesional (de expertos) existen las diferencias derivadas
del potencial fisiológico o condicional que suele darse en todas las
modalidades entre hombres y mujeres. Pero en la calle no, en la calle es mucho
más elevado el porcentaje de mujeres que patinan mejor que tú. Y eso,
personalmente me agrada. Tanto porque disfruto y aprendo de verlas patinar con
maestría a base de cualidades no exclusivamente basadas en la fuerza o la
resistencia, como porque me gusta patinar en ambientes con elevada representación
femenina. Me gustan las mujeres y me gusta estar en entornos sociales en los
que tengan presencia. Por supuesto evito situaciones de charlatanería, cotilleo
y otros tópicos frecuentemente asignados al género femenino, pero es que
también lo eludo en el caso de los hombres.
Continúo con características propias
del patinaje. Cuando eres muy novato, la relación de movimiento que estableces
con tus compañeros es casi exclusivamente de evitación total del contacto, por
cuestiones de seguridad. Sin embargo, en cuanto la velocidad y la seguridad
aumentan un poco (lo hacen de forma paralela), enseguida te das cuenta, y
recurres al aprovechamiento del efecto de ir “a rueda”, de aprovechar que otros
peleen la resistencia del aire al avance y te ahorren mucho esfuerzo si te
colocas detrás, cuanto más cerca mejor. En patinaje la dinámica del rodar en
grupo es mucho más efectiva y excelente incluso que en el ciclismo. Mientras
que en la bicicleta el grupo se aprovecha del trabajo del de delante y cuanto
más atrás vayas menos trabajas (para compensarlo se establecen los relevos),
sobre los patines se produce contacto físico claro y esto transforma el grupo
en unidad compacta y como en seguida trataré de explicar, provoca un efecto
directo de elevación de la velocidad sin necesidad de establecer relevos. En un
grupo de ciclistas el de delante avanza a expensas exclusivamente de su
trabajo. Los relevos permiten que ese trabajo sea de una intensidad ligeramente
superior a la que mantendríamos de forma permanente, gracias a los sucesivos
“descansos” generados por los relevos, pero tal y como afirmo, cuando vas
delante lo haces a tu costa, como sucede cuando ruedas sólo. Con los patines es
diferente. Si tú vas delante, estás provocando que los patinadores de detrás no
tengan casi resistencia del aire al avance, por lo que enseguida van un poco
más rápido que tú. Pero en lugar de adelantarte o regular su velocidad para
adecuarse a la tuya, se apoyan cada uno sobre el de delante y desde atrás te
llega el contacto de las manos sobre tu dorso, lo cual te impulsa hacia
adelante por la velocidad de todos los de atrás. Esto te hace ir más rápido que
lo que tú irías, y eso aumenta el efecto de carenado que haces sobre el resto,
por lo que vuelven a incrementar su velocidad, lo cual vuelve a repercutir en
tu beneficio. Es como un sistema
energético que, sin ser perfecto, se le acerca mucho. Para los torpes como yo
esto es una gran ventaja, pero para los profesionales o patinadores de alto
nivel es una verdadera pasada, pues llegan a crear auténticos “trenes de alta
velocidad” que da miedo ver pasar. La efectividad del grupo depende mucho del
dominio de sus integrantes: mantenerse muy agachados, patinar de forma fluida,
alineada, con impulsos totalmente acompasados, etc. Pero cada cual a su nivel,
enseguida notas la enorme ventaja que supone crear un grupo. Aunque conviene no
confundirte de nivel para no armarla.
Y para cerrar este conjunto de
peculiaridades del patinaje, quiero referirme a la noche. Normalmente no patino
en itinerarios abiertos al tráfico de motor. Lo hago en parques o carriles-bici.
Esto me permite (aunque no lo hago habitualmente) poder hacerlo cuando ya es de
noche. Y aunque en sí mismo no pueda parecer que sea algo especial (es muy
habitual salir a correr de noche), para mí lo es. No sé explicarlo bien. Es
como volver a momentos mágicos de la infancia en la que en contadas ocasiones
te aventurabas a sentir la noche tranquila y oscura con alguna actividad de
juego o acción con tus amigos. Un paseo rural con linternas, unos descensos en
monopatín a la luz de unas farolas en verano… Patinando de noche las luces son
tan tenues que la atmósfera se antoja galáctica, como de ciencia-ficción; y tú
ahí deslizándote por todas partes libremente. Lo dicho, una sensación difícil
de explicar, pero recomendable de experimentar.
Con respecto a cuestiones de
material y aspectos técnicos no podré escribir mucho en este blog, ya que como
patinador soy inexperto e ignorante. Sé muy poco, lo básico como para atreverme
a afrontar aquellos eventos, de los señalados en el calendario, a los que me
cuadre poder viajar. La primera cuestión es que para este tipo de retos, todo
el mundo participa con patines en línea. Yo siempre me he defendido mejor con
los de disposición de ruedas tradicional, pero como casi todos, corro más con
los de línea. Pero antes de tal opción, lo primero que hay que decir es que
conviene que los patines sean buenos (decentes), es decir, que tengan unas
ruedas con rodamientos de bastante calidad. En caso contrario se iría mejor con
unos tradicionales rápidos que con unos de línea lentos. De todas formas es más
fácil actualmente agenciarse unos patines rápidos en línea que de los otros. ¿Y
a qué llamamos rodamientos rápidos? Pues de lo que denominan “Avec 5” para
arriba, mejor aún “Avec 7” o 9, que es lo que llevo yo. Atentos porque algunos
fabricantes fiables no utilizan esa nomenclatura pero ofrecen calidades
equivalentes, aquí habrá que ponerse en manos de proveedores expertos. Otro
asunto importante es el modelo de patín, el cual, sin lugar a dudas deberá ser
de lo que llaman “fitness” (patines para rodar con estabilidad en largas
distancias) para personas poco expertas, o de “velocidad” (de bota baja y mayor
distancia entre las ruedas) para los verdaderamente rápidos. Los primeros
tienen forma de bota de esquí y llevan un freno trasero, que debemos aprender a
usar y dominar y que ayuda mucho en determinados momentos. Los segundos es raro
que lleven frenos, son más largos, más ligeros y cuesta un poco acostumbrarse a
ellos porque no bloquean tanto lateralmente el tobillo. A mí me encantaría
probar a pasarme a los de velocidad, pero no me atrevo a presentarme en
recorridos desconocidos sin freno. Desde luego olvidarse de patines callejeros
o de rampa, porque resultan incómodos para grandes recorridos, suelen llevar
ruedas demasiado pequeñas y tienen botas poco convenientes para el constante
movimiento que emplearemos. Una cosa más en cuanto a los patines: las ruedas.
Existen numeraciones relativas a su dureza y “grip” (agarre) pero en eso soy
ignorante absoluto, me lo han explicado alguna vez, pero para la siguiente se
me ha olvidado. Cuando haya que decidir me pondré en manos de algún proveedor
con conocimiento de causa, que para eso están los profesionales, y la labor que
tenemos los consumidores, de ayudar a hacer necesarios sus puestos de trabajo.
De lo que sí puedo decir algo es del tamaño de las mismas (el diámetro), el
cual, para largas distancias y altas velocidades, parece ser que cuanto más
grande mejor. Los patines de “fitness” actuales suelen llevar ruedas de
diámetros de 75, 80, 85 o 90 mm, mientras que los de “velocidad” las llevan de
100 mm y superiores. Hay que estar atento porque cada modelo tiene un límite de
medida que no puede superar pues en caso contrario las ruedas rozarían con el
propio patín.
Pero no hay que obsesionarse con
todo esto, ya que adquirir lo más “potente” puede resultar un error. Ocurre
igual que con las bicicletas, más caro no significa más adecuado para cada
cual. Conozco un amigo que se gastó un pastón comprándose una bicicleta Time de
un equipo profesional, y ahora mismo sufre una postura excesivamente agresiva y
unos desarrollos que es incapaz de mover con la alegría recomendable. Por poner
mi experiencia sobre patines como ejemplo. Hace unas dos décadas me compré unos
patines de “fitness” de alta calidad de entonces, llevaban “Avec 5” en ruedas
de 76 mm. Aún los conservo y utilizo para entrenar de vez en cuando. Hace
cuatro años adquirí otros del mismo “nivel” pero actuales, con “Avec 9” y
ruedas de 90 mm. ¿Y sabéis en qué noto diferencia? Pues en casi nada, no he
realizado pruebas concienzudas pero veo que mantengo medias muy similares. Con
los nuevos corro más en llano y sin viento, o bajando; pero me da la impresión
de que cuando hay cuestas que ascender o viento contra el que avanzar, me
cuesta menos con los de rueda menor. Gente más experimentada que yo me ha
comentado que eso es normal, y que por alguna razón que se me escapa (desde una
concepción física) cuesta más “mover” diámetros mayores, tan sólo rentables a
partir de ciertas gamas de velocidad, las cuales demasiado a menudo están
vedadas para mi modesto nivel de patinaje. Otra razón más para no dar el salto
(me refiero a mí) hacia los de velocidad. Lástima, porque resultan tan
espectaculares y atractivos, que la simple “objetología” (concepto acuñado por
un viejo amigo filósofo muy aficionado al deporte y al material deportivo) que
desprenden me provocaría un importante extra de motivación para entrenar y
participar.
Para cerrar el capítulo del
material hay que hablar de las protecciones. El casco (el mismo de ciclismo
vale) es obligatorio en las pruebas. Algo lógico. Las caídas patinando me
parecen más probables y frecuentes que en la bicicleta de carretera. Las
consecuencias de un accidente en bicicleta suelen ser mucho peores, así que
menos mal que haya menos siniestros. En patines los riesgos se minimizan mucho
gracias a las protecciones. Hay gente muy experta que no lleva nada más. Yo he
patinado muchas veces sin nada, pero si vas a correr, si vas a encontrarte con
descensos y si al final de un evento puedes llegar fatigado y con riesgo de
falta de concentración, me parece acertado curarse en salud y protegerse con
elementos, que si te quedan bien, no molestan demasiado. Personalmente
considero que la prioridad empieza por unas muñequeras específicas, de esas que
evitan que te hagas el típico esguince si apoyas las manos al caer y pueden
además reducir o prevenir completamente las engorrosas heridas en manos o
dedos. En segundo lugar vendrían unas rodilleras que permiten irse al suelo con
eficaz protección en una articulación tan necesaria para muchos de mis deportes
favoritos. A partir de ahí ya no uso más. Hay coderas, por supuesto, pero
puestas en la balanza, prescindo de ellas. Y por haber creo que hay hasta
pantalones con protección de cadera (una zona típica en la que poder hacerse
daño), pero tampoco me da por ahí y prefiero poder utilizar la ropa que me
parezca en cada situación. Hablando de indumentaria, conviene que sea ajustada,
especialmente a medida que vamos siendo capaces de mantener velocidades más
elevadas, acordaros una vez más de la importancia de la resistencia del aire al
avance.
Cierro esta perorata de hoy haciendo
un llamamiento. Resulta evidente que no soy un experto en esto del patinaje,
que tengo poca experiencia y muchas dudas y lagunas. Por eso mismo, todo
asesoramiento será bienvenido, por lo que os invito a dejar comentarios al
respecto, escribir o enlazarnos recursos, trucos o informaciones que nos puedan
ser útiles a todos. Podéis hacerlo vosotros o comentárselo a conocidos que
sepáis que dominan el asunto. Sea vía comentarios del blog o por email (jose.delmer@gmail.com) sentiros libres
para hacerlo. Os estaré muy agradecido.
¿No hay nada de bicis hoy? ¡Sí!
no os perdáis este breve video “comparativo”.