viernes, 18 de septiembre de 2015

38. CANTABRIA RETRO-CICLISTA

"Valle de Campoo" José Espurz (colección privada)

El plan era ambicioso. Esta temporada, además de ubicar mi quedada La Montañesa la víspera de la marcha La Retrovisor, había añadido una ruta más al día siguiente, e incluso incorporado algún otro complemento cultural relacionado con nuestra común afición por el ciclismo clásico. Uno pasa el invierno con ganas de verano y de rutas ciclistas agradables, se emociona y hace planes, y si se descuida, puede liarse la manta a la cabeza y acabar programando un plan vacacional excesivo. Afortunadamente, una vez transcurridas las fechas de las citas, puedo confirmar que los planes se llevaron a cabo y que todo salió bastante bien. De entre lo previsto, tan solo hubo una única actividad que no llegó a realizarse, una hipotética reunión formal (asamblea o similar) entre un significativo número de miembros de la CV, la cual, entre sus limitados rasgos característicos propios, tiene precisamente, el de jamás reunir a un número significativo de cofrades. La reunión no tuvo lugar, ni falta que hace, tampoco creo que hubiera servido para nada, aunque en esta vida, hay infinidad de actos que aparentemente no tienen utilidad alguna, pero nos aportan un aliño vital delicioso.

Prueba de las dificultades que por lo general todos los adultos procedentes de diferentes rincones de la geografía nacional tenemos para reunirnos, fue el hecho de que a lo largo de los tres días vividos sobre nuestras bicicletas, ninguna de las jornadas presentara la misma “nómina” de participantes, reduciéndose a cuatro las únicas personas que realmente disfrutamos del fin de semana completo.

Todo empezó en tarde-noche del viernes en mi casa, en la cual disfrutamos de una cena bastante sencilla, de carácter regional, a base de Marmita (sin límite), vino y torrijas de postre. El momento resultó muy agradable y ameno, como suelen serlo todos los encuentros de este tipo, tras periodos en los que no nos vemos unos y otros. Además, el hecho de estar en un hogar particular, sin dependencia de servicio, espacio, cuentas u horarios, facilita mucho el conseguir una atmósfera tranquila y más privada. No sé qué dirán al respecto los comensales, pero yo estuve especialmente a gusto ejerciendo de anfitrión. Aunque algo falló finalmente, pues a la mañana siguiente, al levantarme, me encontré una tardía llamada perdida de Manu, realizada durante la noche pasada, que me hizo temer que finalmente se habría decidido a venir a casa. Efectivamente, mientras desayunábamos, alguien tímidamente golpeaba una ventana con sus nudillos: era Manu, tras una noche de pernocta en su coche… nada es perfecto. El aviso no llegó a tiempo por escasos cinco minutos, algo que lamenté enormemente.

Pero haciendo de tripas corazón tocaba vivir la primera jornada y, al menos, pudo desayunar caliente y acompañado. Así pues, Carlos (Salamanca), Manu y yo, colocamos nuestras bicicletas (impecable Peugeot P10, flamante Zeus y deportiva Alan, respectivamente) en el coche y partimos hacia Santillana del Mar, punto de encuentro de La Montañesa 2015. El día amenazaba lluvia y ofrecía previsión de agua, pero sin embargo, nos respetó completamente y se caracterizó por mantenerse seco y con una temperatura de lo más agradable. Las únicas gotas que llegaron a caer en algún leve instante fueron anecdóticas, casi imperceptibles e incapaces de mojar la piel, la ropa, la bicicleta o la carretera. La Montañesa, sin que ello sea su objetivo o intención, volvió a crecer una vez más en número de ciclistas, de los seis del primer año y los siete del segundo, pasamos en esta ocasión a ser doce: Carlos, Edu, Miguel y Rafa (de Asturias); Javier; Manu y Carlos (de Salamanca); Carlos Cobo, Carlos Arozarena, Roberto, Jesús y yo (como locales). Realizamos una ruta costera por un itinerario típicamente turístico de Cantabria, aunque sin las habituales paradas para visitar pueblos o villas (Santillana del Mar, Cóbreces, Comillas y San Vicente de la Barquera). Para ello alternamos la carretera de la costa, con otra más discreta, desconocida y cercana al mar, en el tramo que va desde la ría de la Rabia hasta San Vicente, circulando junto a la playa de Oyambre y descendiendo con preciosas vistas de la playa de S. Vicente. Finalizado el tramo costero, viramos hacia el interior y circulamos regresando por carreteras secundarias de interior, con constantes desniveles sucesivos en ascenso y descenso, sin rectas y serpenteando entre el arbolado, las casas de piedra y los rincones característicos de esta tierra. Por razones mecánicas, y otras de diferente índole y difíciles de analizar (cuestión de dinámica de grupos), el caso es que tuvimos varias paradas inesperadas y algunas esperas, y el retraso acumulado nos hizo decidir saltarnos un rodeo, atajando por un tramo menos vistoso, aunque breve, a la altura de Cabezón de la Sal. Al volver a sectores secundarios, tomamos la bonita carretera que se encamina hacia Novales desde Caranceja. Es muy agradable y variada, pero nos la encontramos cortada por obras y aunque recorrimos un tramo sobre su firme de tierra, acabamos teniendo que darnos la vuelta. La alternativa supuso un nuevo recorte al itinerario inicialmente previsto, pero a cambio, nos regaló un intenso rompe-piernas con varias rampas verdaderamente fuertes. Así pues, la etapa resultó de lo más variada y vistosa, una buena muestra de nuestras carreteras, paisajes y rincones de la zona costera occidental. Finalmente llegamos con tiempo suficiente para comer, divididos en dos grupos, antes de ponernos en marcha para la actividad de la tarde.

 Dorsal de bicicleta de La 3ª Montañesa.

 Carlos (Salamanca) a lomos de su magnífica Peugeot.

Carlos Cobo y Manu (maillot Puch) circulan por Oyambre.

 Carlos (Gijón) son su Alan rodando por nuestro
intento sobre tierra. Todo fue estupendamente hasta
que un argayo impidiera continuar.

Carlos (Santander) enfundado en La Casera

 Foto de grupo (Manu).

Se había planificado una sorpresa y esta no fue otra que una visita privada al museo que Santiago Revuelta está montando día a día, con el ciclismo de competición como eje. El lugar es sencillamente alucinante, pues tiene unos “fondos” de descomunal cantidad, altísima calidad y todo está presentado de forma muy ordenada, vistosa, organizada e informada. Se disfruta además de gran espacio de exposición, por el que uno se mueve sin agobios, disfrutando a placer de los incontables detalles a la vista. Hay una enorme cantidad de bicicletas, reprografía, carteles, bidones, maillots, cuadros, vehículos… de todo. Gran cantidad del material es además el original utilizado por campeones ilustres. La mayor parte del contenido se centra en las décadas de los años 60, 70, 80 y 90, aunque también hay contenido previo, o incluso posterior. Cualquiera pudiera pensar a priori que el museo pudiera sufrir cierto lógico desequilibrio hacia una abrumadora presencia del Teka entre lo expuesto, pero no es así, pues el esfuerzo de “alimentación” del mismo ha sido tal que, aunque evidentemente el GD Teka tiene su espacio específico y muestra una presencia principal y completa, no eclipsa (ni de lejos) la enorme cantidad de piezas que representan al ciclismo de Cantabria, al nacional y al internacional. Pero aunque este museo es desde luego, la mejor colección de temática ciclista que yo haya visitado jamás, nuestra particular visita gozó de un intangible valor añadido que la hizo aún más especial: la presencia de Santiago Revuelta como cicerone del mismo y la agradable y relajada tertulia que tuvimos la suerte de mantener con él. Santiago es una de esas personas que por méritos propios ha acabado convertido en una enciclopedia viviente del ciclismo. No en una de esas personas que ejercen de “banco de datos” (las cuales abundan y me acaban resultando cansinas y aburridas), sino todo lo contrario, un auténtico “banco de vivencias” experimentadas en primera persona. Lo que él cuenta no viene en los libros, no está en la red y no apareció en los periódicos. Revuelta es un testigo de muchos años de ciclismo internacional al más alto nivel. Y por si todo ello fuera poco, resulta un testigo elocuente, con rica y ordenada conversación y brillante competencia comunicativa. Personalmente soy afortunado por poder pasar algunos ratos de charla con él muy de cuando en cuando. Y gracias a estos días pude además compartirlo con mis amigos ciclistas clásicos.

Una de las "joyas de la corona": la bicicleta del "Tarangu"
del KAS.

 Mis compañeros posan junto a Santiago Revuelta en su
magnífico museo.

La jornada acabó con una cena grupal en una sidrería y una retirada nocturna responsable, ya que pese a lo intenso de lo vivido hasta ese momento, para bastantes de nosotros, aún nos quedaba mucho que atender a lo largo de las horas siguientes.

El domingo tocaba participar oficialmente en La Retrovisor. Mi plan inicial de tándem con Myriam se vio trastocado por una inoportuna molestia de espalda que la incordiaba ligeramente. Así pues, preguntando Jacobo si él prefería tándem o bicicleta individual, acabé montando la Peugeot PX11 de los ochenta. La Retrovisor, básicamente, mantuvo el mismo exitoso formato que la edición anterior: recorrido, servicios, actividades, horarios, etc. Como principales novedades pueden resaltarse  el que se doblara el número de participantes y el que la organización se mostró eficazmente previsora ante el riesgo de lluvia, pues trasladó la comida a un pabellón y desplazó ligeramente el rincón del avituallamiento hacia una pista en la que hubo dispuestas carpas impermeables. Afortunadamente, la lluvia nos respetó por lo que el día resultó agradable, sin frío ni calor, con ratos de cielo cubierto y momentos con claros y sol. A nivel organizativo, algunos allegados sabíamos que para el evento suponía todo un reto mantener su existencia tras el reciente cambio político experimentado en el ayuntamiento de Medio Cudeyo. Pero visto lo visto, los cambios no han afectado a la supervivencia de la cita, por lo que felicitamos a los nuevos administradores públicos y desde luego al organizador Enrique Aja. No es bueno que tantas iniciativas culturales, deportivas, sociales… de nuestro país anden dependiendo cada poco tiempo de los talantes, sensibilidades, ideologías e incluso en ocasiones caprichos, de los sucesivos dirigentes. En cuanto a la marcha en sí, quizás porque la bicicleta individual exige bastante menos atención de conducción que el tándem, el caso es que el paso por el parque de Cabárceno me resultó más enriquecedor en esta ocasión que el año pasado y pude disfrutar algo más de la presencia de los animales. Junto con Melchor tuve la suerte de vivir un momento mágico, cuando rezagados por habernos quedando haciendo alguna foto, contemplamos una inusitada actividad de una nutrida manada de gamos que, acompañada por un majestuoso ciervo macho, escenificó una especie de estampida elíptica cruzando la cinta de asfalto en dos ocasiones. Transeúntes y vehículos quedaron parados y pasmados ante el maravilloso espectáculo de la fauna, y los escasos ciclistas que en ese momento circulábamos por allí tuvimos que ralentizar precavidamente la marcha atentos a las inesperadas evoluciones de tan salvaje y majestuosa masa crítica de cuadrúpedos astados.

Ignoro la causa, pero mi sensación es que en esta ocasión se rodó ligeramente más rápido que en la edición anterior, demasiado incluso, en opinión de algunas personas que así me lo han hecho saber, nada excesivo para la mayor parte de los participantes, pero si quizás para algunos de los que necesitan o prefieren un ritmo de pedaleo más pausado, recreativo o contemplativo, que debería de poder ser compatible también con el ciclismo retro. El recorrido se hizo ameno y la organización de cobertura de cruces, atención médica y demás, resultó de nuevo impecable. El avituallamiento volvió a surtirse a base de productos tradicionales de la región y fue un buen momento para emplearse más a fondo (aún) en las relaciones sociales que esta marcha siempre estimula. Fui testigo de un re-encuentro de dos compañeros de campamento de la “mili” (más de treinta años después) y no dejé de saludar a gente aquí y allá. De hecho, tengo que reconocer que a lo largo de este evento apenas presté atención a mis compañeros de fatigas retro habituales, varios de ellos implicados en la jornada del día anterior o del siguiente. Pero es que las circunstancias de la marcha de Enrique son diferentes para mí, pues al pedalear “en casa”, me topo con tanta gente conocida, pero a la que veo muy pocas veces, que me siento con la responsabilidad emocional de atenderlos, hacerlos compañía y fomentar su afición hacia esta actividad. Por no hablar de que aquí siempre logro que se apunten personas de mi familia, con quienes, como es lógico, me agrada pasar el día. Cuento con que mis amigos ciclistas no me lo tengan en cuenta y no se hayan sentido abandonados, porque todos ellos tenían con quien sentirse acompañados y porque además, tanto la víspera como el día siguiente, si así lo desearon y pudieron, me tuvieron a ellos dedicado por las carreteras.

 Jacobo en Cabárceno junto a un inquieto rinoceronte.

 Jesús y Melchor, dos ex-reclutas convertidos en sanos
deportistas adultos mucho tiempo después.

Aquí aparezco a mi paso por La Cavada (foto: Mariano Vicente).

La Retrovisor fue fiel a su breve pero acertada tradición de rendir homenaje a algún valor oculto del ciclismo histórico de Cantabria. El propio Cundo estaba allí presente para reforzar esta estupenda idea. El homenajeado en esta ocasión era Doro, dinamizador perenne del ciclismo del Asón. Desafortunadamente, un estado delicado de salud (que esperamos sea temporal)  nos privó de su presencia en la ceremonia, pero confío poder tener la oportunidad de conocerlo para quizá así, en este espacio, dedicarle un capítulo enterito en un futuro cercano.

A lo largo de los prolegómenos de la ruta, durante la misma, así como en todo el proceso posterior de comida y entrega de premios, traté de observar a los participantes, sus máquinas, el ambiente, etc. Me ha dado la impresión de ver a gente nueva de la región. Aunque parece que a los cántabros les está costando un poco más de la cuenta el desperezarse hacia esta novedosa faceta del ciclismo, intuyo que poco a poco lo están haciendo, y conociendo nuestra tradición, estoy seguro que muchas joyas andan por ahí olvidadas aún, en cuadras, trasteros o pajares, esperando revivir. Pese a ello, la presencia del Teka, así como la de las bicicletas Alan se hizo bastante patente dentro del pelotón. Por su parte, la gente de las Encartaciones aportó una destacada presencia. Poco a poco, la cercanía geográfica, y especialmente Tomás, se están encargando de que nos vayamos conociendo cada vez un poquito más. Sus mujeres presentaron atuendos vistosos, originales y elegantes, y en lo que a mí respecta hubo una Peugeot naranja con frenos de tiro central que me encandiló (sin desmerecer otras bicis). Pero  si me pongo a hablar de bicicletas, tengo que hacer una mención especial a una fantástica y exclusiva Marotias encargada y construida específicamente para el cicloturismo de alforjas. Su propietario, un agradable maño de Huesca, me contó algunas anécdotas del proceso de fabricación y acabado, además de mostrarme detalles de su admirable ejemplar, que se conserva como si hubiera sido estrenado ese mismo día.

 Formidable Marotias de cicloturismo.

 La firma del artista grabada sobre el tubo horizontal.

Para algunos de nosotros la jornada no finalizó con las despedidas de rigor, pues una vez “despachadas”, nos vimos sumergidos dentro de un ajetreado proceso de organización logística para el día siguiente: ir a dejar las bicicletas de esa mañana para sustituirlas (en algunos casos) por las del día siguiente, desplazarnos a Santander para dejarlas allí, acercarnos hasta Reinosa para aparcar algunos coches y regresar a nuestras casas. Carlos (Salamanca) se vino conmigo pues pasaba el fin de semana en casa, y cuando finalmente llegamos, tras una jornada tan larga y movida, nos encontramos con que una de mis hijas había traído invitados anglosajones a cenar, así que la velada se alargó un buen rato disfrutando de una cena amena y de carácter internacional, y esta vez, sin connotaciones ciclistas de por medio.

La tercera y última jornada nos exigió madrugar. Carlos (Arozarena) nos recogió para acercarnos los tres a la ciudad. Allí nos esperaba Javier con las bicicletas ya preparadas a la puerta del garaje en una calle muy castiza de la capital, en las inmediaciones de Puertochico. Siempre detallista, nuestro amigo ya nos había colocado los dorsales específicos del “evento” para las bicicletas, que desde un tiempo a esta parte, viene confeccionando con claras muestras de buen gusto en sus diseños. A partir de este fin de semana, además, ya nos ha incluido hasta un portadorsal de lo más práctico. Así pues, sin pérdida de tiempo, los cuatro valientes y/o supervivientes del fin de semana empezamos a callejear hasta alcanzar nivel del mar, para desde allí, iniciar nuestra quedada homenaje “Etapa Vuelta – 2km vertical” (Santander – La Fuente del Chivo) de 0 a 1996 metros de altitud en unos 110 km de recorrido. El callejeo por el centro de la ciudad se solventó ágilmente y sin problemas a esas horas. A medio camino hacia Torrelavega disfrutamos de unos tramos agradables sin apenas tráfico por un característico recorrido rompepiernas, aunque sufrimos una parada por un pinchazo de Carlos (Arozarena). Circunvalamos la capital del Besaya utilizando un carril-bici y nos recreamos atravesando el casco antiguo de Cartes y de Las Caldas. Todo fue bastante bien hasta Bárcena de Pié de Concha, el día había ido mejorando cada vez más y el viento matinal amainando hasta desparecer. Constantemente intercalábamos a conveniencia la utilización de la nacional con el trazado de la “N” más antigua aún. Para entonces ya habíamos contactado telefónicamente con Tomás que había decidido apuntarse a la aventura desde Fontibre. Pasado Bárcena la marcha se ralentizó bastante y el grupo sufrió algunos cortes, así como esperas parciales preventivas, hasta reencontrarnos todos en el centro de Reinosa para un leve avituallamiento rápido. Nos volvimos a separar para atender un asunto logístico (Javier y Carlos “Salamanca”), mientras los dos restantes íbamos adelantándonos hasta Fontibre, donde yo me detuve para localizar a Tomás, quién por teléfono acabó comentándome que ya llevaba bien avanzado su ascenso. En definitiva, que todo el llaneo de aproximación por el valle de Campoo, así como el ascenso del puerto, lo acometimos y completamos prácticamente separados, a excepción de Javier y Carlos (Salamanca). Personalmente pedaleé un rato en la llanura con Carlos (Arozarena), me crucé y charlé un instante con Tomás, cuando éste ya descendía, y fui testigo de los sufridos kilómetros finales de ascenso de Javier y el otro Carlos. A mí el puerto se me hizo especialmente duro, he dejado casi completamente la bicicleta hace ya más de un mes y ya se sabe que eso es algo que no perdona. Sabedor de mis circunstancias, me concentré constantemente en eso del “empieza a ascender el puerto como un viejo si quieres llegar arriba como un joven (y no al revés)” y la cosa más o menos funcionó, porque recuerdo que donde peor lo pasé fue en la parte central del mismo, mientras que la parte objetiva y claramente más dura (los últimos kilómetros) la superé con mejores sensaciones. Aún así, cargando con toda la aproximación desde el mar, llegué arriba bastante castigado. La perspectiva me permitió poder contemplar a Javier y Carlos (Salamanca) en las rampas más agresivas, al primero lo tengo tan visto sobre la bicicleta que puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que le costó más sacrificio del habitual coronar, mientras que Carlos experimentó las desagradables consecuencias de disponer de un desarrollo mínimo demasiado clásico (42x21). Aún así ambos pudieron con ello y enseguida se reunieron conmigo arriba. Aunque sea algo que no tenga que aclarar entre mis habituales compañeros de ruta, si deseo hacerlo ante posibles lectores con el “gen” competitivo demasiado arraigado a flor de piel. El hecho de que yo ya estuviera arriba no responde a un ascenso más veloz, sino a una simple cuestión de disposición casual del orden de partida desde Reinosa. De hecho, habiendo comprobado el poderío de pedalada de mis dos amigos en nuestro paso por las Hoces del Besaya, estoy seguro que de haber iniciado el ascenso juntos, hubieran sido ellos quienes me hubieran estado observando a mí desde la cima.

En la cumbre hacía viento, y un frío que pelaba. Tras unas rápidas fotos, me despedí de mis dos compañeros y me lancé a un rápido regreso, para llegar a tiempo a una reunión de trabajo con la que no contaba días antes. Me crucé al otro Carlos cuando en su ascenso ya había superado la rampa más violenta de todas (por lo que estoy convencido de que coronó con éxito) y saludé a Tomás (sin detenerme) que esperaba al borde de la carretera a pié de puerto (en un ambiente más cálido). Desde allí “CRI” (con lo que me quedaba de piernas) hasta Reinosa, cambio de indumentaria, coche y llegada “clavada” a la reunión. Por lo tanto, el programa retro cántabro acabó de forma bastante brusca para mí, pero creo que los afectados por tan fugaces despedidas se habrán hecho cargo de las circunstancias. Salvo en el caso de Tomás, a quién no llegué a ver subiendo en ningún momento, tengo la impresión de que al resto nos costó bastante sacrificio completar los “dos kilómetros verticales”, aunque estoy también seguro de que todos acabamos de lo más contentos.

 Placa-dorsal para la bicicleta en el ascenso al collado de la
Fuente del Chivo desde el mar.

 Javier y los dos Carlos circulando por el centro de Cartes.

 Tomás detiene su descenso para saludarme cuando nos cruzamos.

 Javier cruzando "la meta" de la etapa de la Vuelta.

Javier y yo posando en la cumbre (bueno unos metros
un poco más arriba para "redondear").

Contar tanta actividad ciclista vivida a lo largo de tres días, ha exigido ser parco en detalles y obviar asuntos que quizás hubiera merecido la pena destacar. Personalmente acabé muy satisfecho de todo, aunque notablemente fatigado, tanto desde un punto de vista físico, como desde una perspectiva general. Todo el programa ha supuesto convivir con mucha gente diferente, cambiar parcialmente de compañía cada día, pedalear bastante por comarcas diversas, organizar la agenda y conciliarla con la vida familiar. Aún así, en lo que a mí respecta ha merecido la pena y por ello agradezco a todos mis amigos el haber hecho un esfuerzo por tomar parte en lo que cada cual pudo de ello, espero que les compensara. He echado de menos a varias personas, siempre es así, resulta inevitable en el mundo moderno en el que vivimos y en las edades, de plenas responsabilidades, en las que todos estamos, más o menos, situados. Entre las noticias que han surgido estos días, destaca la puesta en marcha de un nuevo evento retro para marzo. Son varios los que se están pergeñando actualmente de cara a la próxima temporada (Asturias, etc.), pero éste me llama poderosamente la atención y me ilusiona porque surge, nada más y nada menos que, en Murcia, claramente ubicado en el sur de España. Hasta ahora el fenómeno se viene desarrollando casi exclusivamente en el norte, el centro debuta próximamente con un par de citas localizadas en Madrid (con permiso de Aranjuez), pero no encontrábamos nada más meridional, así que se trata de una buena noticia. Marzo está lejos y Murcia también por lo que ignoro si podré participar o no en la cita, aunque el asunto lo merece, pues si sus organizadores han tenido el detalle de acercarse hasta Cantabria, habría que devolverles la visita.

El fin de semana de ciclismo retro en Cantabria llegó a su fin. Considero que fue bastante ambicioso, de hecho no creo que vuelva a repetirse en formato de tres días. Me alegra mucho haber podido cumplir con la agenda prevista y que nuestro siempre caprichoso clima nos tuviera en cuenta una vez más, ahorrándonos chaparrones o estampas excesivamente épicas pero incómodas.

1 comentario:

  1. José: Gracias por tu implicación y por habernos acogido. Con o sin el stress del lunes todo, todo, ha sido estupendo.

    Un saludo
    TCFCPP

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