“No
ignoramos que cada pierna de un ciclista descansa e incluso disfruta de un
masaje automático, y tan reparador como cualquier embrocación, mientras la otra
actúa… […] Puede usted juzgar los efectos del ‘Perpetual-Motion-Food’ sin
someterse a la molestia de probarlo, y mediante la mera contemplación de
actuaciones físicas. Pasado mañana comienza una carrera en la que un equipo de
ciclistas se alimentará en exclusiva de él. […] Ah… ¿y será larga? Diez mil
millas. Dieciséis mil noventa y tres kilómetros y doscientos metros. Semejantes
números pierden su significado. Es una distancia mayor que la que hay desde
París hasta al mar de Japón”.
Alfred Jarry ("Ubú en bicicleta"; 1898 aproximadamente)
Nunca se sabe dónde o cómo consecuencia de qué pliegues
del destino llegas a cruzarte en el camino con determinadas personas. O como en
este caso, con algún ciclista singular. A mí me ha vuelto a suceder hace muy
pocos días. Mi afición a la lectura y al ciclismo me han aportado muchas
recompensas por separado y alguna que otra conjuntamente. Y no me refiero
exclusivamente al disfrute que supone leer sobre una actividad o un deporte que
me entusiasma, sino que precisamente esa extraña combinación ha provocado en
algunas ocasiones que mi librera habitual me haya solicitado hacer de
introductor o moderador del autor de algún libro sobre ciclismo.
Hace poco me encargaron presentar a Diego Ballesteros en
un acto de ese tipo, en la librería Gil de Santander. Él andaba de gira
presentando su libro “12.822 km” y recalaba en Santander. Acepté el reto, pese
a desconocer tanto al autor como su obra. Al fin y al cabo mi papel se iba a
reducir a introducirle un poco en la sala y avisar a algunos de mis contactos
por si tenían interés en asistir. Y la verdad es que acerté en aceptar porque
tal y como he señalado al principio, me vi recompensado con el encuentro con un
ciclista singular.
Diego es bastante más joven que yo, aragonés (de
Barbastro) y pese a la diferencia de edad y de arraigo geográfico, tenemos
algunos puntos en común. Por ejemplo la afición por una amplia variedad de
modalidades deportivas (podríamos calificarlo como diversidad practicante) y la
atracción por la bicicleta como medio de transporte ideal para los viajes de
larga duración, carácter nómada y en los que la inmersión en el paisaje humano
de los destinos se convierte en uno de los valores más importantes del periplo.
Cuando además le escuchas y ves que también comparte cierta manía y tenacidad
documental (como el mantenimiento contra viento y marea de su diario de viaje y
sus fotos), y que no le supone pega alguna viajar en solitario, te das cuenta
de que podrías estar hablando con él largo y tendido, pues a ambos nos unen más
características comunes.
Ni que decir tiene que gestas viajeras como su trayecto
desde Zaragoza a Pekín, en tres meses y pico y a lo largo de más de 12800 kms,
no están ni de lejos entre mis experiencias. Sin embargo comparto mucha de su
filosofía y su planteamiento de realización personal a través de proyectos
propios. Pero no voy a compararme más. Paso a describir algunos de los puntos
de interés de su persona que me animan a considerarlo como “ciclista de largo
recorrido”.
Ya me he referido a su viaje más largo. Y no pretendo contar
más del mismo, ya que para eso está su libro. Pero si quiero recalcar que se
trata de un buen ejemplo de esa esencia del ciclismo que quizá sea la que más
me gusta de todas las que practico… el cicloturismo viajero de “alforjas”
(aunque en aquel caso él optara por un remolque como recurso de carga de
equipaje). Un ciclismo que integra la esencia del viaje, la aventura, el mundo
de la bicicleta, el deporte más puro, etc.
Con posterioridad a dicho viaje, esta vez en equipo, y con
amplio despliegue organizativo, se embarcó en otra actividad de largo
recorrido: la “Race Across America”. En este caso se trataba también de un
viaje, aunque con otras connotaciones más deportivas y de rendimiento. Y sobre
todo de reto. Reto que siempre me llamó la atención y que más de una vez ha
figurado dentro de ese informal ranking de sueños personales que todos tenemos,
aunque sin llegar a consolidarse nunca como parte de la categoría de proyectos
(del sueño al proyecto hay ciertos componentes decisivos). La cuestión es que
en este caso, su vida se vio transformada por causas ajenas a sí mismo. Un
coche, no entraré en detalles, se lo llevó por delante a mitad de recorrido, a
consecuencia de lo cual desde entonces no tiene movilidad ni control de su
cuerpo desde el pecho para abajo.
Para este tipo de situaciones se suele emplear la frase de
que aquello le cambia la vida a una persona. En este caso también pudiera ser
así, es él el único indicado para valorarlo. Sin embargo, desde cierto punto de
vista, y pese a habernos conocido solo un poquito, me atrevo a decir que en
cierto sentido no le ha cambiado en absoluto… ¡sigue siendo un ciclista de
largo recorrido!
La charla en la librería fue muy bien, daba gusto
escucharle, nos encantó su video documental y todo su carisma al responder a
las numerosas preguntas que los asistentes (entre 30 y 50 personas) le hicieron
con interés y curiosidad. Pero para mí luego vino lo mejor, al irnos a tomar
una caña en grupo reducido y después guiarle hasta un tranquilo lugar en el que
pudiera pernoctar, además de charlar con él largo y tendido a la mañana
siguiente (el tiempo desapacible nos privó de poder salir a rodar juntos). Precisamente
el perdernos esa sesión de entrenamiento ciclista nos permitió hablar mucho
más, con más confianza y de temas que nos interesaban a los dos.
Lo primero que me chocó fue que a pesar de su actual
situación personal, sigue siendo un nómada. Anda de aquí para allá, conduciendo
una auto-caravana enorme adaptada a sus necesidades. Demostrándome que su
modelo de vida (sus proyectos) no ha cambiado desde un punto de vista esencial.
Vamos, que sigue realizando largos recorridos y que por lo que cuenta, le queda
mucho ¡pero que mucho! “recorrido”. Ya ha acometido algunos retos como
completar Madrid – Londres en hand-bike y algunos otros le dan vueltas en la
cabeza, mientras van tomando forma poco a poco.
Más tarde ya no pudimos parar de hablar. Está volcado en
su entrenamiento personal ya que ha empezado a competir en hand-bike y es una
deportista ambicioso (desde un punto de vista positivo). Tiene planes
competitivos y quiere desarrollar al máximo su potencial de rendimiento. Allí
anduvimos cambiando impresiones sobre las características o cualidades
deportivas más necesarias para rendir en el modelo de rendimiento que caracteriza
a sus competiciones. Departimos sobre el entrenamiento de fuerza, las pruebas
de campo, las adaptaciones necesarias, el umbral anaeróbico y muchas cosas más.
Durante un buen rato quedaron atrás los libros, los viajes, la auto-caravana,
la historia previa de cada cual y cualquier otra circunstancia ajena a la pura
reflexión técnica compartida sobre el deportista concreto y la modalidad
deportiva a la que se enfrenta. Vamos, lo que ocurre siempre cuando te
encuentras con alguien “enchufado” en su proceso de entrenamiento. En esa
situación, da igual estar hablando con un triatleta olímpico, un futbolista
cadete o un montañero veterano que nunca ha alcanzado aún un 4000 pero va a
intentarlo en breve. Debates sobre el reto, el proceso y todo lo que tiene que
ver con el logro, mientras lo demás sólo es decorado prescindible… no sé si me
explico bien.
Desde entonces el contacto ha quedado, nos hemos escrito,
nos hemos enviado referencias de interés mutuo y esperamos vernos más,
coincidir en algún evento, proyecto o situación; y en cualquier caso, mantener
un recorrido vitar largo.
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