"El ciclista". Natalia
Goncharova (Museo Russo, San Petersburgo)
Roma, finalizando el verano de
1960. Pier Paolo Pasolini, controvertido y genial director de cine, ejerciendo
funciones de periodista, cena con Viktor Arsenijevic Kapitonov (entonces de 27
años de edad). El atleta soviético acaba de conseguir la medalla de oro en la
prueba de fondo en carretera de ciclismo, en los Juegos Olímpicos celebrados en
la capital italiana. La cena es cordial y amigable, la entrevista atípica, no tan
deportiva como social o de curiosidad cívica e incluso política. Tal es así,
que una vez finalizada, cuando al cineasta le solicitan que ejerza un poco de
guía y les muestre algo de Roma, este escoge un suburbio pobre, embarrado y
miserable. Un ejemplo de lo que se esconde debajo de la alfombra de las grandes
capitales de la Europa occidental. El escenario de la que un año después sería
su primera película: Accattone.
La historia de Kapitonov, lo que
de él he podido conocer, se me antoja como un guión deportivo novelado
localizado al otro lado del Telón de Acero, en una época en la que el deporte
(por ambas partes) ejerció una evidente función propagandística, y en la que
también la Guerra Fría tuvo su protagonismo. Kapitonov (otro más) se inició
deportivamente sobre el hielo, entrenando y compitiendo sobre unos patines. No
es fácil encontrar datos sobre ello, pero es un hecho comprobado y declarado
por él mismo. Pero como su fama y el éxito le llegaron de la mano del ciclismo,
sus inicios patinando parecen haber desaparecido.
El ciclista soviético se forjó
compitiendo en las pruebas del Bloque del Este, como representante de la
escuadra de la URSS, bajo un régimen disciplinario feroz, consistente, exigente
y sin fisuras. Sobre este asunto se han extendido multitud de rumores y
leyendas urbanas, pero no por ello podemos obviar una realidad que no debía
andar muy alejada del imaginario colectivo en occidente. Algunas pruebas
tenemos de ello. El documental “Red Army”, un excelente trabajo que rememora y
recapitula la evolución vital de los miembros del mejor equipo soviético de
hockey sobre hielo de la historia, es un buen ejemplo de ello. También lo es el
paso por nuestro país de varios entrenadores de ciclismo ex-soviéticos, que a principios
de los noventa, se hicieron cargo de nuestros equipos nacionales de pista,
femenino y de fondo carretera (Alexander Nizhegorodset, Boris Vasiliev y Geraniv
Gododovnov respectivamente). Preguntar a nuestros/as deportistas de entonces,
resulta un ejercicio esclarecedor de métodos y caracteres de trabajo, pero en
cualquier caso, yo mismo estuve allí, en Torremolinos, en el año 1991,
atendiendo a las ponencias de algunos de aquellos “dinosaurios” del deporte
soviético, en las que nos expusieron sus densos y concienzudos planes de
entrenamiento y aquellas tremendas dinámicas de carga que convertían el sistema
piramidal de selección en la estrategia de fe para hacer cristalizar a los
campeones. Así pues, Viktor debió de trabajar duro, pues fue un miembro
permanente de la escuadra soviética, con la cual cosechó gran cantidad de
triunfos de etapa y victorias por equipos en la mítica Carrera de la Paz, prueba
que nació como la réplica del “Este” a las grandes vueltas europeas. Evento que
transcurría por Alemania Oriental, Polonia y Checoslovaquia y que existió desde
1948 hasta 2006 (ya completamente transformada de carácter en sus últimas
décadas).
Siendo además campeón de la URSS
en varias modalidades de pista y ruta, la primera experiencia olímpica de
nuestro personaje fue en Melbourne en 1956, aunque sin resultados llamativos.
Pero finalmente, cuatro años después tuvo su oportunidad, pese a que a punto
estuvo de perderla como consecuencia de una herida sufrida en una caída durante
la primera etapa de la Carrera de la Paz de aquel mismo año. La cuestión es que
aprovechó la mencionada ocoasión, y aquello lo convirtió en el primer ciclista
verdaderamente legendario de la URSS. El ciclismo olímpico en Roma estuvo
marcado por el calor, con temperaturas superiores a los 40 grados en las
pruebas de carretera. Tal es así que al parecer hasta falleció un corredor
danés como consecuencia de un golpe de calor. Para empezar, Kapitonov formó
parte del equipo soviético de 100 km contrarreloj. Aquella espectacular modalidad
de equipos de cuatro que la UCI, lamentablemente, decidió hacer desaparecer
hace ya algunas décadas, privándonos del espectáculo de los mejores rodadores
del mundo rindiendo acompasados, luchando por establecer unas velocidades
medias endiabladas. Los “rusos” consiguieron alcanzar el bronce en aquella
ocasión. Todo un éxito, porque se trataba de la irrupción soviética en el
medallero olímpico de ciclismo, que a partir de entonces supondría una
constante en futuras ediciones. El logro de aquel equipo no fue una casualidad
aislada, pues la delegación soviética consiguió tres medallas de bronce más en
diferentes disciplinas de pista.
Pero lo mejor estaba por llegar,
el triunfo absoluto y la leyenda: la forma en la que aquel se consumó. La
prueba de ruta se desarrolló en un circuito de unos 15 km que incluía un par de
repechos, uno de ellos de mayor entidad. A mitad de carrera se produjo una
escapada protagonizada por dos holandeses pero fue neutralizada por el grupo
perseguidor, del que a cuatro vueltas del final saltó la fuga “buena”. Aprovechando
el repecho Viktor se lanzó a un ataque suicida, a un ahora o nunca al que sólo
respondió el ídolo local Livio Trapè. Ambos colaboraron en la huida hasta
hacerla suficientemente consistente. Entonces, convencido de que la carrera
tocaba a su fin y a la vista de la pancarta de meta, el ruso lanzó un poderoso
demarraje a modo de sprint final definitivo, y dándolo todo, cruzo la línea de
llegada levantando los brazos y en primer lugar, creyéndose campeón olímpico.
Los cálculos habían sido errados e inmediatamente los jueces le sacaron de su equivocación,
confirmándole que aún faltaba una última vuelta para finalizar la prueba. El
italiano, avispado, consciente del esfuerzo desplegado por Kapitonov, jugó su
baza con un ataque que, aunque no inmediatamente, después fue neutralizado por
el soviético a falta de 2 km para la llegada. Finalmente ambos se presentaron
de nuevo cerca de meta jugando a las estrategias de los esprinters, hasta que a
la postre nuestro protagonista se llevó el gato al agua, consiguiendo, tras un
segundo esprint, la primera medalla de oro del ciclismo olímpico soviético.
Resumen de las llegadas de las pruebas olímpicas de Roma 1960 en las que
Kapitonov consiguió sus medallas.
Llegada a meta, Kapitonov (sobre su Cinelli) supera a
Trapè en su "segundo" y definitivo sprint.
Podium de la prueba de fondo carretera
de los Juegos Olímpicos de Roma 1960.
El abrazo entre los dos implicados en el sprint.
El estado cumplió con su papel.
Lejos quedaban los tiempos en los que los deportistas del Este empezaron a
recibir permisos para competir en occidente, e incluso más tarde formar parte de
equipos profesionales de países capitalistas. Pero Kapitonov disfrutó de una típica
transición que acabó convirtiéndolo en entrenador del equipo nacional (entre
1970 y 1988), etapa en la que probablemente, fiel a la metodología austera,
dura y espartana que a él mismo le había tocado vivir como corredor, cosechó
una gran cantidad de éxitos a nivel olímpico, mundial y en “su” Carrera de la
Paz. Para Rusia fue un héroe al que su nación correspondió con diferentes
galardones como el de Maestro de Deportes, Entrenador de Honor de la URSS,
Mejor Entrenador del País, Orden de la Amistad de los Pueblos, Orden de Lenin,
Orden Placa de Honor, etc. Parte del proceso de convertirse en entrenador fue
graduarse en el Instituto Militar de la bandera Roja de Cultura Física.
Representando un ejemplo más del modelo entonces tan habitual de deportista “no
profesional”, con carrera militar paralela y en las filas de CSKA de Moscú.
“Cosechando
los
frutos del viejo método
ruso Darwiniano. Recoger el mejor talento regional de las escuelas deportivas. Arrojarlo a campos de entrenamiento infernales. Una semana,
tal vez más, de cabalgas de muerte en
las montañas y contrarrelojs por
equipos. ¡Oh, les encantaban las contrarreloj
por equipos!. ¿El último hombre aún aguantando? Ahí está su equipo camarada: dando a cada chico una camiseta roja,
un maillot Adidas rojo, una Colnago
probablemente muy usada pero todavía funcional, y un billete de avión”.
Fast Eddy’s Flandria Café (www.flandriacafe. com).
“Ella (la
medalla de oro) lleva simbólicamente
la política de coexistencia pacífica entre Oriente y Occidente defendida por el líder de la Unión Soviética, Nikita Khrouchtchev.
Para permanecer dentro de la leyenda de las victorias deportivas, es considerada por algunos como "una fecha clave de la
historia del ciclismo". El ganador
es sólo uno de los "844.000 titulares de licencias" de la URSS, "Victor Kapitonov,
acometiendo en la brecha abierta por Schur en
1958 en Reims (RDA, primer
Campeón del Mundo de ciclismo amateur representante de un país del Este), señala que llega del este
la nueva ola del ciclismo mundial". Por lo menos desde 1960 se plantea la
cuestión de la unificación de ambos ciclismos. Sabemos que tardaría 30 años en resolverse”.
Wikiwand
El nombre de Kapitonov está
necesariamente vinculado al de la Carrera de la Paz, pues aunque nunca
consiguiera ganarla individualmente. Cosechó la victoria colectiva (tan o más
importante y cargada de significado para sus organizadores y público), ya fuera
como corredor o entrenador, en nada menos que 17 ocasiones, todas ellas con el
equipo de la URSS. Esta carrera por etapas merecería una pausada reflexión,
pues constituye un claro ejemplo de utilización del deporte como instrumento de
la política internacional. A lo largo de su historia, la Carrera de la Paz,
sirvió como instrumento conciliador y aglutinador entre países que habían
heredado reajustes geográficos y políticos traumáticos como consecuencia de las
dos guerras mundiales y la irrupción del comunismo en Europa. También fue
utilizada como mecanismo propagandístico dentro y fuera del telón de acero.
Dentro haciendo coincidir algunos de sus momentos estelares con diversas
celebraciones como el primero de mayo o posteriormente el aniversario de la victoria
de las tropas aliadas sobre el Nazismo. Aunque también evitó pasar por Praga en
durante la invasión de 1969. Fuera generando guiños de reconciliación deportiva
y tímidas invitaciones a un intercambio participativo que algunos países como
Francia pronto supieron aprovechar. Siguiendo el modelo occidental la carrera
estaba organizada y apadrinada por varios periódicos, en este caso estatales, el
Trybuna Ludu (polaco), Rudé Právo
(checoslovaco), y Neues Deutschland
(alemán). Posteriormente, quizá en sus años de mayor apogeo (1985 y 1986),
el diario ruso Pravda también se sumó a la
organización con sendas salidas en Moscú y Kiev.
“[…]
La Carrera de la Paz expresa la voluntad de todos los participantes de mantener
una paz duradera, la seguridad y la cooperación entre los pueblos de todos los
continentes de nuestro planeta. […] Se profundiza la solidaridad
internacional entre los atletas y la popularización del del ciclismo amateur ”.
Declaración de intenciones de la Carrera de la Paz. Extraído del blog de levmishkin (Instituto de Estudios Solarísticos).
No es fácil dar con imágnes de maillots de la Carrera de la
Paz. El símbolo dera una paloma d ela paz, tomada de la
creada por Pablo Picasso como icono del congreso Mundial
de Partisanos por la Paz en 1949.
La participación española en la prueba
fue casi inexistente y tomando la forma de equipo nacional de categoría amateur,
con los colores de la selección nacional, excepto ya en sus últimos años. En
cualquier caso, pese a que no fuera una carrera apenas visitada por nuestros
corredores, da la casualidad que un
jovencito Miguel Indurain fuera uno de ellos en 1984. De todas formas, nuestra
más exitosa participación ocurrió en el año 1975 con victorias de etapa de Juan
José Moral (en la 2ª) y Enrique Martínez Heredia (en la 7ª; un año después de que
este último hubiese ganado el Tour del porvenir, y tres antes de proclamarse
Campeón de España).
Foto de una etapa de la Carrera de la Paz de 1984. En el centro
de la imagen puede verse a un corredor mucho más alto que
los demás enfundado en un maillot gris con la bandera de España.
Se trata de Miguel Indurain.
Al igual que para los americanos la
Coors Classic representaba la máxima expresión local del ciclismo por etapas,
una aspiración de aproximación hacia el ciclismo europeo más tradicional,
espectacular y legendario, la Carrera de la Paz, se erigió como el universo de
máxima realización competitiva del ciclismo de carretera del los países del Este.
Por eso, de ambos focos surgieron corredores que acabaron dando el salto e
incorporándose, poco a poco, generación tras generación, al ciclismo “de aquí”,
el de las grandes vueltas y los equipos profesionales. De ambos polos surgieron
corredores combativos y con clase, y tras muchas décadas de espera e
incertidumbre, finalmente, el ciclismo internacional se vio enriquecido, y a
día de hoy, años después de tantas historias desconocidas e ignoradas, podemos
hablar de la existencia de un plantel de ciclistas globalizado. Todo ha
cambiado mucho desde entonces, quizá resulte difícil encontrar trayectorias
vitales tan singulares, tan vinculadas al devenir histórico general. Vidas
deportivas que llevaban incorporadas la supervivencia personal en sociedades
cambiantes y en ocasiones sacudidas por convulsiones poco o nada deportivas. No
me cabe la menor duda de que Viktor Kapitonov protagonizó una vida digna de
repaso e indagación. Me lo imagino de chaval, combatiendo el frío con el
esfuerzo durante sus entrenamientos, impulsándose con fuerza sobre sus patines,
intentando asimilar una técnica de deslizamiento que le hiciera progresar,
ajeno a todo lo que vendría después, al comprobar ¿o mejor dicho demostrar?,
sobre alguna vetusta bicicleta, durante sus entrenamientos complementarios de
verano, que valía, que el chaval destacaba entre ese casi millón de aspirantes
repartidos por una descomunal porción del planeta.
El mundo del ciclismo en transformación: Greg Lemond
liderando el Tour del Porvenir de 1982 (que ganó), rodeado de la
escuadra soviética. A su derecha Sujoruchenkov (Campeón Olímpico
de fondo carretera, 2 Tours del Porvenir y 2 Carreras de la Paz).
El mundo en general en transformación: el
mercado se va globalizando, cae el muro de
Berlín, desaparece la URSS, cambian los
valores... (anuncio publicitario de Specialized
en los años 80-90).
Iñaki Gastón en una marcha retro
enfundado en un maillot original
de la selección soviética que en su
día canjeó por el suyo con algún
corredor del lotro lado del Telón.
Un articulo interesantísimo. De los que se necesitan para dar forma a esa cultura ciclista de la que a veces presumimos conociendo cuatro "elementalidades"
ResponderEliminarHistoria de verdad, me ha encantado.
Gracias!!
TCFCPP
Otra genial entrada.
ResponderEliminarYo aún conservo alguna Ciclismo a Fondo de 1990 con ese anuncio de Specialized donde "aparecía" Mijail Gorbachov. Lo tendría que revisar, pero lo mismo era en el mismo número donde esa revista hablaba de la irrupción de los ciclistas soviéticos en el pelotón profesional, con el Alfa Lum (otro patrocinador mítico del ciclismo mundial). En 1989 nacía este equipo residente en San Marino, pero con una plantilla 100% soviética: Pulnikov, Klimov, Konyshev, Ugrumov, Abdoujaparov, Tchimile, Saitov, Ivan Ivanov...era como una selección nacional pero con un patrocinador extranjero (menos Ekimov que paso a profesionales con el Panasonic).
Cuando me enganche por completo al ciclismo en la era de Indurain solía releer a menudo ese reportaje, ver como esos corredores se habían disgregado por medio mundo al mismo tiempo que la URSS se disolvía en múltiples naciones.
En esos años también destacaron otros ciclistas criados al otro lado del Telón de Acero, desde la RDA Uwe Raab y Uwe Ampler ficharon por el PDM. Desde entonces la presencia de ciclistas provenientes de esos territorios no ha dejado de aumentar. Qué recuerdos, muchos nombres, como Arturas Kasputis que ganó el Circuito Montañés en 1991, antes de pasar en 1992 a profesionales con los colombianos del Ryalcao Postobón.
Sobre la muerte de un corredor danés en los JJOO de Roma 1960, fue Knud Enemark Jensen en los 100km contrarreloj. Se cayó antes de la llegada. Por lo visto el calor reinante no hizo buena combinación con el consumo de anfetaminas. Algo parecido a lo que ocurrió con la muerte de Tom Simpson en el Tour de Francia de 1967. Estas y otras defunciones fueron claves para que los organismos deportivos comenzasen a realizar medidas en contra del dopaje.
Buenos apuntes complementarios Carlos, gracias por tu atenta lectura y tus recordatorios de la época de la fusión este-oeste.
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