“Todos los aficionados al
deporte velocípedo conocen ese sentimiento de vivo amor propio que te aguijonea
justo cuando, atenazado por una completa lasitud, te sientes incapaz de avanzar,
mientras que al de al lado aún parecen quedarle fuerzas para seguir adelante.
Entonces, se niega uno a admitir la fatiga y sigues, esperando a que sea tu
compañero de carretera el que hable primero”.
Édouard de Perrodil (“¡Bici!
¡Toro!”, 1893)
Llegó la hora de hacer
balance, de concluir lo que la “Challenge Retro 2013” ha supuesto. Hacerlo al
detalle no tiene sentido, ya que el conjunto de textos escritos hasta ahora ha
ido resumiendo la experiencia y ofreciendo cierta luz sobre que lo que la misma
ha supuesto para mí. Y aún así se queda corto. Por lo tanto, hay que resumir,
sintetizar, casi “telegrafiar”. Para ello abordaré la conclusión desde dos
puntos de vista casi antagónicos, aunque complementarios: un “subtotal”
cuantitativo y una fugaz mirada cualitativa (subjetiva) de reojo.
Vamos allá con los datos
objetivos. No he cuantificado mi kilometraje total en bicicleta, ni falta que
me hace a estas alturas de la vida. Paso de cuenta kilómetros, de pulsómetro,
de GPS y demás sofisticados aparatos. Aunque disponga de ellos, me conozco y
basta. Prefiero sentirme liberado de su presión y además… ¿no era esto una
experiencia retro? Pues ni artilugios de control tecnológico, ni barritas
energéticas, ni bebidas “inteligentes”. Así ha sido. Insisto no hay datos de
los kilómetros de entrenamiento, ocio o “servicio” (movilidad personal
sostenible). Supongo que entre 4000 y 7000 km. De lo que si tengo cifras es del
kilometraje total acumulado en los eventos: 993 km de ciclismo clásico formal.
De los cuales no me ha sobrado ninguno, me han faltado 130 muy concretos y
hubiera añadido gustoso unos 250 más que ha resultado imposible incluir. Pese a
todo, bonita cifra redondeada: 1000 km de ciclismo deportivo antiguo.
Para ello he tenido que
recorrer (estas son cifras aproximadas calculadas con herramientas tecnológicas
mediante equivalencias a kilometraje teórico de coche): 14820 km en avión
(algunos pocos en tren y muy poquitos en bicicleta) y 4140 en automóvil. Cantidades
que suponen haber viajado mucho, lo cual lejos de haber supuesto un placer, se
ha convertido en un componente de esfuerzo y sacrificio apreciable, para
conseguir experiencias que han merecido la pena, desde luego, pero en mi
opinión, estos desplazamientos quizás hayan resultado lo más duro de la
experiencia completa.
En total he pedaleado
“oficialmente” como ciclista “vintage”, por 8 países diferentes. Por algunos
bastante, mientras que por otros muy poco. Se trata de España (en tres
eventos), Francia (en otros tres eventos y parte de otro más), Gran Bretaña,
Suiza, Austria e Italia (un evento cada una), Alemania y la República Checa
(parte de un evento cada una). Así pues podemos hablar de una representación
más que nutrida del ciclismo europeo. Si bien en el caso de la perspectiva
histórica o clásica del mismo, he echado mucho de menos la inclusión de algún
evento belga (que lo hay), y desde luego holandés (que no he encontrado).
Para completar la temporada
he utilizado 3 bicicletas diferentes, de las que ya he hablado suficientemente
en otras ocasiones: una Razesa restaurada del año 1984, una Alan Superecord
original del año 1979 y un Tandem Dawes de 1991. Además he sido responsable de
la restauración de otras dos bicicletas que bajo el manejo de otros
participantes, tomaron parte en alguno de los eventos incluidos esta temporada:
una Special de los años 70 (sin datar con exactitud) y una Super Cil del año
1968 (casi con total seguridad).
Dorsales de bicicleta y uno de maillot.
Dicho todo esto paso a
expresar de forma breve aquellos aspectos menos tangibles a los que me he
referido antes, al hablar de “mirada cualitativa”. He finalizado la temporada
con un sano y rotundo sentimiento de orgullo. De haber completado un proyecto
original, laborioso, con empaque, no exento de dificultades y para el que ha
hecho falta tesón (desde varios y diferentes puntos de vista), voluntad,
tenacidad, capacidad de organización, imaginación y empeño. Pero más que
orgullo, mucho más, siento felicidad. Mucha al finalizar, pero mucha más ha
sido la que ha estado presente durante casi la completa totalidad de la
experiencia. Antes, en su creación, diseño y ansiosa espera; durante, a lo
largo del denso calendario; y ahora, gozando de una visión retrospectiva de
todo ello. Parte de esta sensación de felicidad y plenitud experimentada, estoy
convencido de que proviene de haber acertado al convertir todo el plan en una
especie de proyecto vital. Con ello quiero decir que se ha tratado de un
enfoque en el que la actividad deportiva, el enriquecimiento cultural, las
relaciones sociales añadidas, la necesidad de entrenar para ello, la
integración de la afición por restaurar y reparar las bicicletas, las lecturas
y tantas y tantas cosas; se han integrado generando un ritmo de vida que
añadido al laboral y al familiar, han ocupado casi completamente mi mente y mi
cuerpo durante meses, obligándome a estar activo, abierto de mente y sano. En
definitiva, me han llenado de lo que antes señalaba: plenitud. Si la
experiencia se hubiera limitado a asistir a los eventos sin más, no me habría
reportado tanto, y quién sabe si la hubiese completado. En este sentido el blog
ha supuesto un revulsivo y una guía eficaz para llevarme por la temporada,
además de un entretenimiento enriquecedor y una constante fuente de búsqueda,
reflexión y hasta ejercicio de cierta pulsión creativa. Por no hablar de la
compañía que me ha reportado el saber que bastantes lectores (algunos de ellos
muy fieles) conocidos y anónimos habéis estado ahí. Muchas gracias a todos.
Me niego a cuantificar los
nuevos amigos encontrados. Han sido varios, los cuales me han dejado recuerdos seguramente
imborrables pese a que a muchos de ellos probablemente no los vuelva a ver.
Mientras que de otros estoy seguro de que disfrutaré de su compañía a no mucho
tardar. Los paisajes han sido bastante variados, la mayoría de gran belleza y de “singularidad”
propia, y con el valor añadido de haberlos podido disfrutar desde la bicicleta,
con ese ritmo y perspectiva que solo nuestra querida máquina sabe proporcionarnos.
Diez han sido el total de eventos en los que he participado, lo cual, dadas las
características de esta “especialidad” y su reciente irrupción en el
desarrollista y tecnológico mundo del deporte moderno, se me antoja que supone
ser casi una maestría (Master lo llaman ahora) en esto del ciclismo “vintage”,
pues a excepción de la proliferación italiana, he podido vivir de primera mano,
casi todo lo celebrado este año en Europa. Ello ha ampliado sobremanera mi “cultura
ciclista”, la histórica, a través de los propios eventos y sus participantes,
las lecturas añadidas y las búsquedas en la web; y la actual, con la visita de
exposiciones o salones coincidentes y la vivencia del ciclismo urbano o
turístico por gran parte del territorio visitado. Finalmente he tenido la
oportunidad de retomar una importante afición juvenil. Me refiero a esa cultura
viajera que te proporciona el visitar territorios ajenos o desconocidos, en
soledad o con escasa compañía, con vocación de observador interesado, de
relator independiente y de viajero con fines y objetivos que van más allá de un
ocio desapasionado y consumista. Me resulta difícil de expresarlo y no quiero
dar la impresión de creerme diferente o superior a los demás en este aspecto.
Pero me he sentido muy distinto a mí mismo en otros viajes vacacionales. En
esta ocasión viajaba para cumplir una tarea concreta, que en la mayoría de las
ocasiones requería formar parte de una actividad local y con el firme propósito
de aprovechar mis estancias para enriquecer el relato de todo ello. Seguro que
no me he explicado bien. Es lo mismo, “cosas mías”.
A lo largo de todo este
“proyecto vital” sólo he encontrado dos pegas dignas de mención. Una de
carácter cívico y otra más personal y emocional. La primera ha sido la
confirmación de lo desagradable y deshumanizado que me resulta todo el proceso
de viajar en avión. En ello incluyo especialmente todos los requisitos de
embarque y el trato que recibimos durante los mismos. Los vuelos por lo general
no han sido largos y eso ha hecho más llevadero el incómodo y excesivamente
ajustado espacio que asignan muchas compañías aéreas por cada pasajero, así
como el constante trajín de carritos, promociones de ventas y sorteos a lo
largo de todo el viaje por parte de muchas tripulaciones. Afortunadamente la
lectura o el sueño me han permitido siempre evadirme de todos esos
inconvenientes y de algunos pasajeros (pocos aunque parecen irse multiplicando
poco a poco) de comportamiento algo vulgar y escandaloso. Pero lo peor, con
diferencia, son los embarques. Sean cómo sean las conexiones con los
aeropuertos (metro, tren, autobús, coche de alquiler…) siempre me ha tocado
cargar bastante con la bolsa de la bicicleta, pese a que dichos accesos no son
siempre baratos. Una vez allí, todo está siempre montado para que hagamos
sucesivas colas para diversos menesteres que no forman parte de nuestro
trabajo, sino del de los que allí se supone que tienen que dar servicio. Colas
para facturar, colas para colocar la bicicleta en una cinta especial, colas
para el control de seguridad y colas para embarcar en el avión. Y por supuesto,
en la mayoría de las ocasiones, esperando de pié. Da la impresión de que algo
sacan de hacerle las cosas incómodas a la gente, y parece que moleste que
podemos descansar cómodamente. Aunque la mayoría de las personas que atienden
allí al público son amables, de vez en cuando aparecen algunas que te meten
prisa, se explican mal o escudriñan a ver si son capaces de provocarte
dificultades con el equipaje, el billete, un centímetro extra de equipaje de
mano, etc. Me choca que decenas de compañías aéreas no sean capaces de
estandarizar sus medidas de equipaje de mano, pero exijan a millones de
personas que estandaricemos nuestros procedimientos y comportamientos como
viajeros. Lo que peor llevo son las largas esperas de pié, las filas y que te
metan prisa de repente para algunas cosas, mientras que ellos no se la dan para
que puedas empezar a facturar o a embarcar con cierta antelación. Pero hay otra
cosa más que como ciudadano me llama poderosamente la atención: ¿por qué tanto
estúpido control de seguridad en los aeropuertos españoles si el mayor atentado
de nuestra historia lo sufrimos en ferrocarriles? Parece ser que o bien no
tenemos nada que decir en lo que a acuerdos internacionales se refiere, o bien
la aviación civil se sigue dando aires de superioridad con respecto al resto de
los medios de transporte.
Demasiado texto para algo
que carece de importancia y sentido dentro de mi temporada ciclista, lo siento.
La otra sombra que ha velado (mínimamente) el conjunto de la temporada es que
he sentido que algunas personas me han fallado. No en el sentido de faltar a mi
amistad, confianza, respeto, o cualquier otra cualidad en ellos siempre
encontrada (todos tenemos compromisos, obligaciones y circunstancias vitales
que nos dificultan ciertos placeres o entretenimientos); sino simplemente que
creo que debieran haber estado en algunos eventos. Más por la idoneidad de los
mismos a su forma de ser y de disfrutar, que por hacerme compañía, que realmente
no la he necesitado. Quiero decir que me hubiera gustado haber visto a algunos
amigos y familiares, a los que sé que les hubiera encantado especialmente toda
esta historia, disfrutar con la participación en un puñado (aún pequeño) de
eventos. En fin, que pregunten a quienes si vinieron en alguna ocasión, a ver
si mereció la pena. Y que tomen nota para próximos proyectos. Cuánto hubiera
dado por pedalear en las condiciones en las que lo he hecho aquí con F, B, M, T,
P y alguno más.
Recientemente
he estado leyendo un libro en el que un gran especialista alemán de arte
moderno recreaba en forma de ensayo irónico, mes a mes, la vida de muchos
artistas, pensadores, científicos, políticos, etc. de las esferas alemana,
austriaca y parisina (preferentemente), a lo largo de los doce meses del año
1913. Se trataba de un libro aniversario de hace 100 años. Me llamó la atención
por la coincidencia con que la propia “Cahallenge” hubiera nacido también con
intención de aniversario, inicialmente de mis 50 años, pero después
incorporando además algún que otro centenario como el del Tour de Francia por
ejemplo. Pues gracias a ese libro he descubierto a un artista que mi falta de
cultura, o una educación académica muy dirigida para algunos temas, mantenía en
el anonimato. Se trata de Marcel Duchamp, quien por aquel entonces daba un giro
radical a su prometedora carrera como pintor y creaba el quizás primer
“ready-made” de la historia del arte, colocando una rueda de bicicleta,
sujetada mediante una horquilla, a un taburete. Marcel fue artista, ajedrecista
y un ser de lo más peculiar, que si a los 26 años de edad, ya había sorprendido
a los círculos artísticos con sus pinturas cubistas “en movimiento” y fue capaz
de revolucionar las propuestas con su “rueda”, no debería extrañarnos que fuera
una de las influencias primigenias del arte pop. No es que yo sea un devoto
precisamente de este último tipo de arte, pero la innovación, cuando de verdad
lo es, hay que reconocerla… una época mentalmente convulsa debieron haber sido
aquellos inicios del siglo XX. El caso es que el Tour de Francia (la más grande
carrera ciclista de todos los tiempos) y la polémica rueda de Duchamps vinieron
al mundo el mismo año.
"La partida de ajedrez" (estilo fauvista) que le dió gran presitigio inicial
"Retrato de jugadores de ajedrez" (cubista)
"Desnudo bajando una escalera" (influenciado por la fotrogafía estroboscópica)
"Rueda de bicicleta sobre un taburete"
Pero volvamos a mi balance.
Para finalizarlo voy a responder a tres preguntas recurrentes que son las que
en las últimas semanas más me han hecho las personas que de algún modo u otro
seguían más de cerca mis andanzas.
Primera pregunta: ¿de todos
los eventos en los que has participado, cuál es el mejor? Como puede fácilmente
imaginarse no hay respuesta cerrada posible, ya que no hay ninguno mejor que
los demás en todos los aspectos que pudiéramos considerar, aunque sí que puedo
mencionar atributos destacables de unos u otros.
Pese a lo que todos
pudiéramos pensar a priori, el evento de mayor dimensión, montaje de
organización, actividades complementarias, asistencia de participantes y
vistosidad general (también el que mayor esmero en la caracterización
demuestran los participantes) no es l’Eroica, sino la Anjou Velo Vintage, que
en mi opinión se erigen en el evento de mayor envergadura, combinando además
con acierto las perspectivas deportiva y cívica del ciclismo antiguo. No quiere
ello decir que sea la más recomendable, pero lo es, y mucho para quien desee
sumergirse en este mundo de un golpe, en un plan muy festivo y en una comarca
muy vistosa. Pero eso sí, llevándose a su grupo de amistades consigo, ya que de
otra forma, la cita, por multitudinaria, resulta muy impersonal si acudes sólo.
Por el contrario, si lo que
se anda buscando es algo recogido, en donde en poco tiempo puedas conocer a
casi todos los participantes y entablar fácil relación con los demás, en un
ambiente de camaradería y colaboración, en ese caso La Histórica y La
Patrimoine se andan muy a la par y ambas resultan cercanas y entrañables. Esto
puede que no sea de gran importancia para muchas personas, pero para mí, las
convierte en citas especialmente gratificantes.
La Pedals de Clip tiene una
organización impecable, tal y como ocurre con l’Historique de Marmande. La
primera con bastante más afluencia, mientras que la segunda se hace coincidir
con una feria rural atractiva. Por otro lado la Pendle Witches (bien
organizada) y el Tour de Trois (genuino espíritu “indy”) representan el extremo
menos retro de toda la temporada, de hecho ambas admiten bicicletas
contemporáneas (aunque la mayoría de la gente hace caso omiso de tal
posibilidad). Pese a que pueda parecer que no ofrecen gran cosa desde el punto
de vista de la especificidad que buscamos (citas retro), se ubican en dos destinos
francamente interesantes que en ambos casos enriquecen muchísimo el viaje.
La Montañesa ni cuenta. Mi
quedada salió bien, pero fue simbólica en cuanto a participación. Pese a ello,
quizás acabe generando tendencia, ya que se barrunta por ahí que tenemos que
hacer más quedadas sostenibles entre los que nos vamos conociendo, sin que ello
suponga meterse en un gran lío organizativo para el animado convocante. En
cuanto a l’Eroica, ya lo comenté recientemente, se trata del mito. Es una
excelente cita. Aunque no es la mejor en nada (el trayecto de 205 km puede que
sea el más interesante quizá), está entre las mejores en bastantes cosas. En
cualquier caso, su mayor valor reside en haber sido la pionera, en su
espectacular crecimiento y en el que hoy en día la gente responde
exageradamente al efecto “yo estuve allí”, por el que todos deseamos formar
parte de una experiencia masiva única, en el escenario de referencia, en el
momento álgido. No la quiero quitar mérito ni mucho menos. Volveré si puedo.
Pero no quiero permitir que ensombrezca con su merecida fama, la excelencia de
otras reuniones.
Y precisamente hablando de
excelencia, la cita que quizá más me haya llenado este año, por todo lo allí
vivido, el viaje, los traslados, la acogida, la organización, la generosidad
organizativa, el recorrido, su dureza y variedad, y el tamaño en cuanto a
participación… ha sido la In Velo Veritas, de cuyos recuerdos, afortunadamente
no consigo desprenderme. Lo tiene todo excepto el impacto de las multitudes. Y
por si fuera poco, para los más “machacas” sus recorridos, además de mudarse
completamente de zona para la próxima edición (siempre cerca de Viena), se
alargan bastante en cada tamaño, y para el más largo anuncian ¡nada más y nada
menos que 240 km!
Segunda pregunta: ¿Estás saturado
de bici? Pues llegué a pensarlo hace poco, las dos semanas previas al viaje a
la Toscana. Pero tal y como reflexioné por aquel entonces, lo que me tenía un
poco saturado no era la bicicleta, sino la obligación de entrenar para
mantenerme y el tener que hacerlo por recorridos habituales. Saturado nada de
nada. Me noto con ganas de hacer muchos recorridos que me apetecen, con sus
puertos o sus paisajes, sólo que son recorridos algo alejados de casa, por los
que hace mucho que no voy, o completamente nuevos. También me apetece reunirme
con otros aficionados con los que he coincidido para pedalear juntos con
cualquier disculpa a lomos de nuestros “hierros”. Tengo ganas de bici, muchas
aún. No me he quemado en absoluto, de hecho va a ser muy difícil seleccionar a
qué eventos poder ir el año próximo, ya que la “Challenge Retro”, como tal, no
se va a repetir.
Tercera pregunta: ¿Y el año
que viene qué? Pues como acabo de mencionar, no voy a repetir la “Challenge
Retro”. Al menos no con el formato pasado, tanto viaje y todo ciclismo. Ni
mucho menos voy a renegar del ciclismo “vintage”, porque he descubierto que es
la modalidad pública (asistencia a eventos organizados) que más me gusta (dejo
las alforjas, la BTT y la carretera para el disfrute privado). Lo que pasa es
que por un lado limitaré bastante las marchas a las que asista (y la cercanía,
facilidad y disponibilidad tendrá mucho que ver en la selección), intentaré
acudir a un par de ellas que me quedaron pendientes por coincidencias, y en
alguna que otra puede que cambie el rol “deportista” por el de “ciclista civil”,
si ello viene acompañado de un plan de disfrute familiar o colectivo. En
cualquier caso tengo una idea bastante germinada respecto a mis planes, así que
es muy probable que el blog, y de alguna forma el concepto “Challenge” sigan
vivos. Pero aún me parece muy prematuro desvelarlo. Quien pueda estar
interesado deberá estar atento, tal y como dejaré advertido la semana próxima.