viernes, 21 de febrero de 2014

5. LOS REYES MAGOS





En casa los Reyes Magos son sagrados. Ni Halloween, ni San Valentín, ni otras mandangas exportadas o comercializadas. No es que esta fiesta no haya sucumbido a los excesos de la sociedad de consumo, es evidente que también lo ha hecho. Sin embargo hay una gran diferencia con el resto de las fiestas que implican regalos, y no es otra que basarse en una tradición añeja, nuestra y previa a la instauración social de la obsolescencia programada y otros fenómenos favorecedores y forzadores del consumo exagerado.
Las tradiciones navideñas de regalos son abundantes en el planeta, haciendo un repaso rápido podemos encontrar a la bruja Befana que reparte en Italia (cual cartero) desde su escoba, o a Santa Claus en los países nórdicos (bajo un árbol con velas en Dinamarca o por la tarde en Suecia); mientras en los EEUU, lo exportaron prostituyéndolo vilmente, y dice alguna leyenda urbana (no sé si es cierto) que vistiéndolo corporativamente de Coca-cola. Lo peor del asunto es que, como tantas veces nos pasa aquí, demasiada gente baja de defensas con respecto a la horterada externa, lo ha importado, incapaz de educar a los niños en la excitación de la espera y en el disfrute previo de tantas otras posibilidades que esas fechas, fiestas o épocas invernales ofrecen. De nuevo sociedad de consumo. Entre tanto San Basilio cumple con sus funciones en Grecia el día 31 de diciembre; San Nicolás e Rusia y en Croacia el día 6 de diciembre y los Reyes (curiosidades de la vida) en Austria. Un hombre de cabello oscuro cruza la puerta de las casas escocesas con carbón (sí, carbón…), sal y whisky (todo un acierto esto último). Los hogares chinos se engalanan con linternas de papel para esperar a que Dun Che Lao Ren (“el viejo hombrecillo de las Navidades”) reparta regalos el día 24. Al otro lado del mar, en Japón, Hoteisho, un joven con un bulto a su espalda, se responsabiliza de lo mismo. Y muy cerca de aquí, el Olentzero de origen navarro, se entretiene en similares menesteres, aderezados también por el carbón.

Pero en mi tierra esta tradición se basa en la existencia de los Reyes Magos. Los cuales puntualmente llegan a nuestra casa cada madrugada del 6 de enero, tratando de hacernos felices a base de regalos. Solamente hay un requisito a cambio: creer, asumir firmemente que existen y por tanto, comportarse y hablar del tema con la correspondiente coherencia que ello supone. Eso fue lo que siempre ocurrió en mi familia de origen, y así se ha trasladado a mi familia actual. Algo sencillo y entrañable cuando mis tres hijos eran pequeños, pero que a día de hoy, cuando alguna ya es mayor de edad y los otros llevan camino de serlo, no ha sufrido alteración alguna. En la familia todos creemos firmemente en la existencia de los Reyes Magos. Más desde un punto de vista mágico que religioso. Y si algún día dejamos de hacerlo, desparecerán los regalos, los zapatos la víspera, las copas de cava y el turrón para su avituallamiento nocturno, la ceremonia matinal de colocarnos en fila de menor a mayor, antes de entrar al salón, y toda la feliz mañana de apertura de regalos y caras sorprendidas. Esperemos que no ocurra nunca.

El caso es que este año, de alguna manera los Reyes han tenido en cuenta lo que se me venía encima con la propuesta “Rodador”, ya que han tenido varios detalles ciclistas muy relacionados con ello. El primero ha sido la Dawes, a la que ya me referí más que de sobra la semana anterior. Pero es que además, provocándome una absoluta sorpresa, completamente inesperada, entre los paquetes que se amontonaban junto a mi zapato, apareció un maillot. Se trataba de un maillot de confección contemporánea, sin embargo era especial. Una réplica. Una reedición del maillot del Kas. Ese mismo que Roberto, Lucas, Tomás… y tantos otros ciclistas amantes de lo retro pasean por algunos de los eventos clásicos que frecuento. Me hizo mucha ilusión (casi cualquier maillot me lo hace). En esta ocasión por doble motivo: por darme la posibilidad de incluso poder quedar de antemano con mis amigos para “ir de equipo” en alguna cita; y por disponer desde ese momento del maillot emblemático del que quizá para mí (y para muchos aficionados ciclistas de siempre) haya sido el equipo ciclista más legendario de la historia española. José Manuel Fuente (a quién por cierto llegué a conocer personalmente, creo que en el año 1984, cuando me lo presentó José Juís Algarra, mientras el Tarangu ejercía de director deportivo de un equipo de aficionados); nuestro cántabro Gonzalo Aja; Lasa, López Carril, Pesarrodona, Perurena, Martínez Heredia… Por ahí por el blog, en alguna entrada del año pasado tenéis incrustado aquel fantástico documental sobre el Giro protagonizado por Merckx, Fuente, el Kas y el Bianchi ¡casi nada!

Pero sus majestades no sólo se han acordado de mí a la hora de sorprender con presentes ciclistas. Myriam se encontró con una maravilla retro. Nada más y nada menos que una BH Gazella (de señora), original de los años 60. Y no se trata de una restauración sino de una bicicleta bien conservada pese a su uso (la cámara trasera tiene unos 16 parches aproximadamente). Es un modelo granate y blanco. De frenos de varillas ¡faltaría más! En realidad tan sólo ha habido que ponerle cubiertas nuevas, cambiarle una biela algo torcida, pedales similares pero nuevos, timbre, bomba y una redecilla nueva sobre el guardabarros trasero a modo de protector de faldas o vestidos. El resto, limpiar y ajustar (muy poco). Es fantástica, ya la hemos probado para ir a tomar algún aperitivo rural de esos que nos gustan tanto. La idea es que la utilice en todos los Tweed Rides a los que pensamos acudir este año. El trasportín viejo lo pintaré cuando tenga tiempo, pero por el momento ahí está. Las pegatinas, íntegras todas. Proviene de Castilla, de ahí que haya sobrevivido al feroz ataque cantábrico de la corrosión. Por traer, tiene hasta la última chapa de circulación que portó en el 72.





Fuera de casa, también han aparecido bicicletas. Quién lo diría, pero hasta Fernando y Domi, aquella pareja de amigos que nos hizo la cobertura fotográfica y de video en la Histórica la temporada pasada, tienen desde Navidad sendas bicis híbridas para acometer excursiones y paseos. El acercamiento a lo retro del año pasado, un pic-nic ciclista y que Fernando recibiera una clásica de paseo tuneada como regalo de jubilación (considero que mucho mejor detalle que la biografía de una maestra, que fue el repartido por la Consejería de Educación a la promoción docente que nos dejó en el 2013), han sido argumentos suficientes y convincentes para que se decidan a convertirse en ciclistas ¡Bienvenidos! En cuanto estos sucesivos vendavales se retiren, nos reencontraremos a pedales.

Y para terminar otra anécdota ciclo-navideña. Mi hija Cristina tiene novio. Normal, está en la edad. Independientemente de que con él llegue lejos o no, eso es cuestión de ellos y de la vida misma, el muchacho es un tipo majo. Resulta algo peculiar. No porque sea de origen italiano o por su singular forma de ser, sino porque es una persona muy educada (mucho) lo cual resulta bastante extraño, para alguien de su edad en estos tiempos que corren. Extraño pero admirable y encomiable. Para mí, al menos resulta una cualidad esencial, especialmente para una persona candidata a entrar en mi familia. No quiero ni pensar lo que sería compartir mesa o tertulia habitualmente, con una persona soez o chabacana. Pero Fabio es peculiar por más razones: lee asiduamente este blog…, tiene un especial apego a sus bienes de consumo veteranos, esos que siempre le han dado servicio a él o a sus padres y se lo siguen dando, de tal forma que no los traiciona, abandona, sustituye o aparta fácilmente, seducido por cualquier diseño a la última. Un ejemplo de ello es que hasta ahora se ha paseado por la ciudad con una bici, cuando menos rara (lo de pasear es un eufemismo, porque nuestro personaje es, sin definirse a sí mismo como tal, un auténtico ciclista urbano, pues en bici acostumbra a ir a la facultad, de recados y a muchos de sus asuntos). La bicicleta en cuestión es lo que podríamos denominar una BTT de segunda generación, es decir de las primeras que se fabricaron en España, cuando la revolución de la Mountain Bike traspasó nuestras fronteras. Era de su padre y está tal cual fue adquirida. Eso no nos dice mucho, pero interesa mencionar que se trata de una “Vipch”, marca probablemente desconocida para la mayoría de los aficionados. La marca era una especie de taller que montaba cuadros de carretera, de montaña y hasta algún prototipo extraño, generalmente con tuberías Reynolds o Columbus. Lo hacía basándose en su propia estructura empresarial que provenía del ramo de los neumáticos. De ahí su nombre: Vipch = vulcanizados y parches.

El caso es que Fabio suspiraba por una bicicleta de carretera, y la anduvo buscando por Internet. Dio primero con una Bianchi que fue pronto vendida. Frustrado, encontró pronto una posible sustituta, una Macario que vendían en un pueblo cercano. Humilde en su inexperiencia ciclista me propuso que lo acompañara para verla y tomar la decisión de la compra. Y allá que fuimos los dos solos, en su eterno 205, al que tanto mima. La bici estaba en perfecto estado. Acero de un color claro, montada con Campagnolo sincronizado en frenos y coronas y Shimano por movimiento central. Pedales automáticos Look de los pioneros y unas llantas algo posteriores a la bici. Me monté, me di una vuelta y en seguida me percaté de que todo estaba en regla, ajustado, funcionando, sin holguras, sin ruidos… buenas sensaciones. Un examen visual nos dejo claro que el estado general, a excepción de la cinta del manillar, era francamente bueno. Total que mi veredicto fue positivo: por bastante poco dinero, tienes una bici estupenda, que te sirve para todo (ciudad, entrenamiento y hasta clásicas), que poco tiene que envidiar a cualquier bicicleta posterior de gama media. Lo bueno de estas bicicletas es que el paso de los años y los constantes cambios de diseño y estética, las abaratan enormemente porque todos sabemos que nadie las compraría en caso contrario. Entretanto, tal y como he probado y demostrado el año pasado, mantienen la funcionalidad de las actuales sin problema alguno. Y si es por cuestión estética… pues cada uno tenemos nuestras preferencias.

A él le sobraban los pedales automáticos, poco aptos para un uso mixto que incluye mucha ciudad. Así pues le regalé unos de montaña casi nuevos que no utilizaba, con rastrales de plástico (para que no estropee sus zapatos) y correas. Él a cambio, pese a mis reticencias, me ha regalado el sillín de la bici, pues tenía otro esperándola. Se trata de un original modelo de carretera cubierto con una imitación de piel de reptil. Una preciosidad que su madre se encargó de dejar tan brillante y suave como unos guantes femeninos parisinos comprados en alguna lujosa boutique de la Rue de la Paix. Gracias Fabio, encontraré una excelente ubicación para el sillín. El caso es que el chaval ya tiene bici, y pese al poco favorable clima que nos castiga este invierno, parece que anda por ahí esprintando en los radares, metiendo tuerca en las numerosas cuestas de la ciudad y apurando frenadas en los vertiginosos descensos callejeros. Me alegro. Por él y por la bici, cuyo destino no sería halagüeño de otro modo. Ahora tan sólo queda liarlos a los dos y embarcarlos en alguna Retro o incluso Clásica de las de este año.

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