“Es un secreto entre el director del equipo y él mismo. Ya
sabe cuándo debe romper la siesta del pelotón, cuándo debe frenar los excesos
de los más decididos o inconscientes, acaso después de una escapada inicial;
sabe cuándo debe aflojar la tensión de los músculos y dejarse cazar por el
pelotón, eso sí, después de haber fatigado, en la caza, a los mejores. Y sabe,
porque su intuición es grande y su director lo sabe, cómo producir en el
adversario la sensación de cansancio y de desánimo. Es esta una sabiduría
impagable en el ciclista. Por eso, entre otras cualidades, Antón Arteche
resulta la pieza clave y maestra del director de equipo”.
Luís Blanco Vila
(“Doméstico de lujo”, 525 pesetas)
Simplificando el asunto, la verdad es que solo hay dos
opciones de desempeñar la profesión de ciclista profesional: ser el que gana,
el que tiene opciones dentro de un equipo, el líder… o ser un gregario más, un
trabajador para el equipo. Y si no sabes bien cuál es tu sitio duras poco en
ese mundo tan especializado y duro. Pero esto no es algo que piense o diga yo,
son palabras de un ciclista que me parece uno de los ejemplos más claros que
conozco de lo que ha sido un gregario profesional ejemplar: Enrique Aja.
A Enrique lo conozco hace muchos años, unos 25
aproximadamente. Cuando él era profesional en activo, yo recién titulado y
coincidimos los dos como alumnos en un curso para directores deportivos de
ciclismo de categoría nacional que se celebró en el Palacio de la Magdalena de
Santander, por todo lo alto y dirigido por José Luís Algarra, nada menos.
Entonces hicimos muy buenas migas, y aunque a lo largo de los años no nos hemos
vito demasiado, cada vez que lo hacemos me vuelve a demostrar que es un
magnífico conversador, un contador de historias que hace que el tiempo pase sin
darte cuenta cuando estás charlando con él. Y eso mismo me volvió a pasar el
otro día cuando quedamos en su casa para hablar sobre su vida ciclista, preparando
esta entrada del blog.
El sabía perfectamente cuál era su sitio: trabajador para
quien hiciera falta. Si en algún momento las circunstancias lo ponen a uno en
disposición de ganar, la obligación es intentarlo (incluso lograrlo), pero el
resto del tiempo, la profesión es trabajar. Por eso asume con honor y dignidad
el término de gregario, que en el argot no tiene otra traducción que trabajador
(“funcionario”) del ciclismo. Aseguraban entonces que el trabajo, la
profesionalidad, el oficio, la polivalencia y ¡sobre todo! ser un bajador
endiabladamente rápido (especialmente cuando llovía) eran sus mejores
cualidades. Y debía ser cierto ya que ejerció la profesión ininterrumpidamente
durante 9 temporadas y media, en equipos tan importantes como el Reynolds o el
Teka.
Victoria en Alto Campoo
(Vuelta a España 1987)
Nos diga Enrique lo que nos diga, en referencia al ciclismo
profesional, hay que hacerle caso. Primero porque es una persona intuitiva,
reflexiva e inteligente, pero es que además las cifras objetivas avalan su
experiencia:
- 2 años como amateur y otros 3 como profesional en el Reynolds. Conviene recordar que aquel equipo fue el principal protagonista del “Renacimiento” del ciclismo español a principios de los 80. Arroyo, Perico, Laguía, Carlos Hernández, Julián Gorospe, el propio Enrique, algunos otros, e incluso un tal Miguel Indurain que se incorporaba un poquito más tarde que los anteriores.
- 5 años en el grupo deportivo Teka, en los que después de haber trabajado para Arroyo, Delgado o Gorospe, tocaba el turno de hacerlo por Raimund Dietzen, Blanco Villar, o en la preparación de esprines o anulación de escapadas para que Alfonso Gutiérrez pudiera disputar la llegada masiva a meta.
- Una año más en el Paternina, y media temporada final en otro equipo que finalmente sucumbió como proyecto deportivo-económico.
- Por resumir, durante todo ese desempeño le dio tiempo a competir en 2 Campeonatos del Mundo amateur y otros 2 Profesionales; 6 Tours de Francia; 8 Vueltas a España; 2 Milán-San Remo; y numerosas competiciones de prestigio como la Clásica de San Sebastián, Tour de Lombardía, Dauphine Liberé, etc.
- Estamos ante un ciclista que como profesional recorrió ¡256.777 kms! Compitió 970 días con sólo 29 abandonos. Se dice pronto, pero la dimensión de pedaleo que estos datos implican, merece una lenta reflexión por parte del lector.
Todo ello empezó en el taller para bicicletas que su padre
regentaba en Villaverde de Pontones. Allí mamó el ciclismo. Su padre era lo que
Enrique define como un verdadero cicloturista, alguien enamorado de la bici por
el mero hecho de pedalear en ella recorriendo carreteras. No le gustaba la
competición, pero gastaba más en plátanos en sus idas y vueltas a Irún, que lo
que le hubiera supuesto hacerlo en gasolina. Por aquel taller pasaban la mayor
parte de los ciclistas de la época, y con ese ambiente, no fue extraño que
Enrique empezara a competir a los 11 años en aquellas carreras de Laredo,
Puente Viesgo, Treto y Los Corrales.
El ciclismo ha marcado toda su vida, si no hubiera sido
ciclista ésta hubiera sido completamente diferente. Le ha permitido hacer
realidad su sueño infantil: correr el Tour y ser ciclista profesional. Le ha
dado la oportunidad de conocer a mucha gente y, asegura, poder viajar por
muchos países. Algo (el viajar) que junto con la competición, echa mucho de
menos desde que dejó la profesión. Colgar la bicicleta parece resultar un
momento muy duro, especialmente porque de repente se cierra de un portazo tu
estilo de vida y tu rutina.
Siempre ha mantenido el contacto con los ciclistas. Según me
cuenta, los ciclistas profesionales de Cantabria siempre se han relacionado muy
bien entre ellos. Tenían organizados unos equipos de fútbol y quedaban para
jugar todas las semanas, lo cual ha generado cierta vida social, cenas, etc.
que a día de hoy se siguen manteniendo con alguna periodicidad. Desde luego
antiguamente el pelotón mantenía un alto nivel de cohesión social. Los ratos
libres, muertos, de espera eran momentos de relaciones. Recuerda precisamente
que el rato del café entre la firma del control y la salida, era un momento
crucial de buen humor y camaradería que personalmente le encantaba. Según le
comentan esto es algo que se está perdiendo un poco en estos días, quizá, entre
otras cosas, porque los ciclistas están mucho más “protegidos” por sus
estructuras de equipo y porque la proliferación de dispositivos móviles les
permiten aislarse sin sentirse solos.
Pero ese no es el único cambio que detecta entre “su”
ciclismo y el actual. Y sabe de lo que habla porque ha ejercido como director
deportivo durante varias temporadas de uno de los equipos más potentes de la
categoría amateur. Dice que ahora cada corredor compite anualmente en la mitad
de carreras que entonces, por lo que ahora los ciclistas duran más. Por poner
un ejemplo la tendinitis parece un mal casi erradicado del pelotón, mientras
que en su época era una dolencia endémica sufrida en silencio por la mayoría. A
ello ha ayudado la profesionalización del entorno con la llegada masiva de
dietistas, fisioterapeutas, biomecánicos, preparadores físicos, fisiólogos,
etc. Hay cantidad de técnicos de diferentes especialidades trabajando por el
rendimiento del equipo. ¡Lo que él hubiera dado por un biomecánico! (suspira).
¿Y ahora, monta en bici? Se ríe. Me asegura que cuando
competía en bicicleta y cuando lo dejó, prometió no volver a sufrir nunca jamás
sobre la máquina. Ello significa que sale a montar de vez en cuando, pero
disfrutando del paisaje y de encontrarse con gente con la que poder charlar.
Antes no podía recrearse en un panorama espectacular o pegar la hebra con una
señoruca del campo. Ahora sí, ahora puede, lo hace y le llena de satisfacción
(un gran conversador ¿recuerdan?). Y claro, eso, “en verano y cuando hace
bueno… je, je, je”. Si que va a alguna marcha cicloturista y dice que no se lo
ha pasado mejor en su vida. Tiene anécdotas para no parar de contar y de
hacerte reír. Me asegura que los momentos más divertidos de su experiencia
ciclista los está teniendo en las cicloturistas: antes, durante y después de
los recorridos. Entre el “rey del bacalao”, “el torero” y algún antiguo
“forzado de la ruta”, no os podéis ni imaginar lo cómico de las situaciones.
Cómo es lógico también hablamos de bicicletas. Me enseñó
una Marotias muy vieja de su padre y me explicó cómo reconocer tales cuadros
artesanos tan cotizados hoy en día. Rememorando las usadas en competición me
habló de una pequeña que le montaron para empezar, pasando más tarde a una
Macario que usara hasta llegar a amateur en el Reynolds, donde montaban
bicicletas con grupos Gali. En profesionales la mítica Pinarello roja que ahora
replica el fabricante, sólo que con Campagnolo (con diferencia la mejor
bicicleta que ha tenido en los descensos). En Teka pasó por las Alan de
aluminio al principio y pronto las de carbono, siempre con grupos Mavic.
Inigualables en ligereza por aquel entonces. Precisamente este ejercicio de
memoria coloca mi Alan en una escala temporal anterior, ya que el Teka si
combinaba Alan con Campagnolo, pero justo hasta que llegó él, por lo que mi
bicicleta debe de ser anterior al 83. Cuando aún corría allí Gonzalo Aja.
Incluso conserva una Carrera con Shimano de un acero tan fino, que si aprietas
fuerte con un dedo, puedes llegar a deformarlo, algo sólo posible de llevarse a
cabo gracias a un diseño de tubería elíptica cruzada (al parecer se las
hicieron así a dos corredores, el otro la rompió en seguida, él aún la utiliza
para pasear).
Me pasaría horas contando anécdotas y me hubiera pasado aún
más horas conversando con él, pero llegó la hora de marcharme. Pasé allí con él
mucho más tiempo del que tenía pensado, pero no me arrepiento en absoluto,
siempre he disfrutado estando de tertulia con Enrique, por no hablar de todo lo
que puedes llegar a aprender con él. Y yo soy de ese raro tipo de docentes a
los que además de enseñar, les encanta aprender cosas. De todas formas ambos
tenemos la intención de vernos algo más a menudo.
En estos días anda liado preparando la única marcha
cicloturista en la que está involucrado como organizador: la marcha
cicloturista La Peña Cabarga (con final en “la Peña”, por supuesto): www.lapeñacabarga.com . Esta edición
incluye homenaje a Dietzen y han preparado unos maillots réplica del Teka
(excelente idea). Podéis echar un vistazo en el enlace del evento, el recorrido
es muy exigente pero no defraudará a nadie. No nos olvidemos de que tiene la
mano de Enrique, un profesional del ciclismo, un gregario, alguien que lleva su
vida trabajando y esforzándose por los demás ciclistas.
El padre de Enrique me vendió la macario que tenía su hijo de amateur con la condición que la cuidara bien. La tenía cariño. Siempre me decía: "antes de dejar la bici a alguien llévale a cuchos".
ResponderEliminarGran profesional y gran persona, y como bien dices es como un libro abierto contando historias y experiencias, tengo la suerte o el placer de poder ser alumno suyo en este momento, un saludo.
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