viernes, 23 de octubre de 2015

VACACIONES (como cada temporada)

AVISO IMPORTANTE: acabo de tener una estupenda noticia, los libros generados a partir del blog y que hasta ahora auto-publicaba a través de Internet, pasarán progresivamente a ser publicados por una editorial en toda regla. El primero en ver la luz, será precisamente el que corresponde a esta última temporada, por tal motivo, la venta de los mismos a través de los enlaces a Lulu, han quedado suspendidos y el párrafo final de esta entrada tachado. En cuanto vayan saliendo los libros a la calle avisaré puntualmente ¡podrán ser adquiridos en librerías físicas! y desde luego en la tienda on-line de la editorial "La Biciteca" que es quien me ha propuesto esta aventura (muchísimas gracias Manu).


Como cada otoño, me tomo vacaciones de mi actividad bloguera. ¿Qué si seguirá activo el blog el año que viene? no puedo garantizarlo, aún es pronto para planteármelo. Si que hay algunos monográficos que me gustaría escribir, porque me han quedado pendientes, pero no sé si volveré a meterme en la misma dinámica de escribir semanalmente. En enero me pronunciaré al respecto. Agradezco todas las visitas de este año e invito a todos los visitantes a disfrutar de los contenidos del blog que son alrrededor de 120 entradas. Soy consciente de que su orden cronológico complica mucho la búsqueda por temas específicos (personajes, equipos, marcas, eventos, ciclismo, viajes, patines, kayak...), he pensado en reordenarlo todo de alguna manera pero siempre lo pospongo porque encuentro cosas mucho más interesantes que hacer.

Para los "lectores-lectores", aquellos que disfrutan de los textos sin prisa, en cualquier asiento o recostados y sin la presión de la pantalla, seguirán disponibles las versiones impresas a través de la venta por los enlaces correspondientes. Precisamente en breves semanas estará disponible el tercer volumen, el de la temporada 2015, que ha acabado siendo el más "gordo" de todos.

Un abrazo.


viernes, 16 de octubre de 2015

42. BALANCE



Un año más, y ya van tres, la temporada llega a su fin. La temporada de eventos, viajes y relatos. Mis actividades, lecturas y entretenimientos seguirán ocupando mi tiempo de ocio, pero sin estar vinculadas de manera supuestamente formal a una secuencia con significado propio. Llegado el otoño siempre me apetece un descanso. Desprenderme de la “obligación” autoimpuesta de tener que escribir cada semana. “Liberarme” de la sucesión de planes y actividades deportivas que con sus inscripciones, viajes, demandas de entrenamiento, etc. han estado manteniéndome muy ocupado durante meses. No es tiempo de lamentaciones ni penas, que va, me gusta estrenar sensación de ausencia de responsabilidades ociosas, sin tener que rendir cuentas, sin tener que programar actividades y disfrutando de la improvisación total para mi tiempo libre. El clima también sugiere este cambio de planteamiento, pues se torna más inestable y presenta mayor cantidad de jornadas lluviosas, ventosas o desapacibles. Además de todo esto, el primer trimestre del curso académico, resulta especialmente absorbente para mí. No sé calcular en cuál de los cuatro tengo más trabajo (desde luego el veraniego es con diferencia en el que menos, aunque siempre hay algo que hacer durante el mismo), pero si sé que así como en el segundo y tercero me resulta más fácil organizarme, porque las tareas y la agenda se aprovechan de la inercia ya implantada en el primero, en éste, todo es puesta en marcha, novedad, ajustes organizativos, actualizaciones de temarios, cambios, etc. Y todo el conjunto me lleva mucho tiempo extra, me demanda especial atención y en cierta medida me obliga a desatender casi todo lo demás. Así pues, llegados a este punto, una vez tomada la decisión de finalizar, es el momento de despedirse y hacer balance.

La temporada ha sido rica en actividad, más variada que nunca y desde luego ha generado un nuevo inventario de satisfacciones y experiencias irrepetibles y gratificantes. La progresiva diversificación de modalidades ha resultado un acierto, pues habiendo incluido la práctica del kayak, en el resto de disciplinas no he sufrido en absoluto sensación de reducción. De hecho me he “hartado” de bicicleta y me he “llenado” de patinaje. Y si he echado algo de menos, quizás, precisamente, hubiera sido un poquito más de piragüismo. De mi listado inicial de deseos (listado siempre optimista, exageradamente ambicioso y que simplemente me tomo como banco de referencia de posibilidades sin una sincera intención de completarlo) he hecho realidad una significativa mayoría. La lista estaba compuesta por eventos formalmente organizados, planes personales dados forma y hechos públicos para que fueran compartidos por la gente, y viajes nómadas. De todo ha habido suficiente. Pero también de todo he dejado de hacer cosas que me siguen motivando mucho y que tarde o temprano espero poder llevar a cabo en el futuro. En cualquier caso, ahora mismo, al reflexionar sobre la intensa temporada, estoy llegando a algunas conclusiones interesantes:

  • La participación en eventos organizados cada vez me interesa menos. Estoy disfrutando más de planes diseñados por mí mismo o por amigos. Planes normalmente más ambiciosos en duración, exigencia, etc. Planes que además siempre son novedosos y no repetidos. En este sentido ha dado la casualidad de que además de las actividades de este tipo organizadas por mí mismo o por mis conocidos, me he topado con el grupo de italianos encabezado por Gaetano, que precisamente hace lo mismo: organizarse la implementación de sus propios deseos deportivos. Tanto las experiencias propias, como las vividas con ellos (Roubaix y Pirineos) han resultado maravillosas, por lo que creo que es por esta vía por la que debería de encaminarme preferentemente en el futuro.
  • Dentro de los eventos “oficiales”, ha habido algunos que me han dejado profunda huella o que me han exigido mucha preparación y entrenamiento. Tal es el caso de las 24 horas de Le Mans patinando, la Eroica Hispania y la Travesía de las Landas en patines. Casi ninguna de ellas es posible realizarla por cuenta propia porque o bien requieren la infraestructura (circuito), o perderían el sentido que las justifica (Eroica) o necesitan bastante cobertura de logística y seguridad (la Travesía de las Landas). Lo que me ocurre es que aunque todas ellas me han llenado de plenitud deportiva y me han resultado estupendas (la Eroica con matices), en ninguna de ellas pretendo repetir. La razón no es otra que poner en valor la demanda de esfuerzo, tiempo y gasto que suponen, que aunque desde luego merece la pena, precisamente por eso mismo, de ponerlo de nuevo, prefiero apuntar hacia retos de similar entidad, pero que sean nuevos para mí. Y haberlos los hay y ya tengo algunos localizados en esa lista siempre inacabada que antes he mencionado.
  • En cuanto al resto de citas oficiales, ya no me resultan tan atractivas como antes. Es más, en lo deportivo he perdido el interés por sus propuestas, normalmente muy poco exigentes. Si acaso alguna me atrae un poco más por cierta singularidad cultural o de destino desconocido para mí, pero nada más, y en ocasiones la distancia del viaje no compensa lo que supone el acudir. Al ser, la mayoría de ellas, “eventos de día”, ni siquiera el encuentro con amigos y conocidos se presenta como un valor añadido, pues tales encuentros acaban siendo fugaces y aportan poca oportunidad para profundizar en las relaciones, algo que si ocurre en los planes de libre configuración, cuando somos capaces de diseñarlos para varias jornadas y en los que la intensidad de la vivencia crea y desarrolla verdadera camaradería gracias a la convivencia activa. Todas mis reflexiones, y ésta en particular, son absolutamente personales y por lo tanto únicamente válidas para mí. La colección de citas retro existentes fue precisamente la que me sirvió de catalizador para toda esta dinámica de actividad y relatos, por lo que sigo recomendado su realización y aplaudo tanto la creciente proliferación de propuestas como aquellos sanos intentos de “confederación” que puedan ir surgiendo. Lo que ocurre es que supongo que, en adelante, personalmente reduzca mucho mi asistencia a este tipo de citas y la limite a propuestas novedosas, relativamente cercanas o con algún valor añadido que me espolee de modo especial.
  • Los viajes nómadas han sido quizá lo que más me ha llenado este año, y considero que en eso me he quedado corto de realizaciones. Tengo que hacer más, aunque sea a costa de reducir todo lo demás. Al final, tres años después de tanta “challenge” todo parece haberse convertido en una especie de proceso no prediseñado, que me ha servido para volver a encarrilarme hacia lo que siempre me resultó más apasionante: emplearme en viajes itinerantes con identidad cultural y geográfica propia, por medio de algún medio de locomoción deportivo y bajo una organización propia e independiente. Eso siempre fue lo que más me apeteció hacer y ahora mismo he recuperado plenamente tal apetencia.
  • Del blog estoy este año especialmente satisfecho. He trabajado mucho en él y ello me ha reportado mucho disfrute. Aparte de las consabidas crónicas de las experiencias vividas y de mis particulares reflexiones más o menos filosóficas, e avanzado especialmente en la elaboración de capítulos monográficos en los que la labor de investigación y documentación ha sido intensa. Estoy contento con el resultado y he gozado mucho con el proceso, el cual me ha permitido conocer a personas muy interesantes, leer mucho y encontrar nuevas fuentes de información. Me he llevado importantes dosis de cultura relacionada con mis aficiones, por lo que en resumen estoy encantado. Pero no puedo negar que todo ello me ha llevado mucho tiempo, un tiempo del que ahora mismo no dispongo y que a medio plazo, no sé si me podré permitir invertir de nuevo. Aún me parece pronto para decidir si seguiré con la actividad narrativa o no. O si de hacerlo mantendré el actual formato. Por lo pronto llegan las vacaciones también en esta faceta, e igualmente son bienvenidas. Cualquier decisión al respecto queda pospuesta hasta enero.
  • Precisamente sobre mis escritos he recibido más alabanzas que nunca. Se ve que los asuntos temáticos o monográficos tienen su parcela de interés y público. Me alegra saberlo y me complace haber podio aportar algo. Precisamente es aquí en donde se me han quedado en cartera algunos temas que me parecen interesantes y a los que me hubiera gustado dar también salida. Por el momento quedan archivados y quién sabe si en el futuro podré recuperarlos y acabarán viendo la luz.
  • Llegadas estas fechas de balance, y siguiendo con el asunto de los escritos, puedo afirmar que he recibido bastante refuerzo personal por dos vías paralelas. Por un lado ha crecido claramente el número de personas que (conocidas o no) me ha expresado personalmente su felicitación por el trabajo realizado. Es gente que ha leído mis “ensayos” a través del blog o por medio de los libros impresos de otros años. Resulta toda una evidencia que a día de hoy sigue habiendo gente que aún coincidiendo en gusto por determinados textos se decanta de forma definitiva por diferente formato o soporte para la lectura. Tengo lectores que me siguen exclusivamente a través de Internet y bastantes que solamente lo hacen a través de los volúmenes impresos. Éstos últimos suelen leerme de seguido y con un año de retraso, pero algunos de ellos se han convertido en verdaderos entusiastas, lo cual me halaga y no me genera mayor sentimiento que un profundo agradecimiento. Y además están algunos auténticos “fieles” cuyo apego se manifiesta por ambas vías: la electrónica y la impresa, por lo general personas con quien me une una mayor vinculación, afectiva o deportiva. Por el otro lado, la fría cuantificación de visitas que el soporte tecnológico del blog me ofrece, muestra que las mismas siguen creciendo sin descanso. En todos y cada uno de los meses de este año, las cifras han superado claramente a las de los años anteriores. El perfil anual de visitas ha experimentado cierta variación pues esta temporada muestra “dientes de sierra” con una sucesiva alternancia de picos y valles, pero todo ello muy por encima de los años precedentes. Septiembre se ha vuelto a confirmar como el mes de mayor número de visitas, aunque en esta ocasión marcando menos diferencias con respecto al resto.
Evolución comparada de los tres años de blog. En 2015 los
datos de octubre incluyen únicamente las primera quincena
del mes.

El esfuerzo promocional del blog o de los libros ha sido prácticamente inexistente. Lo del blog se lo suelo comentar a algunas personas con las que entablo conversación en algunas de las actividades, y en ciertos casos envío un mensaje con la entrada de mi crónica a los organizadores del evento correspondiente. En ocasiones éstos deciden distribuir la información y en otras no. Si el evento ha sido más masivo noto cierto crecimiento de visitas, aunque en el caso de citas en el extranjero el efecto se ve lógicamente muy reducido. De los libros no hago promoción alguna, ni los llevo a los eventos “culturales” a los que me invitan a participar (proyecciones del documental “Retrovisión”, tertulias, presentaciones de libros de otros autores, etc.), ni los pongo en manos de ningún agente distribuidor. Me he limitado a regalar algún ejemplar a algunas personas muy concretas en ocasiones un tanto especiales. De hecho me consta que hay quién ha intentado adquirir alguno y no ha acertado a dar con el modo. Pero como todo este asunto es un puro ejercicio de entretenimiento y afición, no pretendo cambiar mi modo de actuar al respecto, eso sería labor de algún editor, pero tampoco lo busco y ellos, como es lógico, no me encuentran a mí o no les interesará lo que escribo. La cuestión es que con la actual manera de publicar obtengo retorno de valoración personal por suficiente cantidad de lectores y me lo paso genial durante todo el proceso de escritura.

Este año he visitado muchos menos países extranjeros. Que recuerde tan sólo Francia y Bélgica. Sin embargo, no tengo sensación de haber viajado menos ni de haberme perdido nada importante. A cambio, el territorio nacional me ha regalado experiencias estupendas. Lo que si he conseguido, y quiero declararlo con contundencia, es haberme podido librar completamente de desplazamientos en avión. Volar me gusta, pero como ya he señalado en varias ocasiones, no me gustan nada todos los procesos de acercamiento hacia y desde los aeropuertos, ni el maltrato cívico al que constantemente nos someten en las terminales, ni el incumplimiento de los horarios, ni las dificultades de transporte de los equipajes (especialmente la bicicleta), etc. Librarse de los vuelos ha sido un gran descanso mental, me alegro de no haber dejado este año ni un céntimo en ellos.

Continuando con las cuantificaciones, tengo que decir que este año las he prestado mucha menos atención. Sé que he rodado un 25% menos en bicicleta que el año anterior, apenas superando un poco los 3000 km. Ello se ha debido a haber aumentado la diversidad de modalidades con un significativo aumento del tiempo de dedicación al kayak. La temporada pasada dediqué más tiempo total a entrenar o participar en actividades deportivas (más de 300 horas, cifra no alcanzada en esta ocasión). En cuanto al número de sesiones ha variado mucho de unas modalidades a otras. El remo “indoor” ha pasado de 7 a 15 por dos razones, una probable: porque habrá llovido más; y otra lógica: al añadir el piragüismo entre los objetivos, había que entrenar un poco más el “tren superior”. La carrera a pié pasó de 29 sesiones a 10, lo cual puede ser interpretado directamente como casi un abandono temprano de la misma. La bicicleta ha pasado de 70 sesiones a 46; es decir, una importantísima reducción de sesiones (no tanta en kilometraje total) originada por “repartir” más las modalidades, sin embargo, las sesiones de larga duración han debido aumentar probablemente. El número de sesiones sobre patines también se ha visto reducido de 39 a 29, seguramente debido a que el calendario de eventos de este año finalizó muy pronto y después no seguí con su utilización. En piragüismo he pasado de 4 a 20, un importantísimo cambio originado por los nuevos objetivos y que ha servido para paliar cierto abandono de una práctica que me gusta muchísimo. En cuanto al esquí alpino, esquí de travesía y senderismo, las cifras de número de sesiones siguen prácticamente idénticas (4 o 5) en las dos últimas modalidades, mientras que el de pista pasó de 1 a 4 por circunstancias estrictamente laborales. El caso es que, en resumen, he entrenado significativamente menos, aunque lo suficiente como para acometer las actividades con garantías y margen de disfrute. Todo esto no es algo que me obsesione, por lo que dedico poco tiempo y rigor a su control, así que los cálculos son muy someros y no demasiado fiables. De hecho he llegado a la conclusión de que no resultan en absoluto necesarios, basta con adquirir ciertas rutinas de vida cotidiana activa y salpicar el calendario con algunas citas exigentes que le obliguen a uno a mantenerse en forma con suficiente antelación. Y eso sí… “apuntarse a un bombardeo”, o lo que es lo mismo aprovechar ocasiones y momentos para hacer algo de deporte divertido.

Finalizada la temporada, este año me he propuesto desconectar mucho más y no asumir por el momento propósitos de futuro para el que viene. Ni compromisos organizativos, ni retos personales, ni siquiera decidir aún si seguiré con una dinámica similar o con el proyecto de blog. Todo queda en el aire, suspendido hasta el año nuevo, porque tengo mucho que hacer en otros ámbitos de la vida y quiero concentrarme en prestarles atención. Me refiero fundamentalmente a aspectos vinculados a mi vida profesional, los cuales, si bien no se refieren al estricto cumplimiento de mi deber (que jamás relajo ni un ápice), tienen que ver con complementos de implicación voluntaria que en diferentes etapas de mi vida he abordado con gusto. Sobre todo embarcarme en proyectos de investigación o innovación. Asuntos en los que tengo algunos flecos pendientes de rematar y algunas nuevas ideas que poner en marcha.

en cualquier caso mi trabajo me mantiene bastante vinculado
a mi ocio.

Por si ello fuera poco (que no lo es), este otoño debería además ventilar algunas tareas pendientes que aún guardan relación con este ocio deportivo tan hiperactivo que me traigo entre manos. Cerrado el blog “por vacaciones”, he de maquetar el tercer libro y publicarlo a través del editor virtual que suelo utilizar. Es un trabajo moderado pero tirando a aburrido. Pero quiero hacerlo para dar servicio a esos lectores “de papel” que antes he mencionado. Además me hace ilusión completar lo que sería una trilogía deportiva singular. Otro asunto que quiero dejar zanjado tiene que ver con las restauraciones. Las tengo muy abandonadas y aunque no quiero ahora mismo generarme nuevos proyectos en tal menester, hay algunos que debo acometer y culminar ya. Traducido a lista de tareas significa: pintar y montar dos bicicletas muy especiales, y poner un poco a punto definitivamente unas cuantas de las que vengo utilizando habitualmente. Si soy capaz de hacer todo eso, seguro que para 2016, ya simplemente las ganas que me entrarán de utilizar todo lo restaurado, pondrán en marcha mi ánimo para nuevas aventuras y retos, aunque ya aviso de antemano que la mayoría de ellos, salvo contadísimas excepciones, serán actividades de diseño personal (o colectivo), no dependientes de organizadores formales.

Y sin mucho más me despido y aprovecho para agradecer la atención prestada por todos aquellos lectores virtuales o físicos de estas páginas, pues sin su presencia o existencia, escribir tanto carecería de mucho sentido. Poder expresar mis andanzas, pensamientos o recopilaciones de información es un privilegio cuando uno es consciente de que hay personas a las que les interesan los contenidos y disfrutan del modo en el que son narrados. He dejado para la despedida mencionar algo relativo a la recopilación artística que me ha acompañado a lo largo de esta temporada: la pintura. Tener que empezar cada capítulo con una obra distinta y en cierta medida alusiva al contenido del texto, me ha permitido revisitar a muchos de mis pintores favoritos, pero también me ha proporcionado una excusa para conocer a otros que de otro modo hubieran permanecido probablemente ignorados por mí. Me alegro haberlos encontrado y estoy satisfecho del resultado de la “galería”. Como es lógico el sesgo de la temática no me ha permitido traer otras obras o autores por los que siento especial debilidad, pero haberlo hecho hubiera distorsionado el sentido de la “colección”. Disfruté mucho de la selección de citas literarias de la primera temporada; a menudo me pongo la lista de reproducción de las canciones de la segunda cuando viajo conduciendo; y el proceso de recopilación de esta singular pinacoteca me ha hecho disfrutar también muchísimo. Tal es así que he decidido dejarla a modo de “exposición permanente” en Pinterest.


viernes, 9 de octubre de 2015

41, ERUDITOS (MENS SANA IN CORPORE SANO)

"Il Ciclista" Carlo Carrá (¿localización?)


Me comentan algunos de mis amigos lectores, que esta temporada de escritos y crónicas, cuando abordo algunos temas, les está dando la impresión de que en ellos se aprecia bastante trabajo de búsqueda y documentación. Afortunadamente, hasta el momento son comentarios que me transmiten más como cumplido que como crítica, o al menos eso parecen darme a entender. Evidentemente, tal apreciación (que no el halago) no me resulta inesperada, porque he sido plenamente consciente de haber aumentado el tiempo dedicado a lecturas, búsquedas, conversaciones y demás recursos de información. Lo que me gustaría dejar claro es que este “incremento” de fundamentación, lejos de haber supuesto un sacrificio personal, se ha convertido en un placentero entretenimiento que en muchas ocasiones me ha producido mayor recompensa lúdica y de felicidad que incluso algunas de las prácticas deportivas de las que tanto escribo. En definitiva, que el cultivo de los aspectos culturales que envuelven el mundo de mis aficiones deportivas me satisface casi tanto como la propia práctica de los mismos, lo cual, dicho sea de paso, me parece una excelente noticia de cara a afrontar la vejez con posibles alternativas de ocio para cuando el cuerpo vaya limitando sus prestaciones, proceso que espero me vaya llegando de forma natural y progresiva, sin sobresaltos repentinos.

Probablemente todo esto tiene que ver con mi afición a la lectura, una pasión que mantengo desde hace muchos años y que se ha desarrollado tanto en el ámbito de mi vida profesional, como en el privado. Me gusta leer, mucho y variado. Leo prosa, nada de poesía, manías que uno tiene. Y una cosa que me ha ido sucediendo a lo largo de la vida es que lo que comenzó siendo una preferencia casi absoluta por la novela, ha ido progresivamente perdiendo cada vez más cuota de dedicación a favor del ensayo, el cual, lo confieso, si me “toca” la fibra de interés, llega a satisfacerme incluso más que una excelente novela. A una clasificación tan simplista también habría que añadir los relatos de viajes y otros tipos de géneros literarios, desde luego, pero no es mi intención continuar por ahí. A donde quiero llegar es al hecho de que a lo largo de esta temporada de actividades deportivas y de textos publicados en la red, las lecturas me han seguido acompañando (e inspirando) tanto o más que nunca.

Precisamente, documentándome para algunas entradas recientes, me topé con información muy interesante sobre una afamada generación de escritores anglosajones ubicados temporalmente a caballo entre los siglos XIX y XX, de la que se desprendía que muchos de ellos disfrutaron activamente y sin reparos las dos pasiones a las que me estoy refiriendo hoy: la práctica deportiva (¡y deportivo-viajera!) y la escritura (verdadera literatura en su caso). Recientemente mencioné el ejemplo de Robert Louis Stevenson, cuando me refería a su tempranero libro “Navegar tierra adentro”, en el que mano a mano, acompañado de un amigo, el escritor nos narra sus peripecias e impresiones recorriendo en kayak canales belgas y franceses. Como comenté entonces, el volumen estaba encargado y en camino. Llegó, y por supuesto me lo leí con ansia. Y no me defraudó. Al contrario, me entretuvo, me duró poco e incluso me resultó bastante cercano a mis propias experiencias de viajes fluviales en piragua. Stevenson se dedicó a viajar y a escribir toda su vida. Viajó por muy diferentes latitudes del planeta y escribió muchísimo sobre ello. Dado además el nivel de desarrollo de los medios de transportes de la época, podemos considerar que el carácter de sus viajes fue en muchos casos “deportivo” o cuando menos muy activo: en kayak, barco, caballo, burra...

Robert Louis Stevenson
(Imagen: wikipedia)

La cuestión es que Stevenson fue coetáneo y amigo personal de algunos otros literatos de su misma procedencia geográfica. Entre los más prestigiosos de ellos probablemente debamos señalar a Arthur Conan Doyle, de quien entre otras cosas sabemos que intercambió consejos con Stevenson relativos a los beneficios que el clima y atmósfera de los Alpes parecían tener sobre la tuberculosis, dolencia que padecían tanto la esposa de Doyle como el propio Stevenson. Cuál pudo ser mi sorpresa al enterarme que al creador de Sherlock Holmes se le considera históricamente como uno de los causantes del surgimiento del esquí en la región alpina. Resulta que Sir Arthur, haciendo gala de ese espíritu deportivo que caracterizaba a estos personajes sobre los que estoy escribiendo, en una ocasión había protagonizado algún viaje a Noruega en el que se dedicó a la práctica del esquí (es de suponer que en modalidad nórdica, única existente hasta aquella época). Y cuando en cierto momento posterior decidió encaminar sus pasos hacia Suiza, para disfrutar de una temporada de asueto con su esposa, tratando de provocar cierta mejora en su salud respiratoria, hizo que allí le llevaran algunos pares de esquís noruegos. El capricho de las circunstancias quiso que allí coincidiera en momento y lugar con otros esquiadores locales: los hermanos Tobias and Johann Branger, carpinteros y fabricantes de trineos, quienes llevaban algún tiempo experimentando con esquís cuando el afamado escritor llegó. Del encuentro inmediatamente surgió una excursión, una travesía esquiando desde Davos hasta Arosa atravesando el paso Furka. Aquella fue, una de las primeras rutas de “esquí de montaña (alpino)” de la historia. El propio autor relató la experiencia en un artículo titulado “An Alpine Pass on ‘Ski’ ”, publicado en 1894.

 Descripción técnica del ascenso en zig-zag
(Imagen del artículo original).

 Arthur Conan Doyle con su hermana Dottie (imagen del
artículo original).

 Arthur Conan Doyle practicando ¿una "vuelta María"?
(imagen del artículo original)

Otra de las amistades de Conan Doyle, fue Jerome K. Jerome, a quien también cité tiempo atrás, y que como a continuación demostraré ha resultado ser toda una caja de sorpresas. De forma completamente ajena a la evolución de mis textos, hace uno o dos años disfruté a carcajada limpia de la lectura de “Tres hombres en un bote, por no mencionar al perro”. Ahí quedó la cosa, pero a raíz de indagar en la vida de MacGregor y Baden Powell, y como consecuencia de ello, en algunas conexiones con Stevenson y Doyle, aquí y allá empezaron a aparecer referencias de Jerome. Resulta que Jerome también viajó mucho, al igual que todos los mencionados. También conoció Noruega y el deporte de la nieve, aunque él mismo declaraba en sus memorias que desde luego era mucho más competente patinando sobre hielo, actividad que le gustaba practicar cuando las circunstancias lo permitían. Por lo poco que he podido encontrar aquí y allá, la interpretación que estos pioneros del esquí “alpino” ponían en acción era… digamos tonificadora, o como mucho excursionista. En cuanto al patinaje, seguro que con mayores pretensiones de velocidad de desplazamiento en algunos casos (ejercicio, carreras, etc.), sin olvidar las relaciones sociales en otros, en especial con compañía femenina e intenciones claramente más recreativas. Desde un punto de vista más puramente deportivo, Jerome fue practicante de remo, modalidad muy arraigada en los ambientes académicos y estudiantiles británicos. De su afición surgió la original idea de pasar la luna de miel viajando por el Támesis a remo con su mujer, y de aquella experiencia, la inspiración para su obra más laureada (la comedia antes aludida). En aquellos momentos las canoas (tanto en versión de pala simple como doble), empezaron a ponerse de moda, precisamente con algunos de los aquí nombrados como principales catalizadores. Seguramente Jerome, si bien no ostenta alguna curiosidad concreta que al respecto haya pasado a la historia, no estaría ajeno al fenómeno. Así pues, como quien no quiere la cosa, nos encontramos ante un divertido escritor de aquella época que además practicó el esquí, el patinaje, el remo y el piragüismo. ¿Cómo evitar insistir en su existencia en este modesto espacio deportivo-histórico?. Pero la cuestión no queda ahí, para completar el listado de modalidades y convertirlo en “repoker”, haría falta añadir una más, y puestos a escoger, sería inevitable decantarse por el ciclismo. Efectivamente, en plena efervescencia creativa, de desarrollo industrial y de afianzamiento deportivo, la práctica velocipédica no pasó tampoco desatendida para el escritor, quién entre otras cosas la empleó en alguna ocasión como vehículo turístico, sentando las bases para otro libro que fuera secuela de su éxito precedente: “Three men on the Bummel” (también “Tres hombres sobre ruedas”), en el que el autor encadena todo tipo de nuevas situaciones disparatadas utilizando un viaje de tres jóvenes británicos por Alemania, a lomos de una bicicleta de tres plazas. Ignoro si el texto está editado en castellano, pero me gustaría que así fuera, pues me apetece leerlo, y dado el peculiar estilo jocoso y absurdo de Jerome, hacerlo en inglés seguro que me haría perderme muchos detalles o dobles sentidos.

 Portada de una de las primeras ediciones
del libro de Jerome (imagen: indiana.edu)

Por lo que se ve, la época más clásica de la bicicleta, la de su nacimiento y primer desarrollo, coincidió en gran medida con la del deporte moderno pionero, con la de los inicios del viaje turístico de exploración, el nacimiento del piragüismo occidental y hasta el del esquí alpino; y todo ello con pujantes escritores del momento nutriendo la nómina de protagonistas destacados. Para disfrutar más aún de este tipo de coincidencia es para lo que uno echa de menos una máquina del tiempo.

A nivel literario, quién le sacó partido al concepto de máquina del tiempo fue Herbert George Wells, pero puestos a recrearnos en el nacimiento de la literatura de ciencia-ficción como género, yo me confieso más devoto de Julio Verne (1828 – 1905). No andamos muy lejos en el tiempo de los escritores recordados en párrafos anteriores. Verne se dedicó a escribir novelas de aventuras extremadamente imaginativas, muy entretenidas y en bastantes casos premonitorias. En ellas aplicaba su gran afición por la tecnología y los avances de las ciencias, y su continuada pasión por el fenómeno viajero y explorador. Sus personajes recorren el mundo en sus numerosas novelas. Un mundo real y otro imaginado. Quizás Julio Verne sea el culpable de que tantos adultos recurramos a los viajes y los diferentes artefactos de transporte (antiguos o modernos) como recurso de ocio, entretenimiento, admiración o pasión. Todo ello provocado por la lectura de sus obras o el visionado de las numerosas películas basadas en la adaptación cinematográfica de las mismas. Saco a colación este tema porque actualmente estoy leyéndome un ensayo muy curioso titulado “La tierra de Jules Verne. Geografía y aventura”, escrito por el geógrafo Eduardo Martínez de Pisón. En él el autor va repasando la geografía (real y fantástica) del mundo a través de las obras de Verne, de la cartografía de la época e incluso de algunas obras de otros escritores en cierta medida relacionados con el francés. Evidentemente no estamos ante una lectura de puro entretenimiento, sino ante un intento de integración de cultura, literatura novelesca, geografía, historia y algunos otros ingredientes más. En definitiva, una especie de juego narrativo al que, de forma infinitamente más modesta, también me dedico habitualmente en mis capítulos. Las obras de Julio Verne muestran una indiscutible vocación viajera y “nómada”, por eso su mención se justifica aquí sobradamente.

 Fotograma de la película "Viaje al centro de la Tierra" (1959).
James Mason, Arlene Dahl, Pat Boone y Peter Ronson.

 Fotograma de "Los hijos del capitán Grant" (1962).
Wilfrid Hyde-White,  Michael Anderson Jr, Maurice Chavalier
y Hayley Mills.

 Fotograma de "20.000 leguas de viaje submarino" (1954)
James Mason, Paul Lukas y ¿?.

 Cartel de promoción de "Cinco Semanas
en globo" (1962).

 Fotograma de "La vuelta al mundo en 80 días".
Mario Moreno "Cantinflas" y David Niven.

Puestos a comentar lecturas recientes, entre los libros de los que he dado cuenta en los últimos días estaba una feroz crítica filosófica del deporte moderno. Firmada por Marc Perelman, “La barbarie deportiva. Crítica de una plaga mundial” (Virus. Bilbao, 2014) es un alegato feroz en contra de multitud de aspectos característicos del deporte actual, que según su autor atentan directamente contra la sociedad, la democracia, la salud, etc. de las personas y la civilización. Tengo que decir (esto es una opinión personal) que el autor “se pasa de vueltas” o practica una especie de “meta-filosofía” cada vez más alejada de la realidad en algunos capítulos concretos en los que me transmite similar extremismo conceptual que algunos “teóricos” de diferentes “conspiraciones”. Sin embargo, hay bastantes temas en los que el ensayista pone el dedo en la yaga con acierto, con conocimiento y con claridad. Se trata de asuntos a los que los medios de comunicación jamás hacen referencia, quizá por voluntad propia o en algunos casos por pura ignorancia. Aunque el texto se refiere preferentemente al deporte de competición y al deporte espectáculo, las conexiones de ambos llegan a afectar a la vida y modelos cotidianos de las personas normales y corrientes, y ahí está gran parte del problema. Merece especial atención la advertencia sobre el poder supranacional que algunos entes de gestión y administración deportiva (todos ellos de titularidad privada) han ido concentrado dentro de su estructura interna. Tal poder ya está actualmente “negociando” e imponiendo clausulas, normas, condiciones, etc. temporales o permanentes, que afectan, ignoran o ningunean la legalidad constitucional de los gobiernos nacionales, en definitiva: los derechos y soberanía popular. Aunque este comentario pueda sonar exagerado o peregrino, bastaría con que los lectores recapitulasen un poco en relación a algunos recientes conflictos vividos por el Consejo Superior de Deportes con ciertas federaciones o asociaciones deportivas, para darse cuenta del poder y la impunidad con la que algunas entidades pretenden funcionar. El asunto ya es un problema real aunque poco visible, se da a escala regional, nacional y global. Resulta curioso que tenga que ser la fiscalía general de los EEUU la que esté planteando cierta resistencia y esté iniciando algún ejercicio de control y respuesta contra este fenómeno, mientras, el resto del mundo paga derechos de televisión, aplaude jugadas y no se entera de nada importante.

Perelman procede de uno de los escasos movimientos de pensamiento contestatario respecto al deporte que han existido en los últimos tiempos. Su base fue francesa, en concreto procede del nacimiento, en 1975, de la revista “Quel Corps?”. De aquel germen disconforme surgió una considerable carga de opinión divergente que, en lo que respecta al gremio español de las ciencias del deporte, apenas ha tenido eco en tiempos contemporáneos (y por parte de la prensa no digamos). Quizá sea el momento de darle un repaso, en especial en todo lo que pudiera tener que ver con el cariz que están tomando determinados asuntos muy relacionados con la “propiedad intelectual”, de explotación, practicante, reguladora y organizativa de las modalidades deportivas.

Fuera de los aspectos más conflictivos tratados por el libro al que me estoy refiriendo, su autor critica entre otras cosas la “estética normativizada” planteada por el deporte. Al hacerlo, se introduce en el incierto tema de la filosofía del arte, plagado de interpretaciones, opiniones, creencias y desacuerdos, tanto a nivel de pensadores de renombre y reconocimiento científico mundial, como de discusión civil básica de barra de bar, paseo por la playa o tertulia de amiguetes. Hablar de arte es complicado, dialogar sobre estética puede convertirse en viajar por un universo absolutamente inconcreto, y discutir sobre cualquier aspecto del deporte todos sabemos en qué puede llegar a transformarse. Así que integrar los tres ámbitos… ¡cualquier cosa!

 “En su nueva dimensión espacio-temporal, con el estadio a la vez como espacio de la práctica deportiva y marco televisivo, el deporte ha sustituido definitivamente el arte, ya que ha canalizado el componente de sublimación todavía posible en el juego. Ha transformado el arte, que es juego, impulso imaginario, rapto onírico y pulsión libre, en una técnica de rendimiento racional y funcional”.

La interpretación es libre y cada cual puede gestionarla como desee y en el terreno que se le antoje. Tan sólo advertir que el concepto “estadio” también incluye a las piscinas, los circuitos o las etapas de las Grandes Vueltas. Comparar el comportamiento deportivo de Froome con las “dramatizaciones” protagonizadas por Fuente (“el Tarangu”) podría servir para aplicar el párrafo con extremada mesura. Pero habría que ir más allá y preguntarnos cada uno de nosotros qué hacemos realmente cuando “practicamos deporte”, ¿jugamos o rendimos?, ¿somos “artistas” (ociosos) o “empleados” (trabajadores)?.




 Imágnes de José Manuel Fuente en acción:
expresión dramática de ciclismo (imágenes:
jmfuente.es)

Con talante mucho menos peleón y más guasón, aunque sin perder un ápice de erudición y fundamentación teórica, he disfrutado (enormemente) los últimos días del verano de otra lectura de la que se me ha antojado extraer un par de citas. Antes de ello, permítaseme hacer las presentaciones: “La estética del bólido” (Luis Morcillo Velázquez; Funambulista. Madrid, 2013). En dicho libro se rinde pleitesía al bólido como objeto (que funciona) e integra en sí mismo propiedades relacionadas con el vértigo y el deseo de velocidad, la libertad y audacia representadas, y por su puesto la belleza de las formas. Cualquier automóvil no alcanza la categoría de bólido, éste ha de ser atractivo y levantar cierta pasión. El texto procede casi íntegramente de la tesis doctoral del propio autor, reconvertida en ensayo narrativo. En mi tímida opinión, el resultado es fascinante, pues su lectura me pareció muy amena, el tema me interesaba mucho y el fundamento bibliográfico y documental da muestras de un gran rigor y amplitud. La lectura en realidad es un tratado sobre arte, y pretende concluir que el diseño de los bólidos de la historia del automóvil (y de las motocicletas, aunque éstas sean tratadas tan sólo tangencialmente) sea considerado como tal. Toda su argumentación se va tejiendo a través de la filosofía y la historia del arte, “haciendo intervenir” para ello a los principales autores de referencia de ambas disciplinas, siempre desde una perspectiva ecléctica en la que los postulados se apoyan ocasionalmente o muestran evidentes desacuerdos. Nada del “pensamiento único” al que todos nuestros políticos intentan someternos.

Los conceptos de arte y diseño (industrial en este caso) se acercan, se distinguen o se confunden, según los atributos que los creadores hayan acertado a propiciar a sus obras. La principal (y en ocasiones casi exclusiva diferencia entre ambos conceptos) proviene de la utilidad práctica y concreta de la obra diseñada, superflua en el caso de la artística. Pero los bólidos, o al menos algunos de ellos, apenas parecen resultar demasiado prácticos… El concepto de belleza llena la atmósfera de los anteriores: del arte y del diseño, siempre y cuando consiga ser generada tal propiedad (la belleza), lo cual no resulta fácil de reconocer o admitir, porque fuera de los “gustos oficiales”, las modas o la “autoridad” de los críticos y “expertos”, la belleza es un asunto muy personal, así como la estética. Hago saltar todo este tema a la palestra porque considero que en gran medida constituye el epicentro de la afición que algunos mantenemos hacia el ciclismo clásico, y muy especialmente hacia las bicicletas antiguas como objetos de culto, admiración o deseo. Durante la referida lectura, aunque no me hiciera falta, porque a lo largo de mi juventud fui un gran apasionado de los bólidos, me tomé la libertad de, en las numerosas ocasiones en las que el texto lo permite, proyectar el concepto de bólido y las argumentaciones correspondientes hacia el de la bicicleta (de carreras). La mayor parte del ensayo “tolera” bastante bien este ejercicio reflexivo, por lo que a partir de ahí podemos utilizar o aplicar gran parte del trabajo. Arrimar el ascua a nuestra sardina.

“El automóvil no era un asunto de consumismo, como hoy pudiera parecer. Era una cuestión de locura por los nuevos tiempos y por las experiencias distintas. Ortega, en el siglo pasado, dio la explicación a la vulgaridad consumista de los nuevos ricos. Nos apuntó que desear no es tarea fácil. El nuevo rico sufre una angustia debida a que tienen en su mano la posibilidad de conseguir su anhelo material, pero tienen un gran problema: no sabe tener deseos. En su fuero interno, conoce que no desea nada, pero el afán de exponer la ostentación, sea válida la redundancia, le lleva a necesitar un intermediario que le oriente, hallándolo en los deseos predominantes de los demás. ‘He aquí la razón por la cual lo primero que el nuevo rico se compra es un automóvil’, nos dice Ortega”.

Sustituido el vocablo automóvil por bicicleta retro, el juego puede empezar (con permiso de Ortega y de Morcillo). Conviene pues, antes de nada, distinguir entre los ciclistas pioneros y los actuales. Aquellos lanzándose a una revolución de nuevas experiencias y dimensiones del desplazamiento, y los actuales practicando una modalidad establecida y ampliamente difundida. El resto de la cita nos permite comprender (a través del concepto de “nuevo rico”, que bien podemos actualmente reemplazar por el de simple poder adquisitivo, real o en irresponsable crédito) la “carrera armamentística” en la que se ha visto involucrada gran parte de la población ciclista contemporánea, así como las estrategias de marketing que la alimentan. Avances innecesarios o conceptualmente incoherentes como el cambio eléctrico de marchas, los radicales cambios de medidas de todo, los cada vez más rápidos intentos de transformación de los gustos estéticos (formas, colores…), son todo ello ejemplos del intento de gestión de los gustos y deseos de los consumidores por parte de los productores. Un síntoma de su eficacia es, por ejemplo, la sustitución (en algunos casos) del rendimiento, logro o la vivencia personal, por el consumo de lo más caro (y supuestamente más eficaz) a la hora de ostentar. En el caso del ciclismo retro todos estos fenómenos también tienen su manifestación. Son numerosos los aficionados que manejan unas determinadas marcas o referencias fetiche que les facilitan establecer ciertos patrones de referencia a los que aferrarse para sentirse seguros en su particular ostentación. Fijarse en una mayoría replicada o apoyarse en un “intermediario que les oriente” es el recurso utilizado. Esto explica que aún en un sector tan poco comercializado (todavía) surjan ya marcas, modelos u objetos multitudinariamente valorados, y muchos otros ignorados, sin que causas históricas, técnicas, o estéticas justifiquen tal proceder. Todo esto es algo que pasa tanto con lo material (bicicletas) como con algo más intangible como lo son los propios eventos organizados. La marca Eroica es el ejemplo más claro, pues para el consumidor ciclista en general podríamos decir que puede considerarse como el único evento retro existente, mientras que para gran parte de los ciclistas retro especializados se trata de la gran referencia, el principal objetivo, el definitivo suceso de deseo. La razón es obvia: se trata de un deseo “predominante entre los demás” y fácilmente comprensible o interpretable por todos. No tiene pérdida, lo cual es necesario para el “nuevo rico”. Los productores de bienes diseñados para satisfacer (temporalmente) los deseos, son hábiles y están bien despiertos, y en el caso del ciclismo retro van desarrollando ofertas cada vez más suculentas. Lo último (por ahora) es integrar marcas “seguras”: el evento y la bicicleta, y así surge por ejemplo el paquete Eroica y adquisición (algunos miles de euros) de una atractiva bicicleta Bianchi réplica. No lo critico, únicamente reflexiono en voz alta, guiado por mi pensamiento y por la influencia ejercida por un autor. Y me lo paso bien al hacerlo, desde luego mejor que comprando, aunque no necesariamente mejor que disfrutando de un bello recorrido en bicicleta. Lo que opino de las diferentes versiones de la Eroica ya lo he expuesto en los relatos correspondientes a las mismas. En cuanto a la réplica de la Bianchi… para qué negarlo, la bicicleta en cuestión es muy bella y conlleva propiedades emotivas suficientemente justificadas hasta para una réplica, me gustaría tener una, pero desde luego no a ese precio, el cual me parece “prostitución de alto standing”.

Otro asunto bastante relacionado con todo esto es que el mecanismo de funcionamiento que aquí henos denominado “nuevo rico” (que insisto que no necesariamente va relacionado con el poder adquisitivo de las personas) puede fácilmente caer en la horterada. La frontera entre lo exclusivo, lo estéticamente diferenciado y lo hortera depende de algo tan subjetivo como el “buen gusto” o el acierto estético, algo para lo que no existen leyes, principios ni reglas. En el caso de lo retro, el delicado equilibrio estético varía ligeramente su riesgo cambiando el precipicio de lo hortera por el del “efecto carnaval” (mal gusto, incoherencia estética, falta de rigor o criterio, incluso respeto… son muchas las posibilidades). No hay reunión medianamente nutrida de bicicletas y ciclistas de época en la que infiltrados dentro del paquete, no aparezcan detalles, conjuntos totales o parciales, aditamentos o combinaciones más propias de un carnaval que de lo que se supone que esos aficionados deberíamos traernos entre manos. Evidentemente todo esto son problemas menores. En realidad ni problemas, más bien desajustes estéticos entre las personas, causados por una afortunada falta de norma (ya estamos suficientemente sometidos a mucha normativa formal e informal). El gusto resulta de lo más diverso y lo que a algunos nos espanta visualmente, a otros les enorgullece. Y no seré yo quien pretenda tener razón.

Aunque en mis reflexiones pueda parecer algo sarcástico, no pretendo dar la impresión de querer posicionarme en un peldaño superior a los demás. También tengo mis gustos estéticos que no tienen porqué ser los acertados. Y siento predilección emocional por unas marcas de fabricantes antiguos más que por otras. El valor de marca es algo de lo que me temo no podemos escapar ya prácticamente ningún humano del planeta, pues aunque nos sintamos libres de ellas en varios ámbitos de la vida, seguramente somos presos en otros que nos interesan más. Ahora bien, también en esto hay niveles: personas moderadamente influenciadas, “marquistas” y “plusmarquistas” (y de los últimos, en lo retro, proliferan). En este caso la vinculación emocional entre el aficionado y las marcas, podríamos quizá considerarla más cultural que consumista (de hecho muchas marcas ya ni existen) al depender bastante de la historia vital de ambos (usuario y marca) y de infinidad de factores complejos que construyen cierto vínculo emotivo. Tal es así, que en la mayoría de los casos, cada ciclista retro adora a su propia bicicleta por encima de cualquiera de las de los demás.

Un bólido (retro), en concreto un Ferrari.

Un "bólido a pedales", en este caso una bicicleta actual
inspirada en un estilo "retro": Pashley Speed 5
(Imagen: Pashley).

“Cada día que pasa, las distancias entre los dioses y los humanos se acortan. Hoy, ciertos hombres pueden conseguir que Lázaro se levante y ande. Éstos son los restauradores de los vehículos clásicos, autos muertos por el uso o por la desidia del hombre y resucitados por él, para disfrutarlos y hacer perdurar entre los vivos el nombre de sus creadores, ésos que, años atrás, se valieron de la Estética Industrial y, en algunos casos, el arte como idea de belleza, para crear estos objetos metálicos desde la nada.


La de devolver el movimiento al automóvil inerte es una operación de gran importancia cultural pues, además de recuperar un patrimonio histórico y tecnológico, pone a la vista objetos artísticos arrumbados por el óxido o el abandono.


Este sueño de resucitar un automóvil que no tiene ningún elemento en disposición de funcionar, y conseguirlo, es una posibilidad de vuelta a la vida de un objeto industrial que, un lejano día, tuvo movimiento. Es, fundamentalmente, un problema pecuniario el poder devolver a la vida a una criatura nacida del creador del arte industrial. Y si la mano resucitadora falta algún día, otra vendrá que se encargará de conservar al neonato, pues su valor lo hará codiciable.


No ocurre igual con la vida del hombre, única e irrepetible; gran obviedad. Por ello es necesario vivir con ciertas dosis de acción, ya que el que no actúa no vive. La mejor definición de la actuación humana es la que acerca la vida del común de los mortales a la del explorador, a la del aventurero, a la del que se aprovecha de la técnica para buscar los límites de la vida. En suma, a la vida del piloto, el mortal que acorta la distancia entre Dios y el hombre”.

Seguimos reemplazando los autos por las bicis en nuestra lectura interesada. Esta última serie de párrafos explica de forma brillante el papel y el sentido de la restauración de las máquinas, afición que comparte un amplio grueso de practicantes del ciclismo retro. Sin embargo, en este caso Morcillo establece una preferencia respecto a lo debería resultar más importante para los que disfruten de las bicicletas antiguas, y ello no sería tanto el poseerlas o acumularlas (perfil coleccionista e incluso acaparador), sino el vivirlas, montarlas, sentirlas… utilizarlas para explorar, para aventurarse aprovechándolas, en nuevos espacios geográficos y de los propios límites del ciclismo. Jugar, jugar y jugar. Los acaparadores tienden a provocar varios perjuicios sobre los demás aficionados: “levantan piezas” a los demás, generan escalada de los precios, suelen tender a “copiar” el criterio de aficionados más autónomos y con ello alimentar tendencias justificadas o no. Tanto acopio acaba provocando que demasiados ejemplares dejen de utilizarse realmente o incluso lleguen a dejar de funcionar por falta de un mantenimiento para el uso real. El restaurador recupera la belleza, el coleccionista acapara (aunque da servicio público compartiendo parcialmente su patrimonio si lo expone) y el practicante revive la utilidad (seguramente lúdica) del objeto viviendo la aventura en una simbiosis objeto-persona.

Por este capítulo han desfilado algunos eruditos amantes del deporte y sus objetos (coches, motos, barcos... ¡bicicletas!). Apenas han sido escasos ejemplos caprichosamente conectados. Se trata de una mecha para la reflexión explosiva. Un ejercicio mental que no busca iniciar debate sino dejar un “recado” unilateral justo antes de la despedida de la temporada.