De los diferentes términos
empleados para referirse a los patines de cuatro ruedas pareadas dispuestas en
dos ejes, yo me decanto por “quads”. Lo de “patines de cuatro ruedas” resulta
absurdo porque la mayoría de los de línea también lo son de cuatro ruedas. Lo
de “tradicionales” es un error manifiesto, pues todos los primeros modelos de
la historia del patín, tal y como ya expliqué en un capítulo precedente, tenían
disposición de ruedas en línea. En ocasiones los he llamado pareados, pero resulta
que la denominación “quads” parece bastante implantada internacionalmente y
aporta claridad y diferenciación a la idea, así que con ella me quedo. Y es sobre
el origen de los “quads” sobre lo que pretendo escribir aquí, de la mano, una
vez más, del valioso texto de Sam Nieswizski[1],
aunque intentando enriquecerlo con algunas otras aportaciones obtenidas por
aquí o por allá.
Los “quads” nacieron cien años
antes que yo. Vieron la luz en 1863 en los EEUU. Así que me tomo mi nacimiento
como una especie de celebración de su centenario, y por eso patino
(evidentemente es broma). Desde su aparición, se basan en disponer cuatro
ruedas emparejadas dos a dos, a través de sendos ejes articulados, uno
delantero y otro trasero. Su inventor fue un mecánico de Medfield (Massachusetts)
llamado James Leonard Plimpton. Debido a su frágil estado de salud recibió la
recomendación de hacer ejercicio, y su médico le sugirió patinar sobre hielo.
Pero dicha sugerencia le preocupaba sobremanera pues según parece sufría cierta
debilidad en sus tobillos. Sin embargo, dispuesto a hacer caso a su galeno,
pensó en montarse unos patines especiales que se deslizaran apoyándose sobre
cuatro cuchillas en cada pié. Tales cuchillas estarían emparejadas tanto
delante como detrás, dando mucha más base de sustentación a cada pié. Además,
las cuchillas serían orientables en función del grado de inclinación del pié,
de forma que pudieran trazar giros. El invento no debió cuajar en absoluto en
su versión sobre hielo, pero acabó revelándose como una genialidad replicado
sobre ruedas.
Las ruedas eran de madera. Los
ejes orientables, en función de la inclinación de la base del patín, de forma
que su orientación generaba una “huella” de trayectoria más o menos cerrada, según
la mayor o menor inclinación del pié hacia el hipotético centro de giro de la
curva. El sistema, independiente en cada patín, era similar que el que
posteriormente fue implantado en los monopatines actuales. Aquellos patines
recibieron el nombre de patines basculantes (“rocking skate” o “rocker skate”),
y tal como enseguida veremos, alcanzaron un rápido y extensivo éxito. Para
lograr una buena lubricación, Plimpton se las ingenió ubicando un anillo de
bronce en el orificio por el que las ruedas se insertaban en los ejes y,
mediante una especie de tornillo “sin fin”, hacía llegar al eje la grasa
almacenada en un pequeño depósito. Aquellos patines no se vendían a
particulares, estaban reservados para los propietarios de las pistas de patinar
que los alquilaban a la clientela.
Excelente
gráfico que muestra una patente (ya bastante más tardía) de los patines de
Plimpton. (Imagen: wynwood_brewing-company).
Fotografía
de unos patines de los primeros que fabricó Plimpton. Aún mantenían los dos
pares de ruedas muy juntas entre sí. (Imagen: am.history.si.edu).
Para conseguir un mejor
rendimiento y una mayor duración de los patines, la mayoría de las pistas en
los EEUU y en Europa eran construidas en madera. Por lo general era también el propio
Plimpton quien se encargaba del montaje de pistas, lo cual, unido a la venta de
los patines, le permitió acumular una importante fortuna en un relativamente
breve periodo de tiempo, especialmente entre los años 1863 y 1876. Los hechos
sugieren que aquel hombre tenía visión. No únicamente desde un punto de vista
de creación mecánica, sino también desde una perspectiva comercial, ya que en
el mismo año 1863 no solo patentó su “rocker skate”, sino que además fundó la
primera asociación americana de patinaje sobre ruedas, y abrió las primeras
pistas de patinaje en el continente americano: “skating rinks”. Nombre con el
que serían conocidas por todo el mundo a partir de aquel momento.
Pese a sus precauciones, a pesar
de que sus invenciones estuvieron protegidas por patentes, Plimpton fue imitado
por algunos competidores, tanto en los EEUU como en Europa. Precisamente por
ello no cejó en el empeño de seguir mejorando los suyos, los cuales fueron
presentados por primera vez en Francia en la Exposición Universal de 1867.
Aquella misma en la que la familia Michaux, generó todo un relanzamiento
mundial de la práctica ciclista gracias a la presentación de su Velocípedo. Y
también la misma en la que Joaquín Costa tomó nota, o mejor dicho croquis, del
flamante artefacto de los franceses, para hacérselo llegar a sus amigos del
casino de Huesca, y que finalmente acabara en manos del herrero Mariano
Catalán, que lo reprodujo e hizo funcionar para su disfrute. Respecto al asunto
de los patines, fue a raíz de aquella presencia en la Exposición Universal, que
los mismos fueran frecuentemente importados durante los años siguientes. En
plena pugna por la supremacía comercial del sector, también creó una licencia
inglesa bajo la denominación Spiller. Aunque no tengo la certeza de que cierta
noticia surgida en el entorno londinense tenga que ver con ese nombre, se
menciona a un patinador llamado Spiller, que quizá pudiera ser una especie de
agente distribuidor de los patines de Plimpton en Gran Bretaña, otra opción
pudiera ser una coincidencia de nombres quizá excesiva:
“En la primavera de 1869, los periódicos anunciaban una exhibición de
patinaje llamada ‘Sobre el hielo’ protagonizada por Mr. Frederick Spiller en el
Three Mile Hotel. ‘The Owens and Murray Adevertiser’ haciendo referencia a la
demostración escribió:
Podemos asegurarles que Mr. Spiller sobre los patines es realmente
maravilloso, y verdaderamente digno de ser admirado. La actuación benéfica de
Mr. Spiller en el Lunatic Asylum aseguró… los residentes fueron agasajados con
un trato inusitado en la forma de un popurrí de entretenimiento amablemente
ofrecido por Mr. Spiller. Después de representar unas pocas de sus mejores
canciones, el célebre patinador consiguió asombrar a su admiradora audiencia
por la gracia y velocidad con la que se deslizaba alrededor de un apartamento que
había sido especialmente preparado para tal propósito.
Mr. Spiller, al anunciar su ‘Show Sobre el hielo”, no había dado
inicialmente evidencia alguna de que estaba pidiendo a su audiencia el uso de
sus poderes imaginativos durante la exhibición, aunque sus patines no fueran de
los de hielo sino de la variedad sobre ruedas”.[2]
Pese al éxito logrado, dos eran
los problemas principales de todos aquellos tipos de patines. Primero, que los
rodamientos se “gripaban” en cuanto les fallaba la lubricación (algo habitual
por roturas del sistema). Y segundo, que la cuestión de la grasa era un engorro
para la mayoría de la gente, de clase elevada y por lo general poco
familiarizada con el manejo mecánico. Pero aún así, consiguieron destronar
completamente a los patines en línea anteriores. Los cuales, eso sí, siendo más
ligeros, sin necesitar reglajes y bajando de precio en el caso de los usados,
seguían siendo utilizados por parte del público, aunque probablemente ya no
fabricados.
En todo caso el invento de
Plimpton desencadenó una notable pasión colectiva hacia el patinaje en los
EEUU. Además, dicha fiebre atraviesó el Atlántico y llegó a Europa, comenzando
por Inglaterra. Es el periodo de creación de los “Skating-Rinks”, la mayoría de
ellos, en los inicios, construidos bajo su propia dirección.
El primero de ellos, en 1863, se
instala en Nueva York. Y como no podía ser de otra manera, en el mismísimo Edificio Plimpton, en la
esquina de las calles Stuyvesant y E9 St, en el East Village.
Fotografía
antigua del Edificio Plimpton. (Imagen: NY Transit Museum).
El segundo se levanta en Newport (Rhode Island).
“La primera vez que los americanos patinaban cautelosamente sobre suelo
de parquet en un ‘roller rink’ público fue justo un año después de la Guerra
Civil, en un hotel alquilado en Newport, Rhode Island, un espacio que había
servido durante la guerra como sede de la Academia Naval de los EEUU. James Plimpton,
el inventor del patín moderno, convirtió – bajo el auspicio de su Club de
Patinaje de Nueva York (NYRSA) – la gran sala de estar del hotel en una pista,
llevó una carga de camión de patines para alquilar, y dio a una población
cansada de la guerra, una evasión del doble trauma del conflicto civil y el
asesinato presidencial”.[3]
De aquello hay noticia en un
periódico del 11 de agosto de 1866. El hotel en cuestión era The Atlantic House
Hotel. Pero a pesar de la moda, aún algún periódico de la época, como el Lowell
Massachusetts, lamentaba que la pista local (probablemente la primera de las de
Plimpton) fuera “la causa de más y peor inmoralidad […] en la ciudad, ¡incluso
que los ‘music halls’!”.
The Atlantic
House Hotel en Newport. (Imagen: Civil War Navy).
El salto a Europa no se hace esperar, y prueba
de ello es la instalación de otro “skating-rink” en el impresionante Crystal
Palace de Londres en 1865. Aquel edificio constituyó una atracción impresionante.
Las dimensiones originales de su planta eran de 653,25 m por 124, 35. Todo él
levantado en una estructura de hierro fundido que sustentaba los enormes
cristales que le servían de paredes y techos, algunos de ellos en forma de
grandiosas bóvedas. Fue construido con motivo de la Exposición Universal de
1851, por obra del arquitecto Joseph Paxton e instalado en Hyde Park. En la
exposición fue utilizado para albergar todo lo relacionado con los avances
tecnológicos, derivados de la Revolución Industrial. Pasada la Exposición, se
trasladó a una zona suburbial del sur de Londres: Penge Common. Allí fue
tomando el rol de gran parque de atracciones, ubicando tanto espectáculos
permanentes, como grandes eventos temporales, conciertos, exhibiciones, etc.
Incluía estación de tren y un gran complejo deportivo denominado Cristal Palace
National Sport Center, sede de importantes clubes y equipos, así como de
revolucionaras instalaciones como sus primeras piscinas y, por supuesto, aquel
tempranero “skating-rink”. El espectacular edificio desapareció finalmente en
1936 a causa de un incendio.
Espectacular
presencia del Crystal Palace de Londres. (Imagen: Crystal: De Philip Henry
Delamotte, Negretti and Zambra -
http://www.sil.si.edu/silpublications/Worlds-Fairs/WF_object_images.cfm?book_id=191,
Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2183219).
Otra imagen
de una de sus fachadas. (Imagen: en.wikipedia.org/wiki/The_Crystal_Palace).
Prueba del éxito de la fiebre por
el patinaje en Inglaterra fue que Londres alcanzara la cifra de 60 pistas de
patinaje con suelos de cemento, asfalto, madera o incluso mármol. Las
instalaciones lujosas eran frecuentadas por la aristocracia, mientras que las
más espartanas reunían, sobre todo, a estudiantes. La más reputada era la de
Prince’s Ground, del Club de Cricket y Patinaje sobre Hielo, tan exclusivo que
ni siquiera sus miembros podían invitar amigos. Entre tanto, en los EEUU, tal
tipo de instalaciones seguían colonizando ciudades en pleno proceso de
crecimiento y desarrollo, tal y como mostraron los casos de Cincinnati 1867 y Louisville 1869.
En Francia la moda no se hizo
esperar, comenzando por Boulogne-sur-Mer, pero en seguida desembarcando en Paris,
donde surgía más de una quincena de pistas que enseguida compitieron con los
bailes públicos. Los primeros “skating-rinks” tuvieron éxito entre la clientela
pudiente. Tras varios procesos civiles depresivos (guerra, revueltas, etc.) la
burguesía mostraba ganas de lujo, entretenimiento y diversión. Aquellas pistas
se convirtieron en escenario de fiestas fastuosas y su éxito hizo que, además,
se fueran popularizando en otros estratos sociales. La primera gran pista fue
inaugurada en noviembre de 1875 en el antiguo Circo de La Emperatriz, en la
rotonda de los Campos Elíseos. 1000 m2 cubiertos de una capa de
“betún” (asfalto “pionero”), “más pérfida que el hielo”. Tenía un invernadero,
un café, un restaurante y un bar americano, en los que se celebraban fiestas y
conciertos. Además disponía de la novedad de la luz eléctrica. Los miércoles
eran los días de entradas más caras, reservados para la aristocracia.
El Skating-Rink del Circo de los Campos Eliseos. (Imagen: Le
Skating-Rink au Cirque des Champs-Elysees. Illustration for L'Illustration,
Journal Universel, 4 December 1875).
“En 1870, por iniciativa de la colonia Americana de París, se crea una
pista de patinaje, en la calle Jean Goujon, que puede contener entre 600 y 800
patinadores. Es un lugar de encuentro de las élites estadounidenses,
canadienses y rusas, es, sobre todo, un lugar donde uno va a ligar”.
“Los extranjeros, preferentemente ingleses y estadounidenses, aparecen
participando casi siempre en la creación de estos lugares. Se formaron
empresas, a veces incluso fuera del territorio francés, para gestionar estas
instalaciones. Directores, empleados e incluso el material con frecuencia eran
de origen extranjero. Los nombres de algunos hombres de negocios exteriores, ya
presentes en París en otras industrias, regresan con regularidad. Charles
Goodwin, de origen estadounidense, fabricante de máquinas de coser y también de
patines, se encuentra entre las empresas que operan el Cirque y otra de
Luxembourg. Harding, distribuidor de tranvías, es también fundador de la
empresa que gestiona el patinaje de Eylau, así
como William Morris, propietario de varias pistas de patinaje en
Inglaterra, que es también uno de los patrocinadores de la compañía que opera
la Pista de patinaje Cirque des Champs Elysées”. [4]
Anuncio del Skating-Rink de los Campos Eliseos. (Imagen: pinterest).
Aún más suntuoso, el “Skating-Palais”
en la avenida del Bois-de-Boulogne disponía de una pista de 2000 m2
dentro de una atmósfera mágica llena de flores y torrentes de luz. En el jardín
aún había más luces de todo tipo, una orquesta de 60 músicos y un faro de luz
que suponía toda una novedad. Allí se celebraban competiciones divertidas,
fiestas, bailes y exhibiciones.
“Las empresas que participan en la construcción de estos lugares son
muy conocidas: la Compañía General de Asfaltos de Francia realiza la pista de Skating-Palace,
los grandes almacenes del Louvre y las tiendas de la Paix aportan los muebles al
“skating-rink” de Luxemburgo, mientras que Walcker, fabricante de maletas, aporta
las alfombras de las paredes de los salones de Palacio de patinaje, mesas de
bambú, sillas de mimbre y mesas de billar chinas. Así es como se presentaba
esta instalación, considerada una de las mejores del mundo, cuando se volvió a
abrir el 9 de mayo de, 1877:4
"La pista completamente remodelada, la creación de una sala para
fumadores, una sala de conversación y un salón especialmente asignado a los
abonados, que viven en la riqueza de los muebles con la decoración artística y la
profusión de cuadros para colgar; todo ello nos da la certeza de que el Skating-Place
es el único establecimiento en París digno de que el público de élite haya
estado dispuesto a tomar bajo su especial protección"[5].
La de Faubourg-Saint-Honoré
ofrecía una pista al aire libre de suelo de mármol blanco de Carrara. Para
entrar, se atravesaba un hall con reproducciones de paisajes árticos con
animales polares, icebergs y mucha nieve. El suelo era de bloques de vidrio
imitando hielo.
Fachada de
entrada al Skate-Rink de Faubourg-Saint-Honoré. (Imagen:
http://books.openedition.org/pufr/621?lang=es).
Cartel
anunciador del Skating-Rink de Faubourg-Saint-Honore. (Imagen: Pinterest).
En el de la Chaussée d’Antin
predominaba la arquitectura de vanguardia, con carpintería metálica sobre
columnas de forja. La sofisticada pista era de lecho asfáltico recubierto de
polvo de pizarra aplicado en caliente y posteriormente pulido. Algunas tardes
se disputaban carreras que atraían gran cantidad de espectadores.
Máximo lujo
en el Skating-Rink de la Chaussée d'Antin. (Imagen:
http://books.openedition.org/pufr/621?lang=es).
Las salas de baile tuvieron que
reaccionar. El de Bullier transformó una de sus salas pseudo-moriscas en pista
para patinar. Organizaba tómbolas, torneos y carreras hacia adelante, atrás y
contrarreloj. Lo frecuentaban
estudiantes y residentes del barrio latino. El Vert-Galant se transformó en el
skating-rink de Pont-Neuf. Las que disponían de varias salas preparaban una
para patinar. Las que no, la reservaban algún día de la semana. Mabille,
Valentino, Le Casino, etc. fueron otros locales que se sumaron a la tendencia.
Incluso los genuinos cafés-concierto,
como l’Alcazar, el Moulin Rouge o el Folies-Bergère, frecuentados por la
sociedad “undreground” (y crápula) de la escena libertina parisina, sucumbieron
a los encantos temporales del patinaje. A todo ello había que sumar el Plimpton’s
skating-rink (desmontable); otra dentro del enorme complejo gimnástico de
Eugène Paz; el Skating Rivoli para las exhibiciones del bailarín patinador Desmarets
(estrella del Teatro de la Porte Saint-Martin); o la Escuela de patinaje de la
calle de Roma. Todo este inventario demuestra que aquella moda pegó fuerte en
la sociedad de la época. Y fue algo que no solo recorrió Europa, sino la
totalidad del mundo desarrollado (Asia incluida). Pero en cualquier caso, se
trató de una tendencia pasajera como sugiere el dato de que ya en 1880, por
poner un ejemplo, no quedaba ni un solo “skating-rink” en Paris.
Al referirme hace unas líneas al
establecimiento de la tendencia de los “skate-rinks” en Asía, no mencioné el
éxito que dicha tendencia tuvo en Hong-Kong y Shanghai. Pero me voy a alejar
aún un poco más para continuar con el relato, pues en Australia[6],
la irrupción del patinaje fue notoria y generó un gran desarrollo del deporte
del patinaje sobre ruedas.
En aquella época fueron varios
los especialistas que hacían giras internacionales llevando su arte del
patinaje consigo. El virtuoso americano (sobre hielo y ruedas) William Fuller
(años 1860) fue contratado por un director de circo australiano y llevó el
patinaje a un país donde jamás había sido visto. Debutó en el Teatro Real de
Melbourne y fue tal el éxito, que la modalidad hizo furor en el país. Después
recorrió el mundo dando exhibiciones ante las más altas jerarquías, sobre
ruedas o cuchillas en función del clima de cada lugar.
Su compatriota y coetáneo Jackson
Haines introdujo mucha técnica de baile en el patinaje, su biografía es
incierta y poco accesible, pero deja claro que fue el responsable de toda una
revolución de estilo en el patinaje. No del todo comprendido en su país, emigró
a Europa donde obtuvo un éxito impresionante. Inventó la pirueta y muchas otras
figuras artísticas. También él patinaba sobre hielo y ruedas. Enseñó la
adaptación del vals sobre hielo a los vieneses. De hecho, el traslado de
determinados bailes de salón al patinaje es parte importante de su legado. Para
ello utilizaba unas botas fijas a sus patines mediante pletinas de metal
atornilladas y algunas otras invenciones. Haines falleció en el invierno de
1875 por una pulmonía contraída durante un viaje en trineo desde San
Petersburgo a Estocolmo.
Fotografía del mítico
Jackson Haines. (Imagen: skateguard1.blogspot).
Un tal George Coppin importó para
Melbourne 200 pares de patines de Plimpton en 1866. Curiosamente, en ese mismo
año (marzo) en Victoria se presenta una solicitud de patente a favor del
apellido Hobart, para un diseño y especificaciones idénticos a los de Plimpton.
Pero enseguida se sucedieron más: Leopold Burmeister (11 de junio); Thomas Rea
(20 de junio) para un patín “… con una única línea de ruedas que giraba sobre
dos centros de apoyo”; Frederick Droop (19 de julio) un método de “guiado de
patines por la inclinación y presión del pié”; William Bourne Say (19 de julio)
hizo un intento infructuoso de patentar un patín con “un modo de obtener
movimiento basculante, facilitación de giro, eje metálico y ruedas hechas de
pieza única”; Robert Anderson (1 de septiembre) “… un sistema de rótula
mediante el cual el movimiento circular está asegurado” (también denegado); y
finalmente Horace Kimball (9 de mayo de 1871). Aquello fue la consecuencia de
la irrupción del efecto Plimpton en Australia, especialmente a través de su
director Robert J. Aginton y la Winslow Skate Companny.
George Selth Coppin, el
mencionado importador, previamente fue actor y empresario del mundo del
espectáculo, y el primero en introducir el patinaje sobre ruedas en Melbourne
en su Apollo Music Hall (1866). Fue la causalidad la que quiso que Coppin
anduviera en funciones de agente por los EEUU cuando allí se desató el fenómeno
Plimpton, y aprovechando la oportunidad fichó al Professor Fuller en Nueva York
, “el campeón del mundo de patinaje” para dar exhibiciones e impartir
enseñanzas en su regreso a Melbourne. Nacido en Boston, William H. Fuller había
sido el campeón de los EEUU en 1865 y 1866, enlazando con Jackson Haines
(“padre del patinaje artístico moderno”). Fuller “introdujo el patinaje sobre
ruedas al público australiano” tras doce noches de actuaciones en el Apollo en
abril de 1866. En 1884, el autor de Roller Skating Made Easy escribió:
“Escribiendo sobre el patinaje moderno, es interesante ahora recordar
el logro de Mr. William H. Fuller, un joven americano, quien dejó Nueva York en
1865, y dio exhibiciones de patinaje sobre ruedas mientras cruzaba el continente
hacia California. Desde San Francisco navegó hacia Australia, practicando en
cubierta durante el viaje. Tras permanecer muchos meses en Australia, se fue a
la India, Turquía, Egipto y después a Rusia, en el congelado Norte, donde uno
naturalmente podría esperar que encontrase el patinaje en su más grandiosa
perfección; e incluso allí, él ‘asombró a los nativos’ con su habilidad en
‘patinaje artístico’ que les pareció maravilloso a los rusos”.
El empresario también regresó con
el conocimiento suficiente como para patentar y comercializar “la patente de
patines de ruedas Coppin”, y todo aquello que consideró necesario para replicar
el éxito de Plimpton. Goerge Henry Tipper le alquiló el Apollo para poner en
marcha el Tipper Skating Rink (el primero en Australia), que abrió en mayo de
1866, un mes después de la primera exhibición de Fuller. El edificio se
completaba con el hotel Haymarket, propiedad precisamente de Tipper. En junio
se anunciaba la creación de La Asociación Nacional de Patinaje para el establecimiento
de pistas y la fabricación de patines bajo la patente de Coppin, y que los
Clubes Melbourne Skating Club y Victoria Skating Club se reunirían en
determinados días de la semana. Todo el proceso fue una réplica idéntica del
seguido por Plimpton en su país: tanto desde el punto de vista técnico como
estratégico y comercial. El negocio como tal funcionó con gran éxito durante
cinco años. Y las solicitudes de creación de pistas bajo aquella patente por
todo el país pronto llegaron a 50 (julio 1866), esperándose muchas más, con la
consiguiente necesidad de patines, cánones de uso, etc.
Más tarde en el mismo año 1866,
el Teatro Príncipe de Gales de Sydney sufrió una gran transformación para
convertirse en “skating rink” para el debut en Australia del Professor Taylor,
campeón de patinaje de Canadá. Aquella funcionó como la primera pista de
Sydney.
Robert James Aginton, “El
Monarca” de América pareció por primera vez en Australia en el Royal Exhibition
Building de Melbourne en diciembre de 1886, Su carrera como patinador había
comenzado una década antes como manager de Plimpton en Filadelfia desde 1877.
Ayudó a Plimpton a establecer la popularidad del patinaje sobre ruedas en
Baltimore, Washington, Atlantic City, Nueva Jersey, Lowell, New Haven, Worcester,
Connecticut Boston. El suministro de patines Plimpton se agotó en aquellos años,
justo cuando comenzó su andadura la Samuel Winslow Skate Company de Worcester
en Massachusetts. Su línea de modelos “Vineyard” se convirtió en el patín más
popular de los fabricados en los ochenta (del S. XIX) vendiéndose a un precio
razonable. Frank Wislow era el propietario de las pistas de Boston y Vineyard y
sin duda emparentado con Samuel Ellsworth Winslow quien había fundado la
compañía de patines con un hermano.
Aginton dejó a Plimpton para
trabajar con Frank Winslow como patinador profesional, dando exhibiciones a
través de Norteamérica en las numerosas pistas que habían ido surgiendo.
Ambos se separaron en 1886 y Aginton inició una exitosa gira mundial de espectáculos con el famoso ciclista W. S. Maltby. La gira coincidió con la llegada a Australia de los emprendedores de pistas de patinaje Ridgely y Washburn. Aginton decidió regresar a Australia una vez finalizado su tour porque consideraba que era allí, en ese momento, donde mayor popularidad disfrutaba el patinaje sobre ruedas. Su título de campeón del mundo permaneció imbatido durante varios años en aquella década. En 1887 compitió en St. Kilda contra H. J. Wallace (de Filadelfia) por 200 libras y en título mundial. El concurso se realizó en modalidad de patinaje “científico” (artístico) y Aginton venció por unanimidad pese a que Wallace fue muy habilidoso y brillante, un patinador sobre hielo que aseguraba que había llegado a ser campeón sobre ruedas en los EEUU. En cualquier caso era un profesional más de los que Rigley llevaba a Australia en giras. Las actuaciones de Aginton en Australia eran muy exitosas, y era contratado por 100 libras a la semana en la pista de patinaje del Palais de Luxe de Melbourne. En mayo de 1889 abrió y dirigió el recién construido Darlinghurst Skating Rink de Sydney. Allí importaba patines Winslow “Vineyard” para alquilaros o venderlos.
Ambos se separaron en 1886 y Aginton inició una exitosa gira mundial de espectáculos con el famoso ciclista W. S. Maltby. La gira coincidió con la llegada a Australia de los emprendedores de pistas de patinaje Ridgely y Washburn. Aginton decidió regresar a Australia una vez finalizado su tour porque consideraba que era allí, en ese momento, donde mayor popularidad disfrutaba el patinaje sobre ruedas. Su título de campeón del mundo permaneció imbatido durante varios años en aquella década. En 1887 compitió en St. Kilda contra H. J. Wallace (de Filadelfia) por 200 libras y en título mundial. El concurso se realizó en modalidad de patinaje “científico” (artístico) y Aginton venció por unanimidad pese a que Wallace fue muy habilidoso y brillante, un patinador sobre hielo que aseguraba que había llegado a ser campeón sobre ruedas en los EEUU. En cualquier caso era un profesional más de los que Rigley llevaba a Australia en giras. Las actuaciones de Aginton en Australia eran muy exitosas, y era contratado por 100 libras a la semana en la pista de patinaje del Palais de Luxe de Melbourne. En mayo de 1889 abrió y dirigió el recién construido Darlinghurst Skating Rink de Sydney. Allí importaba patines Winslow “Vineyard” para alquilaros o venderlos.
Cartel anunciador de Robert Aginton, “El Monarca”, en el Olympian Club,
San Francisco, 1890. Aginton
había viajado a Australia 3 años antes, después regresó a Melbourne donde se
hizo instructor profesional y abrió “rinks” en Sydney y Toowoomba. (Fuente: The Morning Call newspaper,
San Francisco, Sat 22 Nov 1890, p 2).
Otro ilustre pionero del patinaje
sobre ruedas australiano fue Francis Peter Charles Beyer. Conocido en su país
como el “Padre del Patinaje”, nació en Melbourne en una familia de 12 hijos,
cuyo padre era un profesor de gimnasia alemán. Empezó muy joven como barbero,
aunque pronto puso en marcha un taller de alquiler y reparación de bicicletas
en los ochenta (S. XIX). Para entonces habían sucedido algunas cosas respecto a
los “sakting rinks” de la ciudad. El pionero de Tipper fue destruido por un
incendio en 1872. En las Navidades de ese mismo año el hueco fue cubierto por
el Melbourne Skating Rink de Joseph Lowe. Y en pocos años, sus rivales los
hermanos William, George y Frank Roberts abrieron el St. Kilda Assembly Hall,
promocionándolo como “el encuentro de la élite de Melbourne”. Este último
estaba a un minuto caminando de la estación de tren de St. Kilda, el parque
playero de la ciudad, y funcionó hasta comenzados los años ochenta de aquel
siglo.
Algunos años después, se puso en
marcha el Elite Columbia Skating Rink, una enorme estructura de madera en
frente de la estación de St. Kilda. Este incorporaba una escuela de ciclismo.
Era propiedad de Albert N. Ridgely y funcionaba como la Elite Columbia
Roller-Skating Rink Company Limited, aprobada por las normas de la Central
Board of Health a cuya dirección pertenecía Coppin. El Elite Columbia en St.
Kilda, en 1890 albergó un campeonato del mundo de polo sobre ruedas, beisbol
americano y exhibición de ciclistas de clase mundial. El negocio de bicicletas
de Beyer estaba situado a muy poca distancia y es probable que él mismo
comprara el negocio cuando fue vendido en 1889. Un cobertizo de madera se quemó
en la madrugada del 22 de diciembre 1900 y fue arrendado y ocupada por Beyer.
El fuego destruyó la pista de patinaje y todo su contenido. Empezó con una
pista al aire libre, hasta que tuvo otra bajo cubierta en abril de 1911. La
llamaron “Elite Skating Rink”, como la que se quemó. Media pista era cubierta y
la otra media al aire libre entre jardines, e integrada en los salones de té
que gestionaba su mujer y albergaban fiestas, bodas, etc. La pista estaba
techada con “cristal líquido”, tenía gradas, buffet y una zona para orquesta, y
además era convertible en teatro. Esta instalación tuvo sucesivas
transformaciones, propietarios y nombres, hasta ser demolida en 1937. Mucho
antes, con el cambio de siglo, Beyer se asoció con R. G. Webb y juntos se
hicieron los mayores promotores y desarrolladores de “skate rinks” de
Melbourne, Victoria, Adelaida, Birsbane y Nueva Zelanda. Por entonces el hockey
sobre ruedas (roller polo) empezaba su existencia e iba cobrando fuerza por
aquellas latitudes. Mientras que Webb en ocasiones ejercía de árbitro de
partidos, Beyer fue campeón australiano de patinaje y jugó a “roller polo”
varios años. En 1905 resucitaron el Centennial Exhibition Skating Rink
(previamente establecido por Ridgely en el Exhibition Bulidings de Adelaida en
1888). Allí Beyer fue ayudado por el Professor John Charles Caldwell, “Campeón
de patinaje sobre ruedas de Australia”, procedente de Melbourne y que había
entrenado a muchos de los mejores patinadores sobre hielo del país. Abrieron la
instalación (Webb’s Olympia) en 1904, con 3000 pares de patines, expertos
patinadores sobre ruedas de Melbourne como instructores y el eslogan: “Por qué
vivir siendo miserable cuando puedes vivir y ser feliz visitando el Olympia –
dos horas de diversión por seis peniques”.
Francis
Peter Charles Beyer, posando con patines y medallas de “roller polo”. El hockey
sobre ruedas fue inicialmente conocido como “roller polo” debido a la
introducción del Polo en 1876, cuando los patines tomaron los “rinks”. El
primer partido conocido se celebró en 1878 en el Denmark Rink de Londres. El
deporte llegó a los EEUU en 1882 con la creación de la liga nacional en Dayton
(Ohio) y equipos de siete ciudades. En 1884 la liga de Massachusetts contaba
con 14 equipos. Por Europa se empezaron a crear equipos en torno a 1901, pero
en Australia ya había pistas en 1884, con las visitas de grandes figuras del
patinaje, algunas de las cuales permanecieron en el país dada la popularidad de
esos deportes. ([Postcard held by State
Library Victoria]. Beyer's Crystal Palace Rink, Richmond | 1911).
Emplearon a 39 instructores,
mecánicos, dependientes y engrasadores en Adelaida, pero como el mismo Beyer
reconocería, las pistas solían tener corta vida, funcionado algo más de 4 meses
hasta que la fiebre pasaba. Webb afirmaba haber puesto en marcha “rinks” en
Newcastle-on-Tyne, Exeter, Bristol, Dublín, Edimburgo, Glasgow, Bath,
Birmingham y Shefield en Gran Bretaña; varios lugares en América; Johannesburgo,
Kimberley, Pretoria, Ciudad del Cabo, Port Elizabeth, Pietermaritzburg, Durban,
Ladysmith y Harrismith en Sudáfrica; Bombay y Calcuta en la India; Burma;
Oamaru en Nueva Zelanda; Tasmania; y en la mayoría de estados australianos.
Beyer tenía 44 años en 1904 y aseguraba haber estado involucrado en la
implantación de “rinks” desde 1882 apuntando que “el pasado proviene únicamente
desde hace unos 35 años en total, habiendo sido inventado por Mr. James L.
Plimpton, de Nueva York”. Durante aquellos años, gestionó además el Crystal
Palace en Richmond, el Jubilee Skating Rink en Carlton, y el Victoria en South Yarra.
Harley Davidson, patinador de velocidad de Minnesota y campeón del mundo
sobre patines, 1912. Vistiendo una bandera
norteamericana alrededor de su cintura, fue la atracción de apertura de la
temporada de 1913 del Luna Park St Kilda en Melbourne. (Imagen:: State Library of New South Wales).
Fred
Richardson, campeón del mundo de larga distancia. Crystal Palace
Skating Rink, Richmond, Victoria, 1909. Patinó
430 millas. (Fuente: Photo by, F. Schmidt, Hampton. State Library of
Victoria).
Elite Skating Rink, St
Kilda, 1911–16. Peter Beyer posa al frente a la
derecha. (Imagen: sin fecha. [State Library of Victoria]).
Beyer y el equipo de polo del Crystal Palace, 1908. Vencedores de Victoria. (Imagen: [State Library of Victoria]).
Las hijas de Beyer formaban casi
el equipo completo de “roller polo” de Victoria. Hilda fue una celebridad
deportiva a los 26 años haciendo una gira por Alemania, Sri Lanka, Noruega,
Italia, Francia, Inglaterra y Nueva York. Ella y Rubena fueron patinadoras
profesionales y jugadoras de “roller polo”. Ambas favorecieron el desarrollo
del patinaje australiano sobre ruedas. En Brisbane las anunciaban como “las
Fantásticas Lady Patinadoras… las patinadoras campeonas y el equipo australiano
de polo encabezado por las señoritas Hilda y Ruby Beyer”.
Hermanas Beyer, 1911. Hilda
Florence Beyer (1884-1944) y las hermanas Beyer en el equipo de “roller polo”.
(Imagen: [ca.1911-ca.1918, State Library Victoria]).
Los patines Winslow, talla 9, de Rubena Beyer. 1889. Hilda
(1884-1944) y su hermana Rubena (b. 1887) eran patinadoras profesionales y
estos eran los patines de Ruby cuando apenas tenía 22 meses. (Imagen: Image,
c1908, State Library Victoria).
En España parece que se empezó a
patinar a finales del siglo XIX, aunque no dispongo de fechas precisas al
respecto. La “Kursaal” en Barcelona fue una de las primeras pistas del país, y
probablemente la más pujante en aquella moda que en la Ciudad Condal cuajó con
fuerte arraigo. La construcción de pistas, tal y como ocurriera en otros países
europeos, fue progresivamente en aumento y ejemplos de ello fueron las de “Iris
Park”, “El Globo”, “Maricel”, “Skating”, “Turó Park”, “La Salud”, “Luna”, etc. El
“Turó Park” llegó a ser uno de los mayores equipamientos deportivos al aire
libre de Barcelona. Se inauguró el 8 de junio de 1912:
“El local es magnífico y reúne las mejores condiciones. Los invitados
admiraron especialmente la espaciosa plaza de fiestas, el jardín destinado a los
niños, el ferrocarril en miniatura, la pista de patinaje artístico, la
pintoresca fuente de Santa Eulalia, las pistas de lawn-tenis, cuartos de baño y
aseo, etc.”[7]
Por su parte, la pista del
“Cerro” tenía un uso lúdico para el público, aunque en el verano de 1916 se
preparó para albergar el primer torneo de hockey sobre patines que se celebró
en España. Fue organizado por la Sociedad Kursaal Skating Hockey Club y en él
participaron cuatro equipos. Aún así, el primer partido del que se tiene
noticia fue en 1905.
“Jóvenes
patinando en el Turó Parc”, Barcelona, 1916. (Imagen: Autor: Ignasi Canals i Tarrats (AFCEC_CANALS_B_05071) Arxiu Fotogràfic
Centre Excursionista de Catalunya).
“Globo
aerostático en el parque de atracciones del Turó Park”. (Imagen: Autor Josep
Brangulí, 1879-1945 Títol: Globus aerostàtic al parc d'atraccions del Turó Park
de Barcelona; Data: 01/01/1914
fotografiacatalunya.cat).
En cuanto a Cantabria, su capital
Santander tuvo, al menos que yo alcance a tener referencias de ello, dos
“skating-rinks” que avalan la existencia de cierta práctica del patinaje en
fechas pioneras. De hecho, en el año 1889 se creaba un club ciclista denominado
“Veloce Club” en la sede del gimnasio del profesor Cotterau, en el que el
francés proponía atractivas “Sesiones Clásicas Musicales” para las cuales el
gimnasio era adaptado temporalmente, tanto como velódromo o como
“skating-rink”. Se sabe que por las mismas fechas también Bilbao gozaba del
suyo. Algo más tarde, ese mismo año, se inauguró un velódromo en la zona del istmo
de la península de la Magdalena en Santander. En el área interior al anillo, se
creó una pista de cemento que servía tanto para la enseñanza del uso de
bicicletas, como para la práctica del patinaje.
Es de suponer que en muchas otras
ciudades españolas el patinaje fuera bien acogido entre los vecinos más
deportistas, más activos, más innovadores o más atentos a las “modas de
sociedad”. Me consta que en Alemania el número de “skating-rinks” existente en
algún momento del final del siglo XIX superaba los 60. Parece lógico pensar
que, como mínimo, en la mayoría de los países por los que las grandes estrellas
fueron ofreciendo actuaciones y demostraciones, el efecto sería parecido. Los
ejemplos británico, sobre todo francés y australiano, además del barcelonés,
nos sirven para hacernos una buena idea de “la que lió” Plimpton con su invento
y con su visión comercial estratégica. Y todo ello a pesar de que incluso sus
modelos más mejorados, tenían un grave defecto: deslizaban realmente poco, apenas
“corrían”. Quizá esa fuera una de las causas de que el impacto de su moda fuera
tan breve en muchos de los territorios que iba “colonizando”.
Pero ese defecto pronto se vio
resuelto. Los rodamientos de bolas encontraron utilidad en torno a 1860 cuando se
empezaron a emplear en los ejes de las bicicletas (velocípedos aún por aquella
época). Y es en 1884 cuando los patines dan otro salto cualitativo histórico
gracias a que en Chicago, Levant Marvin Richardson tiene la idea de fabricarlos
con rodamientos de bolas. Empezó a hacerlo con unos modelos de ejes fijos, lo
cual hacía que rodaran bien pero que no sirvieran para sustituir a los de
Plimpton, mucho más maniobrables. Pero pronto los perfeccionó con el sistema de
ejes basculantes basado en las ideas de Plimpton y con cilindros de caucho que
permitían a los ejes torcer y recuperar la posición estable. Con esta mejora
los patines casi alcanzaron la perfección. Aún pasaría mucho tiempo hasta que
apareciera el siguiente gran cambio importante en la forma de las ruedas de
materiales plásticos (las de metal lo hicieron ya en 1910). La implantación de
los rodamientos en los EEUU fue veloz y alcanzó ya Francia en 1889, año en el
que se inauguró el Palacio de Invierno. Un año más tarde se levantó en Londres
el Grand Hall del Olympia, la pista más grande jamás construida, capaz de
acoger a 10.000 patinadores.
Anuncio de
Patines Richardson. (Imagen obtenida del artículo: “Oh where, oh where, can
roller skating be found in the Modesto community?”; Guest article by Robert
Alsted (en Modesto View Por Brandilyn Brown, 2015).
En 1984 Richardson obtuvo una
patente por la utilización de rodamientos en las ruedas de los patines, y en
1889 fundó la Richardson Ball Bearing and Skate Company (Compañía Richardson de
rodamientos de bolas y patines), la cual proveía de patines a la mayoría de
patinadores profesionales de la época, incluído Harley Davidson (que no tiene
nada que ver con los fabricantes de motocicletas). El lema de la marca era:
“Belleza de diseño – Fuerza y durabilidad – No sacrificamos la calidad a costa
del precio”. Richardson supo labrarse muy buen prestigio de marca gracias a
mantener la presencia de sus patines en las mejores pistas y a lograr que los
patinadores profesionales más afamados utilizaran sus patines. El caso de
Harley Davidson es notorio porque en aquella época debía de ser el más veloz de
todos. Tanto sobre ruedas, como sobre hielo. Ganó 3035 de las 3630 carreras en
las que participó a lo largo de su carrera, tuvo récords mundiales de velocidad,
media y larga distancia, como el de 10
millas en 32’ 41” 25. En un artículo que le dedicaron cuando tenía 44 años, el Milwaukee
Journal señalaba "ha roto más récords y tomado parte en más eventos de
toda clase de deportes que cualquier otro atleta mundial en la actualidad –
incluyendo correr, natación, pista, boxeo, beisbol, ciclismo, lacrosse, lucha y
patinaje sobre hielo o ruedas”. Su padre fue competidor de carreras de patinaje
sobre hielo, y a todos sus hijos los calzó con patines de ruedas a medida que
iban aprendiendo a andar. Y desde luego que el afamado patinador supo cumplir
bien su papel para la causa de su patrocinador, tal y como demuestra su
siguiente declaración escrita:
“Tras unos ventiseis años de trabajo activo y experiencia práctica con
patines de ruedas, cubriendo desde los viejos días antes de que sus rodamientos
de bolas salieran al mercado hasta el presente, tanto como gestor de rinks como
patinador de velocidad y exhibición, estoy realmente cualificado para juzgar
los méritos de varios tipos de patines en el mercado actual, así como los que
han estado comercializándose durante la década pasada, y puedo afirmar sin
vacilación que el patín Richardson ha sido siempre y es en este momento el
mejor patín, en mi opinión, del mercado, aunando los elementos esenciales
necesarios en un patín sencillo y verdaderamente práctico, y sumando todos los
méritos del mismo es por lo que puedo referirme a él como en no va más de la perfección en la
fabricación de patines, y atribuyo mi éxito en mantener el campeonato del mundo
desde el año 1904 hasta la actualidad a la genuina excelencia de su patín,
utilizando como yo hago uno de serie, y no alguno de fabricación especial. La
facilidad y seguridad que siento mientras rindo ante las más difíciles hazañas
hacen que mi trabajo sea un placer y me han colocado en el más alto rango de
los patinadores de exhibición.” (Firmado Harley davidson)[8].
El aclamado
patinador de velocidad Harley Davidson posando para una fotografía. (Imagen de
artículo: Pete Ehrmann: “Hell
on wheels: Harley Davidson”; onmilwaukee.com).
Otro sujeto a destacar, por lo
anecdótico de su proeza, fue un
patinador llamado Donovan que ganó una carrera de seis días sobre patines, en
marzo de 1884 en el antiguo Madison Square Garden de Nueva York, alcanzando la
cifra de ¡1091 millas!.
El problema del patinaje de final
del siglo XIX, tenía bastante que ver con lo que aún nos encontramos ahora: la
falta de infraestructuras que permitan o faciliten realmente patinar largas
distancias o recorridos. Ahora es una cuestión de tráfico rodado de vehículos a
motor lo que nos limita el empleo de carreteras y nos mantiene en los
carriles-bici o trazados asfaltados muy concretos. Entonces, el problema era la
calidad de los pavimentos. Pero, como la vocación de desplazarse patinando
existía, muchos fueron los que empezaron a ingeniar propuestas de patines que
permitieran rodar casi por cualquier tipo de piso. Esta fue la causa de que
muchos apostaran por el empleo de ruedas mucho más grandes confeccionadas con
radios al estilo de las de las bicicletas. Se les llamaron ciclo-patines o
patines-bicicletas. Llevaban incorporadas bandas de rodadura de caucho macizo o
incluso neumáticos. Los había de una rueda por patín, dos o tres. Lo más
frecuente era de dos, montadas en línea o en paralelo. Por ejemplo en 1895 los
ingleses utilizaron los “road skates” Ritter, patines con dos ruedas de 15 cm
de diámetro bajo el pié, de 3 kg de peso cada uno. En Francia, en 1898
aparecieron los ciclo-patines de Richard-Choubersky, que aún a día de hoy se me
antojan con bastante buena pinta. Se organizaban carreras en el Bosque de
Boulogne o incluso sobre el recorrido París-Versalles-París. Toda esta
evolución tuvo su momento, pero fue breve y no alcanzó posterior continuidad.
Patinador norteamericano calzado
con unos ciclo-patines. (imagen: By Bain Collection - Library of Congress,
Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=16236662).
El patinador
Paul Granclaude, que participó con su hermano Louis en las carreras del Bosque
de Boulogne en 1898 y 1899). (Imagen: [Collection Jules Beau. Photographie
sportive] : T. 7. Année 1898 / Jules Beau : F. 6v. Weismann, gagnant
du tir du Lendit, Auteuil; Paul Grandclaude).
Sin embargo, las mejoras
implantadas en los “quads” (gracias a los rodamientos) hicieron que su
utilización se mantuviera, aunque a diferentes ritmos y niveles de popularidad,
en distintas zonas del mundo. Y fue precisamente esa persistencia la que permitió
que su empleo se mantuviera hasta la llegada del “nacimiento” del deporte
moderno, que, si bien ya llevaba varias décadas desarrollándose en algunos
países, especialmente de influencia anglosajona, a principios del siglo XX alcanzaba
a contagiar a los aficionados al patinaje y generaba el surgimiento de diversas
modalidades en forma del ya mencionado “polo sobre ruedas” o las carreras. Pero
ese fenómeno es un asunto tan interesante y documentado, que requeriría
demasiado espacio para ser tratado ahora. El caso es que por poner una fecha
fácilmente reconocible, podemos considerar que aproximadamente sobre 1910 los
“quads” disfrutaban de una segunda ola de éxito, la cual ya sería definitiva
para su permanencia hasta que hace relativamente poco tiempo (tres o cuatro
décadas) hayan sido sobrepasados por los actuales patines “en línea”.
Aunque la totalidad de todas mis
actividades sobre patines actuales las llevo a cabo con patines “en línea”, no
he querido deshacerme de mis “quads”. Los tengo mucho apego porque con ellos
aprendí a patinar (ya de adulto) y me hicieron disfrutar muchísimo durante
décadas. Mi paso por el hockey sobre patines en calidad de entrenador, también
es una etapa de mi vida que recuerdo con felicidad. Mi interés y afición a lo
retro, no es aplicable al caso del patinaje. Si lo es en cuestión de indagación
de las historias del pasado, pero no a la hora de escoger el material con el
que disfrutarlo. Así como con las bicicletas, no echo de menos los modelos más
actuales cuando pedaleo largas etapas sobre mis clásicas de los ochenta, creo que
con los patines me resultaría durísimo y descorazonadamente lento desplazarme
con modelos antiguos o simplemente viejos. En cualquier caso añoro utilizar mis
“quads” de bota de cuero para poder jugar alguna pachanga de “Floorball” (una
versión “light” del hockey sobre ruedas), o incluso poder patinar al ritmo de
la música en una suave y bonita pista en la que evolucionar libremente, y con
poca gente, con buena compañía femenina y algún bar agradable a mano, en el que
poder tomarnos alguna copa entre baile y baile.
[1] SAM NIESWIZSKI: “Rollermania”.
Découvertes Gallimard Sports et Jeux. Evreux, 1991.
[2] PETER m. SHEA: “Champagne From Six
to Six: A Brief Social History of Entertainments and ...”. Elocuent Books.
Durham, 2010.
[3] SCOTT GARNER: “From Ballrooms to
Discos, Tracking 150 Years of Roller Rinks”. Curbed.com.
[4] JOANNE
VAJDA: “Espaces de loisirs de la société cosmopolite parisienne. L’influence de l’élite voyageuse, 1855-1937”.
Presses universitaires François-Rabelais. Tours, 2005.
[5] BHVP, Actualités. Série 106, Lettre aux
abonnés, mai 1877.
[6] "The Next Wave," Legends of Australian Ice,
Ross Carpenter last accessed 31 Mar 2017, online http://icelegendsaustralia.com/1stIceChampions-builders1.html
Sus
trabajos en icelegendaustralia son la fuente principal de todos los datos
relativos a dicho país en este artículo, incluidas las imágenes.
[7] La
Vanguardia, 8 de junio de 1912; en Juli Pernas: Barcelona Sportiva, 2014.
[8] “Rolling
Through Time” By James Vannurden, Director and Curator Official Newsletter
of:
National Museum of Roller Skating. March 16, 2014. Lincoln.